Fiestas y fiestas y fiestas

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Todo me parece extraño en esta mañana nueva. Hay negras nubes en el cielo. Llueve. Un poco de viento golpea mis ventanas. Apenas hay un leve ruido en el ambiente. Parece que todo duerme. Es el día Primero del Año.

 

FIESTA DE AÑO NUEVO. ¿Cómo celebrabas Tú, Jesucristo, el comienzo de los años judíos?. No hay rastro de estas celebraciones en tu Vida de Hombre. Ni en Nazaret. Ni cuando caminabas por los caminos de Palestina. Ahora las gentes lo toman muy en serio. Es decir, en serio... a su modo. Lo que significa "a lo loco".  

Y por esto, esperan el cambio del número del año, en las plazas, ante un gran reloj, o en sus casas, ante un aparato de televisión, para tomarse doce uvas al ritmo de la campanadas. Después beben. Y beben mucho. Y muchos se emborrachan. Comen. Y después duermen. Duermen profundamente. Y así penetran en el hall del año Nuevo, que es como un Palacio escurridizo, o en movimiento. O como una de aquellas diversiones, en las que te subes a un carricoche que se mueve mucho, sube y baja velozmente, entra en un túnel oscuro. Y después sale. Y así varias vueltas hasta que terminas completamente mareado. Pero con carcajadas a todo "Full". 

Yo no sé si esto es serio, o resulta una broma, o un cachondeo colectivo. Parece serio o por lo menos importante. Las gentes lo preparan todo con cuidado. La Familia al completo. Unos cuantos amigos y amigas. Todo muy bien preparado.  

Porque en todas partes, en los restaurantes y en las discotecas, en los hoteles, en los bares y otros sitios extraños, se preparan los programas y los menús, todo especial para la noche vieja. Y las gentes se gastan mucho dinero, aunque siempre afirman que están en crisis. Pero, por otra parte, no me parece inteligente que se despida así un año que se va, y se salude así a un año que llega. Tal vez en el fondo de los espíritus hay un poco de desesperación, de angustia, ante la realidad de un tiempo que es tan frágil, tan escurridizo, tan veloz. Todo tan poca cosa. No sabemos qué nos va a traer el Nuevo, pero sabemos que el Viejo nos arrancó a alguno de la familia y nos regaló algún fracaso.

 

EL TIEMPO PASA VELOZ. Los años se van sucediendo, como las oleadas de agua en un río desbocado, ruidoso, arrollador. Como decía aquel pensador griego que se sentía tan impresionado por el "fluir" de las cosas, irrepetible, inaferrable. Todo es un "hacerse". Nada existe que pueda llamarse permanente. Y así es en verdad, si miramos sólamente todo aquello que se percibe por los sentidos humanos. Para detectar algo estático, inamovible, sin cambio, hay que pasar al mundo de lo transcendente, atravesando la espesa muralla de la materia, saltando por encima del abismo, del río, de lo transitorio.  

No sé si me pongo demasiado filosófico, demasiado triste, para este día de novedad temporal, que es el comienzo de un año. Pero Tú, Jesús, me perdonarás. Porque Tú conoces todo lo que hay en el Hombre, como dijo de Tí, tu amigo, Juan, y sabes que la zozobra profunda, la crisis permanente, la duda insoluble son parte constitutiva de nuestra psicología humana, limitada, estrecha, resbaladiza. El pensamiento nos lleva a sufrir, más íntimamente, la realidad de un ser que avanza cojeando, del ciego que camina a tientas, con las manos extendidas, para no caer.

 

¿SE PUEDE CUBRIR LA TRISTEZA?. A mí las copas de champañ que se levantan para desear felicidad me ponen triste. Y me parece que los gritos de los que bailan en estas noches encubren sólamente una gran tristeza. Son como una venda sobre una herida. Son como unas pinceladas de pintura sobre un rostro ajado por la edad.

