El templo somos nosotros

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Jesús de Nazaret, me ha impresionado profundamente el interés de David y de su hijo Salomón para construir un espléndido y espacioso Templo en Jerusalén, dedicado a tu Padre que está en los cielos.

 

QUERíAN UN TEMPLO. Ellos querían "El Templo", el único Templo del Mundo conocido hasta entonces, para que dentro de sus muros hermosos y cuidados se pudiera levantar un Santísimo Lugar que custodiara el "Arca de la Alianza" y en ella las Sagradas Tablas de la Ley, y para que todos los hombres y mujeres, aun los extranjeros, pudieran adorar al Ser Infinito, Creador de todas las Cosas, y tributarle el culto que su Infinita Esencia Se merece.  

No les bastaba la Tienda del Encuentro. No les parecían suficientes los Altares, las Piedras y las Estelas que habían levantado los viejos Patriarcas de Israel, sus antepasados. No consideraban bastante significativa la Tienda de Campaña que servía para resguardar el Arca y para lugar de Encuentro de los que querían orar a Dios tu Padre. El nuevo Templo debería ser, sobre todo, el estuche digno de una gran joya nacional: el Arca de la Alianza, en la que se conservaban y veneraban las dos Tablas de la Ley, las que Tu Padre labró para entregárselas a Moisés, su elegido.  

En realidad, cualquier cosa de este mundo, la más bella obra de arte, la más grandiosa, se queda exigua, insignificante, ante la Majestad Infinita de un Ser que siempre ha existido y siempre existirá y cuya Esencia se confunde con la Existencia Inmutable. Todo parece pequeño, ridículo, para conservar y venerar debidamente aquellas dos lápidas de piedra en las que una mano misteriosa divina había ido grabando con números y letras celestiales la firme Voluntad de Dios, para todos los siglos y nacionalidades, la Constitución de todas las Constituciones de las Naciones y de los seres humanos: los Diez Mandamientos.

 

DAVID LO QUISO PERO NO LO CONSIGUIó. Y sin embargo, el Templo fue una obsesión para aquel gran Rey David, que también cayó en las más bajas corrupciones turbado seguramente por los venenos drogantes del poder político. Tus Profetas le dijeron que no sería él el que llegara a levantar los muros sagrados. Le dijeron, en tu nombre que sería otro, un hijo salido de sus entrañas.  

La Narración de estos hechos se encuentra en el Libro Segundo de Samuel, Capítulo 7, y en el Primer Libro de las Crónicas, Capítulo 17. El Rey David iba extendiendo su Reino y conquistó la Ciudad de Jerusalén y su Ciudadela de Sión. Entonces se construyó un palacio. Y pensó en edificar un templo al Dios Yahvé. Mientras tanto, el Arca de la Alianza estuvo en casa de Obededón y después en un lugar de la Ciudadela de David.  

El Profeta Natán le dió a conocer el mensaje de Dios: "No serás tú quien me edifique Casaa para que Yo habite en ella". Después prevé el futuro, y vé a un hijo de David: "El me edificará una Casa y Yo afirmaré su trono para siempre" (Libro Primero de las Crónicas, cap. 17). Parecidas palabras se pueden leer en el Capítulo 7 del Segundo Libro de Samuel.  

Cuando David era ya un anciano, al final de su vida, reunió en Jerusalén "a todos los Jefes de Israel", como lo describe el Capítulo 28 del Libro Primero de las Crónicas. Se puso de pie ante ellos y le dirigió un discurso sobre el Templo que su hijo iba a construir para Yahvé y el Arca de la Alianza. Entre otras cosas recuerda David en este Discurso: "Ya había hecho yo preparativos para la construcción, pero Dios me dijo: 'No  edificarás tú la Casa a mi Nombre, pues eres hombre de guerra y has derramado sangre'". Más tarde se dirige a Salomón en persona, y le dice, ante todos los Jefes y Dirigentes del Pueblo y de las Tribus: "Mira ahora que Yahvé te ha elegido para edificar una Casa que sea su Santuario. Sé fuerte y manos a la obra".  

