Los peligros de la Perestroyka

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Parece que fuera ayer. Pero han pasado ya unos años. Aquel desconocido Mijail Gorbachov que comenzaba a subir con fuerza y decisión las escaleras del poder se acercaba al pueblo de las calles y plazas, y no sólamente de Moscú y otras ciudades soviéticas, sino también en las de los Países Bálticos y otras naciones de Europa.

 

Era el primer líder soviético que se les acercaba. Y los pueblos le acogían con simpatía. Siempre los habían visto mayestáticos, engolados, fríos, en las tribunas lejanas del Kremlin, presidiendo los matemáticos, geométricos, desfiles de los ejércitos, los sindicatos, las masas con sus banderas rojas y sus símbolos de la Hoz y del Martillo. En una de esas ocasiones populistas, un hombre desconocido le gritaba: "Mijail Sergeivich, más cerca del pueblo, más cerca del pueblo". Y entonces Gorby contestó, sonriente y decidido: "¿Más cerca todavía?".

 

Desde entonces han pasado varios meses. Gorby ha llegado a las más altas cimas del poder. Y no ha defraudado las esperanzas de los pueblos. El mundo entero ha cambiado. Se ha roto en mil pedazos el Pacto de Varsovia, ha muerto la Guerra Fría, se han ido desarmando paulatinamente las naciones y los bloques. Se han democratizado rápidamente los países comunistas, y sólamente quedan como recuerdo cuatro países en todo el mundo con regímenes comunistas duros.

 

Pero Gorby ya no se acerca tanto al pueblo. Lo mira de más lejos. Desde la atalaya. Desde la tribuna. Desde el despacho. Desde el Palacio del poder.

 

¿Puede volverse la tortilla? ¿Puede regresar hacia atrás la historia? Yo creo fírmemente que el camión de la historia no tiene retroceso posible. Y creo fírmemente - y así lo espero para bien de la humanidad y de los países de la URSS- que ya se ha llegado al punto del NO RETORNO: La Perestroika ha pasado ya más allá del "Cambio de Dirección". Ya no es posible el rodeo.

 

Hace unos días he revisto una película soviética de gran alcance histórico. Se titula en ruso "Pokayanie" que en su versión castellana se traduce por "Arrepentimiento", y podría también traducirse por "Expiación". Es una lección impresionante, terrible, de los setenta años del martirio comunitario de los pueblos soviéticos, bajo la dictadura, históricamente inequívoca, de un personaje sin entrañas, llamado Varlam Aravidze. Este hombre muere y se le recuerda, pero una mujer que sufrió a causa de la dictadura, desentierra su cadáver y no le deja descansar en paz porque se ha de hacer justicia.

 

El nieto de Varlam se suicida al saber la verdadera historia de su abuelo. Y finalmente el propio hijo, arrobado, exaltado, desesperado, desentierra el cadáver de su padre cuya historia se narra, lo arrastra por la montaña, buscando un  precipicio sobre el mar, y cuando lo encuentra, lanza hacia el mar el cadáver vergonzoso de su propio padre Varlam, liberándose así del peso agobiante de su historia.

 

Una viejecita, al final de la historia, golpea con los nudillos los cristales de la ventana y pregunta: "¿Lleva esta calle a la Catedral?". Y le contestan: "No. Esta es la Calle Aravitze y no lleva a la catedral". Y entonces la viejecita se va molesta diciendo: "¿Para qué sirven las calles que no llevan a la Catedral?".

 

Ese Licenciado en Derecho e Ingeniero agrónomo, casado con una inteligente y brillante Profesora de Filosofía Marxista, tiene sólo en parte el destino de su pueblo. Está rodeado por la vieja nomenklatura del Estado y del Partido, siente las presiones de los millones de funcionarios del aparato y del sistema, oye muy de cerca los rugidos de los militares y de los conservadores de posiciones antiguas. El mismo ha dicho que quiere regresar a Lenín y a su concepción del Gobierno y de la Sociedad Soviética. ¿Se quedará siendo un Lenín II, o romperá las ataduras del pasado totalmente para crear una nueva Unión de Repúblicas fuertes y autónomas?  ¿Le dejarán terminar su obra los nacionalismos que se desbordan buscando su independencia? Los países occidentales le ayudarán moralmente, económicamente. Pero esto no es suficiente. Hay que lanzar el cadáver de la herencia recibida, simbólicamente, en el mar del olvido y de la ruptura. Allí no basta una transición de reforma que terminó en ruptura con la nueva Constitución, como en España. Allí hay que ir más lejos. Gorbachov  dijo ante Honecker: "La vida no perdona  a quienes no saben renovarse". Esperemos que sepa ser coherente con sus convicciones.   

 

Pragmáticamente, como hasta ahora irá adelante. Empujado por sus pueblos, cansados de represiones y de muertes violentas, de hambre y desilusiones, avanzará buscando el camino adecuado. Pero la inquietud de unos y los derechos apolillados de los otros, pueden dar al traste con ese esfuerzo creador de una nueva situación histórica. De todos modos, el mundo ya no volverá a ser  como antes. Ya nadie podrá creer en el marxismo como solución política. Ya nadie intentará aquella fantasía inhumana de una sociedad sin Dios, sin Religión, sin  Familia, sin Estado. El mundo seguirá buscando. Pero la Libertad y la Naturaleza han recuperado su trono.