 

LA ALEGRíA DE LO QUE NACE. Pero cuando un año muere, está naciendo otro año . Y todo lo que nace tiene el esplendor y el misterio de la novedad, de la esperanza, de lo que será creado. Yo quiero esperar en este comienzo. No sé lo que vendrá. No sé lo que será para mi, ni para los demás, este tiempo que empuja por nacer. Quiero mirarlo con optimismo, con sonrisas, con aplausos. Todo sucede como en el nacimiento de un niño, de un árbol. Como Tú lo dijiste: "Cuando la Madre está sufriendo y parece que va a morir, brota una nueva vida". "Cuando el grano de trigo se deshace y queda triturado, aparece la planta de la espiga".

 

VAMOS JUNTOS. Tú estarás conmigo, estoy seguro. Me acompañarás a través de los doce meses. Seguirás mi paso, que ya no es aquel paso de mis años de niño. Me orientarás. Me dirás: "Por ahí, por ahí. Sí. Por allá. No. Atento. Escucha el rumor de las cosas. Escucha el latido del mundo. Y diles, como puedas, aunque sea callando, en silencio, sin palabras, la verdad, mi verdad, la verdad que soy Yo mismo. Y si puedes hablar, habla. Si puedes gritar, grita. Si sólamente puedes escribir, escribe. Pero siempre puedes vivir. Vive lo que tú sabes. Y entonces tus esperanzas se convertirán en un reflejo de Mí mismo sobre el pequeño mundo que te rodea". 

Comienzo con la grande esperanza en mi corazón y en mis labios. Caminaré, sin detenerme. Te comunicaré, sin callarme. Te viviré, sin equivocarme. Me alegra enormemente que Tu Madre, María, ponga siempre en marcha la rueda del nuevo año, con su Fiesta de la Maternidad. Este hecho es garantía de alegría para todos. Puesto que la presencia de esta mujer excepcional es siempre causa de un inmenso gozo, el gozo de todos los que creen en Tí. 

Están sucediendo cosas, como ves, que Tú no podías experimentar en la sencilla vida de tu tiempo y de tu pequeña patria. Ahora todo es más complicado, más desenfrenado, más espectacular. 

Por las calles en fiesta veo unos tipos humanos muy inesperados. Parece como si fueran esqueletos vivientes. Suelen ser altos, flacos, de colores muy blancuchos. Cabellos larguísimos, a veces recogidos por detrás en forma de trenza. Otras veces llevan la cabeza completamente rapada, como si fueran calvos. ¿Venidos de otro mundo?. ¡Qué va!. Vecinos de nuestras casas. ¿Me ayudarás?. Y no Te rías, por favor, de nuestras ingenuidades festivas.

 

 

LOS SABIOS CONVERTIDOS EN REYES. Aquellos magos que llegaron del Oriente, siguiendo una estrella, para adorarte y ofrecerte sus dones, se han convertido en una hermosa leyenda. Es asombroso lo que está sucediendo en nuestro mundo durante los días con que se termina un año y los que empiezan el año nuevo. 

Las tradiciones cristianas han convertido a aquellos sabios, o magos, provenientes del Oriente e unos Reyes con fantásticas coronas, símbolos de su poder. Han decidido además que fueron tres.  Y que los restos de sus cuerpos están conservados en un arca de la hermosa e histórica catedral de Colonia en Alemania. Muchas gentes, muchos peregrinos han visitado y visitan esa catedral. Los alemanes llaman a esa ciudad Köln. Está a orillas del hermoso y largo río Rhin. En aquella catedral del siglo XIII, se conservan, según la tradición, los restos de aquellos que tu Apóstol y Evangelista, Mateo, en una exclusiva llama “Magos que venían del Oriente”.

