El mundo Te recuerda

Autor: Ramón Aguiló sj.


El tiempo pasa. Y los años se van sucediendo con una rapidez que a las personas mayores les parece supersónica. Ya han pasado más de dos mil años desde aquella hermosa noche en que Tú, Jesús de Nazaret, naciste en una pobre cueva de Belén de Judá, porque no había sitio para tus papás ni para ti en el  hostal del pueblo. Nos encontramos ya en el tercer milenio cristiano, que hemos comenzado hace dos o tres años. 

Lo curioso es que todo parece indicar que el mundo, o mejor la humanidad internacional no te ha olvidado del todo. Pero, cuando profundizo la situación un poco más, me veo obligado a pensar que tu figura recordada de cuando en cuando queda un poco o un mucho encubierta por las situaciones especiales de nuestra sociedad empresarial, industrial, comercial, bursátil. 

Yo quisiera que tu presencia triunfal en nuestro mundo, Jesucristo, fuera más nítida, más profundamente cristiana, es decir, más espiritual, más evangélica, más divinizada.

 

LAS FORMAS DE TU RECUERDO. A lo largo de los más de 300 días del año aparecen como dos montañas, las Fiestas de Navidad y de Pascua. La primera recuerda tu nacimiento. La segunda tu muerte y tu resurrección gloriosa. 

Si todo se realizara como una serie de actos estrictamente religiosos, tu presencia sería absoluta, sin ninguna nube que la encubriera. Pero la realidad no es así. Todo viene envuelto en unas formas, en unos vestidos, de unos colores llamativos, populares, que son como fuerzas sociales que quieren inducir a las multitudes hacia el consumismo. Tus fiestas se utilizan, como rayos publicitarios, para que las gentes compren, gasten, se diviertan y hasta algunas veces, se emborrachen o consuman productos, comestibles, vinos y licores, cavas, que no son favorables a la salud de las personas, o para engañar a los pequeños con juguetes y regalos que les han traído los reyes magos, dejándolos en los balcones de sus viviendas. 

Otras veces las celebraciones se convierten en desfiles populares de personas, hombres y mujeres, que se ponen capuchas de todos colores y llevan en sus manos ardientes antorchas, para preceder hermosas imágenes, llamados “pasos”, que representan momentos de tu Pasión y de tu Muerte. Unos desfilan. Y otros contemplan. Y las gentes se entretienen. Unos realizan sacrificios. Otros aplauden. Así sucede durante unos días que giran alrededor de la celebración anual de la Pascua de tu Resurrección.

 

TU NAVIDAD. Unos meses antes del final del mes de Diciembre en muchas ciudades y pueblos del mundo van apareciendo hombres trabajadores con sus elevadas grúas que se mueven y se encaraman por las calles para colocar millones de bombillitas de todos los colores y ordenadas en todas las formas imaginables, para que, unas semanas más tarde, alguna autoridad municipal o provincial realice el gesto de encenderlas. Y después los espectadores le tributan un aplauso. Así las noches quedan transformadas. Lo que debía ser oscuro o amarillo por los faroles encendidos, se convierte en una forma de ríos de luces variadas, que invitan a la alegría y a la fiesta, a caminar y contemplar. A gastar, a comer, a beber y a bailar. 

También aparecen los llamados “árboles de Navidad”.  Algunas veces son pequeños. Otras son un poco más grandes. Los han puesto los empleados de alguna autoridad, o también los señores empresarios, junto a las entradas bien iluminadas, de sus supermercados o de sus rascacielos llenos de juguetes, productos comestibles, vestidos de moda, especiales para señoras, para hombres, para jóvenes, para niños y niñas. Y en algún piso del rascacielos las gentes encuentran un restaurante, donde puedan tomar unos aperitivos o sencillamente una comida o una cena adecuada. Y más o menos barata. 

Otra cosa que nos ha traído el recuerdo de tu Navidad es una figura norteña a la que llamamos “Papá Noël”.  Hay que verlo: con sus largas barbas blancas, con su traje rojo, con su birrete, bien abrigado contra el frío proveniente de la nieve. Sonríe a las gentes que pasan cerca. Les ofrece globitos blancos, azules o rojos a los niños y a las niñas. Todos le miran y, al verlo más detenidamente, sonríen y comentan lo gracioso que es este Papá, que nos ha venido del Norte congelado. Yo no sé qué relación tiene este viejecito, que un joven disfrazado de Noël, con tu Nacimiento en Belén de Judá.  

Como ves, tu Navidad es recordada, pero siempre nos quedan algunas dudas sobre la validez cristiana de este recuerdo. ¿No será casi todo este montaje publicitario para que las cajas de los empresarios y de los productores, de los vendedores, de los creadores de nuevos productos, de los editores de Diarios y Revistas puedan aumentar sus entradas y cerrar el año con números positivos?

 

TU PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN. Es otro de los momentos fulgurantes de lo que podríamos llamar el Año Cristiano. Así como el Adviento nos prepara a todos y a todas hacia una digna celebración de tu Nacimiento, la Cuaresma ha sido establecida como reparación para la que llamamos Semana Santa, es decir, la hermosa Semana en la que recordamos los últimos días de tu vida mortal en Jerusalén y en el pueblo de Israel. 

