Tu predilección por los ciegos

Autor: Ramón Aguiló SJ

   

Encontrar por la calle a un ciego, a una ciega, siempre resulta una experiencia penosa. Me hace sufrir. Y casi cada día encuentro a alguno o a alguna. A veces están dentro de los kioscos de las diferentes loterías, ofreciendo la buena suerte de los millones. También los hay que venden sus billetes y números sentados en pobres sillas.

 

UNOS SERES QUE SUFREN MUCHO. Recuerdo aquel ciego a quien frecuentemente me encontraba, cuando yo iba cada día al garage a buscar el coche. El se estaba preparando para cruzar la calle, precisamente en una esquina muy peligrosa, por la que pasaban muchos coches en ambas direcciones. Yo me acercaba a él, le preguntaba si quería cruzar la calle, y le decía que le ayudaría. Así que esperaba el momento más oportuno, le cogía del brazo y entonces levantaba la mano, para avisar a los coches, y cruzábamos la calle los dos juntos, lentamente. El no podía ver nada. Pero llevaba un bastón pintado de color blanco, y en él se apoyaba, y, gracias a él, todos le reconocían como ciego, aunque llevara los ojos bien abiertos. Ya no le he encontrado más.  

Otras veces he visto a hombres y mujeres, ciegos, vendiendo números para un sorteo de ámbito nacional que se realiza todos los días. Es el "Cupón del Ciego", que administra la ONCE, la Organización Nacional de Ciegos de España. Así todos los ciegos pueden tener una vida digna y asegurada, además de ejercer un trabajo, si les es posible.  

No sé por qué yo estoy acostumbrado a unir la ceguera con la música. Y es que, de pequeño, casi siempre que encontraba a un ciego en alguna esquina de la ciudad, él estaba interpretando alguna melodía con un violín o algun otro instrumento. Ahora ya no es así. Quizás porque rinde más el trabajo organizado por la ONCE.  

También les he visto caminar por las calles, siguiendo las pisadas de un perrito, que les sirve de lazarillo. Los perritos, especialmente adiestrados para ello, son de gran ayuda para los que no pueden ver. Y los tratan con mucho cuidado como si los animalitos conocieran las dificultades de ser ciego.  

Recuerdo una impresionante escultura de Juan Durcan, llamada "El Ciego y el Paralítico". No la puedo olvidar. Representa a un ciego desnudo, llevando sobre sus hombros, la figura escuálida de un enfermo de parálisis. Pienso cómo se ayudan y protegen mutuamente los que sufren marginados, abandonados.  

No hay duda que la ceguera es una de las grandes lacras de esta nuestra humanidad tan doliente y sufrida. Tú Te encontraste con los ciegos repetidas veces. Yo no tengo ninguna duda de que realizaste con algunos de ellos importantes milagros, que deben ser considerados como hechos históricos. Pero también creo que Tú y los mismos Evangelistas y Escritores querían expresar con los relatos de curaciones de ciegos, algo más profundo, algo más importante, un mensaje más transcendental.  

Tú has tratado con enfermos de todas las más conocidas y crueles enfermedades de tu tiempo. Has tratado y curado a Leprosos que sin duda, han sido siempre considerados como la encarnación del dolor humano y como el símbolo del pecador. Has tratado y curado a sordos, mudos, cojos, "endemoniados" y otros "apestados", como los que han ido apareciendo en las páginas de los Libros de la Biblia. Cada uno de ellos ha llevado sobre sí, sus dolores, sus penas, sus soledades y sus consideraciones religiosas, la expresión de su significación espiritual.  

Hay un leproso excepcional en la Historia Bíblica, aunque bien pudiera ser considerado como la hermosa y literaria ficción de un Libro Doctrinal, El Libro de Job. Pero yo me fijaré hoy en tu predilección por los ciegos, porque me parece que en ellos se cumple más claramente este entrelazamiento de lo histórico con lo expresivo y simbólico. Ellos y su curación constituyen un mensaje en tu vida.

 

LA CEGUERA ES UNA ENFERMEDAD ANTIGUA. Las enfermedades han existido en la humanidad, desde el principio. No es algo moderno, como otras enfermedades que han sido producidas por ciertos desvíos insospechados del desarrollo técnico. En la Historia del Arte ha habido "Ciegos Famosos" como, por ejemplo, Edipo en las Tragedias Griegas. Sófocles ha recogido esa figura enigmática, legendaria, de aquel hombre llamado Edipo por la forma de sus pies, condenado por los hados a matar a su propio padre y casarse con su propia madre. El mismo se destroza los ojos, atormentado por su destino. Y vagó, ciego, por el mundo. También he encontrado en mis estudios clásicos de las Culturas Griega y Latina, a otros "Ciegos" mitológicos, como Polifemo, un gigantón ciclope, al que Ulises cegó el único ojo que tenía, después de haberle embriagado. Me impresionó también la figura de aquel perro ciego que tenía el mismo Ulises, protagonista de la Odisea. Cuando su dueño regresó a su tierra, después de largos viajes y aventuras, su perro que no veía corrió hacia su querido dueño y le lamió cariñosamente. Este hecho suele recordarse para demostrar hasta dónde llega la fidelidad de los perros a sus amos.  

