Tú, Jesús, protégenos

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

 

No te puedes imaginar lo que estamos viendo cada día en las pantallas de nuestras teles y en las páginas gráficas de las Revistas y de los Diarios. Son problemas que han llegado hasta los concienzudos trabajadores de nuestros Congresos de Diputados y de nuestros Senados. Y ellos han pensado y piensan soluciones.

 

Podríamos decir en unas pocas palabras, lo que más nos impresiona: son las manchas de sangre roja, que se extienden sobre las piedras o el asfalto de las calles, como si fueran un adorno sobre el gris movedizo que pisan todos los días miles y miles de ciudadanos que van y vienen de sus casas a sus trabajos y de sus empresas u oficinas hasta el hogar tranquilo, amoroso, silencioso.

 

Sangre, Sangre, armas, puñales, cuchillos, pistolas, escopetas, delitos, asesinos, delincuentes. Esto ha venido a ser el pan nuestro de cada día. Yo sé que Tú, Jesucristo, viniste al mundo a traernos la Paz. Tú dijiste: “La Paz os Dejo. Mi Paz os doy. No como la da el mundo”. Y siempre que Tú te aparecías a tus Apóstoles, después de los Días amargos de tu Muerte en la Cruz, les comunicabas tranquilidad y que no sintieran miedo. Ellos tenían las puertas cerradas por miedo a los que Te habían crucificado, y Tú entrabas, como si fueran un espíritu, y les saludabas comunicándoles la alegría de la Existencia, de la Victoria.

 

Ojalá volvieras a nuestro mundo. Te necesitamos. Queremos vivir en Paz los buenos cristianos. Pero parece que muchos, los llamados adversarios políticos, los terroristas, los asesinos domésticos, los ladrones, los que viven alimentándose de odios amargos, no pueden dominarse, y atacan, y matan, a veces, en el propio hogar, que debería ser el lugar de la dicha y de la paz casera.

 

Suceden tantas cosas violentas contra las mujeres, que los que legislan han pensado que se les debe proteger constantemente, por medio de policías especializados en estos temas. Podríamos imaginar que cada mujer vaya siempre acompañada de un guarda espaldas.

 

¿Qué Te parece, Jesús?. Es como si las mujeres tuvieran que ir siempre protegidas por un Angel de la Guarda vestido con un uniforme, o quizás sin uniforme especial para no llamar la atención de las gentes, y así las mujeres estarían más seguras, más tranquilas, y podrían sonreir con más felicidad y más estables.

 

Pero otros muchos dicen que no se comprende que se den leyes para proteger a las mujeres. Porque los niños también son débiles, y los mayores, los ancianos y las ancianas. Como ves, esto se está enredando, y tendríamos que concluir que todos deben ir acompañados por un Policía, o sea un Angel de la Guarda, vestido de uniforme.

 

Esto no es algo extraordinario. Precisamente los Policías de España han escogido como sus Patrones, a los Angeles Custodios. Y en el día de la Fiesta de estos Angeles, ellos y ellas (porque también hay Policías que son mujeres) se visten de gala, los recuerdan y celebran de varios modos su Día Festivo.

 

Me parece que en tu tiempo, Jesús, había pocos policías. ¿Los viste muchas veces en tus viajes por el territorio del Pueblo de Dios, por las ciudades de Jerusalén, de Nazaret, de Cafarnaún, y otras?. ¿Te recibieron mal los policías de Samaría?. ¿Impidieron que fueras detenido, juzgado, condenado a muerte y crucificado?. ¿O fueron ellos, los Policías, los que Te buscaron para que murieras violentamente?

 

Tú fuiste acompañado por los Ángeles durante toda tu vida en la tierra. Intervinieron en los más relevantes momentos de tu existencia como Hijo del Hombre. Al principio y al final. Tú también hablaste de ellos varias veces en tus enseñanzas. Recuerdo aquel hermoso momento en que te rodeaban algunos niños.

 

Los Policías desean imitar a los Ángeles. Pero no sé si logran realizar todo lo que ellos pueden conseguir, moviéndose en este misterioso mundo de los espíritus.

 

No sé si conseguiremos entre todos que la paz se vaya extendiendo por este mundo aterrorizado a veces, intranquilo, sanguinolento.

 

Más bien parece que está creciendo todo lo contrario. El terrorismo ha tomado varias formas, la violencia anida en las mismas casas de los que prometieron amarse durante toda la vida, los secuestros para conseguir dineros y cambios de propósitos en las multitudes y en los gobiernos, los rostros cubiertos de capuchas que hablan y amenazan con las armas en las manos, todo esto va creciendo. Es algo que me parece terrible.

 

Y Te suplico, Jesús de Nazaret, que Tú nos protejas. A todos. A los católicos y a los Musulmanes, a los Judíos y a los Agnósticos, a los Budistas y a los Ateos. Ten compasión de todos. Que todos procuren vivir como Tú nos enseñaste, “AMANDO A TODOS, AUN A LOS ENEMIGOS”.  Que todos los pueblos y las naciones que tanto confían en sus Ejércitos, en sus Servicios de Espionaje, en sus Polis Uniformados, trabajen para crecer en solidaridad, en el respeto total a las personas humanas.