El perfume en tu vida, en tu mensaje, en tu Iglesia

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

EL PERFUME EN TU VIDA. En otras ocasiones intervino también el Perfume en tu Vida. Y siempre fueron mujeres, las que Te cubrieron el cabello o los pies con sus perfumes auténticos y costosos. Y es que la sensibilidad femenina, mucho más intensa que la de los hombres, sabe expresarse con gran delicadeza a través de estos gestos humanos tan significativos como silenciosos. La comunicación entre los seres humanos no exige siempre largos ni grandes discursos de palabras. Muchas veces se comunica más y mejor con un silencio oportuno, sobre todo si va acompañado por algun gesto del cuerpo o de los ojos. En tu mente el perfume derramado sobre Tí sugería el día de tu muerte, cuando tendrían que sepultarte rápidamente y no podrían embalsamarte debidamente con perfumes, como era costumbre entre los judíos de tu tiempo. Aquellas mujeres se adelantaban con su gesto generoso al día de tu entierro, detrás de las losas, dentro de la cueva cavada en las rocas.  

En casa de Simón, el Fariseo. La primera ocasión fue en casa de Simón, el importante Fariseo, que Te preparó una Fiesta y un Banquete, en su hermosa casa, como nos lo ha contado Lucas en una brillante exclusiva.  

Cuando estabais reclinados a la mesa, comiendo y dialogando con los invitados, una mujer atrevida penetró en la casa, recorrió diferentes habitaciones hasta llegar al comedor, donde estábais vosotros. Hubo tensión entre todos, porque la mujer era una mujer especial, conocida públicamente como pecadora. Sería una Prostituta, o tal vez una mujer ligera que vivía relaciones extramatrimoniales. Los fariseos se sintieron ofendidos. Pero se callaron por respeto a los demás. La mujer cuyo nombre no ha pasado a la historia, se arrodilló o se sentó en el suelo, cerca de tus pies, para poder besarlos, ungirlos con sus lágrimas, con sus besos y con su perfume. Los secaba con su larga cabellera que llevaba suelta. La mujer sería hermosa, joven, con esa hermosura ajada, magullada, propia de las mujeres de su oficio. Y Tú Te callaste. Y respetaste aquella actitud inesperada, vigorosa, profunda, de aquella mujer que todos conocían muy bien, sobre todo los Fariseos, aquellos que enseñaban y exigían a los demás lo que ellos eran incapaces de cumplir.  

Ellos también callaban. Pero, en su interior, estaban escandalizados por tu actitud comprensiva, silenciosa, hasta aparentemente permisiva, con aquella mujer de la buena vida. Y murmuraban dentro de sí. Y Te criticaban. Y Te condenaban: Tú que permitías aquello, no podías ser un Profeta, ya que no reconocías a la mujer que Te estaba tocando.  

Tú entonces les diste una lección. Nos diste a todos una lección de sinceridad y de amistad, de fe y de amor. Te dirigiste al Fariseo y a todos los Fariseos de la Historia, que han sido y son tantos, que son las mayorías, y, con tus preguntas y tus afirmaciones fuiste destruyendo, socavando el edificio de la mentira, y levantando un palacio al verdadero y humilde reconocimiento de la Verdad de la Fe.  

A ella le dijiste: "Tus pecados están perdonados". Esa fue tu respuesta al atrevimiento de aquella mujer misteriosa, pero ciertamnente pecadora. Y todos se admiraron porque sólamente Dios puede perdonar los pecados, que son negaciones a su Voluntad claramente expresada. Tenían razón. Sólo Dios puede perdonar. Pero Tú, Hijo del Hombre, el Hombre por antonomasia, eres también el Hijo de Dios, consubstancial con el Padre.  

Y a aquella mujer, feliz, triunfadora, la mujer de los perfumes peligrosos y excitantes, la mandaste en paz consigo, con su conciencia y con Dios. Y le dijiste, como sentencia final de aquel juicio improvisado: "Tu Fe te ha salvado. Vete en paz". Y se fue aquella mujer de la que no sabemos más: Entró prostituta. Y salió cristiana. De la hermosa casa de un Fariseo, llamado Simón, que había tenido la buena idea de invitarTe a comer, a Tí, Jesús de Nazaret, y que, sin embargo, parece ser que siguió siendo un Fariseo, fanático, integrista, fundamentalista, un Israelita del viejo cuño.  

