Todos miran hacia lo carnavalesco

Autor: Ramón Aguiló sj.

Como te he dicho muchas veces al hablar contigo, Jesús de Nazaret, un elemento esencial de nuestra vida humana es el tiempo. Y el tiempo vuela. Hace unos pocos meses celebrábamos el comienzo de un año. Hace unos pocos años nos hemos divertido con el comienzo de un nuevo siglo, el XXI, de un nuevo milenio, el tercero. Y cuando festejamos estas ocurrencias, procuramos cambiar de vida, ser mejores, más cristianos. Y decidimos recordarte siempre y mejor. Pero el tiempo sigue volando y, casi sin darnos cuenta de ello, los hombres y las mujeres van cambiando la dirección de su vida.  

Tu Iglesia universal también se acomoda a la velocidad del tiempo. Comienza con ornamentos morados para celebrar las alegrías de tu Nacimiento, después, celebra tu Nacimiento con hermosas casulla blancas, brillantes, hasta que vuelven los días de penitencia. Entonces saca de sus sacristías los ornamentos morados para revestirse con los fulgurantes vestidos del gozo pascual. Y así se van sucediendo los días, las semanas, los meses, los años, los siglos, los milenios.  

Pero la mundología de nuestras multitudes y de nuestras autoridades que domina a las naciones, aunque sean cristianas, le va dando un vuelco a nuestras previsiones cristianas. Parece que, de vez en cuando, todos se olvidan del cristianismo, de tu palabra, de tu mensaje, y se revisten de lo que podríamos llamar carnavalesco, mundano. Esto nos puede parecer un disparato a los que quisiéramos un mundo más conforme con lo Tú quieres. Carnavalesco suena a carne. Y hay una palabra que tiene grandes resonancia en muchos países y ciudades del mundo: al Carnaval.  Carnaval significa Fiesta de la Carne.  Hay carnavales famosos. Son los que se acercan al cien por cien de la carne. Son una especie de triunfo carnal sobre la fuerza del espíritu. No voy a nombrarte ahora dónde se dan más ruidosamente estos triunfos de lo mundano. No son secretos. Porque todos los pueden ver, contemplar y exaltar en las pequeñas pantallas de las teles, y en las portadas de los Diarios y de las Revistas. Las autoridades locales se preocupan por organizar estas fiestas mundanas para los mayores, y también para los niños. Todo ello puede ser importante el día de las elecciones políticas.  

El Carnaval es una forma escandalosa de preparar para la Cuaresma, que es tiempo de sacrificio, de oración y de penitencias. Ha sucedido algo curioso. La Cuaresma de la Iglesia ha disminuido en intensidad. Los sacrificios, los ayunos y las abstinencias que la Iglesia propone han ido reduciéndose, y se han quedado casi en la nada. Mientras tanto lo carnavalesco ha ido creciendo y desarrollándose.  Se dirige a copar la totalidad del mundo durante largos días. Me parece que el triunfo no ha sido para el aspecto sacrificial. Lo mundano ha triunfado en esta lucha.  

Seguramente, Jesús de Nazaret, Tú has visto, contemplado y analizado muchas veces los espectáculos carnavalescos de nuestro pecador planeta. Me gustaría conocer tu opinión sobre lo que has pensado.  

Me gustaría presentarte, describirte lo que sucede con los niños y niñas que, como Tú sabes, no son plenamente responsables de sus actos, de sus actitudes, de sus pensamientos. Tú siempre  has demostrado tu admiración por ellos. Los has propuesto como modelos para los mayores que quieren ser cristianos, evangélicos, como Tú los has imaginado. Nos has dicho que hemos de ser como niños, que de ellos es el Reino de los Cielos. Y hasta has observado cómo jugaban en las plazas de tus pueblos y ciudades. Y has criticado a tu “generación” porque no acertaban ni una vez en los juegos de la historia. Estuvieron contra Juan el Precursor, porque era austero. Y se pusieron contra ti porque ibas a los banquetes de los publicanos y pecadores, que te invitaban a comer con ellos. Te referías a un juego muy divertido al que ya jugaban los peques hebreos de tu tiempo. Se dividían en dos grupos. Los del grupo A hacían unos gestos. Y los del grupo B debían gesticular de modo que demostraran que habían comprendido a qué se referían las gesticulaciones del grupo A. Y viceversa. Los dirigentes de tu tiempo no supieron dar la respuesta  adecuada a las señales de los acontecimientos. Los niños se mostraban más inteligentes, por lo menos en tus parábolas y en tus frases evangelizadoras.  

Imagínate lo que hacen los niños y las niñas que se disfrazan en los grandes carnavales. Se cubren el rostro con máscaras. Unos se transforman en diablillos roji-negros, con su tridente peligroso. Otros parecen ángeles con sus pequeñas alas blancas, casi transparentes. He visto desfilar en los Carnavales monjitas muy piadosas y simpáticas. También los hay que parecen obispos. Como ves, los niños y niñas toman en broma todas las formas de la sociedad, aun de la más austera. Depende de la imaginación y de las posibilidades de las mamás y de los papás. Todos van con el deseo de ganar el primer premio, porque suele haber concursos de disfraces. El Carnaval de los mayores va por otros derroteros y generalmente termina muy mal, con mucho alcohol y otras cosas carnales que Tú conoces y que no puedo describir ahora.  

En cambio los sacrificios católicos han ido a menos. Hace unos pocos años los ayunos y las abstinencias se repetían varias veces por semana. Ahora solamente queda una abstinencia que muchos no cumplen por motivos de régimen alimenticio. Y los ayunos sólo son obligatorios dos veces al año.  

Como ves, Jesús, todos deberíamos ser un poco más cristianos y para ello deberíamos quitarnos unos cuantos grados de mundanidad y de lo carnavalesco. No creas que sea fácil. Porque la carne, la carnalidad, lo carnavalesco,  la metalización y el comercialismo suelen ir juntos, de la mano. Lo que Tú nos pides exige mucho esfuerzo, voluntad, constancia, sinceridad.

 Yo quiero esperar que muchos y muchas sepamos recordar y revivir los impresionantes días de tu Nacimiento en la pobreza, de tu vida austera, de tu Pasión sangrienta y humillante. Y también la felicidad inexplicable de tu Resurrección Pascual.  

Tú diste muerte a la muerte  y has llamado a los que somos mortales a la inmortalidad gloriosa. La meta es revivir esta divinizadora realidad. Aleluya, Jesús de Nazaret. Aleluya.