David dió a Salomón todos los diseños que ya tenía preparados y la organización del personal del Templo que ya tenía prevista. Y le confió todos los tesoros de oro, plata, de hierro y de bronce que él ya poseía, y todos los ciudadanos de Israel añadieron sus propios donativos que especifica el Capítulo 29 del Libro Primero de las Crónicas. Sería un Templo majestuoso, rico, costoso, una joya del Arte.

 

SALOMóN LO EDIFICó. Sucedió a David en el trono, su hijo Salomón. Era un Rey Sabio, esplendoroso, famoso entre las naciones, orgulloso, que tuvo muchas mujeres extranjeras que le pervirtieron, y así, al final de su vida, cayó en la idolatría adorando sus ídolos. Pero este hombre tan poderoso y débil, fue el que construyó el gran Templo de Jerusalén, el primer Templo de la Historia del Pueblo de Israel.  

El Primer Libro de los Reyes, en sus Capítulos 6 al 8, y el Segundo Libro de las Crónicas, en los Capítulos del 3 hasta el 7, van describiendo cómo Salomón fue planificando el nuevo y definitivo Templo de Yahvé, cómo fue construído en el Monte Moria de Jerusalén, y cómo finalmente fue inaugurado y dedicado al Señor Dios de los Ejércitos. Las Oraciones que pronunció Salomón son preciosas. Se celebraron Fiestas y Asambleas Populares, durante quince días. El Templo estaba abierto a todos: israelitas y extranjeros.  

Así lo dijo Salomón en su plegaria: "También al extranjero que no pertenece a tu pueblo, Israel, cuando venga de un país lejano, atraído por tu gran fama, tu mano fuerte y tu brazo extendido, cuando venga a rezar en este templo, escúchalo Tú desde el cielo, donde moras, haz lo que Te pida, para que todas las naciones del mundo conozcan tu fama y Te respeten como tu Pueblo, Israel, y sepan que tu Nombre ha sido invocado en este Templo que yo he construído". (Libro Segundo de las Crónicas, Capítulo 6). Lo mismo se encuentra en el Capítulo 8 del Primer Libro de los Reyes.  

La construcción duró veinte años (Libro Segundo de las Crónicas, capítulo 8).

 

TITUBEANTE HISTORIA POSTERIOR. Pero aquella obra de arte fue destruída, abandonada, profanada en tiempo de los Reyes posteriores de Israel, que estaban en guerra con sus vecinos. Ajaz, Rey de Judá, cayó en la idolatría, asediado por los Asirios. "Despojó la Casa de Yahvé" (Libro Segundo de las Crónicas, capítulo 28), "Cerró las puertas de la Casa de Yahvé y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén. Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahvé, el Dios de sus Padres".  

El Hijo de Ajaz, Ezequías, fue un buen Rey. Enseguida, "abrió las puertas de la Casa de Yahvé y las reparó" (Libro Segundo de las Crónicas, Capítulo 29). Llamó a los Sacerdotes y Levitas y les pidió la Purificación del Templo, y así se hizo. Pero Manasés, su sucesor, fué débil y cayó también en la adoración de los ídolos, aunque después se arrepintió, y volvió a dignificar el Templo. Su hijo Amón fue también idólatra. Josías, hijo de Amón, fue un buen Rey, y restableció el culto de Yahvé en su Templo. Así, el Templo del Dios Verdadero había sufrido diferentes situaciones, degradaciones y purificaciones, hasta que Ciro, el Rey de los Persas, llegó a Jerusalén, la venció, destruyó el Templo y confiscó todos sus tesoros. Los invasores quemaron  todo lo que pudieron, mataron a todos los que se resistieron, robaron todo lo que pudieron y a los hombres y mujeres que quedaron, el "Resto de Israel", se los llevaron al destierro de Babilonia. La Obra de Salomón, el Rey Pacífico, el Rey Sabio, se arrastraba, muda, en la Ruina y la Degradación. Con esta alucinante destrucción y saqueo, termina el Libro Segundo de las Crónicas, en su último Capítulo, el 36.  

