Quiero plantar un árbol

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Estamos en la Semana del Arbol. Y quiero plantar uno. Pero no sé cómo hacerlo. 

Más de mil niños se han interesado por este tema. Y se han puesto en marcha. Han ido excavando la tierra, para plantar unos pequeños árboles, que substituyan a los árboles que han arrancado y arrancan los mayores, sus padres y sus abuelos. Y con este gesto tan sencillo y natural están gritando una gran lección ecológica a todos los que, llenos de tecnologías y de proyectos económicos, están creando la desertización y las montañas de cemento. 

Me gustaría poder estar cerca de esos niños en su trabajo de creación y de futuro. Y creo que esto es lo que gustaría también a tantos lectores y simples ciudadanos que aman la naturaleza, el buen sol, la grata sombra veraniega y el aire lleno de oxígeno para unos pulmones que se sienten agredidos. Un aplauso cordial para esos niños creadores. Un aplauso para los que han pensado que unos árboles, plantados ahora, pueden ser la alegría, la pincelada de color y el ambiente sano, para las generaciones futuras, como decía aquel refrán antiguo: "Siembra árboles que aprovecharán a los siglos venideros". "Serit arbores quae alteri seculo prosint". 

Los profetas de desventuras, que han aparecido en nuestros tiempos tan abundantemente, aseguran que, dentro de un centenar de años, no quedarán árboles en las selvas tropicales. Y que, por tanto, el desierto amenazante habrá cubierto grandes extensiones de nuestro hermoso planeta azul y verde. Pero yo no quiero imaginármela así, a nuestra tierra tan llena de capacidades. Yo quiero pensar que los niños que ahora plantan árboles, sabrán respetarlos, cuando sean mayores, y sean empresarios, y técnicos, y trabajadores. Quiero pensar que ellos, cuando puedan decidir y puedan demostrar sus voluntades políticas, serán capaces de organizarlo todo haciendo posible la vida humana, cómoda y alegre, con un ambiente verde, sano y abierto, adornado de jardines y bosques. 

Tal vez tengamos que esperar a que nuestros niños sean mayores para gozar de un mundo más agradable y más tranquilo. En el que los árboles estén ahí, enhiestos, para dar sombra, buena respiración y pinceladas de color sobre el cielo. En el que los pájaros tengan la posibilidad de colocar sus nidos y los ancianos encuentren un rincón para descansar.  

Mientras tanto, los niños van a plantar árboles. Como están preparando un mejor futuro para nuestras patrias, nuestra Europa y nuestro mundo. Cuando miramos hacia todo eso que llamamos actualidad, sentimos el impulso de soñar en lo que estos niños tendrán que hacer cuando sean mayores. Porque, ya que sus padres y abuelos nos han entregado una democracia débil y agitada, ellos sepan conservarla fuerte  e inteligente. Y sepan trabajar en la convivencia, sin corrupciones, ni tantas vergüenzas colectivas.

Crecerán los árboles plantados hoy, para convertirse mañana en frondosos bosques. Y si hoy la comunidad humana se siente en peligro ante los racismos, los nacionalismos, las corrupciones, podemos esperar que se está preparando el florecimiento de la solidaridad pacífica. 

Yo hablaba con un niño de los árboles que iban a plantar sus compañeros. Y él me dijo con su mirada ingenua y brillante: Yo quisiera plantar un árbol. Pero no sé cómo ni dónde. Porque no tengo tierra, porque no tengo un trozo de tierra donde plantarlo. Aquel niño tenía razón. Y muchos de nosotros se encontrarían con esta dificultad en nuestro intento de hacer mejores las cosas. 

Pero yo le dije: Coge un trozo de tierra y métela en una maceta. Y mete allí tu árbol pequeño. Echará raíces. Y crecerá. Ya lo verás. Cuando crezca un poco más, será como tú que ahora eres un arbolito pequeño. Y algún día serás grande. Y harás el mundo más bonito, como los árboles grandes. Un mundo en el que los hombres serán políticos. Y los políticos inteligentes.