La lucha obrera inteligente

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Cada año el primero de Mayo nos trae a la memoria el sacrificio, el martirio, de unos obreros y obreras, que dieron su vida, su tiempo, su lucha por una mejor justicia social. No voy a escribir páginas de historia, que los dirigentes sindicales y los mismos obreros recuerdan y conocen mejor que yo.  

Han sido ya siglos de luchas. A veces sangrientas. Otras veces violentas sin llegar a la sangre. Casi siempre multitudinarias, agitadas, ruidosas, clamorosas. Yo en Roma he visto varias veces, cubierta por las masas obreras y por sus banderas de lucha, aquella grandiosa Plaza de San Juan de Letrán. Una Plaza que parece el lugar escogido, idóneo, determinado para escuchar discursos reivindicativos de Justicia Social, consignas para la lucha, propuestas, programas.  

Los que nos sentimos cerca de los trabajadores del mundo, identificados con sus ideales, conscientes de sus sacrificios diarios y sus constantes dificultades, integrados dentro de sus luchas, no podemos pasar estos días de Comienzos del Mayo, sin recordarlos afectuosamente, y sin meditar sus problemas, que, al fin y al cabo, son los propios.  

No se presentan bien las cosas del mundo para los movimientos obreros. Ellos han visto caer ruidosamente, tormentosamente, en medio de salpicaduras sucias, corrupciones, gestos dictatoriales, vergüenzas, muertes, campos de concentración, aquellos regímenes que se presentaban como Regímenes Obreros, y que se creían responder a las llamadas de unos hombres científicos y estudiosos, como Carlos Marx y Federico Engels, hacia la unidad mundial del Proletariado. Las cosas, los hechos, han demostrado lo contrario. Los que se presentaban como gestores de la Justicia Social Obrera han quedado al descubierto como Duros Explotadores de unos hombres y mujeres, prácticamente sin derechos y sin voz. Por algo ha caído todo aquel andamiaje burocrático. Todos hemos sido testigos de esta caída y de sus razones.  

Y nos hemos alegrado de ello todos los que creemos en la creatividad de la Libertad humana, ese don de Dios al hombre, que es la característica, el sello, de su grandeza, una grandeza irrenunciable, que deben reconocer y salvaguardar todas las Constituciones de los Estados Modernos.  

Pero la lucha Obrera prosigue. Y deberá proseguir, mientras haya hombres y mujeres cuya vida diaria depende de los salarios recibidos de sus patrones o empresarios. Y cuando hablo de luchas Obreras no hablo de guerras. No hablo de violencias. No hablo de gestos furiosos, ni de palabras que deban amedrentar a los demás. La lucha ha de ser ahora una lucha inteligente, humana, solidarizante, oportuna y sobre todo, perfectamente adaptada a las nuevas circunstancias del mundo en que vivimos ahora, comienzos del XXI.  

Van desapareciendo, se van transformando los Partidos Políticos típicamente Obrerista. Sólamente el futuro dirá si este proceso será beneficioso para las exigencias de Justicia Social de los Obreros. Puede ser peligroso, porque los obreros y las obreras necesitan canalizar sus exigencias hacia cauces sociales, organizados, seguros, claros. En ningún momento pueden sentirse desprotegidos, abandonados. Los sindicatos cumplen esta misión en el campo social. Pero los Partidos la deben cumplir en el vasto estadio de la lucha por el poder político.  

Además el "Proletariado" tal como lo han conocido los iniciadores revolucionarios del siglo XIX, tanto los científicos de "El Capital", como los realizadores de las  Revoluciones, ha ido desapareciendo. Se han ido mitigando, a través de las luchas sociales y de las presiones de los grupos, las grandes diferencias sociales. Las condiciones de trabajo se han vuelto más humanas. Y, aunque siempre quedan y quedarán franjas de población más pobres que las otras, se van creando métodos y pensiones, para que todos lleguen a un mínimo indispensable para poder vivir. Pero esto no basta. Y están los parados. Están los pensionistas.  

Sobre todo hay una gran realidad que tiene grandes consecuencias en el orden social: es la Integración de las Naciones dentro de la Comunidad Mundial, una Comunidad que se va realizando, profundizando y extendiendo a través de los años. La Comunidad Mundial tiene una característica Fundamental, que es, la valoración Suprema -que a veces puede parecer excesiva- de la Libertad, y especialmente de la Libertad Económica.  

Los Sindicatos y los Obreros de nuestros tiempos tendrán que tener en cuenta estas realidades, para conseguir lo que buscan y pretenden, todo aquello por lo que luchan.  La Repartición de los bienes que se producen en este mundo, en estas naciones comunitarias, llegará por el camino de la competencia económica en la Libertad. Por tanto, todo lo que sea bueno para que las Empresas puedan vender sus productos aquí y más allá de nuestras fronteras, será bueno para los obreros, y para todos los demás que sirven a los obreros en sus necesidades de cada día y a sus familias. Todo lo que tienda a dificultar o impedir el triunfo de la propia empresa sobre las demás, será malo y pésimo para los obreros. Esto es lo que se llama con ese difícil nombre, en el que muchos tropiezan y titubean, cuando lo han de pronunciar: La Competitividad.  

Hay que producir barato. Si es posible, lo más barato del Mercado. Hay que producir lo mejor del Mercado Nacional e Internacional. Hay que producir mucho y en el menor tiempo posible. Hay que dar a conocer las condiciones de los precios y de la calidad del producto, a través de largas redes de publicidad y de convenios. Todo esto no es fácil. Todo esto es exigente. Y los Obreros modernos de comienzos del siglo XXI, lo deberán estudiar y tener en cuenta. Esto es lo que llamo: UNA LUCHA SOCIAL INTELIGENTE.