Los Profetas de la Deportación, Isaías, Jeremías y otros lloran la muerte de su pueblo, claman por su resurrección, y prevén la llegada Salvadora del Ungido, del Mesías, del Cristo de Dios.  

Pero hay que leer, después, el Libro de Esdras y de Nehemías, para recuperar la esperanza y la alegría de la Restauración. Ciro, el Rey Persa, tuvo simpatía por el pueblo de Israel y por su Religión y por ello devolvió los tesoros robados y concedió la libertad a los Israelitas que quedaban. Ellos, unos 43.000, guiados por Zorobabel, hijo de Salatiel, regresaron a Jerusalén y a sus ciudades. Reconstruyeron las casas y el Templo, y lo purificaron y consagraron, en una Fiesta Religiosa y Popular.  

Más tarde los Hermanos Macabeos tuvieron que luchar, fuertes, encarnecidamente, contra Antíoco IV Epifanes, Octavo Rey de Siria (175-164 a. C) que había profanado nuevamente el Templo.  

¡Qué triste y alucinante historia la historia de este Templo de Yahvé, tu Padre y nuestro Padre, Jesús de Nazaret!.  

A veces pienso que esta zigzagueante senda, que esta luz intermitente, que este cántico sincopado quiere expresar la Biografía íntima de tantos hombres y mujeres, que son los verdaderos templos de Dios. Un día hermosos, por la mañana, y, al caer la tarde o tal vez durante la noche, cubiertos de tinieblas, de idolatrías y de destrucciones.

 

Tú Y EL TEMPLO DE JERUSALéN. Tú fuiste llevado al Templo de Jerusalén cuando eras un recién nacido para cumplir los ritos que las Leyes imponían. Y allí fuiste presentado al Padre, y fuiste recuperado. Porque eras el Primogénito varón de tu familia. Y tus Padres pagaron por Tí "un par de tórtolas o dos pichones", como dice Lucas, Capítulo 2. Y entonces fue cuando aquel abuelito bueno, llamado Simeón, Te tomó en sus brazos y Te levantó. Y cantó una breve poesía en la que Te presentaba como "Luz de las Naciones y gloria de nuestro pueblo, Israel". Y profetizó que Tú estabas puesto "para caída y elevación de muchos en Israel, y para señal de contradicción". Y este hombre lleno de fe y de esperanza, predijo a María que "Una Espada Te atravesará el Alma". Y Ana, la profetisa, la Hija de Fanuel, de la Tribu de Aser, también se sintió feliz al verTe. Todo esto sucedió en aquel Templo, que de nuevo iba a ser destruído. Y esta vez por los Romanos, como Tú lo has profetizado, entre lágrimas, después.  

A los Doce años, regresaste al Templo con tus Familiares, amigos y Vecinos, con motivo de las Fiestas de la Pascua. Y Te quedaste allí, sin avisar a tus padres, para discutir y dialogar con los Doctores y estar en oración con Dios en su propia Casa.  

Cuando era obligación, ibas a orar con los demás. Pero creciste. Y, cuando estabas ya predicando tu Mensaje del Nuevo Camino y de la Nueva Salvación, experimentaste la atracción del Recinto Santo dedicado a tu Padre, y percibiste que el Celo de la gloria de tu Padre te encendía el Corazón, y echaste con mano fuerte, a los traficantes, cambistas y comerciantes, de los atrios y del recinto sagrado. Porque lo habían convertido en cueva de ladrones.  