En casa de Simón "El Leproso". Otra vez hubo también perfumes en Betania, cerca de Jerusalén. En casa de un tal llamado Simón, como el fariseo, pero distinto de él, probablemente. Había muchos Simones entre los Israelitas, como entre nosotros, Pedros, Juanes, Antonios y Josés. Lo que sabemos de este Simón de Betania es que era apodado "El Leproso" y era familiar o amigo de los tres famosos hermanos: María, Marta y Lázaro. ¿Había sido leproso él mismo, o algún familiar suyo, tal vez había sido curado por Tí?. No se sabe con certeza. Lo que sabemos en que, en su casa, y en un momento de fiesta y banquetes, sucedió lo del Perfume de Nardo Auténtico y muy costoso, expresión de un amor entrañable de otra mujer, la María de los tres hermanos. Estaban allí ellos. Y también estabas Tú, Jesús, con tus Apóstoles. Era pocos días antes de las Fiestas de Pascua, las últimas Fiestas de tu Vida aquí, en este mundo, antes de tu muerte.  

La mujer, María según Juan, se acercó a Jesús con un frasco de alabastro que tenía un cuello largo y quebradizo. Contenía unos 327 gramos de un perfume de Nardo Auténtico, proveniente de la India o de Siria. Algo precioso. Muy costoso, como observó en su crítica Judas el Iscariote, tal vez podía costar varias decenas de dólares, millares de pesetas, ahora.  

María relizó una especie de rito sagrado contigo. Comenzó por tu cabeza y siguió después por los pies. Los fue ungiendo lentamente, como quien está perfumando, embalsamando, a un ser querido que ha muerto. La casa quedó llena con la fragancia del perfume derramado. Todos respiraron hondo. Todos admiraban aquel gesto generoso del amor de una mujer buena: María de Betania, que había sido curada por Tí y que no se cansaba de contemplarte, de escucharte y de amarte.  

Esta vez las críticas vinieron de algunos de tus Apóstoles y muy especialmente del que llevaba la contabilidad del dinero, Judas. Se escandalizaron también de aquel gasto inútil, de aquella inútil prodigalidad, ofensiva para los pobres. Aquel perfume oriental, tan buscado, tan auténtico, aquel Nardo tan precioso podía haber sido vendido por un dineral: más de 300 denarios. Y este dinero podría haberse dado a los pobres, repetía, criticando, aquel que los hubiera guardado y tal vez utilizado para sí mismo. Pero Tú, una vez más, defendiste a la mujer, que con aquel perfume de nardo auténtico preparaba y prefiguraba tu muerte y tu sepultura. La historia hablará de ella, de esta mujer generosa, y todos la alabarán "y se recordará en su honor lo que acaba de hacer". "A los pobres los tenéis siempre con vosotros. Cuidadlos siempre". Como nos has dicho en tantas ocasiones.  

Lo que Judas dijo es lo que repiten constantemente aquellos que critican el excesivo gasto del culto a Dios, tu Padre y Padre nuestro. Tú nos pides el equilibrio. Los hombres y las mujeres están siempre antes que las cosas en la escala de valores que Tú nos propusiste a todos los cristianos. Especialmente los más pobres, desvalidos, marginados, los "queridos hermanos más pequeños".

 

PERFUMES PARA UN MUERTO. Al final de tu vida terrena también unas mujeres que Te querían pensaron en los perfumes. Habían visto, tristes, cómo te sepultaban a toda prisa en el anochecer de aquel Viernes de Dolores. Te bajaron de la Cruz. Estabas muerto. Tu Madre, María, te tuvo en sus brazos, como lo viera Michelangelo en la "Pietà" de mármol, y te besó amorosamente. De tu costado salían las últimas gotas de sangre que quedaban en tu Corazón, alanceado por un soldado romano indiferente y frio. Te envolvieron en una manta blanca, después que el Senador José de Arimatea hiciera los trámites  necesarios ante el Gobernador, Pilatos. También estuvo Nicodemo, quien llevaba unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Y Te depositaron inerte, rociado con aquellos perfumes, en un sepulcro nuevo excavado en la roca. Lo cerraron con una losa pesada. María Magdalena y María la de José observaban dónde Te ponían. Lo recordaron después del Sábado Santo y Festivo.  

Por la mañana del día después de la Fiesta, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron perfumes y ungüentos, para regresar al sepulcro y embalsamar bien tu Cuerpo. Como ellas querían. Pero ya no Te encontraron. Habías resucitado. Lo anunciaban los ángeles. Y aquella noticia alegre, triunfal, inédita, se fue comunicando de boca en boca, de corazón a corazón entre tus seguidores. Comenzaba la Iglesia.  

En las últimas horas de tu presencia corporal, fugaz, rápida, en un sepulcro, muerto, realmente muerto, como todos los hombres, la mirra, el áloe, envolvieron tu cadáver sereno. Y los perfumes, comprados rápidamente por las mujeres, se quedaron ahí, junto a la losa quitada, abandonados, como proclamando que aquél que había sido sepultado allí, ya no estaba allí, porque estaba vivo.

