La Ruta del Bakalao

Autor: Ramón Aguiló SJ 

 

UNA LECCIóN DE BELLEZA EXCEPCIONAL. Acabo de leer aquella obra de arte que brotó de tus labios como una poesía y como una gran lección de humanismo y de bondad. Me refiero a la Parábola llamada del Hijo Pródigo, y que yo más bien llamaría "La Parábola del Padre que sabe esperar" o "La Parábola del muchacho que escogió la Ruta del Bakalao". Está en Lucas, Capítulo 15, en exclusiva total. 

En esta narración Te manifiestas Tú, descubres las grandezas inmensas de tu Padre, pero además demuestras que sabes exponer el propio pensamiento con una dosis insuperable de gran belleza y literatura. Eres un artista de la Palabra. Eres un Pensador. Eres un humanista, y un profundo conocedor de la juventud de todos los tiempos. Y en esa Juventud Tú encuentras la expresión, la síntesis, el prototipo de lo que es la humanidad, siempre la misma humanidad. 

Me hubiera gustado estar allí, cuando la dijiste. Me hubiera gustado escucharla mientras brotaba de tus labios. Creo que la dijiste, la recitaste con tu voz pausada, profunda, interior. Una joya literaria tan brillante sólamente puede ser obra de tu Espíritu Creador, tan original, tan irrepetible. Es una demostración de que es realmente tuya. Lleva tu Estilo. Lleva tu Modo de ver las cosas. 

SóLAMENTE Tú PUEDES SER ASí. Si yo la hubiera escuchado con el grupo que Te rodeaba, hubiera enseguida pensado: "Ese Padre tan Padre, tan paciente, tan sensible, tan positivo sólamente puedes ser Tú, como expresión del Padre de todas las cosas, Dios".  

Aquella página presenta todas las características de un perfecto autoretrato. Como esos autoretratos de los grandes pintores en los que vemos una gran pintura, pero a través de la gran pintura, podemos llegar a conocer los rasgos del propio pintor.  

Esta breve narración es mejor, más densa, más concreta que una larguísima autobiografía. En ella está la historia de la rebelión de los hombres, de la bondad salvadora de Dios y de la ramplona reacción egoista de los que se creen justos. 

TODOS TENEMOS ALGO DEL PRóDIGO Y DEL OTRO. Todos podemos sentirnos a veces representados por el hijo que pide su parte de la herencia y se va, abandonando su casa y el amor de su Padre. Pero también, y en otros momentos de nuestra vida, todos experimentamos con vergüenza que estamos encarnados en la figura del otro hijo que cree haber cumplido con todas sus obligaciones familiares, y no puede soportar el regreso triunfal, alegre, del que se marchó.  

Somos al mismo tiempo hijos pródigos que se marchan dando un portazo en busca de la libertad o del libertinaje, y los otros hijos que, trabajando todos los días, van construyendo su propio capital, su egoismo y su desprecio por los demás. 

Ahora, en este momento, yo no me veo como aquel mal hijo que huye de su casa, en busca de mujeres, de experiencias nuevas y de gastos sin control. Tampoco creo ser como aquel hijo trabajador y calculador que piensa en su futuro como un capitalista en espera de sus intereses. Ni uno. Ni otro. Soy un hombre cualquiera. Un hombre normal, que ha recibido el gran don de conocerTe, de pensar en Tí y de tenerte como centro de la propia vida interior. 

Nunca Te dije, ni nunca Te diré: "Dame lo que es mío. Quiero abandonar esta tu casa. Quiero ser libre. Gozar de mí mismo. Sólo se vive una vez. Quiero exprimir hasta el fondo los placeres de la vida". No Te lo dije, ni Te lo diré, porque Tú conoces todas las cosas, y sabes que tu Persona y tu Mensaje han penetrado muy hondamente en mí, aunque tampoco me considero un ser especial,  privilegiado, extraordinario. Muchos hermanos míos pueden repetir lo mismo. Lo pueden decir seguramente con más verdad que yo. 

No negamos nuestros defectos. Ni escondemos nuestros pecados, nuestras rebeliones interiores. Lo reconocemos todo, tal como es. Pero Tú también sabes que cuando repetimos nuestro amor por Tí, no mentimos.