Un ciego famoso fue Juan Sebastián Bach, aquel alemán nacido en Einsenach en 1685 y fallecido en Leipzig en 1750, músico extraordinario, creador de la escuela moderna. Este hombre tan creador, al final de su vida, sufrió una grave enfermedad de los ojos que le dejó completamente ciego.  

Y es que los hombres, hasta los más grandes y los que han dejado una huella más profunda en la historia, son acosados por el sufrimiento en algun momento de su vida. ¡Cómo sufriría, torturado por la sordera, aquel músico y compositor genial que fue Ludwig van Beethoven!. No podía escuchar con sus oídos cerrados la música que él mismo componía o había compuesto. Debía contentarse con escucharla en su espíritu... interpretada por su fantasía y su cerebro.  

Hay un texto en el Éxodo, capítulo 4, en el que se hace constar la antigüedad de esta enfermedad, que no siempre debe ser considerada como un castigo de Dios. Moisés discute con Yahvé, y le propone las dificultades con que va a tropezar en la misión de Liberación que Dios le propone. Yahvé estimula en Moisés, la confianza con que debe comenzar la acción libertadora, y le dice: "¿Quién ha dado al Hombre la boca?. ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que vé y al ciego?. ¿No soy Yo, Yahvé?. Así, pues, vete, que Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir". Por tanto, la ceguera no es siempre un castigo de Dios, sino que a veces, la mayoría de veces, debe ser considerada como un fenómeno, una limitación, producida por causas naturales.  

El Ciego debe ser respetado siempre. Porque el Ciego era considerado en el Pueblo de Israel, como un Ser Minusválido, con Capacidades muy limitadas, Moisés y los Legisladores posteriores dieron normas, muy concretas para que el Pueblo cuidara a sus Ciegos, y castigara a los que abusaban de los que sufrían por esta enfermedad tan hiriente, tan depresiva y tan destructora.  

"No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo, Yahvé" (Levítico, capítulo 19). Este precepto se incluye en la larga y fundamental Lista de los Preceptos que los Israelitas debían cumplir por orden de Yahvé, transmitida a Moisés.  

"Maldito quien desvíe a un ciego en el camino". (Deuteronomio, Capítulo 27).  

Sin embargo, la ceguera, junto con otras enfermedades, es considerada como un impedimento para llegar a ejercer el Sacerdocio. El mismo Levítico, Capítulo 21, pone en la boca de Yahvé estas normas. Una dice: "Ningún hombre que tenga defecto corporal ha de acercarse: ni ciego, ni cojo, ni deforme, ni monstruoso, ni el que tenga roto el pie o la mano. Ni jorobado, ni raquítico, ni enfermo de los ojos, ni el que padezca sarna o tiña, ni el eunuco". Pero Yahvé añade: "Sin embargo, podrá comer el alimento de su Dios, las cosas sacratísimas, y las sagradas. Mas no entrará hasta el velo ni se acercará al Altar, porque tiene defecto, para no profanar mi Santuario, pues Yo soy Yahvé, el que los santifico".  

Tampoco pueden ser ciegos los animales que se ofrecen en Sacrificio al Dios Yahvé, como dice una norma que se recoge en el Capítulo 22 del mismo Levítico: "No presentaréis ante Yahvé animal ciego, quebrado, mutilado, ulcerado, sarnoso o ruin".  

Parece enteramente normal y comprensible que el Sacerdote no sufriera ciertas enfermedades, como sucede también ahora en el Código de Derecho Canónico para los Secerdotes del Nuevo Testamento, ya que su labor es una acción pública, social que se realiza ante multitudes y expresa una intervención como Intermediario entre Dios y sus hermanos en la Comunidad. También parece lógico que el hombre ha de escoger "lo mejor" de sí mismo y del Universo, cuando quiere expresar su Adoración y su Oración Suplicante al Creador.  

Considerada a veces como un castigo. Y porque la ceguera es algo antiguo ha podido ser considerada por los Libros Sagrados como un castigo que todos podían comprender. Así se lee en el Deuteronomio, capítulo 28, una larga lista de maldiciones con que Yahvé castigaría a los que desoyeran su Voz. Y entre ellas, se cita la "Ceguera": "Yahvé te herirá de delirio, ceguera y pérdida de sentidos, hasta el punto que andarás a tientas en pleno mediodía como el ciego anda a tientas en la oscuridad, y tus pasos no llegarán a término".  

A veces la ceguera era temporal, limitada. De esta ceguera temporal, como defensa, se habla en el Génesis, capítulo 19, cuando dos ángeles fuereon enviados por Yahvé, a la Casa de Lot en Sodoma. Jóvenes y Hombres maduros quisieron abusar de los dos ángeles, por eso rodearon la casa de Lot, forcejeando con él, pero los ángeles le arrastraron hacia dentro de la casa y "deslumbraron" a los que querían entrar en ella. Y así se evitó una situación vergonzosa más.  

