La lección de Javier

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Jesús de Nazaret, Tú sabes sobre qué personalidad te voy a escribir hoy. Yo estaba dudando sobre el titular que le pondría a esta carta. Me parecía que podría llamarla: UN APÓSTOL EJEMPLAR. No estaría mal. Ni sería exagerado. Porque voy a recordar la figura de un Santo que se llama Francisco Javier, y ha sido nombrado por el Papa PATRONO DE LAS MISIONES. Seguramente porque el Papa vio en Javier las características apostólicas, misioneras, que deberían imitar los que Te dan a conocer a los habitantes de varias naciones y razas de nuestro mundo tan paganizado.  Pues bien, estamos cerca de celebrar la gran alegría del 500 aniversario del nacimiento de este maravilloso hombre que, siguiendo las huellas de Ignacio de Loyola, Te encontró a Ti, se entusiasmó, Te amó y Te dedicó su corta e intensa vida de Jesuíta viajando por las naciones orientales para que sus hombres y sus mujeres, niños y mayores Te conocieran y Te amaran, dejaran sus costumbres paganas y vivieran como cristianos. La vida de Javier fue corta. Pero muy intensa.

 

Javier había nacido en un Castillo que lleva su vibrante nombre, el Castillo de Javier,  el 7 de Abril de 1506. Este Castillo está situado a unos 54 kilómetros de la gran ciudad de Pamplona, que es la capital de Navarra.   El  verdadero nombre de este famoso Santo y Misionero hubiera tenido que ser algo complicado. Se llamaría así: Francisco de Javier Jassu, Azpilcueta, Atondo y Aznárez de Sada. Su padre y su madre fueron personas de la alta y distinguida sociedad de Navarra. Pero las luchas y las guerras fueron deteriorando el buen nombre de la familia.

 

Javier fue un hombre normal, tal vez un poco orgulloso de su linaje. Se había sentido persona importante. Por eso quiso dejar el ambiente de su nacimiento y de su familia y se dedicó a los altos estudios en la Universidad más famosa de su tiempo, la Universidad de París. Se fue de Navarra hacia París el año 1525. Allí estuvo 11 años. Tú, Jesús de Nazaret, le estabas preparando el camino de la santidad. Javier encontró a Ignacio de Loyola en París. Los dos escogieron el Colegio de Santa Bárbara, fundado en 1520 bajo la protección del Rey de Portugal. Javier estudió en la Universidad y fue profesor de ella. Ignacio había nacido en 1491 y por tanto tenía más edad  que Javier, y pensaba en otras cosas.

 

Fue tu providencia la que culminó en el encuentro misterioso, maravilloso, de Javier con Ignacio y con el sencillo, humilde, francés, Pedro Fabro, que había sido pastor, guardián de las ovejas de su papá. Los tres eran estudiantes. Los tres residían en el Colegio. Los tres tenían la misma habitación. Y así comenzó la transformación. Fabro hacia finales de 1533 hizo un viaje a su pueblo para visitar a su padre. Su madre había muerto. Regresó a París. Y el hombre que seguramente ya estaba pensando en comenzar algo excepcional: un grupo de seres, dispuestos a seguirte en diversas partes del mundo, entusiastas de tu Personalidad Divina y comunicadores de tu Mensaje a la humanidad, le dio los Ejercicios Espirituales, un Mes de pensar, silenciosamente, recapacitar sobre lo fundamental, decidir lo que hay que realizar en el próximo futuro, pedir perdón por todo lo mal hecho y proponer el gran cambio en la propia vida espiritual, interior, divina. Fabro quiso ordenarse de sacerdote. Fue el primero entre todos sus compañeros ignacianos. Fabro nos dejó escrito un famoso “Memorial” que podríamos leer todos.

 

Javier tenía la misma edad que Fabro, 28 años. Era muy diferente. Javier se sentía orgulloso, ambicioso, brillante, dinámico, deportista, rico de calor y vivaz de pensamiento, decidido. Consiguió todo lo que quiso.

 

Ignacio lo observaba, le hablaba. Javier procuraba escabullirse de su influencia. Ignacio no se cansaba de buscarle para hablar juntos. Y lo conquistó. Javier hizo también los Ejercicios Espirituales con Ignacio, los que Iñigo, cuando era más joven había pensado y escrito en la Cueva de Manresa.

 

Ignacio de Loyola, Francisco de Javier y Pedro Fabro, juntamente con otros pocos compañeros fueron los Fundadores de la Compañía que lleva tu Nombre, la COMPAÑÍA DE JESÚS.

 

¿Vamos a recordar todo esto en las fechas gloriosas que recuerdan los 500 años del nacimiento de Francisco en el Castillo de Javier?

 

Es evidente que los más interesados en este recuerdo son, además de los Jesuitas, todas las autoridades de la Iglesia Católica y también las autoridades civiles de la Comunidad Navarra.

 

Se han preparado fiestas excepcionales para el año 2006. Y un año antes se está comenzando un período de preparación para esta fecha de los 500 años.

 

Javier fue Navarro, Católico excepcional, Santo, Misionero, Patrono de las Misiones, un Jesuíta ignaciano ejemplar.

 

Predicó tu Mensaje en varios países del Oriente. Bautizó a miles de seres humanos en la India. Llegó hasta el Japón. Quiso marcharse hasta la misteriosa China, y murió durante el viaje, en una Isla desconocida, la Isla de Sancián, el día 3 de Diciembre de 1552.. Había vivido 46 años

 

Su cuerpo está en Goa. Su brazo, que se había cansado tanto el bautizar a los que aceptaban la Fe en Ti, Jesús, se halla en la Iglesia del Gesú de Roma, frente al sepulcro de San Ignacio de Loyola, el que fue nombrado General de tu Compañía, cuando Javier ya no estaba en Roma.

 

Fue beatificado en 1618 y canonizado, unos pocos años después, por Gregorio XV. Fue proclamado Patrono Universal de la Misiones por el Papa Pío XI.

 

Este es el gran Santo Misionero que nació hace 500 años. Los aplausos y oraciones le llegan de todas partes del mundo. Porque él es un Gran Maestro. Y no se contenta con fiestas y “Javieradas”. Quiere dar una gran lección a las personas generosas: Una lección que ofrece palabras y ejemplos en la propia vida.  Lo importante para Javier es ser el gran Misionero de Jesucristo.