Regálanos la paz

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Mi querido Jesús de Nazaret, todo parece indicar que nuestro mundo se está preparando para una guerra más feroz que la que ahora sufre. Todo sucede como si todos los que dirigen el mundo, y todos los que piensan en nuestra realidad, hubieran visto claramente que la paz es imposible, que está llegando días terribles para nuestra humanidad. Y sin embargo, Tú hablas de La Paz, y nos hablaste de una Paz especial, que Tú solo nos puedes dar.

 

NUESTRA REALIDAD SOCIAL.  Nuestra atención colectiva cada día varias veces se dirige hacia el mundo, el pequeño mundo local, el mundo nacional y el mundo internacional.. Los medios de Comunicación nos ponen en contacto con la realidad de lo que nos rodea. Sobre todo las emisoras de Radio nos comunican lo que está sucediendo, cuando está sucediendo  algo nuevo, extraño, muchas veces en el mismo momento en que sucede: desgracias, agresiones, violaciones, muertes, guerras, actos terroristas, torturas, mujeres, niños y niñas, mujeres y hombres, asesinados por sus propios padres, esposos, esposas. Podemos afirmar que lo sabemos todo enseguida, sin pérdida de tiempo.  

 

La Televisiones un poco más tarde nos proyectan las imágenes de estas tristes realidades. Y al día siguiente por las mañana, los Diarios y las Revistas nos dan una selección de imágenes, de largas informaciones y los más variados comentarios sobre lo que ha sucedido el día anterior, y lo que puede suceder hoy y los días venideros.

 

Lo realmente triste es constatar casi con toda certeza que la paz es imposible, y que nuestro mundo está sufriendo una grave enfermedad social, colectiva: la que podríamos llamar la enfermedad de la muerte no natural y de los sufrimientos constantes.

 

Ahora, Jesús querido, parece que todos estamos marcados por esta realidad. Es como si Tú ya no fueras escuchado. Han aparecido  ideas violentas de otras religiones. Parece como si hubiera de nuevo, aquellas terribles guerras de Religión que han dejado tantos regueros de sangre en nuestras historias. ¿Por qué tantos enemigos? ¿Por qué debe ser mi enemigo aquel que piensa de una forma diferente a la mía? ¿Por qué he de ver un terrorista en aquel que tiene una fe religiosa que no es la mía?. Yo creo que todos podemos llegar a Dios por diferentes caminos, con tal de que mis ideas sean respetuosas con las ideas de los demás, y con tal de que mis prácticas religiosas sean unas prácticas que incluyan, por lo menos, la posibilidad de mi coexistencia con otros y otras que viven y piensan de un modo diferente. Me parece, Jesús, que Tú quieres que todos sepamos vivir esta coexistencia en la diversidad, con paz y amor.

 

LO QUE TÚ NOS ENSEÑASTE. Parece que Tú, Jesucristo, durante tu vida en este mundo de violencias, pensaste muchas veces en el tema de la paz. Cada día nosotros los cristianos, los que participamos en la Eucaristía, te recordamos mucho, porque Te haces presente como nuestro hermano, nuestro maestro, nuestro guía, nuestro modelo. Hay gestos muy expresivos en la celebración y participación de tu Personalidad Real bajo las formas de Pan y de Vino consagrados en tu Nombre.

 

Yo quisiera recordar ahora aquel momento tan expresivo, antes de recibirte en comunión, en el que tu presencia misteriosa parece recordarnos que Tú eres el Príncipe de La Paz. El celebrante dice una oración que es así textualmente: “Señor Jesucristo que dijiste a tus Apóstoles: ´La Paz os dejo, mi Paz os doy´, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”. Todo el pueblo presente contesta: AMÉN (que significa: ASÍ SEA, ASÍ ES). Entonces el sacerdote saluda a todos los presentes, a todos los cristianos y cristianas del mundo, y les dice con los brazos extendidos: “LA PAZ DEL SEÑOR ESTÉ SIEMPRE CON VOSOTROS”. Y el pueblo contesta: “Y con tu espíritu”. Y entonces exhorta a los presentes a que se den mutuamente una señal de paz, diciendo: “DAOS FRATERNALMENTE LA PAZ”. Unos se saludan dándose un apretón de manos. Otros se besan, si son familiares. Todos sonríen.

 

Cuando salen de la iglesia aquellos fieles amigos y amigas tuyos, van a vivir su vida normal felices: No tienen enemigos. Todos son sus hermanos. Todos se aman mutuamente, como les pediste Tú: “Amaos unos a otros, como Yo os he amado. Amad a vuestros enemigos”. Es decir, no tengáis enemigos. Considerad que todos y todas son hermanos y hermanas vuestros.

 

Así se está cumpliendo tu mandato. Se lo dijiste a los Apóstoles, cuando se estaba acercando el solemne momento de tu condena a muerte: “OS DEJO LA PAZ. MI PAZ OS DOY. NO OS LA DOY COMO LA DA EL MUNDO”.

 

Tu Paz es diferente. No es como la crea el mundo, porque el mundo nos ofrece una paz mentirosa, engañosa. Mientras construye armas cada vez más mortíferas, nos habla de paz.  Los grandes políticos de todas las naciones discuten sobre cómo crear la paz, mientras cada día está mejor armados. Y sin hay un poco de paz, es porque las armas y los ejércitos que las utilizan son cada día más poderosos. Esta es la paz que da el mundo. La paz que das Tú, Jesús, se fundamente en el amor, en la fraternidad de todos.

 

RESUMEN. Los que estamos contigo queremos vivir en paz. No queremos odiar a nadie. No tenemos enemigos.  Porque todos los que están a nuestro alrededor son nuestros hermanos. Y los amamos mucho. Porque en ellos contemplamos un reflejo de tu personalidad maravillosa, una reproducción de tu Transfiguración en el monte Tabor. Vemos en todos un boceto que te presenta como el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, el que murió crucificado, para salvarnos a todos. “CORDERO DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO, DANOS LA PAZ”