En otra ocasión Dios "deslumbró" a los enemigos de Israel. Se describe en el Libro Segundo de los Reyes, capítulo 6, cuando Eliseo, el Profeta, se vió atacado por un destacamento arameo. "Bajaron hacia él [Eliseo] los Arameos y entonces Eliseo suplicó a Yahvé diiciendo: 'Deslumbra a esas gentes'. Y las deslumbró según la palabra de Eliseo. Eliseo les dijo: 'No es éste el camino y no es ésta la ciudad. Venid detrás de mí y os llevaré donde el hombre que buscáis'. Y los llevó a Samaria. Cuando entraron en Samaria, Eliseo dijo: 'Yahvé, abre sus ojos para que vean'. Abrió Yahvé sus ojos y vieron que estaban dentro de Samaria".  

El Rey de Israel entonces quiso matar a los Arameos, pero Eliseo generosamente se lo impidió. Les dieron de comer. Y los dejaron libres para que regresaran a su señor, el señor de Aram.  

¿Ceguera intelectual?. El Profeta Zacarías, capítulo 12, también describe la "Ceguera" como castigo de Yahvé, aunque en este caso, me parece más bien que se trata de una ceguera espiritual o tal vez de una ceguera temporal, en el campo de batalla. "Aquel día, oráculo de Yahvé, heriré de aturdimiento a todo caballo, y a su caballero, de locura. Y a todos los pueblos heriré de ceguera".  

La ceguera psicológica, moral. El Libro del Exodo, capítulo 23, cuando da largas normas sobre cómo debían comportarse los Israelitas con los demás, y cómo debían cumplir todas las exigencias de la Justicia con amigos y enemigos, afirma: "No recibas regalos. Porque el regalo ciega a los perspicaces, y pervierte las causas justas". Esta frase evidentemente se refiere a una ceguera de los ojos del espíritu que debe juzgar con equidad, una equidad que se pierde, cuando se acepta un regalo, un soborno. En este caso el hombre más perspicaz se vuelve ciego.  

Es lo que reafirma el Libro del Deuteronomio, capítulo 16: "No torcerás el Derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos".  

Cuando el Profeta Samuel, anciano, tuvo que defenderse de los que le acusaban, les preguntaba: "¿Quién me ha sobornado para que cerrara los ojos?. Libro Primero de Samuel, Capítulo 12.  

Isaías, el gran Profeta Mesiánico, en su Capítulo 6, dice unas frases que han tenido una larga repercusión en los Libros del Evangelio. "Dijo [Yahvé]: 'Vé y dí a ese pueblo: Escuchad bien, pero no entendáis. Ved bien, pero no comprendáis. Engorda el corazón de ese pueblo, hazle duro de oídos, y pégale los ojos, no sea que vea con sus ojos y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le cure".  

Aquí el Profeta quiere expresar la voluntaria y culpable incomprensión de sus oyentes, según aquel refrán que todavía ahora se repite entre nosotros: "No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oir". Los formas verbales que se utilizan parecen "imperativos", pero en realidad, quieren expresar un "indicativo", describir una realidad. No puedo olvidar que los Profetas conciben sus pensamientos y sus expresiones bajo unas formas típicamente poéticas y literarias, según el propio estilo del escritor. El Poeta tiende a prescindir de limitaciones y matizaciones. Su visión pasa por encima de todas esas fronteras meramente intelectuales y científicamente históricas.

 

Tú HABLASTE TAMBIéN DE LA CEGUERA. Este texto de Isaías es repetido en varios lugares del Nuevo Testamento, cuando se quiere explicar el Rechazo del Pueblo de Israel y concretamente de sus Dirigentes hacia Tí, Jesús de Nazaret. Tú mismo las utilizas, cuando quieres aclarar por qué les hablas en Parábolas. Así son los textos de Mateo, Capítulo 13, de Marcos, Capítulo 4 y de Lucas, Capítulo 8, y las frases de Juan, Capítulo 12, y de Pablo, al final de los Hechos de los Apóstoles, Capítulo 28, cuando quieren explicarse y explicar la reprobación del Pueblo elegido por Dios.  

La Ceguera ante la Luz desbordante que eres Tú, es una situación prevista por los Profetas. Nos encontramos ante el Misterio que tantas lágrimas y ríos de tinta ha hecho derramar, a través de los siglos. El Misterio de la Reprobación histórica de un Pueblo Elegido, que, de pronto, se separa del Ser que le dió su Nombre.

Como dice Isaías en otro lugar, capítulo 29: "Idiotizaos y quedad idiotas. Cegaos y quedad ciegos"  

Isaías reconoce en este mismo Capítulo 29: "Toda Revelación será para vosotros como palabras de una Libro sellado, que da uno al que sabe leer diciendo: 'Ea, lee eso'. Y dice el otro: 'No puedo, porque está sellado'".  

Es que la Verdad de tu Libro que eres Tú mismo sólamente es asequible por aquellos que han encontrado la misteriosa llave para abrir el Sello. Para leer hay que saber leer. Y esta Ciencia que es la mismo tiempo Práctica sólamente se concede a los Elegidos, como decía Juan en el Apocalipsis.  

Tú dijiste después de haber curado un Ciego de Nacimiento, estas misteriosas palabras: "Y dijo Jesús: 'Para un Juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean. Y los que ven, se vuelvan ciegos'" (Juan, Capítulo 9). Y se levantó la controversia con los Fariseos que estaban al acecho: "Algunos Fariseos que estaban con El oyeron esto y Le dijeron: '¿Es que también nosotros somos ciegos?'. Jesús les respondió: 'Si fuérais ciegos, no tendríais pecado. Pero, como decís: 'Vemos', vuestro pecado permanece".  

