Parece que has fracasado

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Es terrible comenzar una carta hablando de fracasos. Generalmente las cartas se envían para comunicar buenas noticias, y, cuando la realidad se impone y es preciso comunicar una noticia agria, desagradable, se usan las mejores y más suaves y delicadas formas para decirla, y se añaden unas cuantas consideraciones suaves para inundar con una bocanada de aliento y de fortaleza al triste destinatario. Tú no necesitas que mis cartas Te alienten. Tú sabes la verdad y las verdades. Yo Te explico mis impresiones de la realidad circundante para recibir de Tí tu Fuerza y tu Luz. Yo necesito tu fuerza. 

AQUELLA JOVEN INGLESA. Recuerdo una conversación que tuve con una joven inglesa sobre una de las cubiertas del Trasatlántico italiano Augustus, cuando estábamos surcando el Océano entre Barcelona y Buenos Aires, en mi primer viaje a la América del Sur. Fue un encuentro fortuito. De esos que suceden inesperadamente. Era un atardecer tranquilo del Mes de Agosto, cuando era verano en nuestro hemisferio del Norte, antes de pasar el ecuador y entrar en el Invierno del Hemisferio del Sur. Estábamos contemplando la superficie gris, brillante, pesada del mar, que parecía de plata. Estábamos cerca y comenzamos a hablar. 

Yo le dije que yo era cristiano. Ella me dijo que no lo era. Así fuimos contándonos uno al otro las impresiones más importantes de nuestra vida. Yo le hablé de Tí. Ella no parecía muy interesada por el asunto de la Religión. Tenía otros problemas, cosas humanas, que a los otros nos suelen parecer de poca importancia. Cuando yo le pregunté cuál era su opinión sobre Cristo y el Cristianismo, ella me contestó sencillamente que todo eso era una utopía. Que Jesucristo no era más que un sueño, y que su mensaje no era más que un hermoso proyecto de existencia, sin posibilidades reales de aplicación. Una utopía. Un Sueño. Un proyecto sin realismo. ¿Tú eres solamente esto, Jesucristo?. No puede ser. El hermoso Augustus llegaba a los diferentes pueblos, comenzando por Río de Janeiro, y las gentes iban desapareciendo. No vi más a aquella joven. ¿Casada, soltera, atea, agnóstica, filósofa, estudiante universitaria?. No lo sé. Pero se manifestaba como una persona que había leído, que había estudiado. 

LO GRANDIOSO DE TU MENSAJE. Lo que ella me dijo me hizo pensar. Muchas veces. Y ahora Te diré por qué. En tu Mensaje, no digamos en tu propia vida, veo muchos aspectos brillantes, fantásticos, universales, que -además- dan la respuesta precisa a prácticamente todos los más angustiosos problemas de la humanidad. No se puede pensar, fingir, un problema nuevo, que no pueda solucionarse con algunas de tus palabras, con alguno de tus dichos orientadores. Tú Te has definido como la Verdad. Y la Verdad va a la Inteligencia. 

LA REALIDAD ES OTRA. Varias veces tus Biógrafos han recogido enseñanzas tuyas muy precisas y profundamente humanas, en las páginas de sus breves libros, los cuatro Evangelios. Pero, si yo recojo lo que Tú dijiste e hiciste y lo ordeno en forma de una serie de normas, y después lo comparo todo con la realidad, triste realidad, de lo que ahora sucede, de lo que ha sucedido después de tu Ascensión al Padre, y de lo que previsiblemente sucederá hasta el fin de los siglos, me encuentro con un gran desengaño. Y casi estoy tentado a afirmar, con aquella joven desconocida de la Nave Blanca, que todo el Cristianismo no es más que una bella e irrealizable Utopía. 

Esto produce en mí un terrible desencanto. Esto me desalienta, me quita fuerzas para ir adelante. Esto me sugiere que toda mi vida también se está realizando en la vacuidad de lo imposible. 

