El poder de las mayorías

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Las gentes normales acaban hartas de discursos, gritos, aplausos, ovaciones, acusaciones, debates. Todo esto es la Campaña Electoral. Los medios de comunicación están a tope. La Televisión cada día debe darnos varias veces a los líderes políticos de los Partidos en sus actuaciones en busca del voto de las Mayorías. Es todo un espectáculo. Y a veces hasta interesante. 

En las Plazas de muchas ciudades se pueden ver a unos mímicos silenciosos que se están moviendo, con sus caras pintadas y sus figuras espigadas, en busca de la atención de los que pasan, y de algunas monedas para sobrevivir. Tienen menos gente que los líderes. Es que gritan menos. Y no está la TV. Siempre hay algunos que los miran. Y unos pocos depositan unos céntimos en su bandejita. Para que puedan vivir. 

En realidad los políticos de las pantallas y los mímicos de las Plazas buscan lo mismo. Sobrevivir. 

Cuántas veces Uds. han sentido el deseo de buscar otro canal de TV, cuando en el que estaban viendo han aparecido los políticos gritando o discutiendo...!!! Y varias veces han cedido a ese deseo. Y comenzó el "zapping" a través de todas las posibilidades: Una película, un partido de Fútbol, más noticias, un musical, lo que sea, con tal de no ver más a los políticos. Y sin embargo, Uds. tendrán que ir a votar. E irán seguramente el día que toque. Pero, en el fondo, ya saben a quiénes darán su precioso voto. 

Y es que la TV, y en general, los medios de Comunicación, las pancartas de las Calles y las Plazas, los mítines tienen un poder muy relativo en el momento de la decisión. Es el poder de confirmar a los incondicionales, a los adeptos, a los seguidores de siempre, a los convencidos.  

En el conjunto social hay una franja de dudosos, de escépticos, de "pasotas". De todos estos, una parte no va a votar. Porque no quiere molestarse. No cree en la política. Ni piensa en la política. Ni sabe de qué va la política. Esta parte es de la de la abstención. Está alrededor del 20% de los posibles votantes. Pero hay otra parte de los indecisos que a última hora deciden su voto. Y a ellos, sobre todo, se dirigen los políticos a través de los medios y de las vallas publicitarias. 

Votar es un derecho en democracia. Y es un derecho honroso. Porque es el reconocimiento normal, fundamental, del poder popular. El pueblo es el Soberano en los países democráticos. Pero ese pueblo soberano expresa su voluntad a través de las elecciones libres, a través del voto de los individuos. Y así surgen las mayorías y las minorías. Naturalmente van a gobernar los representantes de la mayoría. No puede ser de otro modo. Los representantes de las minorías tendrán que contentarse con hacerse escuchar en el momento de las grandes decisiones colectivas. Pero decidirá la mayoría. 

Por todo ello es muy importante que todos nosotros votemos. Porque, con nuestro voto individual, un voto, podemos concurrir a la formación de la mayoría que, un día, podrá ser la que decida las futuras leyes, normas y posturas de España, de Europa y del mundo. Esto es muy importante. Se proyecta sobre la vida individual, familiar, colectiva de todos nosotros. Una cantidad de diez millones está formada por diez millones de unidades. Decir esto parece una perogrullada. Pero hemos de recordarlo en vísperas de todas las elecciones. Ningún voto es inútil para formar una mayoría. Todos son necesarios. 

No hay que tener pereza. Y debemos ir con las ideas claras. Votar es seleccionar una entre las variadas ofertas que se nos hacen. Es como escoger unos platos del menú, en un Restaurant. Es como cargar la bolsa en un supermercado repleto de productos, de alimentos, de juguetes, de instrumentos. Sólo que en este caso de las elecciones generales, la elección del plato del menú, llenar la bolsa de unas latas o de otras, es completamente gratis, a pesar de sus enormes consecuencias vitales. 

Seleccionar significa responsabilidad. Hacerlo bien. Seleccionar según la propia conciencia humana y cristiana para los cristianos. Hemos de buscar el bien común, que es lo mismo que el bien de todos. Y así iremos progresando en la democracia, en la convivencia tranquila, en el bienestar económico, cultural y espiritual de todos. 

Mientras tanto hemos de tener paciencia con los políticos que nos arengan con tanto entusiasmo y que logran despertar tan poco nuestro interés, que nos obligan al "zapping" inquieto, y nos dicen generalidades sin atreverse a decir claramente lo que deberían hacer para que las cosas vayan mejor. Mirémosles con comprensión. Al fin y al cabo en el fondo buscan sobrevivir en este mundo de competencia feroz. Como los Mímicos de las Plazas.