Los cristianos somos felices siempre

Autor: Ramón Aguiló sj.

Nuestra vida  es una vida sencilla. Normal. Como la vida de un hombre, o de una mujer buenos.  

Pero nosotros caminamos por el mundo, trabajamos, iluminados siempre por la Luz de Jesucristo. Esas luces que se encienden por Navidad, por las Fiestas de Pascua, por la fiestas de los patronos y patronas de los pueblos y ciudades están siempre rendidas en nuestras almas.  

Terminamos el año como lo comenzamos. Siempre agradecemos a Dios su protección, sus beneficios, las alegrías que nos comunica.  

Y le decimos: Gracias, Señor y Padre nuestro, por el año que termina. Gracias por mi familia, que es lo más hermoso que poseo. Gracias por las alegrías que me estimulan a seguir viviendo. Gracias por las penas que me ayudan a madurar y a ser más comprensivo. Gracias por la salud, don que no siempre valoro y agradezco. Gracias por la enfermedad, que me hace tomar conciencia de mi fragilidad. Gracias por los triunfos, cuando son un justo premio al esfuerzo. Gracias por los fracasos, porque me enseñan a ser humilde. Gracias por los amigos porque hacen más llevadera mi existencia. Gracias por los enemigos, porque me hacen comprender que todavía soy imperfecto. Gracias por la vida a la que debo amar y defender. Gracias por la muerte que nos es final, sino principio de una vida mejor. Gracias por mis virtudes que muestran que no soy tan malo como parezco.  Gracias por mis defectos porque me recuerdan que no soy tan perfecto como creo. Gracias por el año que se va porque deja un gran tesoro de nuevas experiencias. Gracias por el año que comienza por la esperanza y la ilusión que crea. Gracias porque puedo empezar un año nuevo y desear felicidad a otras personas.  

Si este fuera el último año de mi vida, lo mismo brindaría por el año nuevo porque sería el año más importante de mi vida.  

Por eso, gracias, Señor y Padre nuestro, por un año más en nuestras vidas y por UN AÑO NUEVO que nace para que nunca nos detengamos EN NUESTRO CAMINAR HACIA TI.