Tú eres el libertador

Autor: Ramón Aguiló SJ 

 

Nos creaste libres. Pero difícilmente podemos practicar nuestra libertad. Unos porque viven en una sociedad encorsetada, con barreras por todas partes, poderes políticos, sociales, militares, policiales, religiosos y demás. Otros, como las personas consagradas, porque han hecho votos de obediencia a unos superiores y superioras que mandan en tu nombre, aunque a veces no lo parezca.

 

UN MUNDO DE ALAMBRADAS. La Libertad con que nos creaste me parece una hermosa utopía que es imposible realizar en un mundo de alambradas. Es como si a uno le dijeras: "Puedes vivir como quieras", y le colocaras en un recinto de unos cuantos metros cuadrados, rodeado y defendido por unos cables de espinos electrizados que forman una barrera de cinco metros de altura.

 

Tú QUERíAS SERES LIBRES Y RESPONSABLES. Pero tu plan no era ése. Tú querías que los seres humanos fuesen libres, que actuasen como quisieran, pero, al mismo tiempo, se sintieran responsables de sus acciones con las que tejen su personalidad y su vida.  No es posible la responsabilidad sin libertad. Si yo no soy libre, no puedo responder de lo que hago. Porque sin libertad soy el juguete en manos de otros. Y es evidente que es así en casi todo lo que se incluye en la definición de la vida de un hombre. Sólamente nos queda un pequeño resquicio por el cual podemos movernos evitando las alambradas electrizadas. Este resquicio, aunque sea pequeño, es mi gloriosa libertad. Esa Libertad que puedo ejercer de hecho en las escasas ocasiones en que puedo decidir algo que afecta a mi propia vida.  

Tú lo dijiste claramente: "La Verdad os hará libres". Y es que Tú, con tu Verdad, has roto muchas cadenas. Y sólamente nos queda la obligación de seguir el camino que nos señala la luz de la Verdad. Mi conciencia personal es muy importante, decisiva, en mi responsabilidad. Y mi conciencia es libre ante los demás. Sólamente debe responder ante tu Tribunal inapelable. Pero la triste realidad es que los poderes de este mundo nos han cerrado el paso de muchos caminos. En muchos de ellos veo la señal de "Prohibido el paso. Peligro". A veces nos es muy difícil reconocer al autor de estas prohibiciones. Tampoco podemos conocer su validez. Sabemos que Tú nos diste Diez Mandamientos. Pero los hombres de todos los grupos se han preocupado de convertirlos en millares, y los han codificado en largos Volúmenes de muchas páginas, que necesitan complejas explicaciones.

 

DIOS LLAMA A LA LIBERTAD. Dios, tu Padre, ha proclamado siempre la Libertad de los Hombres,  a través de sus manifestaciones históricas. Los Libros de la Biblia están rebosantes de llamadas a la libertad. El Pueblo de Israel fue un Pueblo Liberado. El Pueblo de la Libertad. Era un pueblo de esclavos, bajo la dictadura de los Faraones. Pero surgió aquel hombre excepcional, hijo de Hebreos, pero con la educación de un Príncipe Egipcio, que fue pescado en las corrientes del Nilo y se llamó Moisés. ¿Era tartamudo?. No lo sé. Pero, si lo fuera, ese tartamudo fue el Dirigente de los israelitas, se enfrentó igualmente con los Egipcios y su Faraón, y los rebeldes y egoistas hombres fuertes de su propio pueblo Israel, y puso en marcha a unos esclavos hermanos para llegar, por el desierto, a la creación de su propia soberanía. Moisés fue un Libertador. El iba delante. Y su pueblo le seguía. A través del hambre y de la sed del Desierto. A través del cansancio y la añoranza. A través de la Rebelión. Moisés por la fuerza de su carácter y de su misión divina les llevó hasta la Libertad.

 

SE MATAN AHORA POR LA LIBERTAD. Yo he pensado frecuentemente en Moisés, al ver cómo tantos pueblos que se sienten esclavizados, en este tiempo, están inquietos y se arman para luchar contra los modernos Faraones que los subyugan. Generalmente los Faraones están fuera. ¿Se les puede criticar porque a veces matan?. ¿Qué dices Tú, Libertador de la Humanidad?. Es terrible ver cómo mueren las gentes, hombres, mujeres, jóvenes y niños a causa de esas guerras que ellos llaman libertadoras. De un bando y de otro. De los de arriba y de los de abajo. ¿No se podrían discutir estas cosas dialogando y llegar a una solución aceptable para todos a través del largo y agotador camino de la búsqueda de una solución pacífica aceptable para todos?. Yo creo que sí. Y estoy seguro de que si Moisés hubiera visto la buena voluntad del Faraón, no hubiera llevado a su pueblo y al pueblo egipcio, a través de los sufrimientos de las plagas, de cuarenta años de desierto y de guerras sangrientas. 

