Nuestros hermanos los inmigrantes

Autor: Ramón Aguiló sj.

 

 

Constantemente está apareciendo en nuestras vidas, entre los políticos y en los medios de comunicación social, el apasionado tema de los inmigrantes. No es malo que se discuta porque es una realidad constante. Pero es pésimo que en la discusión se ponga tanta pasión. Y toda pasión entenebrece el pensamiento. La pasión es como un conjunto de nubes que impiden la irradiación de la luz solar.  

Todo parece indicar que los inmigrantes son unos seres, hombres, mujeres, niños, mamás embarazadas, que vienen de países lejanos para conquistar otras tierras y así poder vivir mejor que en su país de nacimiento.  Como si ellos y ellas formaran un ejército enemigo invasor. Como si huyeran de su nación, como si fueran unos delincuentes fugitivos, o como si tuvieran las ambiciones propias de unos bandidos o de unos ladrones que van a aprovecharse de los bienes ajenos.  

Deberíamos meditar y discutir sobre el tema de los Inmigrantes con más tranquilidad, con la cabeza y con un profundo sentido de nuestro humanismo.  

Los inmigrantes son hombres y mujeres como nosotros. Son gentes que están sufriendo mucho en su propio país. Sufren o porque son allí perseguidos por motivos políticos, o porque no tienen la posibilidad de encontrar un trabajo rentable, o porque no tienen allí medios para atender las necesidades de sus flacas existencias, de sus enfermedades, de sus problemas.  

Para encontrar una buena solución a este problema, deberíamos en primer lugar recordar que todos los pueblos y naciones ahora existentes se han ido formando a través de la historia por multitudes de seres humanos que ahora llamaríamos emigrantes o inmigrantes. Los europeos sabemos perfectamente cuál ha sido nuestra historia. Recordamos que nuestras personalidades, nuestras sociedades y nuestras culturas han sido el producto de muchas fuerzas que se han movido a través de la historia.  

Así se han formado los países europeos, que son un fruto nacido los griegos y de los romanos, de los que llamamos pueblos bárbaros del Norte o del Sur. Los pueblos americanos conocen muy bien su historia. Y saben que en su territorio se han ido y se van acumulando hombres y mujeres  Inmigrantes.  Y así han nacido nuevas culturas, que, al juntarse con las ya existentes, van engendrando la actualidad y el futuro.  

Los países de América recibieron a los emigrantes de Europa. Sudamérica se ha ido formando con emigrantes de España y de otros países. Y así ese movimiento de masas ha sido una fuerza creadora, creadora de personalidades históricas y de conjuntos culturales a veces muy hermosos y seductores.  

Yo conozco personalmente a muchos inmigrantes. Los he visto en todas partes. Los he visto en las calles, en las plazas, en el vecindario, en las iglesias, en los conciertos, en los cines.  

He hablado con emigrantes del África  situada más allá del Sáhara. Decimos que son Negros, pero no es verdad. Su piel es de un color oscuro con sus mezclas de colores especiales.  He hablado con emigrantes de otros muchos países europeos. Tengo amigos de todos estos países. Y he visto que, pensándolo bien, estos inmigrantes han traído consigo nuevos elementos culturales, que se van infiltrando en nuestras culturas para convertirlas en unas formas de obras de arte de muchos colores.  

En las plazas de una ciudad aprendí de un inmigrante de carácter simpático y buen hablador, que se había puesto una nariz roja y se había pintado el rostro con unos cuantos brochazos de diferentes colores, lo que significa el arte de crear figuras maravillosas, verdaderas obras de arte, que únicamente los niños y las niñas saben apreciar. Este hombre en pocos minutos realizaba las formas de los caracoles gigantes con sus cuernos movedizos, con el arte que él llamaba “La GLOBO-FLEXIA”. Aquello no podía ser parte de la cultura nativa de aquel lugar. Era una forma de arte importada. Consiste en soplar sobre un globo, no redondo, sino largo, para después, jugar con él, como si fuera un cordón. Y así los niños con sus dos ojos bien abiertos, veían cómo, en pocos segundos, iba apareciendo una figura misteriosa y movediza que iba a parar a sus propias manos, para que jugaran con ella. Y sus papás se sentían felices porque su hijo era feliz.  

Podría traer otros muchos casos. Por ejemplo, un señor pintado todo de color verde, con unos cuernos, como si fuera un diablillo alegre y agresivo, estaba divirtiendo a las gentes que pasaban ante él, lo miraban, se detenían y le regalaban unos dólares y unos aplausos. Este hombre tan divertido no había nacido en la tierra en que lo vi. Había nacido nada menos que en el Reino Unido.  

Otra vez me encantaba escuchar la trompeta de un artista que estaba sentado sobre una sillita en una gran plaza, e interpretaba las más famosas melodías de la historia de la música. Este hombre era también un inmigrante. Yo le dediqué una POESÍA que comenzaba así: “Trompetista tú en la Plaza / sentado, orgulloso, enhiesto, / vas tocando la trompeta / con tus labios de guerrero”.  

Lo que yo quisiera y quisieran todos los que tienen un poco de corazón y de respeto a las seres humanos semejantes, es que, cuando se trate el tema de los inmigrantes en los Congresos, en los Senados, en los Partidos Políticos, en los Consejos de Ministros, etc., se partiera de una verdad fundamental: Los INMIGRANTES SON NUESTROS HERMANOS, y hemos de buscar soluciones a los problemas que engendran, partiendo siempre del respeto y el amor.