 

PERFUMES PARA UN NIÑO. Así tu vida terrena terminaba entre ángeles y perfumes como había comenzado. Pues no quiero olvidar que, cuando naciste en la Cueva de Belén, los ángeles cantaron y proclamaron el "Gloria a Dios" y "La Paz a los Hombres" y después se mostraron a los Pastores para anunciar tu Presencia. También hubo perfumes, porque los Magos llegados a tu casa desde el Oriente te ofrecieron unos regalos simbólicos y orientales. Depositaron ante Tí y tu Madre Oro, Incienso y Mirra. El Oro es costoso y es el símbolo de la Realeza, pero el Incienso y la Mirra son perfumes que se utilizan para aromatizar el ambiente y sepultar a los muertos. Seguramente tu Madre quemó el incienso en tu Casa, y el aroma llenó el ambiente de tu cuna de Hijo de Dios hecho hombre.

 

SOMOS TU PERFUME. San Pablo recibió y escuchó tu mensaje, el mensaje de los Perfumes, y por ello, proclamó que todos los cristianos somos "para Dios el Buen Olor de Jesucristo", "entre los que se salvan y entre los que se pierden". Somos y debemos ser Perfumes de Jesús de Nazaret, para purificar y transformar ese ambiente putrefacto de la humanidad caída. Si los cristianos nos corrompemos, el universo olerá mal, a muerto abandonado, a cadáver en descomposición. Tú estás presente aquí. Pero nosotros reflejamos tu Presencia. Tú eres el Perfume. Nosotros debemos ser como la mano tendida que se agita y bendice, hablando y viviendo, y que rocía de alegría y de bondad las calles y las casas de nuestras ciudades y comunidades. Todo podría quedar transformado y aromatizado por la presencia activa de cristianos convencidos y activos.

 

PERFUMES EN EL CIELO. El Juan del Apocalipsis (capítulo 8), tuvo una de las fantásticas visiones que nos transmitió. Y en ésta contempló cómo "cuando el Cordero abrió el Séptimo Sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora". Y sigue así: "Ví entonces a los siete Angeles que están en pie delante de Dios. Les fueron entregadas siete trompetas. Otro Angel vino y se puso junto al altar con un badil de oro. Se le dieron muchos perfumes para que, representando a las oraciones de todos los Santos, los ofreciera sobre el Altar de oro colocado delante del Trono. Y por mano del Angel subió delante de Dios la humareda de los perfumes que representan a las oraciones de los Santos". Me parece que aquí el Perfume es considerado como Expresión de lo Agradable. Y las Oraciones de los Santos complacen también a la Inmensidad Divina.

 

EL PERFUME DE LA IGLESIA. Jesucristo de Nazaret. Ojalá que la presente Carta lleve hasta Tí toda la esperanza de unos hombres y de unas mujeres que se sienten muy limitados y sucios, pero que quieren imitar la inmaterialidad, la acción invisible, amplia y profunda, la fragancia dignificante de un buen Perfume. Un Perfume de Nardo "Auténtico", costoso, nacido de lo más hondo del corazón.  

Me impresiona profundamente que Juan, el Evangelista, haya contemplado el milagro que se realiza en el Universo, cuando los Santos de Dios oran comunitariamente y rezan con espíritu de Fe y de Amor.  

Cuando las oraciones brotan de lo más profundo de las conciencias cristianas, creyentes, sinceras, que aman a Dios sobre todas las Cosas, y saben practicar, consecuentemente, el Amor hacia todos los hermanos, alguna hoguera fantástica se enciende en el Reino de los Espíritus, y en esa hoguera ardiente y silenciosa se van quemando preciosos perfumes que, simbólicamente, rellenan de Aromas agradables los ambientes de la Casa de la Eternidad.  

Los perfumes que Te ofrecieron en la tierra llenaron las habitaciones donde estabais reunidos un grupo de amigos, de amigas, los Apóstoles y algunos discípulos tuyos.  

Los Perfumes de las Oraciones Confiadas y Sobrenaturales, las oraciones de los Hijos de Dios y Hermanos Tuyos, las oraciones de la Iglesia, van más arriba. Tienen más fuerza. Llegan hasta los umbrales de lo que no es ya terreno, ni temporal.  

Esos Perfumes Superiores atraviesan el Telón de Carne y de Materia que nos envuelve, un Telón que ensombrece la profunda realidad de las cosas. Esos Perfumes Superiores penetran hasta el más allá. Y este más allá es el mundo de la Verdad y de la Eternidad.  

Yo creo que, por todo esto, el Perfume de los Inciensos y de los Santos Oleos, especialmente del Santo Crisma, tiene tanta importancia en la Liturgia de la Iglesia.  

