El trafico de la muerte

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

De todo lo que vemos a nuestro alrededor, siempre hay algunas cosas que nos golpean la mente y el corazón con más fuerza, aun a los mayores. Se suele decir que los mayores "están curados de espantos", como si nada ni nadie pudiera ya impresionarles. Pero no es así. Tal es la violencia de lo que acontece.

Recuerdo que en cierta ocasión se habló largamente de la Operación "Nécora". Se ha hablado de Jueces, Tribunales, Abogados, Inculpados, Arrepentidos y Colaboradores con la Justicia, Policías.

Pero a mí, sobre todo, me han impresionado los rostros desencajados de las madres de los "Drogadictos", y sus gritos viscerales que recordaban a sus hijos muertos por la drogadicción. A veces no se les veía la cara, porque estaban en grandes grupos, o las cámaras no estaban enfocando en aquel momento a las personas que estaban gritando. Pero el grito se escuchaba fuerte. Y llegaba al corazón de los oyentes: "Yo tengo dos hijos bajo tierra a causa de la droga". Terrible. Inhumano. Desalentador.

La Justicia Humana podrá realizar largos juicios, escuchará exaltados e inacabables discursos de abogados, con citas de Leyes, con testimonios tartamudeantes, con interrogatorios inquisidores y a veces inútiles. Pero nunca podrá devolver a la vida a aquellos que ya han muerto. Y nunca podrá devolver a la normalidad a tantos jóvenes y mayores que están consumiendo sus días y sus horas en la enfermedad, en el SIDA, en los Hospitales, en las esquinas de las noches largas, y en las casas destruídas por la dura realidad del abuso y del "Mono".

Esta es la triste Realidad. Las madres que gritan escuchan sólamente un discurso. 

No quiero entrar en los laberintos de la Justicia Humana. La mayor parte de los hombres y de las mujeres maduros no cree en ella. Saben lo difícil que es tener unas sabias Leyes y aplicarlas seriamente, rigurosamente, rápidamente, para que los delincuentes paguen y cumplan lo que es debido. Yo he repetido varias veces que en la Historia hay una legión de muertos y ejecutados por la Justicia de los Hombres que han llegado a la última pena INJUSTAMENTE. Basta recordar a los mártires Cristianos. Basta recordar el Holocausto de los Judíos. Basta recordar, sobre todo, a aquel que murió en una Cruz, condenado por los tribunales de su pueblo, ante la pasividad del poder Romano, que "se lavó las manos" y consintió en la condena. Deberíamos también recordar a los mártires de todas las Revoluciones, Golpes de Estado, Dictaduras emergentes, que, después de estar en campos de concentración o en mazmorras, han sido ejecutados, fusilados, guillotinados, exterminados por tribunales especiales, sumarísimos.

La Justicia Humana es necesaria, por desgracia. Porque hay hombres y mujeres que buscan el mal de los demás. Pero la solución estará siempre en la buena educación de los niños y de las niñas que están entrando por la puerta de la vida. Deben encontrar una familia unida, bien organizada, con un padre y una madre legítimos, tranquilos, que tengan todos los medios para trabajar y para comunicar felicidad a los suyos. Unos niños y niñas que puedan ver la Televisión, a cualquier hora, sin estar sometidos a la pútrida presión de la Basura. Por desgracia no es así. Hay Canales de Televisión que durante las horas de la Comida (De las 13 en adelante) vierten en los hogares verdaderas oleadas de porquería.

Porquería por las personas que intervienen, pertenecientes a la zona tarada de la Sociedad, por la forma de discutir los temas gritando y usando un lenguaje de casa de prostitución, por los temas que se proponen pertenecientes a las intimidades más obscenas.

Si entre todos no damos a los pequeños un dulce aire de esperanza y de dignidad, no lograremos ese pequeño mundo de cada día, mejor, ordenado y respetuoso con los demás y con las más elementales leyes de la convivencia humana.

No basta que la Familia ofrezca salud física, mental y espiritual a los hijos. También deben ofrecérsela los que penetran insensiblemente por las paredes del hogar, los que caminan por las calles, los que, en las Escuelas y Colegios, tienen el encargo sagrado de orientar el crecimiento de los que mañana serán nuestros jóvenes. Y también sobre esto habría mucho que decir.