Las tentaciones de la Iglesia

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

No dudo de la Iglesia. Creo que la Iglesia Católica es la verdadera. ¿Lo creemos todos así?. Pero debo confesar sinceramente que a veces pienso que si Cristo regresara de forma visible para encontrarse con su Iglesia, la que El fundó, tal vez no la reconocería. ¿Decepción?.

 

No podemos escandalizarnos por lo que estoy diciendo. Al fin y al cabo Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, fue tentado. Y en el Desierto. Le quería desviar, desorientar. Cristo le venció.

 

Seguramente muchos han leído una gran obra poética que, en su momento, dió mucho de qué hablar. Se llama "La última tentación". Y este libro, esta novela preciosa, sacudió a muchas conciencias porque se proyectó en las pantallas de los cines y de las televisiones, en forma de película. Sin embargo, su autor, el griego Nikos Kazantzakis, afirma sin ambages en su "Prefacio": "Estoy seguro de que todo hombre libre que lea este libro rebosante de amor, amará más que nunca, más intensamente que nunca, a Cristo".

 

Nikos presenta a un Cristo tentado, precisamente pocos segundos antes de morir en la Cruz. Y la tentación consiste en querer ser un hombre como todos los demás: casado, con hijos, con nietos, con una casa, un trabajo y una familia. Es una larga historia vital la que El va viendo antes de morir. ¿Se habrá equivocado al seguir el Camino de la Redención de la Humanidad?. Esta es la última tentación. Y Cristo la rechaza valientemente. Y entonces puede gritar a todos los vientos, a todos los que le quieran escuchar: "Todo está consumado". Y añade Nikos: "Y era como si dijera: Todo comienza".

 

Mi amigo, un gran pintor, pintó un hermoso cuadro sobre el mismo tema. Cristo no está en el Desierto de arenas quemadas y soledades silbantes. Está contemplando, desde una azotea, el Desierto de la Humanidad en la agitación de una ciudad moderna. La quiere conquistar y salvar, porque para eso ha venido. Y el Tentador le ofrece los dos instrumentos del poder, de todos los poderes humanos: Dinero y Armas. Le ofrece billetes verdes. Le ofrece una metralleta. Y Cristo, lo rechaza todo. Porque no quiere imitar a los poderes de este mundo. El conquistará al Mundo, conquistará la historia, por el camino del Calvario, con la Cruz a cuestas, colgado y clavado como un delincuente.

 

La Iglesia, la Iglesia de todos, mi querida Iglesia, también es tentada. Tentada de ser como las demás Sociedades. Y a veces me parece que está cediendo a las tentaciones de ese mundo tan criticado, tan rechazado, por Jesucristo, por los Apóstoles, por los más eminentes cristianos. Ya no sabemos a veces si la Iglesia es una Comunidad o es una Asociación. Ya no sabemos si es una Empresa con sus directivos, ecónomos, cuentas corrientes, intereses, propiedades, libros de contabilidad, cheques, pagarés, y objetivos terrenos. Ya no sabemos si es un Club de aquellos que siempre han existido, un Club de bienpensantes y de tertulias, de hombres y de mujeres que se reúnen para cambiar ideas sobre temas más o menos transcendentales, tomar unas copas, tal vez cenar juntos, y realizar alguna excursión en grupo. Ya no sabemos si es un conglomerado de cofradías, de asociaciones, de células, órdenes y congregaciones, con sus estandartes, sus uniformes, sus consignas, sus estatutos, sus gobernantes.

 

¿Qué es la Iglesia?. Reino de Dios, Edificio de piedras vivas sobre la Piedra Fundamental, Vid verdadera que alimenta a los sarmientos en peligro de secarse, Comunión de los Hijos de Dios en donde todos son hermanos, bajo la mirada protectora del Padre que está en los cielos, del Hermano Mayor que nos acompaña, nos nutre y nos defiende, Cuerpo Místico de Jesús. Biblia y Teología.

 

Los Sociólogos distinguen muy bien entre "Comunidad" y "Asociación". La "Comunidad" es aquel grupo humano en el que los lazos que producen la unión de todos son los lazos afectivos, como el amor, el respeto, el sacrificio desinteresado por los demás: La "Asociación" ya no es esto. Porque la unión de los miembros, de los socios exige normas, leyes, reglamentos, fríos artículos de unos códigos escritos que se deben aceptar por todos. La Comunidad más típica es la "Familia".

 

La Iglesia no es una Asociación. Por ello, no puede "Empresarizarse", como se "empresarizan" los Estados modernos, los Partidos Políticos, los Medios de Comunicación, los Clubes Deportivos, los Colegios y las Universidades. La Iglesia no puede convertirse en una creadora de "Estructuras" que controlen el conjunto, las bases. La Unión viene del Espíritu y del Mensaje.

 

La Iglesia es la "Familia de los Hijos de Dios, Hermanos de Jesús", que ha sido sublimada, divinizada, por la presencia del Espíritu en ella y en sus bautizados, bautizados de hecho o de deseo, aún sin tener conciencia de ello. Esta Comunidad se llama mejor "Comunión", porque es algo que está más allá de los conceptos sociológicos. La Iglesia, sin miedo, valientemente, debe superar la tentación del "Ser igual a los otros grupos". No queremos nada de lo que signifique poder, ni poder político, ni poder económico, ni poder social, ni poder militar. Nos basta la libertad para actuar. Se nos reconoce por el uniforme que llevamos. Y el uniforme no es blanco, ni rojo, ni morado, ni negro, ni marrón. Lo dijo Pablo: "Sea vuestro Uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión". Es decir, la Ley de Jesucristo: el Amor. Todo lo demás ha de estar al servicio de este pueblo "sacro y amado" que es la verdadera Iglesia, la Familia de Dios.