Tú nos has dicho repetidas veces (Mateo, Capítulo 5): "Habéis oído que se dijo a los antiguos... Pero yo os digo". Y has añadido un catálogo de perfecciones, que son las típicamente tuyas, las perfecciones cristianas. Y al finalizar toda esa letanía de lo antiguo y lo tuyo, pones el brochazo final a tu cuadro. Es como tu Firma de Hijo de Dios. Y nos dices: "Sed Perfectos como Vuestro Padre Celestial", que "hace brillar su sol sobre malos y buenos, y hace caer la lluvia sobre los campos de los justos y los injustos". Esto es maravilloso, pero lejano. Es una meta muy alta, pero inaccesible. Es un ideal que nos propone la máxima de las grandezas, pero es una utopía. No se puede alcanzar. Es imposible. ¿Realmente es una cima que ningun hombre puede escalar?. No puede ser así. 

Sin embargo, Tú lo dijiste. Y lo dijiste a todos tus oyentes que quisieran seguirte. No se lo decías a un místico recubierto de dones espirituales excepcionales. Se lo decías a hombres y mujeres de carne y hueso. Al Pedro que Te negó. Al Judas que Te vendió. A los Zebedeos que se sintieron "celotes terroristas", cuando estaban dispuestos a traer fuego del cielo para abrasar y destruir a los samaritanos y a sus casas, cuando no quisieron recibirte en ellas. Ninguno de ellos era una maravilla humana. Y Tú a todos ellos se lo propusiste como meta. 

Y dijiste más y más claro: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial". (Mateo, Capítulo 5). 

LA HISTORIA HUBIERA SIDO DIFERENTE. Si los cristianos hubiéramos cumplido esta norma tan sabia pero también tan llena de sacrificios, la historia del mundo, después de Tí, hubiera sido muy diferente a lo que de hecho ha sido. No Te puedes imaginar la cantidad de guerras religiosas, destrucciones, venganzas, matanzas, ejecuciones, hogueras, cadalsos, tribunales, inquisiciones que han creado las astucias, los odios y las divisiones de los hombres. Ya Te lo he contado en alguna ocasión. La violencia ha manchado las manos de tus cristianos. 

En realidad, lo que Tú nos pides con tu sentencia es que no tengamos enemigos, que todo hombre sea considerado por mí como un amigo. Así lo afirmó aquel Papa un poco melancólico y angustiado que fue Pablo VI: "Todo hombre es mi hermano". Si el hombre o la mujer son siempre mis hermanos, no los podré odiar, no los podré despreciar, no los podré matar. Pero no ha sido así. Ni es así ahora. 

EL HOMBRE ESTá ARMADO. Todo lo contrario. El hombre de ahora halla enemigos en todas las esquinas del Universo. Y por esto, se ha estructurado, se ha organizado, para defenderse de los enemigos y para vencerles rotundamente, sin arriesgarse nunca a una posible derrota. 

En tu Tiempo había ejércitos con corazas, espadas y lanzas. Y poco más. Todo esto quería evitar la propia muerte violenta, y vencer al posible enemigo que estuviera escondido en alguna casa o en algun recodo del viejo camino. Ahora todo está más controlado. Y las armas no están destinadas a defender a unos cuantos, sino a los millones de habitantes de una nación. Las armas de ahora no se contentan con eliminar al adversario que está ahí atacándote, sino que quiere eliminar en pocos segundos a centenares de millares de posibles enemigos, a enemigos desconocidos, a hombres y mujeres, jóvenes y niños, que no saben siquiera qué es lo que está sucediendo. 

