El misterio de tu personalidad, Hijo de Dios

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

TU MISTERIOSO SER. Jesucristo, me pareces un Misterio. Como si tu Personalidad se me dibujara como un enorme Interrogante. Sobre todo, cuando quiero profundizar en esta Luz cegadora que eres Tú, con tu Personalidad de Ultraterrestre y al mismo tiempo, tan arraigado en todo lo que es Humano. 

Tú no eres un Habitante de otras Galaxias que haya aterrizado, una noche silenciosa, en nuestra Tierra, transportado por un Objeto Volador No-Identificado, un OVNI o un UFO. Tú eres un Hombre de Carne y Hueso, como todo nosotros. Y tu Vida se desarrolló en unas fechas, en un pueblo concreto, y de una forma que todos hemos podido conocer a través de Libros y de Testigos Oculares. 

Pero, cuando intento ir más allá de lo que podemos ver en Tí con nuestros ojos, me siento desfallecer. Y debo agarrarme al ancla

irrompible de nuestra Fe, para que mi barco no vaya a la deriva. 

Contigo nos sucede lo contrario de lo que suele acontecer a los humanos. Los que piensan un poco y saben realizar, aunque sólo sea una leve, introspección, confiesan no poderse conocer completamente y a fondo. Son tantos los aspectos de la personalidad y a veces tan contradictorios que resultan casi misteriosos para los mismos individuos que se analizan. En cambio, los demás que nos rodean, nos clasifican con una facilidad pasmosa y creen conocernos a fondo sin dudar en nada. Yo a veces tengo esta impresión. Conocemos a los demás con rapidez y facilidad, y a nosotros no llegamos a conocernos nunca.

 

Tú TE CONOCES, NOSOTROS NO. En cambio, Tú Te conoces profunda, perfectamente a Tí mismo. Y nosotros nos quedamos maravillados ante tu compleja Personalidad que se nos presenta como un Centro Divino-Humano de Irradiaciones de todos los colores y formas, de todas las grandezas pensables.

 

Causabas admiración. Las gentes que Te escuchaban quedaban maravilladas de lo que enseñabas y del modo cómo lo comunicabas. Y se preguntaban quién eras realmente. Cuenta Marcos en su Capítulo 6 lo siguiente: "Jesús se marchó de allí [donde habías resucitado a la hija de uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo], y vino a su tierra [Nazaret], y sus discípulos Le acompañaban.  

Cuando llegó el Sábado, se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oirle, quedaba maravillada y decía: '¿De dónde Le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que Le ha sido dada? y ¿esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí entre nosotros?'. Y se escandalizaban a causa de El". Estos Nazaretanos conocían a tu Madre, y Te definieron como "El Carpintero, Hijo de María". 

Tú Te maravillaste de su falta de Fe. No pudiste hacer milagros allí. Y reconociste que un Profeta era siempre rechazado en su propia tierra. Y sin embargo, estaban maravillados por tus Enseñanzas, pero no sabían de dónde las sacabas. Y por todo esto, se escandalizaban. Tú fuiste causa de este Escándalo. Tú con tu Personalidad maravillosa, superior, diversa.

 

Los de Nazaret Te tenían por Hijo de José. Lucas, en su Capítulo 4, cuenta una síntesis de varias de tus visitas a Nazaret. Sus habitantes decían que eras Hijo de José:  

"Vino [Jesús] a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el Libro del Profeta Isaías, y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: 'El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la Liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor'. 

"Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en El. Comenzó, pues, a decirles: 'Esta escritura que acabáis de oir, se ha cumplido hoy'. Y todos daban testimonio de El y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: '¿No es éste el Hijo de José?'". 

Estos grupos se fijaron más en José, tu Padre Legal, que en María. Pero después se entabló una discusión y, como les dijiste la Verdad, se enfurecieron, Te sacaron a empujones fuera del pueblo, y quisieron despeñarTe. Pero Tú Te deslizaste entre ellos, y Te marchaste de allí. 

