Hombre de controversias

Autor: Ramón Aguiló SJ 

 

He sabido por tus Biógrafos que Tú fuiste un Hombre de Controversias. Pero no fuiste Tú el que las promovió. Fueron tus opositores, especialmente los Sacerdotes, los Magistrados, los Estudiosos, es decir, los dirigentes del Pueblo de Israel, los que ahora llamaríamos "La Elite" de la Sociedad de tu tiempo.

 

TUS OPOSITORES. Veían en Tí un peligro para ellos mismos, para su poder, y muy especialmente, para el nacionalismo hebreo, un nacionalismo extremista, religioso y apasionado. Ellos esperaban otro Mesías, un Mesías que fuera Político, Israelita para los israelitas, Libertador de los extranjeros, y muy concretamente de las Fuerzas Militares de Roma que estaban allí, en las calles, a las órdenes de un Gobernador corrompido, imperialista e idólatra o ateo.

 

TU MESIANISMO. Tú no eras así. Tú presentabas una figura mesiánica totalmente diferente. Tu Mesianismo era sobre todo Espiritual, pero además pasaba por encima de las pequeñas fronteras de Israel, y se extendía al Universo. No había preferencias. Y al final todos debían formar un solo pueblo o, como Tú decías, un solo rebaño, bajo el cayado de un solo Pastor. Además, en tus Palabras y en tus Actitudes, ofendías a veces los sentimientos calurosamente nacionalistas de tus conciudadanos. No podían verse los Samaritanos y los Judíos. Pero, cuando Tú creaste aquella hermosa ficción de la Parábola, para demostrar quién era nuestro prójimo al que debíamos amar y ayudar, presentaste una triste figura de los Sacerdotes y de los Levitas que "daban un rodeo, y pasaban de largo", al ver malherido a aquel que habían asaltado unos bandidos, y en cambio para Tí era un Samaritano, "el bueno, el que se comportaba decentemente". Y así otras muchas veces. Se vé, Jesús, que no habías aprendido de los políticos de todos los tiempos, quienes -generalmente mintiendo- halagan a los que les escuchan, para conseguir su adhesión y su apoyo, sus aplausos y ovaciones, sus votos. Así llegan a las alturas los que ambicionan el poder. 

Muchas otras veces citaste a los odiados "Extranjeros" para presentarles como ejemplos a los nacionalistas Judíos: La Reina del Sur, seguramente negra, los Ninivitas, Naamán, "el Sirio", y la viuda de Sarepta. Evidentemente Tú no eras, ni podías ser, un Nacionalista, como los de ahora. Eras el Mesías, el Cristo, el Ungido, el Salvador de todos los seres humanos, desde los primeros hombres y mujeres, creados por Dios, hasta los últimos habitantes de este Planeta que es la Tierra.

 

NO TE CALLABAS. Tus controversias fueron duras, valientes. Tú no te callabas. Y varias veces, tomando un tono profético y apocalíptico, muy contrario a tu condición bondadosa y humana, levantaste tus voces contra "aquella generación", "tu generación", es decir, contra aquel pueblo que había perseguido siempre a los Profetas y enviados de Dios, y que, por tanto, era responsable de tanta sangre derramada, "desde la sangre de Abel hasta la del último profeta, Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario".

 

TU ERES "EL PROFETA". Tú eras el Profeta por antonomasia. No eras sólo un Profeta. Y, por esto, también fuiste rechazado, perseguido, condenado. Porque tu Personalidad extraordinaria y tu Mensaje divino no concordaba con las expectativas de tu pueblo, terreno y pegado a su identidad nacional, a sus Tradiciones, a sus Leyes y Normas. 

¿No te parece que esto mismo pasa y ha pasado a los que podríamos llamar profetas cristianos?.

 

LA IGLESIA Y LOS PROFETAS. La historia de la Iglesia, de tu Iglesia, está llena de estas tristes equivocaciones, en las que son perseguidos, humillados, rechazados, hombres y mujeres que habían sido seducidos por Tí, y clamaban en tu nombre unas verdades que no gustaban a los dirigentes cristianos de su tiempo. 

Como decía un escritor, en una obra teatral sobre el famoso Papa espiritual, Celestino V: "Ahora lo perseguirán, lo encerrarán en un castillo. Después morirá. Y más tarde le proclamarán Santo". Esta frase se ha cumplido en muchos hombres y mujeres que han gritado o escrito verdades desagradables para los responsables. Estos les han llevado a los tribunales, les han juzgado los jueces de la Inquisición, sin piedad, sin condescendencias, los han encarcelado, y más tarde, han reconocido su grandeza, y los han aclamado como "santos y santas". Podría citar una larga lista de Profetas Cristianos que han sido tenidos como "Sospechosos", "Investigados", "Encarcelados", "Juzgados" por las Autoridades de tu Iglesia. 

Así Iñigo, después llamado Ignacio de Loyola, el peregrino peligroso y perseguido por la Inquisición, se convirtió en el Fundador de la Compañía de Jesús. Y así probablemente serán rehabilitados otros personajes proféticos de nuestro tiempo que han sido desterrados y humillados por sus dirigentes insensibles y a veces orgullosamente seguros de su poder. 

No nos sentimos, no me siento profeta, aunque todos participamos un poco de la misión profética de tu Iglesia. No nos van a llevar a los tribunales. No se gasta tanta cera para un simplón, para un hombre del montón. Por desgracia han ido desapareciendo los Profetas de nuestro Tiempo: Unos porque han sido asesinados. Otros porque se han cansado y han colgado los hábitos. Otros, porque están callados, para no estorbar, para no chocar. Otros, como yo, porque no somos más que unos hombres sencillos, partícipes de la gran misión profética de toda tu Iglesia. Pero todo esto me lleva a comprenderte mejor, a comprender mejor a nuestra Comunidad eclesial, y a caminar más alegre, y más tranquilamente, por tu Sendero, mirándote sólamente a ti. Mi Profeta eres sólamente Tú. Lo sabes. Por eso, Te escribo. Y Te escribo siempre con tanta confianza, y con ello, creo expresar la enorme Confianza que tienen en Tí tantos hombres y mujeres.