Tú pudiste contemplar el Templo repetidas veces durante tu Vida humana, cuando Te acercabas a tu querida Ciudad de Jerusalén. Y la viste hermosa, rica, feliz, agitada, bullanguera, como Te indicaron tus propios discípulos y Apóstoles. Entraste triunfalmente en la Ciudad, aclamado por las gentes con el Hosanna. Y en repetidas ocasiones penetraste en los atrios sagrados para gritar y explicar tus Llamadas y para curar a los enfermos que encontrabas y deseaban su curación. Fue una semana dura, tu última semana en la Ciudad Sagrada y en el Templo de Yahvé. Hablabas, llamabas, gritabas, expulsabas, discutías con los Dirigentes Israelitas, para exponer tu Verdad. Y así lo hiciste, aunque por las noches te retirabas a Betania o al Monte de los Olivos.  

Hasta quisiste pagar el Tributo debido al Templo, e hiciste un Milagro para poderlo pagar, cuando Pedro pescó un pez que llevaba dentro un "Estáter" con el que podías pagar por los dos, como narra en exclusiva, el especialista en impuestos, Mateo, Capítulo 17, de su Evangelio. Y has visto y explicado la semejanza de tu propio Cuerpo Vivo con el Templo de Dios, al que podías reconstruir en pocos días, cuando fuera destruído. Y esta comparación fue uno de los argumentos que esgrimieron contra Tí los falsos testigos que Te acusaron ante los tribunales.  

En Jerusalén cuya destrucción profetizabas, lloraste. Y explicaste lo que iba a suceder en los últimos tiempos, viendo en las ruinas de la Ciudad destruída, el símbolo de la destrucción del Universo. Allí, cerca del Templo, celebraste la Ultima Cena con tus Apóstoles, instituiste la Eucaristía con tu Presencia Mística, oculta, nos entregaste el hermoso Testamento del Amor. Allí, cerca del Templo, fuiste juzgado e injustamente condenado a muerte. Allí, cerca del Templo, fuiste Crucificado, insultado, humillado, como si fueras un Malhechor. Allí, cerca del Templo, has muerto por todos los Seres, has estado, inerte, en los brazos de tu Madre, has sido sepultado en una Tumba Nueva de José de Armatea, y has vuelto a la Vida entre Mensajes de Angeles y alegres corridas de mujeres y Apóstoles. Allí, cerca del Templo, ha nacido tu Iglesia el día de Pentecostés, con la inundación del Espíritu Santo que comenzaba a conquistar el Universo de las Naciones y de los Siglos. Porque el día de tu Muerte, a la misma hora en que Tú gritabas al Padre y Le entregabas tu Espíritu, el Velo del Sancta Sanctorum o del "Santísimo" se rasgó. Aquel Culto se estaba terminando. Aquella Primera Alianza estaba muriendo para dar paso a la Nueva de los Hijos de Dios, en Tí.

 

CONSTRUCCIóN DE UN NUEVO TEMPLO. Allí, en el Templo de Jerusalén, dedicado a Yahvé tu Padre, todavía hermoso y grande, tus Apóstoles, delegados por Tí, comenzaron a construir otro Templo, formado por Piedras Vivas, que sería tu Iglesia, tu Cuerpo Místico, la Vid Verdadera.  

Esta fue tu Lección en varias ocasiones. Tú lo habías previsto. Juan, el Evangelista del Amor, en su exclusiva del Capítulo 14, recogió tu nueva enseñanza. Tú has respondido a una pregunta de Judas "no el Iscariote" con estas alentadoras y novedosas frases: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él".  

Y después has explicado esta transformación con la hermosa y campesina metáfora de la Vid Verdadera, con la que explicas la inefable unión de todos los cristianos contigo y con el Padre: una Unidad Viva. Esta comparación de la Vid contiene un profundo sentido de la Unidad Personal de cada uno de los Sarmientos, los Cristianos, contigo, y además la Coordenada Social de una multitud formando una Viva Unidad en Tí bajo el cuidado amoroso del Padre que es el Labrador.  

