La solución de las diversidades

Autor: Ramón Aguiló SJ 

 

Nuestro gran mundo, y también nuestro pequeño mundillo familiar y ciudadano, se está manifestando como un cúmulo de diversidades que se parecen. Esto que digo podría ser juzgado como una contradicción, Sería como decir: “Lo diverso se parece”. Lo digo en serio. No es una broma. Es verdad. No hay nada igual, pero casi todo parece lo mismo. Algo así sucede en las familias. Nace un niño o una niña, y sus progenitores, sus familiares y los amigos de unos y otros, se detienen ante el cochecito del casi recién nacido, lo miran fijamente, vuelven su mirada sonriente al papá o a la mamá, y afirman sin dudar: “Tiene unos ojitos parecidos a los de su padre, aunque la nariz y la boca recuerdan a su madre”. Y todos ríen satisfechos, felicitan a los felices papás, le dicen una monadas y le dan un besito al del cochecito, y se despiden hasta la próxima. 

Esto mismo, o algo semejante, parece suceder en el mundo ciudadano, nacional, europeo o global: se manifiestan en todas partes unos rasgos característicos, propios, exclusivos y por ello hay que afirmar que se imponen  rotundamente las diversidades, pero al mismo tiempo observamos que otros muchos aspectos se encuentran en todas partes, como si todo fuera igual. De modo que nos encontramos ante un conjunto de colectividades que tienen diferentes rasgos, diferentes colores, diferentes historias, diferentes glorias, diferentes lenguas, dialectos, diferentes vergüenzas. Pero, al mismo tiempo, podemos ver y constatar que estas diferencias parecen mínimas. Es como si nos encontráramos frente a una gran multitud. Nosotros veríamos entonces a hombres y mujeres. Y casi no podríamos distinguir lo que los diversifica. Son seres humanos. Comparen Ustedes las ciudades y pueblos de Europa y la China, del Japón y de los Países Sudamericanos. Siempre se encontrarán con calles, más o menos anchas, más o menos rectas. Y verán casas bajas y rascacielos en todos los países. Los que caminan por ellas y viven o trabajan en los edificios llevan corbatas, pantalones, camisas, faldas, zapatos. Parece como si todos hubieran hecho un pacto de ser como los demás. 

Por tanto es verdad que hay diversidades. Es verdad que existen características que forman precisamente la identidad nacional. Pero no es menos cierto que las identidades, las culturas, las historias, etc., de los componentes del conjunto parecen haber nacido de unos mismos padres, o haber sido pintados por unos pintores que imitan a otros pintores. 

¿Qué hemos de decir de los miembros de la Europa Unida? No sabemos exactamente qué contestar. ¿Son todos diferentes?. Yo creo que España, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Holanda, Italia... y los demás son muy diferentes. Pero todos tienen algo en común: son miembros de un mismo continente: Europa. Y además mantienen los ideales democráticos, aunque son diferentes en los regímenes políticos, porque unos son monárquicos y otros republicanos. Por esto se han unido. Y así más fácilmente podrán evitar las vergonzosas guerras que les han desangrado, en siglos anteriores. ¿Por qué esos vecinos europeos se peleaban con armas cada vez más sofisticadas?. Usted podrá contestar a esta pregunta, si ha estudiado la historia de todos esos países europeos. Aunque parezca extraño, los líderes carismáticos han tenido una gran responsabilidad en estas peleas tan denigrantes para todos. 

Hay un elemento histórico que se ha estado manifestando como fuerza unificadora de naciones tan diversas y diferentes. Y es el cristianismo.  Jesucristo y sus Apóstoles han comenzado la conquista del mundo por algunas ciudades de Europa, gracias seguramente a las estructuras entonces vigentes del Imperio Romano. Europa es el fruto de la cultura griega y de la cultura y política latina, que fueron bautizadas desde el primer momento de la historia cristiana. 

No podemos olvidar esta verdad. Aunque parezca que ahora está sucediendo lo contrario. Porque todo sucede como si hubiera una debilitación de las ideas y de los sentimientos cristianos en los países de Europa. Tal vez sea algo transitorio. Pero siempre todos los europeos y sus dirigentes tendrán que reconocer que el Cristianismo es un elemento cohesionante, unificante, de las diversidades. Por tanto le tendrán que tratar con mucho respeto y como una realidad propia. 

Europa tiene una bandera que nos recuerda a todos los que quieran recordar y analizar con sinceridad lo que nos está sucediendo, que Europa es, al menos desde el punto de vista cultural, eminentemente cristiana. Es una bandera azul con doce estrellas blancas formando un círculo. ¿Qué significa esto?. Actualmente son más de quince los países que forman la Unión Europea. Nunca fueron doce. Entonces ¿qué ha sucedido?. 

La bandera de Europa fue adoptada oficialmente el día 8 de Diciembre del año 1955. Fiesta de la Inmaculada Concepción de María. Es una bandera azul, color que tradicionalmente se atribuye a la Virgen Madre de Jesús. Con doce estrellas, y curiosamente el Apocalipsis, describe lo siguiente: “Apareció una figura portentosa en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”.  En el momento histórico, Diciembre 1955, los estados de la Unión no eran doce. Pero el comisario de turno, M. G. Levy, de origen judío, afirmó que el símbolo doce representa la plenitud. Y el autor de la bandera fue el pintor Arsène Heitz, gran devoto de María.  

El Consejo de Europa se estableció en Mayo de 1949 en Estrasburgo, y el Mayo es el mes dedicado a María. Al año siguiente, también en Mayo, se publicó el concurso para la bandera y cuando el pintor se enteró de la convocatoria acababa de comprar la Medalla Milagrosa, en la que María lleva las doce estrellas. Así se inspiró para su boceto, que fue elegido entre numerosos proyectos presentados. 

A pesar de su unidad, cristiana en el fondo, Europa está experimentando en su seno unas extrañas y violentas fuerzas destructoras y centrifugadoras. Xenofobia, racismo, totalitarismo, etc., van amenazando la estabilidad de la cohesión cada vez más unitaria, para provocar la dispersión. ¿Sucederá?. ¿Volveremos a las andadas?