Lo mismo decía Pablo en su Segunda Carta a los Corintios, Capítulo 4: "Si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios".  

El Apóstol Juan, el Evangelista, en su Primera Carta, Capítulo 2, afirma de forma contundente que para caminar con los ojos bien abiertos y viendo la realidad tal cual es, hay que tener caridad: "Quien dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la Luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos".  

Tú mismo cuando tuviste que enfrentarTe a las acusaciones de los Dirigentes de Israel, lo hiciste con mucha fuerza, llamándoles "Ciegos", como lo ha narrado Mateo, en su Capítulo 15: "Entonces se acercan los discípulos y le dicen: '¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oir tu palabra?'. El les respondió: 'Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. Dejadlos. Son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo'". Lo mismo preguntaste Tu, según Lucas, Capítulo 6: "¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?. ¿No caerán los dos en el hoyo?.  

En tus duras diatribas contra los Fariseos y Letrados los llamaste varias veces "Ciegos", como se puede ver más tarde en el Evangelio según Mateo, Capítulo 23, cuando tu controversia con los Fariseos,: "¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís...". "Insensatos y Ciegos...". "Ciegos ¿qué es más importante...?".  

Resumiendo: Además de la ceguera de los ojos de carne, que puede ser constante o sólamente temporal, y que varias veces ha sido considerada como castigo de Yahvé, existe una Ceguera Espiritual o Interior, que es la que daña la clara visión de las cosas. Esta es la que dificulta el funcionamiento normal, equilibrado, de los Jueces y de los Dirigentes del Pueblo.  

Esta ceguera espiritual puede ser provocada por los demás, con el Soborno, el Regalo o la Presión Social. También puede ser causada por las íntimas pasiones humanas que impiden la aceptación contundente de la Verdad y de sus Pruebas, aunque se presenten con una evidencia arrolladora. En este caso, el Ciego voluntario, el Ciego Apasionado, Turbado, puede convertirse en el responsable de la ceguera de los otros que le escuchan y que le quieren seguir, como sucedió varias veces ante la Voz de los Profetas y de tu Personalidad y Mensaje.  

Esta ceguera Interior se puede también considerar como Castigo de Dios, porque va unida al desorden moral, al pecado, al dominio de las pasiones más bajas en el ser humano.

 

Tú TAMBIÉN CURASTE A CIEGOS FíSICOS. Varios Profetas, entre ellos, Job, los Salmos de David, Isaías, habían previsto que el Mesías o el Ungido de Israel, abriría los ojos de los Ciegos, les concedería la facultad de ver. Esta previsión profética se podía interpretar acerca de la Visión en los dos sentidos posibles, la Física y la Espiritual.  

Job dice: "Yo era los ojos del ciego y del cojo los piés" (Capítulo 29).  

Salmo 146: "Yahvé abre los ojos a los ciegos. Yahvé a los encorvados endereza. Yahvé protege al forastero, sostiene a la Viuda y al Huérfano".  

Isaías: "Oirán aquel día los sordos palabras de un Libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán" (Capitulo 29). "Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán" (Capítulo 35).

Isaías en sus Cantos del Siervo de Yahvé va profetizando que los ciegos serán curados y verán: "Yo, Yahvé, Te he llamado en justicia, Te así de la mano, Te formé, y Te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas" (Capítulo 42). "Haré andar a los ciegos por un camino que no conocían, por senderos que no conocían les encaminaré. Trocaré delante de ellos la tiniebla en luz, y lo tortuoso en llano" (Capítulo 42).  

En los Evangelios  se recogen estas Profecías y se aplican a tu Misión Salvadora, como cuando a los enviados de Juan el Precursor, les has respondido con unas alusiones a las profecías antiguas, diciendo: "Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan" (Mateo, Capítulo 11).  

También se describen varias curaciones de Ciegos Físicos, que Tú has realizado de hecho, aunque creo que siempre han tenido un claro mensaje evangélico de salvación, de transformación: Tú Te has encontrado con una humanidad ciega ante Dios, ante la Verdad. Y Tú con tu Vida, tu Pasión, tu Muerte, tu Resurrección, tu Exaltación, tu Mensaje, le has abierto los ojos, para que pudiera ver claro y pudiera seguir, segura, el Nuevo y Unico Camino que lleva a Dios, tu Padre.

 

LOS CIEGOS QUE Tú CURASTE. Sólamente resucitaste a tres muertos. Pero los ciegos que has curado han sido muchos más. Y en varios de estos ciegos la curación se presenta con muchos pormenores, y aun con una cierta liturgia de ritos. Y todos estos rasgos me llevan a la convicción de que las Curaciones de ciegos que has realizado, querían expresar, por tu propia voluntad, un Mensaje Especial de Salvación que iba más allá de lo puramente anecdótico e histórico.  

