La historia de la Cruz

Autor: Ramón Aguiló sj.


Caminando por las calles de nuestras ciudades, he visto muchas cosas interesantes. Tú también caminaste mucho, Jesucristo. Se puede decir que tu vida de hombre adulto fue un continuo caminar. Y algunos de los que comentan tus Evangelios afirman que tus años de la llamada vida pública se reducen a un solo viaje desde tu aldea Nazaret hasta la capital judía, Jerusalén. Lo cierto es que viajaste mucho, como se viajaba en tu tiempo, sencillamente andando.

 

TU DESTINO FUE LA CRUZ. Las gentes lo sabían. Y te iban a buscar. O te esperaban en los pueblos. Corrían hacia donde Tú estabas. Y allí se agolpaban a tu alrededor. Te escuchaban. Recibían tus milagros. Aplaudían tus críticas contra los dirigentes del pueblo, los magistrados, los senadores, los sumos sacerdotes, los sabios y maestros, los fariseos, a quienes tantas veces calificaste de "hipócritas" y "sepulcros blanqueados". Todo esto servía para transmitir al mundo que Te quería escuchar y al de los siglos futuros, tu Mensaje de salvación y de liberación. Pero también iba agudizando tu enfrentamiento con los dirigentes religiosos y políticos de tu pueblo. 

La Cruz estaba presente en tu vida, siempre. Era como un Leit-motiv de aquello que podríamos llamar tu sinfonía vital. Te referías a la Cruz que te esperaba. Y a la Cruz que debían cargar todos tus seguidores, si querían serlo de veras. 

Por ello yo he pintado un cuadro al óleo que representa tu retrato con tu rostro maravilloso y tus ojos profundos. Y sobre el horizonte oscuro he puesto una cruz que resalta con una luz dorada. He llamado a este cuadro "Destino de Jesús".

 

CAMBIÓ EL SENTIDO DE LA CRUZ. Lo curioso, lo realmente admirable, es que con tu crucifixión Tú has transformado el sentido profundo de lo que era antes una señal de ignominia y de vergüenza. La cruz estaba destinada a los delincuentes más peligrosos, más condenables. Por esto te la dieron a Tí. Pero, desde que Tú estuviste en ella y en ella, muriendo, salvaste a la humanidad, ha quedado transfigurada. La Cruz ya no es el símbolo del delito execrable. Es el signo de la alegría y de la Redención.

 

Tu Cruz en los edificios y actividades. Ahora se levanta la Cruz sobre todos los campanarios y las torres de las ciudades. Ahora está en muchos salones de los Gobiernos y de los Tribunales. Ahora está en las aulas de muchas escuelas y Colegios. Pero, sobre todo -y esto es lo que más me maravilla y me alegra- está sobre el pecho de muchos hombres y mujeres, también jóvenes, del mundo que caminan por nuestras calles.

 

Tu Cruz sobre el pecho de muchos. Cuando yo camino cada día hacia mi trabajo veo tantas cosas... y tan interesantes que mi largo y pesado camino se me convierte en agradable y leve. La gran mayoría de las gentes está formada por personas normales, buenas, educadas, que van y vienen preocupadas por sus asuntos personales y familiares.  

Pero también encuentro a muchas gentes más características, más especiales, en las que necesariamente debo fijarme. Porque, por lo que sea, me llaman más la atención. Por ejemplo, los obreros. Yo les observo y veo su comportamiento algo abigarrado y ajeno a las fórmulas sociales. Caminan desenvueltos, con sus camisas abiertas y sus sucios pantalones de pana. Y en muchos de ellos, cuando menos lo esperaba, he visto brillar una cruz. Ahí. Entre los pelos negros, tupidos, de su pecho duro y tostado por el sol y el trabajo. Y esto me ha alegrado mucho. Porque me ha indicado que aquellos obreros, aunque muchas veces no van a tus iglesias, te quieren y son profundamente cristianos. Para ellos la Cruz no es ya una señal de ignominia, sino de gloria y de salvación. 

También he visto la crucecita que llevan muchas mujeres. También las jóvenes. Son cruces de los más variados tamaños, formas y valores. Algunas deben ser verdaderas joyas. Hay jóvenes mujeres que parecen ligeras, hasta provocativas. Y sin embargo, llevan tu Cruz colgada de su cuello. Hay mucha gente así. Me parece que son cristianos de corazón. Pero no sé cómo viven. 

Todo esto me alegra. Porque tu Cruz no es un amuleto supersticioso. Es la expresión de una fe. Y de una súplica. También de una esperanza y de un amor.

 

TU CRUZ EN LA HISTORIA. He podido ver algo parecido en el desfile de la Historia de la Humanidad. Desde aquel día de tu muerte, la Cruz ha quedado iluminada, sublimada, enaltecida. Y se ha proyectado sobre los pueblos en las formas más variadas y caprichosas. Han surgido diferentes formas de cruces famosas: desde la del Calvario, hasta la Cruz de Malta, la Cruz de Calatrava, la Latina, la Griega, la Flordelisada, la de Santiago, la de Lorena y otras. Y en nuestros tiempos del siglo XX, ha aparecido una Cruz muy especial, llena de recuerdos tristes y sangrientos: la Cruz Gamada de los Nazis. Todavía aparece por ahí, inesperadamente, en algunas paredes, como una lúgubre pesadilla de muerte. 

Tu Cruz glorificada es usada como Condecoración para los Ciudadanos y Militares que han demostrado ser excepcionalmente valientes y esforzados al servicio de la Colectividad: la Gran Cruz Laureada de San Fernando, la Cruz del Mérito Civil, la Cruz del Mérito Militar. Y los agraciados se las ponen sobre su pecho en los días de Fiesta especial. Todo esto me indica que tu Cruz ha triunfado en el mundo, porque en ella Tú has ofrecido el sacrificio de tu vida.

 

YO TAMBIéN LA LLEVO. Quisiera decirte que yo también la llevo sobre mi pecho, colgada de una cadenita que me regaló mi madre. Me gusta que otros muchos la lleven también. Somos los Cristianos, tus Cristianos. Nos sentimos orgullosos de serlo. Y lo vamos proclamando, muy sencillamente, por las calles y las plazas, con nuestra pequeña cruz en el cuello, que simboliza y expresa, la pequeña cruz que Tú nos pediste que lleváramos a cuestas todos los días. "Tome su Cruz cada día. Y Sígame".