 

UNA HISTORIA MAS ALLá DEL TIEMPO. Tu Parábola tiene además un sentido que va más allá de toda temporalidad. No era verdadera sólo en tu tiempo de Nazaret, Jerusalén y Cafarnaún. No valía sólo para tu sociedad campesina. Tu Parábola ha tenido sentido en todos los tiempos. Y lo tiene en nuestros días de Industrias, Tecnologías y Discotecas. 

Muchos jóvenes de ahora tienen rasgos muy parecidos a los de aquel joven que desapareció un día de su hogar. Ahora se van sin exigir la herencia, pero robando algun dinero de sus padres. Desaparecen sin avisar.  

Una tarde, una noche, no regresan a casa, y es porque se han marchado, con algun amigo, con alguna amiga, enamorados o no, para vivir juntos y hacer su vida entre las diversiones y la improvisación. Duermen donde pueden, en casa de unos amigos, en un pobre hostal. Buscan trabajo. Y, si encuentran un modo de vida, ya no regresan más a la casa de sus padres.  

Entonces éstos, los padres, experimentan la angustia de la desesperación. No saben por qué su hijo, su hija, se portó así con ellos. "No tenían ninguna razón para ello. Estaban bien atentidos. Eran queridos. Y gozaban de libertad". Pero un día desaparecieron, y es que en realidad buscaban vivir libremente, gastar para el placer, suprimir todos los controles y las normas impositivas de los mayores. No les importa mucho si lo que van a hacer está prohibido por alguna Ley de Dios o de los Hombres. 

Todos los finales de semana, desde la tarde de los Viernes hasta las mañanas de los Lunes, muchos jóvenes desaparecen de sus casas. Van a divertirse en las discotecas, siguiendo la llamada "Ruta del Bakalao" o "Destroyer".  

Van en coches, veloces, de noche, beben y bailan, algunos también se inyectan drogas con jeringuillas contaminadas, ríen, gritan, y algunas veces se estrellan en las carreteras, muriendo destrozados, como los coches que los llevaban. 

En varias Televisiones del Mundo se han creado programas especiales para buscar a las personas desaparecidas, muchas de ellas son jóvenes que nadie sabe dónde están. En España el programa se llama "¿Quién sabe dónde?". Es un programa lleno de lágrimas, de angustia y de humanidad. Cuenta la vida de las familias, y las tristezas, lágrimas y esperanzas de los papás. Cada historia parece una repetición de tu Parábola. Los hijos siguen marchándose, y los padres siguen esperando y llorando. Como en tu tiempo. Como en tu Poesía.

 

TU MENSAJE Y LAS JUVENTUDES. Y es que tu Mensaje Salvador, tu Palabra que dignifica y eleva no llega a estas juventudes, sedientas de vida y de placer, como aquel joven menor de tu Parábola. Hay muchos jóvenes pródigos por las ciudades y pueblos del mundo. Te lo aseguro. Las estadísticas son escalofriantes. Por esto hay tan poca ilusión y optimismo en las frentes y en los ojos de tantos jóvenes. 

Deberíamos ir por las calles, por las plazas, por los templos del mundo, repitiendo tus Parábolas y tus Enseñanzas, para que las gentes jóvenes aprendieran a vivir su libertad responsablemente. Pero no es así.

 

LAS DIFICULTADES DE TU IGLESIA. Tú sabes cómo va fracasando tu Iglesia. Tú sabes cómo los discursos de los que hablan en tus templos no son escuchados, ni comprendidos. Tú sabes cómo estos discursos, repetitivos, cansinos, aburridos, llegan sólamente a los oídos de un pequeño grupo de personas de cierta edad. También los escuchan algunos jóvenes de buena voluntad, que, también ellos, se muestran a veces inquietos y difíciles. 

Muchos miembros de tu Iglesia son como aquel que lleva un reloj de oro sobre un traje de harapos. Son como esas naciones del Tercer Mundo que poseen riquezas naturales conocidas, pero inexplotadas, desaprovechadas. Son como el mendigo aquel que estaba sentado, murmurando unas palabras incomprensibles, sobre un trono de marfil, bajo un dosel majestuoso, brillante. 