Todas las Naciones tienen sus modernos Ejércitos, equipados y armados con los más sofisticados instrumentos de control y de destrucción. Los soldados se están constantemente preparando por lo que pueda acontecer. Los dirigentes de los Ejércitos reúnen y acumulan los más diversos datos sobre la fuerza de los enemigos actuales y de los posibles enemigos de después. Los Gobiernos tienen sofisticados ministerios de Defensa, con muchas direcciones Generales, Cuerpos de Estado Mayor, Capitanes Generales, Tenientes Generales, Generales de todos los tipos. Todos ellos muy bien uniformados, con gorras especiales en sus cabezas y bandas de colores cruzadas sobre sus pechos que siempre respiran hondo. Dorados, Marciales, Banderas, Bandas de Música, Caballos, Tanques, Cañones, desfilan por las calles de las Capitales de los Reinos y Repúblicas de este mundo, ante los Jefes de Estado y los Gobiernos, ante los Reyes y los Dictadores que están de pie, orgullosos de la fortaleza, de la gloria, de sus propios pueblos. Mientras sobre las avenidas discurren las geometrías de los Ejércitos de Tierra, por el cielo vuelan los aviones de guerra, veloces, supersónicos, bombarderos y cazas, pintando con sus humaredas artificiales los colores de la Bandera Nacional. Esto es lo que veo en los grandes días de las Fiestas Cívicas y Nacionales. 

Y entonces me pregunto: ¿Por qué tantas cosas y tan caras, si no tenemos enemigos en ninguna parte, como Tú dijiste, Jesucristo?. Porque Tú lo dijiste ¿Verdad?. 

Hay más. Los Países se organizan en Bloques, en Tratados de Defensa. Ya no sé cuántos hay ahora. Porque todo cambia tan rápidamente que no es posible seguir esa vorágine fluvial. Antes había dos bloques. Ahora no existe más que uno. Pero en realidad han surgido una caterva incontable con los nuevos, apasionados, nacionalismos. 

Jesucristo, me parece que Te estoy cansando. Pero permíteme unas cuantas cosas más. 

SE EXPíAN UNOS A OTROS. Como casi todo esto de la Defensa de los Enemigos actuales o potenciales, se lleva en el más estricto posible de los secretos, todos los Pueblos, todas las Naciones, todos los Gobiernos, se han visto obligados a defenderse creando unos poderosos y extraños servicios especiales de Espionaje y Contraespionaje. Seguramente Tú no sabes a qué sabe todo eso, porque en tu Belén Natal, ni en tu Aldea de Nazaret, ni en tu Ciudad Sagrada de Jerusalén, había cosas así. Claro que siempre habría el típico "soplón " que iba a denunciar lo que veía como peligroso, para congraciarse con algún soldado extranjero o con algún Senador ambicioso. Pues eso, los servicios especiales son los que se dedican a realizar el papel de "soplón", con unos métodos realmente impresionantes y técnicamente perfectos y eficaces. En realidad, los espías y los contraespías lo pueden saber todo, hasta lo que la gente piensa en su interior, si lo comunica incautamente a alguno de sus amigos más íntimos, porque este amigo, puede ser en realidad un espía. 

Fíjate que numerosos satélites artificiales, que son como lunas más perfectas que la del cielo, pero más pequeñas, están dando vueltas alrededor de la Tierra, fotografiando constantemente las diferentes zonas de las naciones y de las comarcas, y enviando sus datos a las centrales del poder internacional. Esas lunas metálicas, puestas en órbitas especiales, registran todo lo imaginable, espían nuestros movimientos, especialmente aquellos que se refieren a los materiales de guerra. 

UNA CONTROVERSIA. En estos días tenemos aquí una controversia muy especial. Porque el Estado Español tiene un Servicio Especial de Información de la Defensa que ha actuado demasiado bien. Y ha querido saber demasiado. Lo peor es que se ha sabido todo, a veces corregido y aumentado para darle más sensacionalismo, y se ha producido la gran controversia nacional. Y uno se pregunta: ¿Por qué tanto espía y tanto contraespía, si no tenemos enemigos, como lo has afirmado Tú?. Lo dijiste ¿verdad?. 

