Partícipes de tu sacerdocio

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Durante estos últimos días estuve leyendo un mensaje de nuestras autoridades eclesiales sobre la hermosa e impresionante realidad de tu Presencia real en nuestro destartalado mundo, Jesús de Nazaret. Y en estas densas y profundas páginas he visto brillar cada vez más intensamente el brillo divinizante de la Eucaristía, que es el Centro de nuestro Mensaje Cristiano, de nuestra experiencia evangélica. Y muy especialmente me ha emocionado lo que significa el sacerdocio de los que hemos tenido y tenemos la alegría de haber sido ordenados.  

UN PUEBLO SACERDOTAL.  Y es que en realidad participamos de tu sacerdocio todos los miembros de lo que llamamos tu Cuerpo Místico, es decir, de tu Iglesia. Creo que muy pocos cristianos, católicos, conocen esta verdad. Y son muchos menos todavía los que viven esta realidad tan divina.  

Creo que si supieran algo y si vivieran la realidad de su sacerdocio, tus seguidores serían mejores y más consecuentes con su fe, y trabajarían con más eficacia para transformar nuestro mundo.  

He leído unos párrafos de la Primera Carta del Jefe de los Apóstoles, la Piedra fundamental de tu Iglesia, Pedro, que ofrecen una mirada clarísima acerca de esta hermosa verdad. Dice así Pedro en su Capítulo 2:  “ Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un SACERDOCIO SANTO, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo (...). Vosotros sois linaje elegido, SACERDOCIO REAL, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, vosotros que en un tiempo no erais pueblo, y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo  compasión, pero ahora son compadecidos”. Y de esta verdad que define al cristiano, Pedro deduce cómo debe comportarse: “Tened en medio de los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que, en lo mismo que os calumnian como malhechores, a la vista de vuestras buenas obras den gloria a Dios en el día de la visita”.  

JESUCRISTO SUMO SACERDOTE. No es una verdad que se hayan inventado los actuales teólogos ni los escrituristas de nuestros tiempos. Desde el principio ésta fue una de las verdades fundamentales que enseñaron los apóstoles. La llamada Carta a los Hebreos en el final de su capítulo 2, escribiendo acerca de tu personalidad, Jesús, afirma: “Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso y SUMO SACERDOTE fiel en lo que toca a Dios, en orden a expiar los pecados  del pueblo. Pues, habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados”.  

Y sigue después en el capítulo 3: “Por tanto, hermanos santos, partícipes de una vocación celestial, considerad al APÓSTOL Y SUMO SACERDOTE de nuestra fe, a JESÚS, que es fiel al que le instituyó...”  

“Teniendo, pues, tal SUMO SACERDOTE que penetró los cielos –Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un SUMO SACERDOTE que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Carta a los Hebreos, capítulo 4).  

Este Discurso dirigido a los Hebreos es una larga exposición de tu Sacerdocio, Jesús. Es un análisis muy profundo de tu Personalidad Santificadora.  

El visionario San Juan, tu Apóstol preferido, en su Visión Apocalíptica nos dice: “Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un REINO DE SACERDOTES para su Dios y Padre, a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (capítulo 1).  

LOS MINISTROS DE LA EUCARISTÍA. Nosotros cada día nos encontramos contigo, Jesucristo. Cada día Te adoramos. Cada día contemplamos a uno de tus Ministros de la Eucaristía, de tu Presencia Real entre nosotros, realizando en tu nombre el gran misterio de tu Presencia, bajo las sencillas formas de un poco de pan ázimo, y de un poco de vino con unas gotas de agua, que se hayan mantenido limpios y puros.  

Es una maravilla tan grande que nosotros no la podemos comprender, que no cabe en nuestras pequeñas mentes, ni en nuestros raquíticos corazones. Pero esta maravilla es la verdad, es la vida, es el camino que Tú, Jesús, nos has indicado, para llegar a nuestra meta triunfal.  

Los sacerdotes ordenados por nuestros Obispos son mucho más que unos portavoces de unas oraciones, o de unos gestos de adoración y de amor fraterno. Ellos han sido llamados y ordenados para representarte a Ti que eres el único Sacerdote del Universo y de la Historia. Ellos pueden realizar lo que realizan porque actúan de un modo tan impresionante y tan divino que lo hacen todo no sólo en tu nombre, sino actuando realmente tu misma Personalidad.  Cuando actúan ellos, actúas Tú, Jesús.  

Como dice un documento oficial de tu Iglesia: “La mera observancia externa de tus normas... es contraria a la esencia de la Sagrada Liturgia, con la que CRISTO QUIERE CONGREGAR A SU IGLESIA, y con ella FORMAR UN SÓLO CUERPO Y UN SOLO ESPÍRITU”.  La Liturgia Eucarística “exige que concuerden la mente y la voz, las acciones externas y la intención del corazón”. “Grande es el ministerio que en la celebración eucarística tienen principalmente los sacerdotes, a quienes compete presidirla IN PERSONA CHRISTI, dando un testimonio y un servicio de comunión, no sólo a la comunidad que participa directamente en la celebración, sino también a la Iglesia Universal, a la cual la Eucaristía hace siempre referencia”  

AYÚDANOS, SEÑOR. Cuando el celebrante consagra el pan y el vino, dice estas palabras: “El cual (Jesucristo), cuando iba a ser entregado a su pasión, voluntariamente aceptada, TOMÓ PAN, DÁNDOTE GRACIAS, LO PARTIÓ Y LO DIO A SUS DICÍPULOS, DICIENDO: TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL...”. “Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo: TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL...”  

Todos Te adoran a Ti presente, y exclaman: “Este es el Sacramento de nuestra fe. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”.  

Te pido, Jesús, por todos los celebrantes de tu Eucaristía. Necesitan todos, necesito yo, que nos ayudes para ser lo que debemos ser y realizar estos misterios, como Te mereces Tú. Y es muy alto el listón de la perfección a que somos llamados. Describiendo tu Sacerdocio, Jesús, dice la Carta a los Hebreos: “Así es el SUMO SACERDOTE que nos convenía: Santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos”.