Los misterios de la luz

Autor: Ramón Aguiló sj.

Se nos ha puesto de moda el rezo del Santo Rosario. El Papa ha proclamado el “año del Rosario”, los doce meses que van desde el Octubre del 2002 al Octubre del 2003. Y lo ha hecho  en una Carta Apostólica, firmada el día 16 de Octubre de este nuestro año, “inicio del vigésimo quinto de mi Pontificado”. Es decir, Karol Woytila, lleva ya un cuarto de siglo, que ha sido muy activo y agitado, en la sede de San Pedro. Y en este momento, tan importante para él y para todos, para la historia de la iglesia y del mundo, el Papa, gozoso, ha querido dar una vez más un testimonio inequívoco de su gran amor y devoción a María Santísima, la Madre de Jesús, de su Iglesia y de todos los fieles cristianos. 

Es muy difícil ofrecer en el pequeño espacio de una página el hermoso y variado contenido de esta Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”, que en el Correo Electrónico se extiende hasta unas apretadas veinte páginas.  

Voy a fijarme y subrayaré las ideas principales de un documento tan actual.  Y antes que todo, el Papa quiere expresar su gratitud personal a la Santísima Virgen, por todas las gracias que de Ella ha recibido a través del rezo del Santo Rosario. 

Esto significa que todos podemos contemplar en nuestro espíritu la figura del Papa, rezando el Santo Rosario, teniendo en su mano derecha, ese instrumento que todos tenemos para ir contando los misterios, los Padrenuestros, las Avemarías y los Glorias. Y son muchos y muchas los cristianos devotos que llevan en algún bolsillo de su traje o en su bolso, este instrumento que va coronado con un pequeño crucifijo. A veces se ve caminando por las calles a personas que llevan el Rosario en su mano derecha, mientras sus labios se mueven lentamente, manifestando que están rezando. Aprovechan el tiempo silencioso del  camino callejero para recordar a María, nuestra querida Madre, y por Ella, a Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo hombre, para salvarnos, y darnos un mensaje transformador. 

El Rosario además es una oración que todavía ahora, en un tiempo bastante secularizado, se reza cada día en muchas familias unidas, devotas. Y es una forma de vida cristiana siempre actualizada y permanente. También se reza en muchas parroquias, en donde los fieles se reúnen, para expresar su amor a Cristo y a María, recordar sus enseñanzas y sus ejemplos, y suplicar por ciertas intenciones que nos sugieren las tristes y actuales circunstancias. El rezo diario del Rosario da a nuestra vida un ritmo tranquilo, pacífico, educado. 

En esto insiste, sobre todo, el Papa: “Recitar el Rosario es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo”. Es un caso concreto de aquel dicho tan repetido en la historia de la espiritualidad: “Ad Jesum per Maríam”, es decir, “A Jesús por María”.  Nosotros en el Rosario hacemos un ejercicio de contemplación espiritual y de recuerdo cristiano. María, en un gesto muy maternal, tiene su mano extendida, y con ella, nos señala la excelsa, divina, figura de Jesucristo. Parece que nos dice: “Mirad a Jesús. Aprended de Él. Él os quiere, os escucha. Pedidle y recibiréis”. 

Para el Papa el Rosario es un compendio del Evangelio. Porque, a través de sus quince misterios, va pasando ante nuestra conciencia la película de la vida de Cristo en la tierra, desde su “Encarnación del Hijo de Dios” hasta la “Coronación gloriosa de María”, después de su “Muerte y Asunción”. Toda esa trayectoria se nos presenta sintetizada en los cinco Misterios de Gozo, cinco de Dolor y cinco de Gloria. Los de Gozo nos ofrecen unos brochazos que reproducen la vida del Jesús que va a nacer, nacido, presentado en el templo, y que se queda en él sin que sus padres lo supieran. Los de Dolor reproducen los sufrimientos de Jesús hasta su crucifixión y muerte. Y los de Gloria su Resurrección y la Glorificación de María.

Pero el Papa ha tenido la feliz idea de introducir en el Rosario, a partir de ahora, cinco Misterios más, que él mismo llama “Misterios de Luz”.  Estos misterios, que se recuerdan el Jueves de cada semana, se refieren a la que llamamos Vida Pública de Jesús, o sea a su Vida Apostólica de Mensajero de Dios. Son cinco misterios muy hermosos, que sintetizan las acciones salvadoras de Jesucristo, Luz del Mundo. Él trabajó sin descanso durante unos pocos años para transformar la historia de la humanidad, de los siglos futuros y de todas las naciones y razas: 1º. Bautismo de Jesús en el Jordán. 2º. Autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná. 3º. Jesús anuncia el Reino de Dios invitando a la conversión. 4º. Transfiguración de Jesús en el monte Tabor. 5º. Institución de la Eucaristía por Jesús. 

La vida de Jesús iluminó el mundo que vendría, y lo convirtió en algo divinizado, cuando podía haber sido una jaula de fieras, como estamos viendo todavía ahora en tantos sitios y en tantas comunidades del universo. Estos misterios de Luz se rezan los Jueves. Y somos muchos los que ya lo hacemos así, desde que conocimos la Carta Apostólica del Papa, que estamos comentando. Ojalá nuestro mundo siga los caminos que nos señalan los misterios de Luz