Juan propone también esta cuestión, en su Capítulo 6, que es el famoso Capítulo del Pan de la Vida. Sucedió en la sinagoga. Juan afirma que fué en la sinagoga de Cafarnaúm. Tú ibas desarrollando el Tema del Pan de la Vida, que se asimila por la Fe, y el Pan de la Eucaristía, que eres Tú mismo, comido por los que Te siguen. La reacción de los oyentes fué diversa y en algún momento tensa. Tú les dijiste: "Yo soy el Pan que ha bajado del Cielo". Y los que Te escuchaban comentaban entre sí: "¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: 'He bajado del cielo'?". 

Muchos Te rechazaron entonces. Y también algunos de tus discípulos dejaron de ir contigo, por lo de la Comida de tu Carne. 

Como ves, la pregunta que se hacían las gentes sobre tu Personalidad era importante. Pero las respuestas que se daban eran muy pobres: "Carpintero", "Hijo de María", "Hijo de José" 

Lucas en la larga Genealogía que, en su Capítulo 3 propone sobre tus ascendientes, también afirma que eras "Hijo de José".  

Juan en su Primer Capítulo narra cómo se produjeron tus primeros encuentros con los que iban a ser tus Discípulos y más tarde tus Apóstoles, especifica que Felipe al encontrar a Natanael, su amigo, le dijo con alegría: "Hemos encontrado a aquél de quien escribieron Moisés en la Ley, y también los Profetas: Jesús, el Hijo de José, el de Nazaret". Le respondió Natanael: "¿De Nazaret puede haber cosa buena?". Le dice Felipe: "Ven y verás".

 

Algunos Te definían como Hijo de David. Evidentemente para un Judío era muy importante que tu padre fuera José, porque José era un descendiente de David. Y el Mesías, según las profecías, debía ser Hijo de David, es decir, de Familia Real, el Prometido de la Historia de Israel. 

José, aunque no era tu padre natural, era tu padre legal. Y por tanto Tú recibías de él todo lo que significaba la transmisión de la herencia histórica. 

De hecho son muchos más los que Te definen como Hijo de David, el Rey. Las Genealogías que proponen Mateo, en su Primer Capítulo y Lucas en su Capítulo 3, incluyen entre tus ascendientes a José y a David. Lo consideraban necesario para demostrar que en Tí se cumplían las Profecías de los Profetas y las Expectativas del Pueblo de Israel. 

El Arcángel Gabriel (Lucas Capítulo 1) fué el Encargado por Dios, para comunicar a María que iba a ser Madre de Jesús, el Salvador de Israel, el Mesías. Y por ello fué enviado a Nazaret, a casa de María. Y le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre". 

El Arcángel da una definición mucho más profunda de tu Personalidad. Porque Te presenta como Hijo de David, Hijo de María, desposada con José, y además -y muy decisivo- como Hijo del Dios Altísimo, tu Padre. 

Durante tu Vida Pública han sido generalmente enfermos o sus familiares los que Te han aclamado o suplicado, como a Hijo de David. Tal vez querían halagarTe. O recurrir al Mesías. Voy a recordar algunos ejemplos: 

Mateo cuenta, capítulo 9, que "dos ciegos" Te siguieron, gritando: "Ten compasión de nosotros, Hijo de David". Y Tú, el Hijo de David, les curaste. Demostrabas que eras el Mesías. 

Una madre cananea intercedía por su hija enferma, y Te seguía gritando: "¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David!. Mi hija está malamente endemoniada". Tú Te mostraste muy duro y simpático, discutiste con ella y con tus discípulos por esta curación. Pero, al fin, el Hijo de David, Tú, curaste a aquella muchacha. Lo narra Mateo, en su Capítulo 15. 