Pero, por desgracia, tenemos enemigos, y muchos, y hemos de movernos y actuar en este mundo hostil y armado, dispuesto siempre a aprovechar nuestros descuidos para atacarnos con más eficacia y facilidad. Un Estado moderno sin buenos Servicios Especiales es como un Soldado que está en el Frente de Combate, armado sólo con los canzoncillos. ¿Es ésto humano? ¿Es ésto Cristiano?. A mí me gustaría que todos los Ejércitos desaparecieran. Me gustaría que desaparecieran todos los Servicios Especiales de Información, todos los espías ocultos, todos los contraespías que están ahí, y que todos camináramos con la luz en nuestro rostro, y nuestro corazón en la mano, sin decir ni hacer nada que deba ser escondido. Como Tú dijiste una vez: "Al fin y al cabo todo se sabrá".  

Pueden escuchar todo lo que digo directamente con mi propia voz, cara a cara, por escrito, por Radio o por Teléfono. No tengo un teléfono inalámbrico, pero si lo tuviera, no me importaría utilizarlo, porque no me importaría que la señal de todo lo que yo dijera pudiera ser barrida y recogida por ese famoso "Scanner" del CESID, ser grabada, registrada y archivada en las estanterías secretas de los Servicios Secretos de cualquier Nación. Yo no tengo Secretos que ocultar. Tú lo sabes todo de mi. También mis pecados. Y sé que me los has perdonado. Y siempre me los perdonarás. 

LO CRISTIANO. No tengo enemigos. Si alguno no me quiere, no es culpa mía. Yo procuro quererlos a todos, a los que conozco y a los que no conozco. No tengo enemigos. Y por ello no necesito defenderme. Me basta con comunicar siempre la Paz, esa Paz que Tú nos has dado, y que los cristianos nos comunicamos tantas veces en nuestras celebraciones eucarísticas. 

¡Tan fácil como sería nuestra vida, si nosotros siguiéramos las líneas hermosas y rectas de tu fantástica Utopía...!. 

No te cuento nada de otros Servicios Secretos o no, de que está rodeado, como entre alambradas, el hombre moderno. Y además debo decirte que todo ello puede ser molesto, pero es necesario: Policías de todos los estilos y uniformes: Policías locales, Guardias Jurados, Agentes de la ORA, Policías Nacionales, Guardias Civiles, Policía Militar, Policía Secreta. Cada grupo tiene sus propios sistemas. Todos sirven para ponernos multas y castigos, y al mismo tiempo para defendernos de los posibles atracadores, delincuentes, ladrones, estafadores,  asesinos.  

Hay para todos los gustos en este mundo. Porque, aunque nosotros no queramos considerar a ningún prójimo como "enemigo", hay prójimos que se empeñan en ser enemigos nuestros. La misma organización injusta de la sociedad los engendra. Son como el fruto inesperado, desechado, no-querido, de unos árboles enfermos y malos. La Sociedad es injusta. Es como un bosque de árboles tarados, carcomidos, y por ello, ese bosque produce frutos subdesarrollados moralmente, éticamente. Y este hecho no tiene solución: la única solución posible es renovar las estructuras básicas, poner orden, equilibrio, bienes para todos, lo necesario a su disposición. Pero no hay forma: nos empeñamos ciegamente en vivir la libertad desorganizada, lo que significa más ambición y libertinaje. 

NO HAS FRACASADO. No creo que Tú hayas fracasado, Amigo. Yo veo por las calles a miles de personas cada día, y todas ellas cumplen con su deber, a veces duro deber: Van al trabajo puntualmente, trabajan seriamente, con responsabilidad, no roban nunca, respetan a los demás, les ayudan en lo que pueden, Te aman y procuran vivir tu Mensaje lo mejor posible. Estos son los mejores cristianos. Son tu Obra de Arte, tu Realidad Superior. 