La Adoración del Padre en todas partes, fuera de los Templos y Casas. Se lo habías dicho y repetido varias veces a aquella Mujer Samaritana del cántaro, cuando dialogaste con ella acerca del Agua de la Vida. A su pregunta sobre dónde tenían que adorar a Dios, Tú le habías respondido: "Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén, adoraréis al Padre. [...]. Llega la hora -y ya estamos en ella- en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que Le adoren. Dios es Espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y en verdad" (Evangelio de Juan, Capítulo 4. Exclusiva). Tú no ordenaste que tu Iglesia Santa construyera Templos, Basílicas, Catedrales. Tú querías la adoración espiritual del Dios que es Espíritu, en el corazón de los Cristianos, convertidos ellos mismos en Sagradas Casas de ese Dios Espíritu, unidas, como Piedras Vivas, en una Construcción Universal más allá de las fronteras y de los siglos. Tú serías la Piedra Fundamental, el Cimiento poderoso.

 

LOS APóSTOLES PUSIERON LOS CIMIENTOS Y COMENZARON LA CONSTRUCCIóN. Los Apóstoles serían los fundamentos de este nuevo Edificio Sagrado. Simón Bar Yona era la Piedra, la Roca que, en tu nombre, daría estabilidad, unidad, fortaleza a la nueva Casa. Por esto, Pedro, con sus Compañeros, y Pablo recogieron esta Enseñanza tan tuya, y la comunicaron en sus discursos y cartas. Después de tu muerte, iban cada día al Templo. Oraban. Comunicaban su Mensale. Algunas veces curaron a algún enfermo. Y así fue comenzando la construcción de un Mundo Nuevo, consagrado por la Presencia de Dios y por tu propia Presencia. Así en los atrios del Templo que iba a ser destruido, se ponían las primeras piedras de un Edificio que, con los años, abarcaría el Universo.  

Esteban fue el Primer Profeta de este Nuevo Templo. Esteban era un Diácono de la Iglesia Apostólica. Y antes de morir apedreado, tuvo un hermoso y largo discurso a los dirigentes del pueblo de Israel y a los Israelitas. En este Discurso, recuerda la historia del Pueblo y del Templo. Y dice al final: "Aunque el Altísimo no habita en Casas hechas por mano de hombre, como dice el Profeta: 'El Cielo es mi Trono y la Tierra el Escabel de mis pies'". Mientras le apedreaban, un joven, llamado Saulo, guardaba los mantos de los que esgrimían y tiraban las piedras, y aprobaba su ejecución. Unos meses después Tú mismo le saliste al encuentro en el camino de Damasco, y lo convertiste en San Pablo, Apóstol.  

Pedro describió el Nuevo Templo. La Piedra Fundamental de la Iglesia, Pedro, ha escrito brillantes conceptos sobre las Piedras Vivas de una Edificiación de Dios: "Acercándoos a El [Jesús], piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la Construcción de un Edificio Espiritual, para un Sacerdocio Santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. Pues está en la Escritura: 'Hé aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido'. Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, 'la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados'".  

Estos textos están tomados de la Primera Carta de San Pedro, Capítulo 2. En ellos; Pedro nos habla 1. de una Nueva Construcción Espiritual. 2. de una Piedra Viva que eres Tú. 3. del rechazo de esta Piedra por los Constructores del Pueblo de Israel. 4. De unas Piedras Vivas que somos todos los Cristianos. 5. De un Sacerdocio Santo nuevo que es el que realiza su función santificadora en la Nueva Construcción.  

Pedro, a continuación define el Nuevo Pueblo Sacerdotal, aplicándole ampliándolas, las características que la Biblia atribuye al Pueblo de Israel, así: "Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable Luz, vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos"  

Pablo lo escribió y lo predicó. El mismo Pablo aprendió bien la lección de Esteban. Y la repitió ante los Atenienses y el Areópago: "Al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un Altar en el que estaba grabada esta Inscripción: 'Al DIOS DESCONOCIDO'. Pues bien, lo que adoráis sin conocer, éso os vengo yo a anunciar. El Dios que hizo el Mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del Cielo y de la Tierra, no habita en Santuarios fabricados por mano de hombres". (Hechos de los Apóstoles, Capítulo 17).  

