Jesús y el tiempo

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Jesús, nos encontramos todos los seres humanos en este vagón del tren de la vida que llevan los números del tercer milenio: 2004, 2005, etc... A veces nos parece que no viajamos en tren, ni siquiera en un tren AVE, que significa TREN DE ALTA VELOCIDAD.  A mí me parece viajar por este mundo en avión supersónico, que es el avión de los más rápidos. Para Ti, el tiempo no va en tren, ni en el AVE, ni siquiera en avión supersónico. Porque para Ti el tiempo no se mueve, no existe ahora.

 

VIVIMOS MIRANDO LOS TIEMPOS PASADOS. Nosotros estamos recordando  constantemente sucesos acontecidos en siglos, en años, en días que ya son parte de la historia. Y así vamos superando las emociones profundas, espirituales, síquicas de las celebraciones que corren con los tiempos: años jubilares, jacobeos, festividades, glorias de la historia patria, desastres ocurridos, terrorismos con centenares de víctimas, guerras. Algunos recuerdos nos traen unas buenas dosis de alegrías. Otros, tal ze los más nos conmueven hasta tal punto que nos hacen llorar en la soledad.

 

Te voy a poner un ejemplo: Cada año recordamos la alegría de tu nacimiento en Belén de Judá, y que te pusieron el hermoso nombre de Jesús, como había ordenado el ángel. Jesús significa Libertador, Salvador. Y nosotros, los decrépitos mortales, nos sentimos felices ante esta realidad. Tenemos el Libertador: Estamos salvados, somos Libres. Y esta realidad se proyecta sobre los años,  los siglos pasados y sobre los millares y millares de siglos que llegarán.

 

NUESTRA REALIDAD. La verdad es que, si somos sinceros, hemos de reconocer que nuestra realidad humana es policroma. Hay niños y niñas que mueren pronto. Otros duran un poco más. Pero sus destinos, sus personalidades, se reducen a unos límites más propios de un campo de fútbol, o, si quieres, a un partido de fútbol entre equipos juveniles.

 

Algunos seres humanos sobresalen. Y hasta, generalmente después de muertos, les levantan a algunos más famosos, un monumento de piedra, de bronce o de acero inoxidable, con una breve inscripción que resume su historia, la fecha de su nacimiento, la de su muerte, y unas breves frases que quieren resumir en poco espacio, lo más importante de su vida. Y las generaciones que le siguen miran esas estatuas y muchísimas veces son incapaces de recordar lo que significan. Algunos saben quiénes son  o han sido los personajes de aquel monumento. Otros los miran  como si fueran unos adornos, más o menos artísticos.

 

Como ves, Jesús, el tiempo pasado nos golpea con el látigo de la segura realidad de nuestra transitoriedad. Llegamos sin darnos cuenta. Vivimos como dormidos. Y cuando no lo esperábamos, nos vamos. Y este es el resumen de nuestra historia que parece larga, pero es brevísima.

 

TU ACCIÓN LIBERADORA. Tú han venido a este mundo de materia y de materialistas, para inyectarle una gran dosis de espiritualidad, de fe, de esperanza, de amor, de alegría, de fraternidad.

 

Cuando estamos contigo porque tenemos fe en Ti y en lo que Tú nos dijiste. Todo cambia. Porque ya no estamos obligados a mirar hacia atrás, sino que tu realidad divina nos señala el futuro, el cercano y el eterno, y nos indica el camino. Tdo cambia contigo. Y esto es una maravilla cósmica.

 

Tú comenzaste  solo, reuniste a unos pobres e incultos trabajadores, pescadores, a algunos publicanos. Y con ellos pusiste en marcha el gran cambio de la historia y de las naciones. Parecía un sueño, un sueño imposible. Pero este sueño, esta fantasía se fue realizando, se realiza ahora, y se realizará hasta el más allá del tiempo, el infinito. Esta fuerza santificadora no se detiene, no se puede detener. Miles de millones se llaman y se han llamado y se llamarán CRISTIANOS. A veces muestran sus flaquezas, sus debilidades, como hombres y mujeres que cojean con un bastón en la mano. Caen. Pero se levantan, y parece que se curan de sus enfermedades morales.

 

Tú no has fracasado. El mundo de ahora no se parece en casi nada al mundo de los idólatras, de los grandes y señores que explotan y oprimen a las gentes, como eran los del imperio romano de tu tiempo. Tú quieres que cada uno vida según las exigencias de su propia conciencia sincera, cristiana. Y, en muchísimos casos, lo vas consiguiendo. Y nosotros te aplaudimos, te seguimos y nos esforzamos por comprenderte, imitarte y ampliar nuestras filas, nuestras comunidades, nuestras asambleas festivas.

 

A veces no conseguimos lo que queremos. A  veces experimentamos la sensación del derrotado, del fracasado. Pero nosotros sabemos con certeza que Tú no has sido vencido. Porque sabemos que Tú ya has triunfado. Somos nosotros, la multitud de los mediocres, los que vamos poniendo manchas negras en el gran cuadro del universo, que podría ser una Obra de Arte concebida, diseñada y realizada por ese gran Artista que eres Tú.

 

HAY REALIDADES DIFÍCILES. ¿Qué sucederá después de tantas celebraciones y recuerdos?. ¿Regresaremos al materialismo idólatra de los poderosos que utilizan todas las técnicas imaginables, para multiplicar sus capitales. ¿No contentaremos con que los astronautas vayan bailando por los espacios, para encontrar unas huellas de agua en algún planeta y poder así afirmar que allí existió la vida, aunque no sea más que la humilde vida vegetal?

 

Te digo, Jesús de Nazaret, que en algunas ocasiones experimento una sensación de desconfianza en esta mundología que se llama científica.

 

Hay realidades cristianas que parecen espectaculares, grandiosas. Vemos, de vez en cuando, la plaza de San Pedro de Roma, repleta de multitudes internacionales, ante la figura espiritual y temblorosa de un Papa anciano. Vemos, en algunas fiestas, las catedrales, los templos casi llenos, repletos de gentes que miran, que escuchan. A veces los hechos terminan con grandes aplausos, poderosos aleluyas, abrazos y cánticos de victoria. Y también vemos que esas gentes regresan a sus ciudades o pueblos, o a sus casas y se olvidan de casi todo. Lo cuentan como si hubieran vivido unos días o un día como turistas o como trabajadores en días festivos.

 

Lo cierto es que nuestro mundo de bautizados, no es igual que el de tu tiempo, de paganos y gentiles. Tú, el eterno, te hiciste temporal. Tú el Espíritu, Hijo de Dios, te encarnaste para que pudieras ser visto y oído. Tú el inmortal, tomaste la forma de un hombre que se podía morir. Tú, la felicidad infinita, has podido cargar con una cruz y morir en ella. Tú fuiste el gran Revolucionario. Y tu única arma fue el arma del amor y la fraternidad.

 

Con el lema “Amaos unos a otros como Yo os he amado” has dado una vigorosa consigna a los que quieren ser sinceros. Viviremos unos años de alegría. El mundo vivirá siglos de felicidad.  Viviremos todos felices, a la sombra de esa gran bandera de Liberación y de Salvación, tu Bandera, Jesús de Nazaret. Si somos fuertes, con la fortaleza que Tú nos das, llegaremos al puerto de tu eternidad abierta para los que intentamos llevar el uniforma del que nos habló Pablo, el que había sido Saulo de Tarso, el Perseguidor.