Murió por una foto

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Lo escuché primeramente en la Radio. Después leí más pormenores en mis Diarios. Había muerto en Sarajevo un periodista fotógrafo.  Se llamaba Jordi. Y ese joven que, con la cámara en sus manos, quiso comenzar su trabajo, me llevó a pensar en los riesgos de una profesión que va en busca de la "actualidad", el "ahora" de nuestros entorno y de nosotros mismos, para transmitirlos a los demás.  

El tenía prisa para practicar lo que estaba aprendiendo en las aulas. Este joven es la encarnación de todos aquellos que, con una cámara fotográfica, televisiva, un micrófono, una grabadora, o simplemente unos ojos y unos oídos, se pasean por el mundo para captar la realidad y comunicarla.  

Yo quisiera escribir el elogio de esos hombres y de esas mujeres, que pueden ser unos pequeños héroes. Hay periodistas para todos los trabajos. Y evidentemente no todos están en la calle, en la plaza y en el frente de combate. Otros trabajan en las redacciones, en la oficinas, junto a los ordenadores y laboratorios. Pero todos ellos buscan conocer eso tan flúido y a veces tan peligroso que hemos llamado "la actualidad".Y a fondo. Y esto puede no gustar, y muchas veces no gusta, a los poderosos de la tierra.  

Son decenas los periodistas que en estos últimos tiempos han dejado su aliento y su vida en ese noble empeño, para que las páginas de su Diario o Revista sean interesantes, actuales, completas. Asumieron el riesgo y cayeron en él.Les impulsaba a ello su sentido profesional, su deseo de superar el reto de la competencia con otros medios. Y cayó la bomba asesina. O sonó estrepitosa la ráfaga de metralleta. Y aquel hombre o aquella mujer fueron engullidos por la propia realidad que deseaban conocer, fotografiar, narrar, escuchar, explicar.  

Eso significa que la realidad, además de interesante, es peligrosa, y a veces, traidora. Porque lleva armas en sus manos. Y mucho odio en su corazón. Y el odio es una oscura venda en los ojos. Y el que odia no ve. Y si tiene a su disposición unas armas es capaz de matar a cualquiera. La realidad no tiene entrañas humanas. Es insensible. Es brutal a veces. Y esta realidad, así, tan monstruosa, es la que quieren relatar, describir, analizar los periodistas. Muchos no caen en los peligros de esa empresa. Pero, aunque sea así, siempre se mueven en unos caminos peligrosos. Y ellos lo saben.  

Muchos de los periodistas caídos en la refriega por la verdad actual, han sido víctimas de asesinos, narcotraficantes, mafiosos que se han sentido presionados por los inventigadores de los Diarios y Radiodifusoras. La oscura acción de esos grupos  socialmente patológicos se desarrolla mejor en la clandestinidad.  

Los peligros para el periodista pueden brotar del poder de otros grupos socialmente normales, que a veces desvían y tuercen su acción a través de la corrupción, la violencia, la ilegalidad, el favoritismo, la extorsión y otros delitos. El periodista que quiere saber y airear todos esos desórdenes encuentra barreras, a veces amenazas, otras veces venganzas.  

El periodismo no es una profesión cómoda. No es un trabajo para holgazanes y perezosos. La realidad no espera. Se mueve rápidamente y va recubierta de espinas y de veneno. Y, cuando alguien intenta agarrarla, o se escurre de las manos como una anguila, como si fuera de agua o de aceite, o te deja malherido o muerto. No te das cuenta. Y ya se ha pasado. Ya se ha convertido en "ayer", lo que era "hoy y ahora". No te das cuenta, y quedas tendido -como Jordi- dispuesto para ser repatriado.  

Quisiera escribir el elogio de tantos periodistas que he visto trabajar de cerca, y que están detrás de esas páginas que duran un día, o de esas voces que llenan las radios y los televisores. Quisiera decirles que están dedicados a un acción casi imposible, la de atrapar lo que, pasando, nos rodea. Quisiera admirarles porque creo que sus lectores, sus oyentes, sus televidentes, les admiran. Les siguen. Les escuchan. Y hasta, algunas veces, llegan a amarles.  

Jordi, el joven fotógrafo que comenzaba su carrera, fue destrozado por la realidad que quería reproducir en la película de la cámara. Los dirigentes de su Diario estaban satisfechos y por eso publicaban sus fotos en primera página: Eran realistas, nuevas, con hermosos ángulos.  

Tu muerte, Jordi, es el símbolo de todos tus compañeros que cada día dan un trozo de su vida para captar la realidad espinosa que nos rodea, y para entregarla, sin herirse ni pincharse, a la sociedad que les sigue, les lee y les escucha.