Pablo, en su primera Carta a los Corintios, se refería al Fundamento de la Construcción que eres Tú mismo. "Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo" (Primera a los Corintios, capítulo 3). Afirma Pablo con alegría y convicción: "Yo como buen arquitecto, puse el Cimiento". Y añade más tarde en el mismo capítulo 3: "¿No sabéis que sois Santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?. Si alguno destruye el Santuario de Dios, Dios le destruirá a él. Porque el Santuario de Dios es Sagrado, y vosotros sois ese Santuario".  

En el Capítulo 6 de la misma Carta, Pablo quiere apartar a los Corintios del pecado de la fornicación y les dice: "¿O no sabéis que vuestro Cuerpo es Santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?. ¡Habéis sido comprados!. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro Cuerpo".  

En su Carta Segunda a los Corintios, capítulo 6, Pablo, emocionado, conmovido, suplica a los fieles que vayan con cuidado para no permitir infiltraciones paganas en su propia vida de cristianos, y les dice: "¿Qué conformidad [hay] entre el Santuario de Dios y el de los Idolos?. Porque nosotros somos Santuario de Dios vivo, como dijo Dios: 'Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y Yo os acogeré. Yo seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso'". En esta cita, Pablo conjunta ideas y frases del Levítico, de Isaías y de Jeremías.  

Y a los Efesios, capítulo 2, les alienta diciendo: "Así, pues, ya no sois extranjeros, ni forasteros, sino conciudadanos de los Santos y Familiares de Dios, construídos sobre el cimiento de los Apóstoles y Profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús, en quien toda construcción bien trabada se eleva hasta formar un Templo Santo en el Señor, en quien también vosotros os construís, hasta ser Morada de Dios en el Espíritu".

 

CONSECUENCIAS EN LA ESPIRITUALIDAD. Es emocionante esta enseñanza. Yo comprendo perfectamente el gesto de aquel Santo que todas las noches depositaba un cariñoso beso sobre el pecho de su pequeño hijo, recién bautizado, porque decía: "Este Niño ahora es el Templo de Dios".  

Debo respetarme a mí mismo, evitando todo pecado, todo extravío porque yo personalmente soy como una Catedral de Dios. Debo respetar a mis hermanos y hermanas, porque cada uno de ellos, de ellas, es un Santuario del Dios Infinito. Debo respetar a mi querida Iglesia Santa, de la que soy sólamente una piedra consagrada, porque toda Ella es el Templo Grandioso del Dios Eterno, del Espíritu Salvador, sobre el Fundamento Irreversible de tu Persona, Encarnación de Dios en la Humanidad y de tus Apóstoles, presididos y dirigidos por Pedro.

 

CóMO NACIERON LOS EDIFICIOS. Las Comunidades Cristianas para reunirse necesitaban un espacio. Y en tiempo de persecuciones, un espacio seguro, oculto, en el que se pudiera celebrar tu Presencia y elevar tu Sacrificio Místico, al Padre, y repartir la Comunión Eucarística y comunicarse el Mensaje de la Salvación y el Beso de la Paz.  

Las Comunidades de tu Primitiva Iglesia, Cuerpo Místico tuyo, Edificación tuya, se reunieron al principio en las casas particulares de algun Cristiano o Cristiana más asequible, tal vez más rico. Después fueron apareciendo los rincones sagrados en las Catacumbas, y en los pueblos y ciudades.  