El mismo Mateo, en el Capítulo 20, desarrolla largamente la curación de dos ciegos de Jericó "que estaban sentados junto al camino" y que "al enterarse" de que Tú estabas pasando, "se pusieron a gritar: Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David". Molestaban con sus gritos. La gente les increpó, pero ellos gritaron con más fuerza: "Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David". Ellos Te pidieron que les devolvieras la vista. Y así lo hiciste Tú, como Hijo de David, el Mesías.  

El ciego y mendigo Bartimeo de Jericó que podría ser alguno de los anteriores, Te gritaba: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí", como narra Marcos en el capítulo 10. La gente le obligaba a callar, pero él gritaba más fuerte la misma súplica. Tú le llamaste. Y cuando lo supo, "arrojando su manto, dió un brinco" y se dirigió hacia Tí. Tú le preguntaste qué quería y se lo concediste, y le dijiste: "Tu fe te ha salvado". Algo parecido repite Lucas en su capítulo 18. 

También las gentes Te llamaban "Hijo de David". Tú varias veces curaste en Sábado, día consagrado a Dios. Los Maestros de la Ley no permitían realizar estas cosas en el día Sagrado. Pero Tú afirmaste que, como Hijo del Hombre, eras Señor del Sábado. Hiciste milagros en este Día. Después dice Mateo, en el Capítulo 12, que "muchos Te siguieron, y los curaste a todos". Y las gentes se preguntaban: "¿No será éste el Hijo de David?".  Los fanáticos fariseos, como siempre, se mostraron contrarios a esta idea. Y  atribuyeron tus milagros a la acción del Maligno, una acusación terrible, espantosa. 

Llegó el día de tu entrada triunfal en Jerusalén. Las gentes, espontáneas, alegres, cubrían tu camino con sus mantos, palmas, gritos y cantos de Hosanna. Y Te aclamaban diciendo: "¡Hosanna al Hijo de David!. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!. ¡Hosanna en las Alturas!". Estas aclamaciones equivalían a decir: "Este es el que el Pueblo de Israel ha estado esperando durante tantos siglos, el Hijo de David". Esta entrada ha sido descrita por todos los Evangelistas. 

Tú mismo personalmente has aceptado esta realidad para tu Persona: la de ser "Hijo de David" y Señor. En una de tus controversias con los Fanáticos Integristas Fariseos, tocaste este punto. Lo explican Mateo, Marcos y Lucas.  

Dice Mateo en su Capítulo 22: "Estando reunidos los Fariseos, les propuso Jesús esta cuestión: '¿Qué pensáis acerca del Cristo?. ¿De quién es Hijo?'. Le dicen: 'De David'. Replicó Jesús: 'Pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies?. Si, pues, David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?'. Nadie era capaz de contestarLe . Y desde ese día ninguno se atrevió ya a hacerLe más preguntas". 

En esta entrevista, Tú afirmas ser Hijo de David, pero también ser el Mesías, el descendiente de David, en el que aquel Rey Profeta reconoce el misterio de tu Divinidad, por el que eres superior a tu mismo padre de la tierra. Así eres Tú. y Tú lo reconoces. Lo afirmas. 

En el Apocalipsis, último capítulo, es decir, el 22, Juan pone en tu boca esta audefinición, tan hermosa y poética: "Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para daros testimonio de lo refernte a las Iglesias. Yo soy el Retoño y el Descendiente de David, el Lucero Radiante del Alba".

 

TU IDENTIDAD PERSONAL MáS PROFUNDA: Tú ERES EL HIJO DE DIOS. De este modo las gentes que Te escuchaban y admiraban, que Te buscaban y Te pedían milagros, que se preguntaban sobre quién eras Tú, los ciegos y los enfermos, las madres acongojadas, los fariseos, nos han ido introduciendo en esa importante cuestión de tu Identidad Personal más profunda. 

Eres Hijo de María. Pero también Hijo de José, el descendiente de David. Eres el Hijo de David, pero además el Mesías, el Hijo de Dios. Es lo que Te contestó Pedro, cuando Tú les propusiste a tus Apóstoles aquella encuesta o sondeo sobre lo que pensaban las gentes y ellos mismos de Tí. No fué un sondeo bien realizado en la parte que se refería a la opinión de los que Te habían visto alguna vez. Lo narran Mateo, Marcos y Lucas. 