 

COMERCIO Y FANTASÍA. La realidad es que se ha montado un gran alboroto comercial e industrial alrededor de la que tu Iglesia ha llamado “Fiesta de tu Epifanía”. Pero las gentes la siguen llamando “Fiesta de los Reyes Magos”. Hay que regalar juguetes y otras cosas a los niños y a las niñas, lo que ellos les han pedido en curiosas cartas dirigidas a sus Majestades de lejano Oriente. 

Además han aparecido y aparecen  cada año figuras mitológicas, vestidas con trajes coloristas y con grandes barbas blancas. Unos se llaman Papá Noël. Otros Santa Klauss. En Italia se la llama Beffana. Y en otras partes hacen lo que pueden. Lo importante es que las gentes compren mucho, porque así las fábricas trabajan durante todo el año y gana dinero, y los comercios se forran de dinero en unos pocos días. La economía va mejor. 

En muchas ciudades de todo el mundo se organizan brillantes cabalgatas, con caballos, camellos, carrozas repletas de ángeles, pajes y regalos. Y todos se acuerdan también de los niños pobres. La alegría comunitaria se desborda. Es como un río que surca el mundo. Y parece que todos te dan gracias por tanta felicidad, gracias a tu nacimiento, a los años de vida que nos concedes y la llegada de tantos Reyes, Magos y Sabios de países desconocidos, que han descubierto una estrella en el cielo. 

Al fin y al cabo todo resulta para gloria tuya. Con los juguetes que hay que regalar y los que hay que recibir, florece un pensamiento cristiano. Todos te recuerdan. Y parece como si te dijeran: Gracias, Jesucristo, por tanta alegría.

 

LO DIARIO ES DIFERENTE. La vida normalmente no es así. Cada día las cosas son bastante diversas. Los hombres y las mujeres deben trabajar para poder vivir, y los niños y niñas deben ir a la escuela o al Colegio para prepararse mejor y poder vivir una vida más digna y más llevadera. 

A los mayores ya no nos impresionan las cabalgatas, aunque nos gusta verlas. Nadie nos da un miserable regalo. Pero estos días de ensueño llenan nuestro espíritu de ilusiones, como si fuéramos unos niños grandes. 

Todavía tenemos ensueños, fantasías agradables, aunque parezca imposible y algunos nos las quieran arrancar. Tenemos la gran ilusión de conocerte más y mejor. Y de amarte mucho, mucho más. Y en estos días, a mí personalmente, me parece que Tú eres la Estrella. Una estrella grande. Luminosa. Ascendente, que está ahí, frente a mí y me arrastra.

 

HOMBRES Y MUJERES DE LA ESTRELLA. Yo creo que todos los cristianos y las cristianas debieran ser hombres y mujeres de una Estrella, como Tú. Deberíamos saber a dónde vamos. Y deberíamos sentirnos seguros pisando las huellas en el camino que Tú, Estrella, nos vas mostrando. 

Los Magos se sentían alegres, con un gran gozo, cuando reencontraban a la Estrella y percibían su luz. Yo también me siento enormemente feliz, cuando te veo. Y debo decirte, aunque Tú ya lo sabes, que te veo muchas veces. 

Yo no puedo entregarte ningún regalo. No tengo oro. Tengo incienso cerca, pero no puedo utilizar el fuego para quemarlo. Ni siquiera sé qué es lo exactamente es la mirra, ni para qué sirve. Pero tengo unas ilusiones. Tengo una voluntad. Tengo unos sentimientos. Tengo unos amores. Y tengo una vida. Y todo esto lo deposito idealmente ante ti. Y te digo: Todo esto es tuyo, Jesús de Nazaret. 

¿Lo aceptas, aunque todo esto parezca tan poca cosa?. 

Estoy seguro de que millones de hombres y de mujeres en estos días te dicen lo mismo, o algo parecido. Porque sé que son millones los hombres y las mujeres de la Estrella. Aunque a mí me gustaría que fueran muchos más. Que fueran todos y todas. De todos los países. De todas las razas. De todas las lenguas. Que ninguno  se quede solo.