Martin Luther King fue un negro Norteamericano. Un verdadero lider social y religioso. Nació en Atlanta, Georgia, en 1929 y murió en 1968, asesinado en Memphis porque repetía la verdad, tu Verdad Cristiana. Este hombre, profundamente cristiano, escribió un libro titulado: "La Fuerza de Amar". En él afirmó: "Ningún trabajo es insignificante. Si un hombre es llamado a ser barrendero de la calle, él debería barrer las calles como pintaba Miguel Angel, o Beethoven componía música, o Shakespeare escribía poesías. Debería barrer tan perfectamente que todas las legiones del cielo y de la tierra deberían detenerse para decir: 'Aquí ha vivido un gran barrendero, que realizaba bien su trabajo'. Esto es lo que quería decir Douglas Mallok, cuando escribió: 

  'Si no podéis ser un pino en los surcos de la montaña, sed un    ramo en la margen de un arroyo. Sed un arbusto, si no podéis    ser un árbol. Si no podéis ser un camino real, sed un sendero.    Si no podéis ser un sol, sed una estrella. No vencéis o         fracasáis por vuestro tamaño. Sed lo mejor de cualquier cosa    que seáis. Buscad con ardor descubrir a qué cosa sois llamados,    y después realizadla apasionadamente'." 

Martin Luther King no era Católico. Pero había asimilado muy bien tu Mensaje cristiano. Fué un negro que amó a todos, aun a los blancos que tantas veces han cazado, despreciado, dominado, esclavizado, torturado, asesinado, a los negros. No tenía enemigos. Pero no sabía que tenía un enemigo, tal vez pagado por otros: el que lo mató. Proclamaba y predicaba la "No-Violencia" y la Violencia no lo soportó. Y cayó, mártir del amor a todos, aun a los enemigos de siempre. Como Tú querías. Se le podría proclamar Santo. Los hombres reconocieron su grandeza, porque fue proclamado Premio Nobel de la Paz en 1964. 

No has fracasado, Jesucristo. Comenzaste Tú el camino: Perdonaste desde la Cruz, moribundo, a los que Te habían abucheado, condenado, crucificado, como si hubieras sido un Criminal, un Delincuente Común, un Usurpador, un Blasfemo, un Traidor a tu Pueblo Israel. Lo gritaste en alta voz, en medio de las tinieblas del Calvario: "Perdónales, porque no saben lo que hacen". Esta era la súplica generosa, heróica, triunfal, del que no tenía enemigos, porque los amaba a todos y por todos moría. 

No has fracasado. Porque tu Utopía fue realidad tangible, evidente, demostrable, en tu propia Personalidad. Y, gracias a tu Ejemplo de Líder que precede a los seguidores, que entabla el primer combate al frente de sus soldados, que no sólamente lleva una bandera delante de una multitud, sino que actúa el primero, el primero asimila y vive unos ideales y el primero expresa en su vida la realidad del Evangelio, millones y millones de creyentes de todos los siglos y naciones han realizado lo que Tú nos habías enseñado. Muchos han vivido humillados, y no han tenido enemigos. Muchos han vivido perseguidos, y no han tenido enemigos. Muchos han sufrido calumniados, y no han tenido enemigos. Muchos han experimentado el baldón de ser rechazados por su modo de ser, por su raza, por su familia, por su posición social, por su pobreza y por tantas otras cosas por las que se discrimina a los demás. Y sin embargo, no han tenido enemigos. 

Todos ellos se sentían entre hermanos. Y amaban como hermanos a los mismos que los torturaban de tantos modos y por tantas razones. Yo lo sé muy bien. Algunos han sido proclamados Santos. Otros han pasado a la historia, o viven ahora como seres anónimos. Ni siquiera tienen un nombre. Pero han sido y son otros Cristos, realización de tu Utopía, de tu Sueño, de tu Fantasía. 

El mundo se vuelve hermoso, gracias a ellos. Y su belleza moral eclipsa la negra acción de todos los que se arman, de todos los que desfilan uniformados, de todos los que amenazan, de todos los que espían conversaciones y movimientos de los enemigos reales o supuestos. Tu Utopía me encanta. Te lo digo de verdad. Y procuraré realizarla, en la oscuridad de mi vida, como si fuera un sol debajo de la mesa. No puedo aspirar a más.