Hasta podría afirmar que el aspecto meramente histórico de los hechos tiene poca importancia para mí. Me parece mucho más importante lo que el hecho concreto quiere expresar en lo universal de tu Verdad comunicada a los que Te contemplaban y a los que Te conoceríamos a través de los demás, de los testigos oculares y de los que nos los transmitieron en sus escritos y en divina tradición de tu Iglesia.  

Primero resulta muy curioso que siempre se describe a "Ciegos" masculinos. Nunca se habla de curación de "Ciegas". Estoy seguro de que también había mujeres ciegas de nacimiento, o ciegas por alguna enfermedad o por algun accidente. Ellas que suelen ser más rápidas y exaltadas que los hombres, en sus expresiones, y en su religiosidad, sin duda Te han suplicado que las curases. Estoy convencido de que les escuchaste y les concediste lo que Te suplicaban con tanto fervor e insistencia. ¿Por qué no consta en tus Evangelios ninguna curación de mujeres ciegas?.  

Cerca de Jericó. Mateo en su Capítulo 9 describe la curación de dos ciegos que Te habían seguido gritando: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!". "Al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: '¿Creéis que puedo hacer esto?'. Le dicen: 'Sí, Señor'. Entonces les tocó los ojos diciendo: 'Hágase en vosotros según vuestra fe'. Y se abrieron sus ojos".  

El mismo Mateo en su Capítulo 20 recuerda la curación de dos ciegos de Jericó. "En esto dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al enterarse de que Jesús pasaba, se pusieron a gritar: 'Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David'. La gente les increpó para que se callaran, pero ellos gritaron más fuerte: 'Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David'. Entonces Jesús se detuvo, los llamó y dijo: '¿Qué queréis que os haga?'. Dícenle. 'Señor, que se abran nuestros ojos'. Movido a compasión Jesús tocó sus ojos, y, al instante, recobraron la vista. Y Le siguieron".  

Marcos, Capítulo 10, da a la narración un sabor más concreto, más local, y cambia algunos pormenores. Ya no son dos, sino sólamente uno. Además se conoce su nombre. Se llama Bartimeo (El Hijo de Timeo). También está en Jericó. Y tiene un temperamento impulsivo, muy vivaz, aunque es presentado como "un mendigo". Sigue gritando, a pesar de que le increpa la gente para que no moleste y se calle. El sigue gritando "más fuerte", y apela a tu Compasión. Cuando se entera de que Tú le llamas, "arrojando su manto, dio un brinco" y fue hacia donde estabas Tú.  

Lucas, Capítulo 18, narra la misma historia, pero referida a un solo ciego "sentado junto al camino pidiendo limosna", que escuchó el jolgorio de la gente, cuando Tú Te acercabas a Jericó.  

Como ves, nos quedamos en la duda sobre cuántos fueron los ciegos realmente curados por Tí, en el camino, cuando Te dirigías hacia Jericó: dos o sólamente uno, Bartimeo. Pero este pormenor no importa demasiado. Porque lo que interesa comunicar a todos es tu compasión extraordinaria ante la ceguera de la humanidad.  

¿Un endemoniado, ciego o sólamente mudo?. Los Evangelistas recuerdan frecuentemente tus Curaciones de "Endemoniados". Me parece que no hay que tomar la palabra al pie de la letra, como si realmente aquellos hombres dolientes fueran posesiones diabólicas en el estricto sentido de la palabra. Muchas enfermedades, desconocidas entonces, se atribuían a la presencia del espíritu del mal, el Demonio. Ahora no se podría pensar así. Los médicos, psicólogos y psiquíatras encontrarían el nombre adecuado para esas enfermedades, sus causas naturales, y los métodos y medicinas para podrían curarlas.  

Mateo, Capítulo 12, ofrece el caso siguiente: "Entonces le fue presentado un endemoniado ciego y mudo. Y le curó de suerte que el mudo hablaba y veía". Este hecho Te arrastró a la gran controversia con los Fariseos que atribuían tus curaciones al poder que Te había dado tu connivencia con Beelzebul, Príncipe de los Demonios. Una de las más graves acusaciones de que fuiste objeto en medio de tu Pueblo. Curiosamente, según Lucas (Capítulo 11) el endemoniado era sólamente "mudo". Y la causa de su mudez se atribuía también al Demonio. Se produce la misma controversia con los Fariseos. También en Mateo (Capítulo 9) el endemoniado es exclusivamente "mudo". Y su curación provoca la controversia sobre de dónde provenía tu poder sobre los Demonios.  

Evidentemente lo importante aquí es que el Enfermo era un Endemoniado. Y que Tú tenías poder en Tí mismo, para vencer al Príncipe del Mal, real o simbólicamente expresado en aquellos enfermos.

 

CIEGOS EN LAS MULTITUDES. Mateo, Capítulo 15, cuenta que llegando "junto al Mar de Galilea",  Te subiste al Monte y Te sentaste allí. Y entonces se Te acercó mucha gente, "trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos. Los pusieron a sus pies y El les curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían. Y glorificaron al Dios de Israel".  

En estos casos de aglomeraciones y grupos de enfermos, los términos que se utilizan, deben tomarse en un sentido genérico, general, es decir, sin excluir ninguno de los dos sexos. Cuando se dice "Ciegos", se quiere hablar de "seres humanos ciegos", que pueden ser tanto hombres como mujeres. Por tanto, el género masculino aquí no excluye la curación de mujeres enfermas, y consiguientemente de mujeres ciegas.  