Pero las Comunidades crecían en número y en espíritu y se extendían por el mundo conocido. Y llegaron los tiempos de paz y seguridad. Y así finalmente los pequeños o grandes templos, los Monasterios, los Santuarios, las Basílicas y las Catedrales en todo el mundo. Primero todo fue sencillo, elemental. Después los artistas crearon obras de arte. Y así aparecieron los diferentes estilos, según los tiempos: El Bizantino, el Románico, el Gótico, el Renacentista, el Colonial, el Moderno, el Post-Moderno y tantos otros, según los pueblos y los maestros que los imaginaban, los diseñaban y los realizaban.  

Actualmente todo el mundo está cubierto de estos Templos, objetos de Encuentros y de Peregrinaciones, comenzando con el más central de todos, San Pedro de Roma en el Vaticano, obra genial de grandes genios del Arte.  

Pero todo esto material, aunque sea artístico, no puede ni debe llevarnos a olvidar la profunda realidad de lo que Tú dijiste: "Dios será adorado en espíritu y en verdad". Los Verdaderos Templos son los Hombres y las Mujeres que Te aman. El Verdadero Templo es la Comunidad Unida de los Creyentes, desde el principio hasta el final de los siglos, de todas las Naciones, Pueblos y Razas. Y por tanto, estos Templos Humanos, este Templo Místico no puede encasillarse en ningún estilo, en ninguna época, en ninguna cultura. Porque en ellos y en él, cabe todo lo que es humano, todo lo que significa Hombre y Mujer que creen, que Te aman y que procuran vivir tu Mensaje.

 

LA PREVISIóN DEL APOCALIPSIS. El Apocalipsis así lo prevía en sus páginas misteriosas. En estas páginas, se habla de la Iglesia que transforma el mundo, como una "Nueva Ciudad" que es la "Jerusalén del Cielo", con "Cielo Nuevo y una Tierra Nueva"... Y el Profeta-Apóstol escuchó una voz fuerte que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios con los Hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y El, Dios-con-ellos, será su Dios". (Capítulo 21). Se acumulan en esta Ciudad los números simbólicos, las piedras preciosas, la felicidad, la eternidad. "Pero no ví Santuario alguno en ella. Porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es su Santuario. La Ciudad no necesita ni de Sol ni de Luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su Lámpara es el Cordero".  

El Templo de Dios, tu Templo Cristiano, se ha convertido así en una enorme Ciudad, la Ciudad de los Santos de Cristo, tus Seguidores Fieles, Incansables, Consecuentes.  

"Dichosos los que laven sus vestiduras. Así podrán disponer del Arbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad. ¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira!" (Apocalipsis, Capítulo 22, el último Capítulo del Libro).  

Esta Construcción tan nueva y tan eterna ya existe aquí, en este mundo trágico, más o menos oculta, más o menos patente, más o menos activa, más o menos coherente, más o menos sacudida y más o menos manchada por la corrupción y el pecado, siempre dispuesta a la Renovación y al Perdón Restaurador que Tú le ofreces sin cansarte nunca.  

No nos abandones, Jesús de Nazaret. Que no seamos como esas ruinas de antiguas y hermosas iglesias de todos los estilos que han sido abandonadas en los pueblos y ciudades, o que han sido convertidas en almacenes comerciales o en museos de arte para los turistas curiosos.  

Yo he visto muchos de esos templos, hermosos, vetustos, expresivos, verdaderas obras de arte, ahora abandonados, ruinosos, destartalados recubiertos de hierbas y arbustos, con los techos hundidos. O también los he visto como garages de coches, o utilizados para acumular alimentos y otras mercancías en venta. Así los he visto en varias ciudades de la América Latina, que han ido disminuyendo en número de habitantes.  

Nosotros, solos y en comunidad, queremos ser exclusivamente piedras vivas, espirituales, de la fantástica Basílica de estilo Celestial, en la que Dios está patente, y en la que Tú ejerces, con tu Presencia Personal y con tu Mensaje inagotable, como Centro de Vida y de Luz, de Verdad y de Alegría.