La puerta esta abierta

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Uno de los encantos que nos regalan los Jubileos que proclaman tus Papas, Jesús de Nazaret, es el mensaje de una puerta abierta. Lo que en el fondo significa una llamada a la libertad, una invitación cordial de Dios, tu Padre, para que, si queremos, entremos por el umbral de una puerta misteriosa, abierta de par en par.

 

Jesucristo nos está hablando repetidas veces de la Libertad que Él nos ha conquistado. Es la Libertad que emana gloriosamente de la Verdad que Él nos va repitiendo cada día con su Personalidad y su Mensaje.  Pablo, tu Apóstol, nos ha dejado frases como ésta: “El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la Libertad.

 

Nosotros nos encontramos cada día con miles y miles de puertas cerradas con llaves, atrancadas, y una puerta cerrada es como un muro infranqueable. La puerta cerrada es un “No” rotundo a nuestro libre deseo de entrar. Convierte las casas en unos pequeños castillos, con sus murallas, sus fosos aislantes, los puentes levadizos levantados... Hasta nuestros templos están cerrados casi todas las horas de los días y de las noches. Y solamente se abren durante la acción litúrgica. Y es que en el mundo que nos rodea se hallan agazapados miles de peligros, miles de agresores, miles de seres que están dispuestos a llevarse algo de nuestras limitadas o grandes propiedades.

 

¿Sucederá lo mismo ante las grandezas maravillosas del Reino de Dios? ¿De la Asamblea Eclesial, tu Cuerpo Místico, Jesucristo?. Tú nos lo has dicho con toda claridad. Y nos has dado una respuesta alentadora, fascinante, alegre, para que sepamos que Dios nos puede recibir a cualquier hora y que tú mismo, Jesucristo, serás nuestro guía para que entremos sin tropezar.

 

En los Documentos y en las Acciones simbólicas de los Jubileos se repite varias veces el simbolismo de las Puertas que se abren para que toda la humanidad pueda entrar por ellas hacia la Libertad, la Verdad, Dios, hacia tu Presencia Real. Hemos escuchado al Papa hablar de las Puertas Santas y le hemos visto tembloroso empujando las grandes y hermosas Puertas de las Basílicas Mayores de Roma. Todo un espectáculo. Pero lleno de sentido, repleto de gritos y de discursos elocuentes.

 

Jesús de Nazaret, Tú habías visto en tus años jóvenes en tu aldea adoptiva, en los campos y en las colinas de los pastores, las vallas cerradas de los rediles con unas pequeñas puertas, formadas de rústicas estacas, que se abrían para los rebaños y para los pastores, gentes conocidas que buscaban la seguridad y el descanso confiado. “Yo soy la Puerta”...”Yo soy la Puerta del Redil”... Una puerta abierta para los míos y los que quieren serlo. Una puerta sencilla... Una puerta sin lujos espectaculares.

 

Seguramente  no existe una puerta más humilde que la puerta del aprisco. Jesucristo no quiere presentarse como parecido a la puerta de un palacio imperial, de un castillo feudal, de una basílica romana, de una casa particular. Ha escogido el símbolo de la puerta más pobre, elemental para definirse a Sí mismo, para definir su Misión Salvadora de Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre. Utilizó el lenguaje popular de los que le rodeaban, de las gentes del pueblo que eran sus seguidores multitudinarios. No el lenguaje de los cultos fariseos hipócritas, ni el de los legistas portadores de rollos y papeles cubiertos de humedad y de tradiciones y de sabiondos comentarios que intentaban complicar los preceptos de Moisés y de sus seguidores.

 

Jesucristo, Tú eres la Puerta que se abre. Desde ella se puede abrazar la realidad de una Verdad que nos hace Libres. Desde ella podemos contemplar el Nuevo Mundo de los Hijos de Dios en el que la Ley es la única Ley del Amor y la única Alegría es la que produce en nosotros la Presencia del Espíritu del Dios Verdadero. Así nos lo explicaste, Jesús.

 

El Apocalipsis que escribió seguramente tu querido Apóstol y Evangelista, Juan, también pinta las fantasías proféticas, poéticas, de Varias Puertas abiertas que llevan al Reino de los Cielos. Una de ellas eres Tú, Jesús. Otras son los doce Apóstoles. Las multitudes penetran por ellas al Reino de la Inmortalidad.

 

Un gran poeta ha cantado las emociones de “un portón que se abre”. Es Rabindranaz Tagore, un poeta indio de Calcuta que llegó hasta las cumbres del Premio Nobel de Literatura. Escribió una obra llamada “Cantos de la Noche”. Pero el joven poeta se extasió ante el brillo encantador de la Mañana. “Se me ocurrió salir al pórtico. Justo en aquel momento empezaba el sol a apuntar por entre las frondosas copas de los árboles... Se abría a lo exterior mi recóndito yo...”. Entonces escribió los “Cantos de la Mañana”. En uno de ellos dice: “Lo que yo celebraba en ellos era la súbita apertura de un Portón”.

 

Esto es lo que nos ha sucedido y sucede cada día a los que cada día Te recordamos, Jesús, Tú que naciste en el año “Cero” de la historia cristiana, el año de la gran alegría para toda la humanidad.

 

Pero no hemos de olvidar que Tú, Jesús de Nazaret, hablaste de una Puerta que se cierra para las simbólicas invitadas  a la fiesta de bodas, que se presentaron con las lámparas apagadas porque se quedaron dormidas, mientras esperaban.  Nosotros deberíamos estar siempre despiertos, y siempre con las lámparas de nuestro espíritu bien encendidas, para que no se nos cierre la Puerta que eres Tú.