Tú viviste unos días muy intensos, comunicaste maravillosas verdades a tus Apóstoles y a través de ellos, al mundo de todos los siglos, hablaste del amor, instituiste la Eucaristía, que es tu presencia y tu sacrificio místicamente reiterado. Tú oraste al Padre, en el huerto de Getsemaní, angustiado por la pasión de la cruz que se acercaba. Tú fuiste juzgado e injustamente condenado a morir entre dos delincuentes en el calvario, lugar de la calavera. Tú viste a tu madre, María, llorar a tus pies, mientras derramabas tu sangre como reconciliación entre Dios, tu Padre, y el hombre a quien representabas. Tú, inclinaste la cabeza para morir, mientras exclamabas: “Todo se ha cumplido”.  

Después fuiste sepultado en un sepulcro nuevo. Y, como lo habías profetizado, al tercer día, resucitaste triunfalmente, gloriosamente, vencedor de la muerte, expresión de la vida eterna, para convertirte en el centro de la historia y de las naciones. Es lo que nosotros queremos y debemos recordar durante nuestra anual Semana Santa. 

Pero también todos estos recuerdos tan sublimes, tan conmovedores, tan cristianos, nos legan envueltos en ropajes mundanos. Y entonces los que somos capaces de pensar, de meditar, nos preguntamos si estamos recordándote a Ti, o estamos realizando espectáculos populares para que las gentes contemplen, y se emocionen unos momentos para tener materias y hechos multitudinarios que les lleven a comentarios curiosos, críticos y festivos. 

Y es que todo esto se celebra como algo popular, como si la emoción estuviera colgada de esos cirios grandes encendidos, que van cubriendo de gotas de cera los asfaltos y las piedras de las calles. Como si esos “pasos” que se suceden, empujados por los cofrades, fueran algo más que un conjunto de imágenes más o menos artísticas. 

Otras veces tu resurrección gloriosa y tu encuentro con tu Madre, María, se representan en algunos templos a través de unas imágenes que dan saltitos de alegría, o se inclinan reverentemente para saludarse amorosamente. Y los asistentes aplauden gozosos.

 

LOS HUMANOS AHORA. San Ignacio de Loyola, el que fuera fundador de la Orden Religiosa que lleva tu nombre, la Compañía de Jesús, repensó todas estas maravillas de tu vida terrena, en sus Ejercicios Espirituales. El los vivió en una cueva que se ha hecho famosa, la Cueva de Manresa, en Cataluña. Después los escribió, los dio a varios jóvenes estudiantes universitarios, y con ellos fundó “para Mayor Gloria de Dios”, la que todos quisieron que se llamara “Compañía de Jesús”.  

Ahora yo estoy contemplando un gran esmalte que se halla en la Cueva catalana que representa a Ignacio contemplando las figuras de tu Nacimiento. Allí están María, sentada, contigo, Niño Jesús, en sus brazos extendidos hacia Ignacio, José que, con su mano izquierda te señala para que Ignacio te mire, y detrás de todos, se ve la figura de una “ancilla” con una bandeja de alimentos. Detrás de todo hay una ventanita, y por ella, se puede contemplar la luz pintada de una estrella. En el suelo, hay un cuaderno abierto, escrito por ambas páginas. Yo me imagino que puede ser lo que iba escribiendo Ignacio, es decir, los Ejercicios Espirituales. 

Ignacio ha buscado siempre la profundidad en el conocimiento de ti en todos los cristianos y cristianas.

Nosotros, los hombres y mujeres del siglo XXI recién comenzado, del tercer milenio, nos encontramos un poco en la superficialidad.  Nos contentamos con ver colores, figuras populares, fiestas de masa, diversiones. Somos como barcos que navegan sin timón y sin capitán. Nos están fallando casi todas aquellas fuerzas que dan un sentido evangélico a nuestras vidas.

 

NUNCA NOS DEJARÁS. Tú, a pesar de los más de dos mil años que nos separan, estás aquí, con nosotros, en todas partes del mundo. Tú eres el centro del universo y de la historia. Tú eres el Lider único. 

No vamos a la deriva contigo. Basta mirarte y recordarte. Basta escuchar tus palabras a través de las voces de tus evangelistas, de tus Pastores. Con humildad. Con fe. Con un gran amor hacia ti. Y entonces caminar, sabiendo que Tú nos llevas de la mano, y que por ello, no podemos perdernos, no podemos extraviarnos. 

Alguna vez te hemos visto con unos látigos en la mano dispuesto decididamente a expulsar del templo de Dios a los mercaderes. Te pedimos que dejes tus látigos, y des paso únicamente a tu amor sacrificado, que te llevó al Calvario y a la Cruz por todos nosotros. 

Y así tu Nacimiento y tu Resurrección serán los dos grandes montes de cada año, nuestras metas, nuestros guías en nuestro caminar activo, sin tropiezos, sin caídas, sin extravíos, sin perezas, hacia ti, que nos estás esperando, para abrazarnos y decirnos: “Muy bien. Como fuiste fiel en lo poco, te daré un cargo importante. Pasa al banquete de tu Señor”. 

Gracias, Jesús. Recibí algo, pero lo trabajé y procuré que produjera algunos talentos más. Todo es tuyo.