Moisés llevó a los Israelitas hasta la vista lejana de la Tierra Prometida. Desde la cumbre de las montañas les señalaba el futuro de una historia de Libertades y de Soberanía. Pero no todo fue tan sencillo. Porque la esclavitud no llega a los pueblos siempre y exclusivamente desde fuera. También, dentro, surgen los grandes Señores, surgen los Jueces vendidos, los Gobernantes Tiránicos. Y así le sucedió a Israel.

 

DIOS QUERíA LA IGUALDAD DE TODOS. Es verdad que tu Padre estuvo orientando la marcha histórica de su Pueblo a través de los Profetas y de los Escritores Sagrados que insistían en la igualdad de todos, aun de los forasteros, de las viudas y los huérfanos, de los pobres y de los marginados. Pero los Profetas tuvieron que gritar fuertemente, duramente, amenazantes, para conseguir ser escuchados. Y aun así no lo fueron. Porque las pasiones humanas eran más fuertes que las exigencias de tus mensajes pacificadores. Y por ello, los profetas fueron perseguidos, calumniados, desprestigiados, desterrados, y algunas veces asesinados. Tú mismo, Jesucristo, se lo dijiste a los dirigentes y a los que Te escuchaban del Pueblo de Israel. "Así perseguisteis a vuestros profetas..." 

Hay que leer las páginas encendidas de aquel pastor de Técoa, llamado Amós. El grita: "Violencia y Robo"... "Me dan asco sus Fiestas"... Y aquel campesino de Moréset Gat, Miqueas, había experimentado los abusos de la nueva burocracia de Israel, que se había armado y vivía en el lujo, y proclamaba: "Ay de aquellos que codician campos y los roban, casas y las usurpan, hacen violencia al hombre y a su familia... Vosotros que abomináis la justicia y torcéis el Derecho, que edificáis a Sión con sangre y a Jerusalén con crímenes... Vuestros Jefes juzgan por soborno, vuestros sacerdotes enseñan por sueldo, vuestros profetas vaticinan por dinero...". Estas pinceladas parecen describir la actual realidad de fin de siglo y de milenio.

 

TU LIBERACIóN. Pero pasaron los siglos y llegaste Tú y penetraste en ese mar encrespado de la historia. Tu Madre, cuando todavía eras un no-nacido, cantó una poesía que parece el cántico de una revolucionaria. En esa Proclama que llamamos "Magníficat", aquella dulce María, ya Madre tuya, alegre y confiada, exclama: "Su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío". Isabel, su pariente, la escuchó, y seguramente quedó impresionada, asustada. 

Tú fuiste un Trabajador, un Artesano, como tu papá, José. Y así Te ganaste el sustento durante varios años, hasta los treinta de tu edad. Estuviste entre colegas de oficio, entre campesinos y pastores, y aprendiste de esas gentes que ahora llamaríamos "proletarios" la dureza del trabajo diario, realizado para conseguir la comida, la bebida, el vestido y la habitación.  

También fuiste creando tu estilo de comunicador y viste que aquellas actividades laborales Te podrían servir para explicar tus Mensajes a tus seguidores y a la Humanidad de todos los tiempos. Porque viste los viñadores en las viñas, ante los sarmientos y las uvas, podando, cortando lo seco, quemando montones de ramas muertas. Y viste a los pastores con su grey, y las puertas de los rediles, y los sembradores con sus semillas. Y viste cizañas y trigos. Y has vivido la alegría de las Primaveras cubiertas de verdor, después de los desnudos inviernos de frio y de vientos.

