La marcha de la juventud

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Querido amigo, Jesús, en estos días estoy pensando mucho en nuestras juventudes, que suelen aparecer siempre alegres, aunque algunos y algunas llevan en sus rostros las señales inequívocas de la tristeza interior. Yo quisiera que todos se sintieran felices porque todos los que te seguimos decididamente vivimos la hermosa realidad de una completa felicidad interior que se irradia en nuestras actitudes y en nuestros ojos.

 

Cada año hay una sucesión ininterrumpida de trabajos, estudios, vacaciones, descanso. Aunque no nos agrade, hemos de trabajar unos meses largos para poder descansar unas breves semanas. No nos gusta. Pero es así. El final de las vacaciones, esos días que con ilusión dedicamos a descansar, aunque frecuentemente, después de ellos, nos sentimos más cansados, trae a trabajadores y estudiantes unas gotas de tristeza. La vida es así. Pero  muchos años nos ofrecen ocasiones especiales para ponernos en movimiento cristiano. Nos llaman a una marcha, muy especialmente a las juventudes. Los mayores tienen que contentarse con contemplar y admirar. Años Santos, años jacobeos,, etc..nos ofrecen nuevas llamadas. Y los jóvenes son los primeros en organizarse y en ponerse en marcha. Entonces aparecen las Marchas de las Juventudes.

 

Cada uno trabaja a su modo. En realidad, los estudiantes, los que han de asimilar ideas, los que han de expresarlas en exámenes y controles, tienen que aceptar necesariamente la soledad. Lo que no significa estar en una habitación cerrada con varias llaves. Hay solitarios que están en las calles, rodeados de hombres y mujeres, papás y mamás, niños y niñas, que juegan y gritan, comentan, se pasean. Pero esos artistas soñadores van haciendo su trabajo, como si estuvieran solos, solas, apoyados frecuentemente sobre el mismísimo suelo.

 

Las Juventudes casi cada año están escuchando  una voz que los llama. Les llama a una Marcha, la Marcha de la Juventud.  Cuando los cristianos estamos construyendo nuestra propia vida de “Hijos de Dios”, vamos construyendo también el gran edificio de piedras vivas que se llama la “Comunidad Eclesial”, o lo que es lo mismo, el “Cuerpo Místico de Jesucristo”, tu Cuerpo Universal y Eterno. Gracias al esfuerzo aislado de las multitudes creyentes va ascendiendo hacia arriba, hacia el cielo, el gran Templo de Dios, y la humanidad se va transformando de un campo, infectado por la zizaña, en un grandioso granero de trigo bueno para hacer el pan, y en una hermosa y fuerte red llena de peces que saltan y son una invitación para el gran banquete.

 

No queremos más vacaciones. Aunque el calor nos aplaste y nos haga sudar. Tú,  Jesucristo, nos has hablado claro. Nos has dicho que no perdamos el tiempo. Siempre nos comprenderás. Y comprenderás nuestras debilidades, nuestras limitaciones. Como has comprendido las debilidades de Simón Bar Iona, al que proclamaste “Piedra Fundamental de su Iglesia”, y las de Saulo de Tarso, el Hebreo, discípulo de Fariseos, el Saulo que después se llamó Pablo, y había sido el gran perseguidor de los Cristianos, el que había conseguido cartas para detener y encarcelar a los que siguieran el “Nuevo Camino”. Jesucristo siempre perdona, siempre olvida. Jesús quiere y llama a los jóvenes, con tal de que ellos no quieran ser esclavos del dinero y de los placeres.

 

La Marcha Juvenil es siempre una hermosa realidad. Es más que un espectáculo. No es una procesión de Semana Santa.  Las Juventudes del mundo están dando un gran ejemplo a los mayores, a los descreídos, a los que solamente piensan en divertirse, en bailar, en exhibirse. Miles de millares de jóvenes de todo el mundo se ponen  en marcha, a la llamada del Papa, Sucesor de Pedro. Les convoca a la  Jornada Mundial de la Juventud en Roma o en otras ciudades importantes.

 

En la multitud que llena las plazas de San Pedro o de otras ciudades, podemos contemplar una maravillosa muestra de la fraternidad y del amor entre cristianos. En Roma, plaza de San Pedro,  los arcos de la columnata de Bernini, que se extiende por la Vía della Conciliazione hasta el Rio Tíber y Castel Sant´Angelo, se están encontrando y se están dando las manos, jóvenes de todas las edades que hablan las más diversas lenguas del mundo,  y  van vestidos con los trajes más exóticos. Y todos ellos lanzan, solamente con su maravillosa  presencia marcial, un grito unificador: “Creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador. Y lo amamos con todo nuestro corazón. Le queremos imitar. Queremos un mundo más cristiano. Y estamos dispuestos y dispuestas a colaborar con nuestro esfuerzo personal, incansables, para que así sea”. Cantan y cantarán, bailan y  bailarán, llevan, llevarán y harán sonar los más diversos instrumentos músicos. Y así llenan de alegría a un mundo que tiende demasiado a la tristeza de los desastres, a las lágrimas de la muerte. Los jóvenes son la promesa de la vida. Y esta promesa se hará realidad, dentro de las alegrías de la fe en Dios y en  tu Personalidad, Jesucristo.

 

Hay un recuerdo evangélico que a mí me impresiona cada vez que lo recuerdo. Está en diferentes evangelistas. Y es la historia de un joven, simpático, sincero, al que Jesús quiso, pero...  Aquel joven tenía una desviación: Era rico, y quería las riquezas. Se sentía incapaz de separarse de ellas. Lo cuenta así Marcos, el evangelista más breve.

 

“Jesús se ponía ya en camino, cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: ´Maestro bueno ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?´. Jesús le dijo: ´¿Por qué me llamas bueno?. Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos [...] El joven entonces le dijo: ´Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud´. Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: ´Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme´. Pero el joven, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes”.

 

Este joven es el símbolo de la humanidad juvenil, que lo tiene todo, tiene todo lo que puede ambicionar. Llamados y llamadas por Jesucristo, se sienten agobiados, porque son muy ricos, tienen todo lo que desean. Y son incapaces de renunciar a algo, para seguir de veras a Jesucristo. El encuentro masivo con Él es una nueva llamada. Hacia arriba. Hacia lo mejor.

 

El regreso de las juventudes a sus patrias puede ser la canción, orquestada, de un mensaje renovado. Jesucristo, ayer, hoy y siempre.  Y aquí, entre nosotros. No te vemos, Jesús, pero sabemos que estás presente. No te escuchamos tu voz, pero conocemos tus sugerencias y tus mandatos. No te contemplamos como Jefe que va delante de los ejércitos, pero te tenemos como único guía de nuestras vidas.

 

Señor Jesús, la marcha entusiasta de las juventudes en un gran clamor, un grito universal, una ovación, una liturgia, que nos invita a todos, mayores y viejos, maduros, hombres y mujeres a renovar nuestras vidas, y a reconstruir lo que estaba algo derrumbado. Sobre los escombros de nuestras vidas, queremos re-edificar bien el Edificio Maravilloso de tu Iglesia.

 

Gracias, Jóvenes, por vuestra enseñanza, por vuestra llamada entusiasta y alegre. Vuestra marcha no es solamente un gran espectáculo espiritual y cristiano. Es el clamor de un Coro que canta las alegrías de Jesús, nuestro Jefe.