Muchos cristianos, aun los más comprometidos, somos como un famoso orador que tuviera un importante mensaje que transmitir a una enorme multitud, reunida en un gran campo. Pero, en nuestro caso, la multitud se halla inquieta, discutidora, peleona, el orador está afónico, sólo habla una lengua desconocida para los demás, y utiliza un micrófono que no funciona y está estropeado o desconectado del amplificador. Este orador fracasado somos tantos de nosotros, tus cristianos. ¿Es así tu Iglesia?. No nos escuchan. No nos entienden. Hay demasiados decibelios en las fiestas mundanas. Demasiados estrépitos y ruídos en la sociedad.

 

ES IMPOSIBLE DIALOGAR SIN ESCUCHARSE. No hay modo de entenderse. Para hablar, para pensar, ha de reinar el silencio. Y esto es demasiado, para unos seres que llevan auriculares por las calles, y, en sus casas, tienen siempre sintonizada, la más crispada de todas las Estaciones de Radio, el más sensacional de todos los Canales de Televisión. 

Están lejos. Pero pueden regresar al hogar paterno. Sucederá el día menos pensado.  

Mientras tanto, el Padre mira hacia lo más lejano del horizonte, mira por todos los caminos, desde el lugar más alto de la casa, esperando ver a lo lejos, la sombra pequeña de su hijo que se acerca, arrepentido, pero confiado en el perdón. Y así, los días de sol, claros, cuando el sol todavía no ha nacido, pero se anuncia por detrás de las colinas. Y así, los días grises de lluvia y de viento, cuando las nubes ponen pinceladas de plata sobre los paisajes.  

El Padre lo conoce a su hijo, y por eso espera confiado. Conoce a ese hijo que estará por ahí, en alguna casa de prostitución tal vez, bebiendo, comiendo, drogado, bailando, acariciando cuerpos y gastándose el dinero y las fuerzas que tiene. Volverá. A pesar de todo. Y entonces será la gran alegría. 

Es la gran alegría del regreso. Hay que celebrar la más grande de las Fiestas, con un Banquete Solemne, y lo mejor es la mesa familiar. Y esta Alegría del Padre es tal vez el gran Mensaje de tu Parábola.  

Hay un cruce de Alegrías. La Alegría del hijo que, llorando, decrépito, agotado, regresa a su Casa, para abrazar a su Padre, presentándole una humilde súplica de perdón. Y la Alegría del Padre es desbordante. Y se manifiesta en todo, en las palabras, en las acciones, en las órdenes, en las celebraciones, en las comunicaciones a los parientes, vecinos y amigos. Nadie puede medir las características de esa Alegría Paternal, de la Alegría del Hijo esperado y reconciliado.

 

TU ALEGRíA EN OTRAS PARáBOLAS. Tú lo expresaste así en otras Parábolas, salidas también de tus labios y de tu corazón. Habías visto cosas semejantes, sucesos parecidos en tu ambiente campesino, de rediles y rebaños, de sencillas amas de casa. 

La Parábola del Buen Pastor (Lucas, capítulo 15 y Mateo, Capítulo 18), que va en busca de una oveja perdida, dejando las noventa y nueve. Y la busca incansable, por todas partes, por todas las montañas, por todos los campos y caminos.  

Y cuando la encuentra se la pone sobre sus hombros, lleno de alegría, y comunica sus sentimientos a los amigos, porque encontró lo que había perdido.  

O aquella otra parábola de la moneda griega de plata, extraviada que una mujer quiere encontrar. Porque aquella dracma, como vosotros la llamábais, tenía gran valor. Y barre la casa. Y la busca en todos los rincones.  

Y cuando la encuentra, lo comunica a sus vecinas, y habla de ello con todas, y expresa su enorme alegría por haber encontrado la moneda que se le había caído y se había escondido debajo de un mueble en un polvoriento ángulo de la habitación, con algunas telarañas. (Exclusiva de Lucas, Capítulo 15). 

La Alegría de Dios. Es un misterio. Sin embargo, para Tí no existen los misterios.  

Tú sabes cómo está alegre Dios, porque Te conoces a Tí mismo, y sabes que un hombre cuando está alegre, siente que su corazón late más fuerte, más aprisa, y que todo su ser está rebosando de felicidad, y que su rostro se ilumina como si se hubiera convertido en una estrella irradiante y clara. 