 

APRENDISTE DE LOS MARGINADOS. Y entonces aprendiste, sobre todo, que hay muchos esclavos en este mundo, que no son llamados así pero que por eso no dejan de serlo. Son esclavos de los señores y de los empresarios de quienes dependen, a los que sirven, a los que obedecen. Y si no lo hacen, son despedidos, y pierden el salario que es como el talismán de la vida. Entonces aprendiste a amar a los marginados del mundo. Y después, cuando has comenzado a gritar por las calles y plazas, les has reunido, y siempre los has recibido con los brazos abiertos, los has amado, y les has entregado tu don, tu milagro, con una sonrisa. Y las gentes pobres Te querían. Y Te buscaban. Y Te escuchaban. Y cuando les diste de comer, Te quisieron proclamar Rey. Pero Tú no lo quisiste. Y Te marchaste, silenciosamente, hacia el monte o hacia la otra orilla del Mar. Te criticaban aquellos que siempre se sienten "santos" y "justos", porque "acogías a los pecadores y comías con ellos". Y Tú no escuchabas sus críticas. No te interesaban. Y les dijiste con toda claridad que el Médico no visita a los "sanos", sino a los "enfermos". Cuánta ironía ponías en estas palabras. 

Tampoco querías a los que "imponen yugos y leyes" a los demás. Y son incapaces de empujar ellos mismos.

 

TU LEY ES EL AMOR. Y cuando quisiste hablar de Leyes, dijiste que todas se resumen en una hermosa Ley: la del Amor a Dios y a los demás. Tú dijiste y repetiste varias veces: "Amarás". Y el amor es una fuerza liberadora. Cuando el amor nos empuja todo se vuelve fácil, ligero, soportable.  

Lo saben las madres y los padres. Aman y son felices. Aman y son libres. Y porque aman, siendo libres, viven como esclavos alegres del amor. Y por ello son tan estrictos, tan sacrificados. Y tan felices. El hogar es su Cruz. Los hijos y las hijas son sus redimidos. Mueren y se desangran cada día por ellos. 

Tú también Te sacrificaste. Porque el Universo era tuyo. Y porque en el Universo, creado por el Padre mientras pensaba en Tí como Centro de todas las cosas, ha existido siempre la aureola de tu Figura, de tu Presencia y de tu Vida, y siempre se ha escuchado la hermosa sinfonía de tu Música y de tu Clamor, de tu Verdad y de tu Mensaje, de tu Voz y de tus Latidos, de tu Sangre y de tu Corazón.

 

TU GRANDEZA DE LIBERTADOR. ¡Qué grande eres, Jesucristo!. Gracias porque has roto en mil pedazos las hirientes cadenas de la esclavitud. Gracias, porque puedo escribirte y gritarte: "Te quiero" con la libertad de mi conciencia iluminada y convencida. Gracias, porque, como consecuencia de todo lo que viviste, hiciste y dijiste, yo puedo sentirme Libre, como pueden sentirse libres mis hermanos, ante tantas opresiones que nos acechan como víboras venenosas y mortales. 

Quise pintarTe y Te pinté, de noche, el día de tu detención, iluminado por los resplandores de las antorchas. Pinté a Moisés con las Tablas de la Ley en sus manos, con las llamas de la zarza cubriendo su rostro. Porque Tú, Jesús de Nazaret, y Moisés, el Judío nacido en Egipto, me sugerís el mensaje de la Liberación. Moisés liberó a su pueblo. Tú has cortado las cadenas que esclavizaban a toda la Humanidad. Libertadores los dos.

 

UNA LIBERTAD QUE CREA. Como ves, esta Carta es larga. Pero a mí me parece pequeña y corta. Porque quisiera decirte mucho más. Será otro día. No Te canses con mis sueños y mis ilusiones. Aunque no me negarás que unas pinceladas de ilusión y de ensueño dan una tonalidad privilegiada y muy personal a cualquier obra de arte. Y nuestra vida debe ser una obra de arte que todos los días vamos pensando, perfeccionando, iluminando, terminando. Llegará el día en que Te la entregaré. Toda ella es para Tí. No será gran cosa. No será genial. 

Ha habido muchos Santos y Santas que han llegado muy lejos en la realización de su Obra de Arte, de su Película, de su gradiosa Autobiografía. No todos han sido canonizados por la Iglesia. Pero no importa. Lo importante es que Tú Te veas en ella. Que haya un reflejo de tu Luz en ella. Que ella responda a una Verdad. A tu Verdad. Lo que nos interesa es que, cuando terminemos, podamos decir: "Te amé. Y procuré imitarTe. No lo he conseguido del todo. Pero el esfuerzo está ahí. Y Tú lo sabes valorar". Yo aprendí la verdad de lo que decía el Salmo 118: "Mejor es refugiarse en Yahvé que confiar en el hombre. Mejor es refugiarse en Yahvé que confiar en magnates". Desconfío de los poderosos que hieren la Libertad de los otros. O a veces la matan.