Algo parecido Te sucedió en el Templo, como explica Mateo en su Capítulo 21: "También en el Templo se acercaron a El algunos ciegos  y cojos, y los curó". Tal vez los Fariseos vieron en este hecho una agresión a las normas establecidas, porque en una Versión del Segundo Libro de Samuel, capítulo 5, se dice "en cuanto a los ciegos y a los cojos, David los aborrece. Por eso se dice: "ni cojo ni ciego entrarán en la Casa". Esto se afirma precisamente en el momento histórico en que David "se instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David", lo que sucedía unos 1.000 años antes de que Tú vinieras a este mundo y cuando el Templo todavía no existía. El Proverbio, sin embargo, es un dicho que concreta una verdad aceptada popularmente y que es algo independiente de la evolución histórica. Seguramente cristalizó de esta forma por la aversión a los ciegos que se atribuye a David, el Rey que primero se instaló en Jerusalén y que primero pensó en la construcción de un gran Templo.

 

LOS CURIOSOS RITUALES DE MARCOS Y JUAN. Marcos, el Evangelista que había recogido probablemente los testimonios de Pedro y de Pablo para redactar su sintético Evangelio, presenta varios casos de curaciones de ciegos, revestidos todos ellos con una especie de ceremonial litúrgico. Esto podría demostrar tu interés para resaltar el significado Mesiánico Salvador, de estas curaciones.  

El Ciego que acompañaste con tu mano protectora. En el Capítulo 8, Marcos describe una curación así: "Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y Le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y, habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: '¿Ves algo?'. El, alzando la vista, dijo: 'Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan'. Después le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: 'Ni siquiera entres en el pueblo'".  

Esta es una narración exclusiva de Marcos. Como una narración parecida que se refiere a la curación de un tartamudo sordo, y que Marcos da en su capítulo 7. El tartamudo también es curado "a solas", "apartándole de la gente", con un cierto ritual que incluye la acción de tus dedos y de tu saliva, y de una forma gradual, imponiendo tus manos sobre el enfermo, terminando en ambos casos con la orden del silencio. En el caso del tartamudo sordo, Tú "levantando los ojos al cielo", diste un gemido, y dijiste al oido enfermo la palabra "Effatá", que significa: "Abrete".  

En el caso del ciego, hay un gesto que me impresiona muy especialmente, muy profundamente. Es el gesto de tomar al ciego de la mano con tu mano de Hijos de Dios, y sacarlo lentamente fuera del pueblo. Aquello tenía toda la belleza de un cuadro, de una secuencia de un Film Moderno. Tal vez caminaríais juntos unos centenares de metros, y Tú le ibas indicando al ciego, los peligros que se presentaban, los hoyos, las piedras, las hierbas, los peldaños o desniveles, mientras las gentes os seguían desde lejos y os contemplaban estupefactos, ansiosos. 

Después la curación con la imposición de tu manos, el rito sagrado que salía de tu boca sacerdotal, los gestos significativos, llenos de contenido y de mensaje. Era el comienzo de una liturgia santa que con el tiempo aparecería en tus Comunidades Cristianas, y que se convertirían en expresiones de tu Presencia Activa, Eficaz, a través de los tiempos y de los siglos. Lo que Tú querías enseñarnos es que Tú preparas a los que deben Hablar en tu Nombre y a los que deben VER CLARO para poder comunicar a los demás tu Mensaje. Serán los partícipes de tu único Sacerdocio Eterno.  

Hemos de agradecer a Marcos que nos haya dejado estas exclusivas e impresionantes narraciones de tus Ritos Salvíficos. En la curación del Ciego de Jericó, Bartimeo, todo fue más sencillo, más espontáneo. Está también en Marcos, Capítulo 10.  

Juan reflexiona sobre la ceguera y su curación. Tu joven Apóstol, Juan, tiene un Capítulo, el 9, totalmente dedicado a la larga narración de la curación de un ciego de nacimiento, precisamente en un día de fiesta tan señalada y sagrada como era la del Sábado judío. Es una página totalmente exclusiva de Juan. Es interesante la polémica que esta curación en Sábado suscitó. Fueron también muy interesantes las reflexiones e ideas que Tú desarrollaste con este motivo y en esta situación. No voy a transcribir todo el Capítulo. Sólamente los momentos y las frases más chocantes, más significativas y aleccionadoras.  

La gran cuestión que se plantea es el sentido del dolor humano, si es que lo tiene. Tú viste, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Estábais en Jerusalén. Los Apóstoles quedaron impresionados al ver en aquel ciego las huellas inconfundibles del dolor humano. Es así. Nos hace sufrir contemplar aquellos ojos medio abiertos, medio cerrados, algo velados por una piel blanquecina, dirigidos de forma extraviada e inquieta hacia la luz que no perciben. Entonces los Apóstoles Te planean un interrogante: "Rabí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?". Esta es la angustiosa pregunta que nos planteamos los hombres ante los terribles dolores humanos, imprevistos, inexplicables. Como si siempre el dolor fuera causado por los pecados. Como si siempre fuera un castigo de Dios. Pero esta respuesta no puede ser aceptada tranquilamente, sin discusiones, por los que piensan un poco, y tienen una idea aceptable de lo que es la Justicia y la Bondad de Dios.  