Mateo en su Capítulo 16, va relatando que los Apóstoles Te iban diciendo: "Unos dicen que Tú eres Juan el Bautista. Otros, que eres Elías. Otros, que Jeremías o uno de los Profetas". Como ves, los Apóstoles mismos estaban desorientados acerca de la opinión de las gentes. No he encontrado a ninguno de los personajes de los Evangelios que haya afirmado algo semejante de Tí. Y, si algunos lo habían afirmado, también estaban fuera de camino. Porque ninguno de los profetas citados se parece en nada a Tí, ni tampoco Juan el Bautista. Tú fuiste totalmente diferente, personal, inédito en años anteriores. No tienes parecidos. 

Prosigue Mateo en el mismo Capítulo. Tú entonces les preguntas qué pensaban ellos mismos acerca de Tí. Y sin dudar, Pedro Te contestó: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo". Era la confesión de tu Divinidad, expresada en nombre propio de Pedro y en nombre de sus compañeros. Y Tú en aquel momento le confirmaste como Piedra fundamental y le concediste los poderes de atar y desatar las conciencias y de abrir y cerrar las Puertas del Reino de los Cielos. Poderes enormes jamás concedidos antes. 

A veces me gustaría realizar una escuesta parecida entre tus Cristianos de nuestro siglo. Y preguntar a unos cuantos miles de ellos, para sondear en porcentajes, la opinión de todos: "¿Qué es para Usted Jesús de Nazaret?".  

¿Qué Te parece?. ¿Cuál sería la respuesta más generalizada?. ¿Cuál sería la respuesta más cercana a la Verdad?. Sería un sondeo, una encuesta sociológica y religiosa realmente muy interesante y además orientadora.

 

EL HIJO DE DIOS. Pedro nos ha introducido en la senda que nos lleva a profundizar en esta Verdad tan elocuente y hermosa: Tú eres el Hijo de Dios. ¿Se puede afirmar esto de Tí?. ¿Qué significa esta afirmación?.

 

Lo dice Marcos. El Evangelista Marcos, que es considerado como el más antiguo de los cuatro y al mismo tiempo el más sencillo, pone como Título General de su Obra Evangelizadora: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". Así comienza su escrito. Este es el Primer Versículo del Primer Capítulo. Y contiene una Confesión de Fe en tu Divinidad. Una afirmación de que eres el Hijo de Dios, de que eres el Cristo, el Mesías, el Ungido de Dios, y de que tu Mensaje se cifra en la Buena Nueva de la Salvación, es decir, en lo que todos llamamos con palabra griega, el Evangelio.

 

La Palabra de Dios y el Evangelio de Juan. Pero hay un hombre que Te estuvo siempre muy cercano, desde que Te conoció, y que se llamó Juan, hermano de Santiago, Hijos del Zebedeo, y a quienes Tú llamaste Boanerges, Hijos del Trueno o sencillamente Truenos, que escribió un Evangelio Excepcional, Profundo, Espiritual, Teológico. Este Evangelio comienza con un Prólogo sobre la Palabra. Y en este Prólogo Juan diseña lo que va a desarrollar e iluminar a través de su escrito. Es como un Poema de la Divinidad que se comunica. De la Palabra por antonomasia, como Comunicación de Dios. Dice: 

"En el Principio la Palabra existía. Y la Palabra estaba en Dios. Y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por Ella y sin Ella no se hizo nada de cuanto existe". 

Prosigue más tarde Juan: "La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo Unico, lleno de gracia y de verdad [...]. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unico, que está en el seno del Padre, El lo ha contado". 

El Evangelio de Juan es un hermoso discurso sintético sobre esa Palabra Encarnada que eres Tú. Esa Palabra se manifiesta como pronunciada por el Padre, y, a través de Ella, analizando bien su contenido, llegamos también a conocer algo del Padre. Lo que es posible para el Hombre, iluminado por la Fe.

