El tormento del fracaso

Autor: Ramón Aguiló sj.


En estos días de incertidumbres y de desilusiones he recibido varias veces tu figura y tu mensaje de Líder fracasado. Y me dije que si Tú, Hijo de Dios, experimentaste este tormento, no es nada extraño que nuestra humanidad se halle en una situación de calle sin salida, un cul-de-sac como lo llaman los ingleses.

 

SOPORTASTE EL PESO DEL FRACASO. Hasta diría que me parece lógico que así nos suceda. Porque Tú, además de Hijo de Dios, eres el Hijo del Hombre, es decir, el Hombre-Modelo , que es como decir el Hombre-Encarnación de toda la humanidad. Y si a la humanidad, le sucede que sufre el tormento de la duda, de la desilusión, de la desorientación, a causa de aquellos que deberían dirigirla, ayudarla, iluminarla, parece totalmente explicable y natural que Tú, sumergido hasta lo más hondo en todo lo humano y doloroso, hayas pasado también por esta amargura.

 

ELEGISTE COMO AMIGO A UN TRAIDOR. No sé por qué elegiste como Apóstol, a un tal Judas, el llamado Iscariote. Tú lo nombraste miembro de tu nuevo Gobierno Eclesial, porque Tú elegiste a los doce. Y, como a todos ellos, Tú diste a Judas el hermoso nombre de "Apóstol", para que él estuviera contigo, y para que fuera enviado, como todos los demás. No sé quién tuvo la idea de que Judas llevara las cuentas y los fondos de las limosnas del grupo, y que los guardara en una bolsita, para que cubrieran los gastos de todos, y pudieran servir en las ayudas que se daban a los pobres, más necesitados. Yo no creo que este asunto haya sido una decisión tuya personal. Tu modo de ser, tus actitudes frente a estas cosas tan terrenas, me inducen a pensar que el nombramiento de Judas surgiría espontáneamente de sus propios compañeros de Apostolado. Pero, aún así, el hecho es que Tú no lo rechazaste, que Tú le considerabas como a un gran amigo que conocía todos tus secretos, como los otros once, y que Tú tenías una plena confianza en él. Por eso le elegiste, le nombraste y le pediste que Te acompañara en la vida y en el trabajo de cada día.

 

Y sin embargo, este joven tan distinguido por Tí, Te engañó, Te traicionó, Te vendió, Te entregó a tus enemigos, a los dirigentes de tu pueblo que tan duramente Te atacaban, hasta llevarte a los tribunales, y exigir tu condena a muerte, tu crucifixión. Este fue Judas, un hombre de tu confianza. Este fue aquel que "robaba" de los fondos comunes. Este fue el que murmuró, cuando una mujer que Te quería, derramó sobre tus pies, en un banquete familiar, un costoso perfume de nardo que llenó toda la casa. "Se podría haber vendido, para ayudar a los pobres", repetía Judas y así repetían algunos de tus seguidores.

 

¿POR QUé TE TRAICIONÓ?. Algo había cambiado en Judas desde el día en que Tú le conociste,  y le demostraste tu predilección. ¿Experimentó alguna desilusión ante tu Liderazgo, ante tu Mesianismo?. Tal vez era un "Zelote", tal vez un "Nacionalista" apasionado. Tal vez esperaba que Tú fueras el Libertador de Israel de la explotación romana, de la ocupación militar del Ejército Imperial. Tal vez tenía él una idea cien por cien política de lo que iba a ser el "Mesías", el "Cristós", el "Ungido" de Dios. No sé. Lo cierto es que cambió. Y en su corazón, él se puso contra Tí. En su interior, era un opositor apasionado. Y Tú lo sabías y lo soportaste hasta el final, hasta que se consumó lo que él había preparado. 

Ahora las gentes, especialmente los políticos, no te lo perdonarían. Dirían que Tú debías conocer a tus elegidos, les debías haber impuesto una claras condiciones de colaboración, les debías haber vigilado, y expulsado enseguida, cuando hubieran cometido alguna falta o algun error. Esto es lo propio del Líder indiscutible, honrado. Debe exigir "Responsabilidades políticas" y aun "Penales" a sus colaboradores que se aprovechan de su alta situación para fines inconfesables. Si no lo hace, el dirigente se convierte en cómplice de las faltas de sus subordinados.

 

Tú FUISTE UN LíDER QUE SE FIABA DE LOS SUYOS. Me encuentro ante un misterio. La verdad es que no me gustan esos hombres y esas mujeres, esos dirigentes ambiciosos y malhumorados que son tan fáciles en condenar a los demás. Como si ellos fueran impolutos, ángeles bajados del cielo, con unas alitas de papel blanco. Me gustas Tú. Tal como fuiste. Tal como eres. Amando a las gentes. Soportándolas tal como son. Siempre dispuesto a perdonar y olvidar sus abusos, sus engaños, sus miserias. No me gustan esas multitudes que se convierten en jueces implacables, cuando se trata de opinar acerca de la vida y de las ideas de los otros. Una vez dije que si en España hay treinta millones de mayores de edad, hay también treinta millones de jueces, duros, dispuestos siempre a condenar a la pena capital a sus hermanos. Tú no fuiste así. Tú no eres así. Para nuestro bien. Yo estoy seguro de que si Judas, después de venderte y entregarte, hubiera vuelto a Tí, para decirte: "Jesús de Nazaret, perdóname. Hice lo que no podía y no debía hacer", Tú le hubieras recibido con un abrazo, sin decirle nada, y hubieras derramado unas lágrimas de perdón y de amor. Después hubiera seguido contigo para conquistar a otros. Pero no regresó. Y fueron tales sus remordimientos que no pudo soportarlos. Y se colgó de un árbol. Y ha quedado como símbolo del "Amigo Traidor", de la tortura de la traición. 

A mí me gustaría sugerir a tantos millones de implacables jueces de la humanidad, que sean moderados, que no sueñen, que no busquen en los líderes humanos más que lo que ellos puedan dar que es muy poco. Porque, si el gran Líder que eres Tú no Te libraste de ser engañado, traicionado y vendido, no podemos esperar otra cosa diferente de nuestros pequeños líderes de temporada. Por tanto, no podemos crearnos un mundo fantástico de ilusiones y de soluciones para creer en él. No vale la pena.

 

Tú SOLO NOS PUEDES DIRIGIR. Jesús de Nazaret. Yo Te lo digo en esta carta. Te necesitamos cada día. Te necesitamos en todo. Para todo. Tú no nos defraudarás nunca. Estarás ahí. Como un faro. Como un Sol. Como una Flecha. Y nos sugerirás sin las alaracas, promesas, debates, imposiciones, de los dirigentes humanos, el sencillo camino de la Verdad y de la Salvación. Nadie debería querer ser líder. Nadie debería ser conductor de los otros. Ni eclesiásticos. Ni civiles. Ni políticos. Ni sociales. Nos basta Cristo. No buscamos nada más. Te seguimos a Tí. Los mejores dirigentes son los que "no quieren" serlo.