Tú das una respuesta profunda, que introduce todo el sentido del milagro que vas a realizar. "Ni él pecó ni sus padres. Es para que se manifiesten en él las obras de Dios". Y enseguida añades algo que nos lleva a pensar sobre la transcendencia doctrinal, significativa, de la curación del ciego que vendrá. "Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día. Llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy Luz del mundo".  

Hé aquí el Mensaje de tus Curaciones de Ciegos. Ellos representan al mundo sin luz, en la noche, ciego. Y Tú eres para ese mundo ciego, la Luz que ilumina, que transforma, que da nueva vida, que da calor, alegría y belleza a toda existencia contingente, pobre, limitada.  

Y después el ritual, parecido a los rituales narrados por otros Evangelistas: "Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva y untó con el barro los ojos del ciego, y le dijo: 'Vete, lávate en la piscina de Siloé' (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo". El milagro estaba realizado. Y este milagro con ritos especiales y una gran expectativa social y religiosa, porque lo habías realizado en Sábado, nos indica ya que Tú querías demostrar que eres la Luz del Mundo.  

Tu Iglesia iba a realizar su misión santificadora, sacramental, a través de ritos, generalmente sencillos y expresivos de una verdad superior, sobrenatural. Así Tú señalaste este camino ritual, muy apto para comunicar verdades y realidades estrictamente espirituales, a unos seres, los seres humanos, que están acostumbrados y más inclinados a todo lo que se les presenta y manifiesta por los cinco sentidos. Los ritos, bien realizados, expresan profundos cambios interiores, con los tangibles, visibles, audibles modos de lo sensitivo y corporal.  

La Piscina de Siloé se encontraba en la parte sud-este de Jerusalén en la confluencia de dos torrentes, el Tiropeón y el Cedrón. Juan ve en el nombre de la piscina una alusión a tu personalidad de Enviado de Dios al mundo.  

El pueblo se interesa y pregunta al ciego curado. Los Fariseos intervienen y Te atacan porque hiciste barro en Sábado, lo que estaba prohibido. Investigan. Escuchan al ciego que ya ve claro. Pero no le creen. Llaman a sus padres. Sus padres confiesan no saber nada, pero que aquél es realmente su hijo y que había nacido ciego. Piden que hable él. Y él habla de nuevo y con una fina y dura ironía les pregunta a los fariseos dirigentes de Israel: "¿Es que queréis también vosotros haceros discípulos suyos?". Aquella ironía les sulfuró, le llenaron de injurias. Pero el hombre curado reflexionó en voz alta: "Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores. Mas, si uno es religioso y cumple su Voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada".  

Los Fariseos echaron de mala forma al hombre curado. Tú lo encontraste de nuevo y Te manifestaste a él, como "El Hijo del Hombre". Y se postró ante Tí, para adorarTe. Y dijo: "Creo, Señor".  

Y Tú mismo terminas aquel drama aleccionador con estas breves y significativas palabras: "Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean. Y los que ven, se vuelvan ciegos".  

Estamos rodeados de gentes sabias, intelectuales, científicos, investigadores, que se creen saberlo todo. Y sin embargo, no Te aceptan, no tienen Fe en Tí, no Te aman, no Te escuchan. Son los que Tú defines como "los que ven", con una fuerte definición llena de ironía. Esos que lo ven todo, se vuelven ciegos. Es el gran misterio de los que se han vuelto incapaces de ser iluminados por tu Luz. Son los Ciegos de verdad. Son los Ciegos incurables.

 

AQUEL DICHO FAMOSO. "Nadie es más ciego que el que no quiere ver. Ni nadie es más sordo que el que no quiere oir. Este Proverbio se está realizando cada día. Y lo podemos repetir, cuando escuchamos, impresionados, los discursos de los que no creen, o cuando leemos, sacudidos por la compasión, a los que escriben largos libros y artículos, contra Tí.  

San Pablo se encontró con ese tipo de "sabios" entre los judíos fanáticos y les llamaba así a todos ellos, en el capítulo 2 de su Carta a los Romanos: "Si tú que eres judío y descansas en la ley; que te glorías en Dios; que conoces su voluntad; que disciernes lo mejor, amaestrado por la Ley; y te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que andan en tinieblas, educador de ignorantes, maestro de niños, porque posees en la Ley la expresión misma de la ciencia y de la verdad... Pues bien, tú que instruyes a los otros, ¡a tí mismo no te instruyes!".  

Ellos podrían quedar personificados, representados en la figura del Mago, un falso profeta judío, del que hablan los Hechos de los Apóstoles en su Capítulo 13.   

Este mago se llamaba Bar Jesús o Elimas y se encontraba con el procónsul Sergio Paulo, en la ciudad de Pafos de la Isla de Chipre. Sergio llamó a Pablo y a Bernabé para escuchar su mensaje, pero el Mago se oponía a ello.  

"Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente, le dijo: 'Tú, repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo, enemigo de toda justicia, ¿no acabarás ya de torcer los rectos caminos del Señor?. Pues ahora mira la mano del Señor sobre tí. Te quedarás ciego y no verás el sol hasta un tiempo determinado'. Al instante cayeron sobre él oscuridad y tinieblas y daba vueltas buscando quien le llevase de la mano. Entonces, viendo lo ocurrido, el Procónsul creyó, impresionado por la doctrina del Señor".  

Y es que para ver hay que querer ver y procurar la capacidad, la facultad de ver. Y esa facultad se da a los cristianos, a través de la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la tenacidad, la piedad, el amor fraterno y la caridad, que son las características del buen Cristiano, como lo describe Pedro en su Segunda Carta, capítulo 1: "Si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de Nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga, es ciego y corto de vista".  

En el Capítulo 3 del Apocalipsis, Juan escribe al Angel de la Iglesia de Laodicea que había decaído del primer entusiasmo, en nombre del que llama "el Amén, el Testigo Fiel y Veraz, el Principio de la Creación de Dios".  

Con estos títulos algo crípticos se refiere a Tí, Jesús de Nazaret. Y en tu carta al Angel de Laodicea escribes: "Tú dices: 'Soy rico. Me he enriquecido. Nada me falta'. Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete".  

Juan discretamente hace una alusión a la producción que podríamos llamar "industrial" de Laodicea, donde entre otras cosas, se producían vestidos, y se preparaban unas medicinas especiales para curar las enfermedades de la vista.  

Nuestras Industrias modernas, muy cualificadas y sofisticadas, pueden producir y producen gotas y otros colirios para sanar a nuestros ojos del cuerpo enfermos o agotados por los años. También pueden curarnos las técnicas quirúrgicas. Casi todas las enfermedades de los ojos se pueden curar ahora.

 

HAY CIEGOS QUE VEN. Al terminar esta Carta recuerdo, Jesús de Nazaret, que a veces la ceguera física ha sido causa de espiritualidad y de creatividad.  

Santa Lucía es considerada como la Patrona de la Invidentes, pero no se puede demostrar que fuera martirizada de la forma como se suele pensar. La presentan ciega con sus dos ojos en una bandeja. Recuerdo a un Ciego que encontró la Inspiración y la expresó en una larga lista de Libros preciosos, Novelas, Biografías, Pensamientos. Es Nino Salvaneschi, un italiano que tenía sus ojos cerrados, que supo sufrir y enseñó a sufrir a los que sufren. Son libros suyos "Consolación" y "Saber sufrir". En este último libro que tengo en mis manos en italiano, Salvaneschi se presenta a sí mismo y dice: "Sono di nuovo il cantastorie cieco all'angolo  della via", lo que yo traduciría así: "De nuevo soy el Juglar Ciego que canta sus historias en la encrucijada del camino".  

Este ciego italiano con sus libros nos enseña a sufrir como cristianos. Y nos enseña que un ser humano puede ver más allá de los colores y de las formas corporales. Puede contemplar el maravilloso universo de la Verdad, de lo Profundo, de los Hermoso. Estos ciegos que ven pueden ver más que los que ven con los dos ojos, porque la vista del espíritu en ellos no está enturbiada por lo que los ojos ven.  

Nino Salvaneschi es un ciego que ve. Y mucho. Es un caso nuevo, inaudito, excepcional, maravilloso.  

Pero lo importante, lo transcendental, no es la ceguera del cuerpo, sino la Espiritual, la Interior, la Moral. Yo Te pido a Tí, Jesús de Nazaret, que nos ayudes a ver claramente para caminar por la verdad con los ojos del espíritu bien abiertos. Con tu ayuda lo conseguiremos. Agárranos de la mano, y condúcenos a las afueras del materialismo mundano, para que nos puedas curar definitivamente.  

Yo no quiero farolear, ni exhibir mi visión, mi penetración de las cosas. Quiero sencillamente VER. VERTE. Y VER TU PROYECCIóN SOBRE LA HUMANIDAD Y LA HISTORIA.  

Y no quiero ser de aquellos, los peores, que, como Tú dijiste a los fariseos, son responsables de su ceguera. "Algunos Fariseos que estaban con El oyeron ésto y le dijeron: '¿Es que también nosotros somos ciegos?'. Jesús les respondió: 'Si fuérais ciegos, no tendríais pecado. Pero, como decís: 'Vemos', vuestro pecado permanece" (Juan, Capítulo 9).  

Es la tergiversación de las cosas reales. Ellos llaman "Vista" a la "Ceguera". Dicen "Veo", cuando todo a su alrededor es oscuridad. Es la farsa de la Comedia. Es el engaño de las conciencias ahogadas, que rechazan la Luz, que rechazan al Espíritu de Dios. Un pecado que no se puede perdonar. Es el único así.  

No podemos ponernos una careta opaca ante los ojos del espíritu, no podemos envolver nuestra mente con la manta, o el capuchón, impenetrable, de la mentira que mata. "Señor, que vea". Señor, que vea. Que vea claramente toda la humanidad. Que ya no haya más ciegos de la inteligencia en la búsqueda azarosa de la Verdad.  

Estoy seguro de que todos Te lo pedimos con el corazón en la mano.