La Alegría de Dios es tu Alegría, Jesucristo de Nazaret. Yo me siento feliz por saber que Tú supiste llorar y estar triste. Pero también has experimentado el placer de la alegría profunda, la alegría que Te regalaban, sin saberlo completamente, los publicanos y los pecadores que Te oían y Te querían. La alegría que Te ofrecían las juventudes rebeldes de tu tiempo, los "Hijos Pródigos que corren por la Ruta del Bakalao" en nuestros días, cuando se arrepienten y regresan a tu Casa que también es la Suya.

 

LAS CAUSAS DE LA HUIDA. Los otros padres, los de la tierra, no cumplen muchas veces con sus obligaciones.  

Piensan más en sus negocios, en sus aventuras, que en sus propios hijos y en su propio hogar. Hay tráfico de drogas, a pesar del daño que causa en tantos drogadictos, muchos de los cuales se convierten en delincuentes, y algunos acabarán muriendo en alguna calle oculta de la ciudad. La economía no funciona como debería.  

Aumentan los parados, y los empresarios sólo piensan en cerrar contratos temporales para unos obreros o unos jóvenes, de los que no se fían. Así van creciendo los pródigos de mañana. Esperemos que sean los arrepentidos que regresarán unos días, unas semanas, unos meses, unos años, después.

 

LA ALEGRíA DE DIOS ES LA ALEGRíA DE TODOS. Así la Alegría de Dios, tu Alegría, Cristo, será nuestra Alegría, la Alegría de todos tus seguidores, y podremos cantar el Himno de la Alegría de la Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, que tantas orquestas y corales han repetido en los mejores auditorios y teatros del mundo: 

         Escucha, hermano, la canción de la alegría,

         El Canto Alegre del que espera un nuevo día. 

          Ven, Canta y Sueña Cantando, Vive soñando el nuevo Sol

         En que los hombres volverán a ser Hermanos. 

         Si es que no encuentras la Alegría en esta Tierra,

         búscala, hermano, más allá de las Estrellas.

                   Ven, Canta y Sueña Cantando, Vive soñando el nuevo Sol,

                   en que los hombres volverán a ser hermanos.

 

COMUNICAR ALEGRíA A NUESTROS HERMANOS. Yo quisiera que todos sepamos comunicar alegría y esperanza en un ambiente mundial de desconfianza y angustia. Tú, Jesús de Nazaret, lo puedes hacer. Será un milagro. Pero Tú has realizado milagros mayores y más espectaculares. Como aquellos en los que liberaste a trágicos endemoniados agresivos y por ello relegados en los cementerios y desiertos.  

Es verdad que vivir la alegría exige una cierta capacidad de ensueño y de ilusión.  

Sólamente los soñadores cristianos pueden cantar el verdadero Himno de la Alegría, aquel que brota, como una fuente de agua cristalina, de lo más hondo del corazón.  

Tú también hablaste de esto, cuando profetizaste que en los que creyeran en Tí brotarían las Fuentes del Agua Viva del Espíritu.  

También hay que saber contentarse y aceptar la alegría sencilla de la bondad, del regreso de los demás, de los encuentros maravillosos de las conciencias contigo. Y todo esto exige silencio, intimidad.  

Como decía Juan Ramón Jiménez en una breve poesía que tiene un alto contenido de emoción y de nostalgia:

 

              "Y yo me iré.

              Y se quedarán los pájaros

              cantando.

              Y se quedará mi huerto,

              con su verde árbol

              y con su pozo blanco.

 

              Todas las tardes, el cielo

              será azul y plácido.

              Y tocarán,

              como esta tarde están tocando,                             

             las campanas del campanario.

 

              Se morirán aquellos

              que amaron.

              Y el pueblo se hará nuevo

              cada año.

              Y en el rincón aquel

              de mi huerto

              florido y callado

              mi espíritu errará  nostálgico".

La Alegría de este lado de la existencia siempre está enturbiada por las incertidumbres del futuro. Y los sinsabores del presente. No importa. Viviremos alegres contigo, con esa alegría tímida y noble, que a veces, está algo teñida con el rojo color de la duda.