En Santiago de Compostela, donde según la tradición está el sepulcro de tu Apóstol Santiago, el Hijo del Zebedeo y Hermano de Juan, en las grandes solemnidades, se pone en marcha un Incensario gigante, el Botafumeiro, que va llenando de humos, fragancias y llamadas espirituales, aquella grande y hermosa Basílica.  

También en las más sencillas liturgias de las Catedrales, las parroquias y los templos, se utiliza el incienso y el incensario, para dedicar nuestra Adoración a Dios, nuestra fraternal admiración y respeto para los hombres consagrados a Tí, nuestra cuidadosa atención a los objetos e instrumentos del Culto, y, muy especialmente, nuestro recuerdo a nuestros queridos compañeros en la Fe, de que todos somos Templos del Espíritu Santo y Hermanos tuyos. En los Domingos, cuando recordamos tu Resurrección, en los Días de Fiestas Especiales, aparecen los incensarios con sus carbones encendidos, aparece el frasco de los inciensos y de los perfumes. Los incensarios se balancean en las manos de los Sacristanes y de los Sacerdotes, y brotan de ellos las humaredas perfumadas, símbolo y expresión de nuestro Amor y de nuestras Oraciones.  

Y después, cuando se cierran las puertas de los grandes y de los pequeños Templos, el Perfume permanece, como expresión de una realidad verdadera, y al mismo tiempo oculta: la Gracia de Dios llena las multitudes de los creyentes que Le aman.  

Todos queremos evitar la putrefacción. Y recordamos aquel dicho del Eclesiastés (Libro del Qohelet): "Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista. Monta más un poco de necedad que sabiduría y honor" (Capítulo 10). El poder del mal es terrible. Se contagia con mucha facilidad.

 

DESPEDIDA POéTICA. Ahora me viene a la memoria una Poesía de Juan Ramón Jiménez, un gran poeta español que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1956. Había nacido en Moguer (Huelva) en 1881 y falleció en San Juan de Puerto Rico en 1958. Tiene una bella Poesía que en el primer momento no se sabe qué quiere decir, pero, enseguida uno se da cuenta de que nos sugiere algo así como: "Pon el esplendor del Perfume de una Rosa en la Melancolía de tu Vida Triste". Dice así:

 

              "Le he puesto una rosa fresca

              a la flauta melancólica:

              Cuando cante, cantará

              con música y con aroma.

              Tendrá una voz de mujer

              vacilante, arrulladora,

              plata con llanto y sonrisa,

              miel de mirada y de boca.

 

              - Y será cual si unos finos

              dedos jugasen con sombra

              por los leves agujeros

              de la caña melodiosa -.

 

              ¡Tonada que no sé yo,

              oída una tarde en la fronda:

               tonada que fuí a coger

              y que huía entre las hojas!.

 

              Para ver si no se iba

              la engañé con una rosa:

              cuando llore, llorará

              con música y con aroma".

 

Es una delicada poesía que con el estilo propio de Juan Ramón Jiménez nos comunica un mensaje de optimismo, para que sepamos convertir nuestras melancolías y tristezas con el perfume de las cosas bellas. Es como decirnos: que hemos de saber sublimar nuestra pequeñez con la presencia de algo grande y valioso en nuestras vidas.

 

APRECIAR EL PERFUME. Cuando yo vaya por las calles de este mundo tan contradictorio y tan sofocante a veces, llevaré conmigo una mayor comprensión con todos lo que es y significa el buen Perfume.  

Comprenderé que las gentes prefieran el aroma de lo agradable y de lo bello. Comprenderé que todos rehuyan el mal olor, el hedor, de lo que se pudre, de lo que está muerto.  

Y cuando vaya a la Iglesia, un Domingo o un Día de Fiesta, y perciba el aroma característico de las Rosas sobre el Altar o del Incienso elevándose en volutas de nubes incomprensibles por los aires, hacia las bóvedas y las cúpulas, entonces comprenderé un poco mejor que Dios es un Ser Supremo, al que la humanidad debe reverenciar, adorar, escuchar para vivir una vida, según su Voluntad Divina. Y comprenderé que Tú, Jesús de Nazaret, eres también el Señor del Universo, envuelto en los aromas agradables e inexplicables del Ser.  

Y entonces podré decir con más verdad: Jesús, Tú eres la Alegría, una Alegría que transforma y dignifica mi pobre existencia de ser contingente y perecedero. Yo, por mi parte, trabajaré en este mundo, lo mejor que sepa, con una vida austera, pero bien peinado, lavado cada día, y unas gotas de Colonia Lavanda en mis cabellos, y en mi barba recién afeitada.