 

Gabriel a María. Gabriel, al anunciar a María, tu concepción virginal y tu humano nacimiento, Te presenta como a Hijo de Dios, cuando dice, según Lucas en el capítulo 1, que "el Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios".

 

La Teofanía en el Jordán. Cuando fuiste a ser bautizado por Juan en el Jordán, Dios quiso hablar y dar testimonio de Tí. Hubo una hermosa Teofanía, con los cielos abiertos. Y luego prosigue Mateo, capítulo 3: "Y una voz que venía de los cielos decía: 'Este es mi Hijo amado, en quien me complazco'".

 

La Voz del Padre en tu Transfiguración. Algo parecido sucedió en tu Transfiguración, en la montaña santa, el Tabor, ante Pedro, Santiago y Juan. tu rostro se puso brillante como el sol y tus vestidos se volvieron blancos como la luz. Se Te aparecieron Moisés y Elías, con los que conversaste. Y al final, dice Mateo, capítulo 17, "una nube luminosa Lo cubrió con su sombra. Y de la nube salió una voz que decía: 'Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. EscuchadLe'".  

También describen tu Transfiguración otros dos Evangelistas, Marcos y Lucas.  

Pero está lleno de emoción el relato que uno de los Testigos oculares, Pedro, exponía en su segunda Carta, capítulo 1: "Os hemos dado a conocer el Poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su Majestad. Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: 'Este es mi Hijo, muy amado, en quien me complazco'. Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del Cielo, estando con El en el Monte Santo".

 

Enfermos y Espíritus. Y es que en tu vida pública escuchaste varias veces las voces de gentes sencillas, enfermos que Te pedían la curación, o Te la agradecían una vez curados. Y algunas veces los propios espíritus inmundos que afligían a personas determinadas. Y todos ellos se dirigían a Tí, como a Hijo de Dios. 

Mateo, Capítulo 8, narra: "Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie podía pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: '¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?. ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?'".  

Tú curaste a los dos posesos de aquellos espíritus, mandándolos a los cerdos, que se precipitaron por un acantilado al mar. Una narración parecida tienen Marcos, en su capítulo 5 y Lucas, en su capítulo 8. 

Marcos, capítulo 3, describe las curaciones que Tú realizabas y los gentíos que por ello Te seguían, y termina el párrafo, diciendo: "Y los espíritus inmundos, al verLe, caían a sus pies y gritaban: 'Tú eres el Hijo de Dios'. Pero El les mandaba enérgicamente que no lo descubrieran". También leo una historia parecida en Lucas, en su capítulo 4.

 

Discípulos y otras gentes. Otras gentes normales y los que se consideraban tus discípulos reconocieron también tu Filiación Divina en algunas ocasiones.  

Por ejemplo, cuando caminaste sobre las aguas del Mar, e invitaste a Pedro para que hiciera lo mismo. "Entonces los que estaban en la barca se postraron ante El diciendo: 'Verdaderamente eres Hijo de Dios'". La narración es de Mateo, pero también puede verse en Marcos, capítulo 6 y en Juan, capítulo 6. 

La resurrección de tu amigo Lázaro fue una demostración de tu Filiación Divina, como Tú mismo lo dijiste antes de que fueras a Betania, aunque ya sabías que Lázaro estaba enfermo de muerte. Lo narra Juan, capítulo 11, quien pone en tus labios estas frases: "Esta enfermedad no es de muerte. Es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios, sea glorificado por ella".  

Y cuando llegaste a Betania, Marta estaba llorando, y dialogaste con ella, y le preguntaste si creía en lo que Tú enseñabas, y ella contestó en un hermoso acto de Fe, que podría ser repetido por todos nosotros ahora: "Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo". Con aquel Milagro tan portentoso y significativo, Tú mostraste tu Divinidad y que Tú eres "La Resurrección y la Vida".