El inagotable tesoro de Tu palabra

Autor: Ramón Aguiló sj.


Jesús de Nazaret, hermano querido: Hace unos días estaba yo rezando a tu Padre y Padre nuestro, el Breviario de cada día, y me encontré con un regalo de Texto en la segunda Lectura. Me pareció un texto brillante, significativo y de gran actualidad.  

Esta vez me fijé especialmente en quién lo firmaba. Y constaté que suele atribuirse a un Diácono casi desconocido en la Iglesia de nuestro tiempo, llamado Efrén.

 

UN DESCONOCIDO LLAMADO EFRéN. Yo no conozco a ningún hombre que se llame así. Y ésto que durante mi vida he encontrado nombres extraños y difíciles con los que habían sido bautizados hombres y mujeres. Y es que en algunas zonas campesinas de España el niño o la niña, al ser bautizados, reciben el nombre del Santo o de la Santa cuya fiesta se celebra en el día de su nacimiento. Y así, por casualidad, aparecen los nombres más extraños y los menos frecuentes. No conozco a ningún Efrén.  

Por lo visto este Diácono, que me está interesando, era un estudioso de la Biblia, escritor, y poeta de gran categoría.  

Escribió varias obras extraordinarias, y una de ellas, fue un Comentario sobre el resumen sintético de los cuatro evangelios, llamado "Diatéssaron" y era una obra famosa de aquel apologista cristiano que, sin embargo, después de haberse convertido a tu Iglesia, recayó en las redes del paganismo, Taciano. Taciano el Asirio provenía de una familia gentil. Pero en Roma conoció a San Justino, fue su discípulo, y aceptó sus enseñanzas. Se bautizó. Escribió varias obras. Entre ellas, la "Oración a los Griegos", y "To diá Téssaron Euanguelion" (que en castellano se diría: "El Evangelio a través de los Cuatro". Todo esto sucedía a mediados del siglo II. En el Capítulo Primero de este Comentario se halla el texto de San Efrén que me impresionó.  

Efrén nació con el siglo IV, hacia el año 300. En una Ciudad de la Mesopotamia, llamada Nisibe. Su familia ya era cristiana. Evidentemente se impuso al niño el nombre del hijo menor de José. Efraím significa "Fecundo", como indica el mismo José al explicar por qué eligió este nombre para su segundo retoño. Así se puede leer en el Capítulo 41 del Génesis: "Al segundo le llamó Efraím, porque - decía - me ha hecho fructificar Dios en el país de mi aflicción". No es extraño, pues, que San Efrén recordara frecuentemente y se aplicara a sí mismo los rasgos de la persona del bíblico Efraím.  

Efrén fue fecundo en Obras Literarias y Poéticas, que han sido traducidas a varias lenguas, como al griego, armenio, latín, eslavo, etiópico y a prácticamente todas las modernas.  

El Obispo de Nisibe, San Jacobo, tomó a Efrén como ayudante y Secretario, y por ésto viajaron juntos hasta Nicea, ciudad de Bitinia, en el Asia Menor (actualmente es la ciudad turca de Iznik) y allí estuvo presente con su Obispo en el famoso Concilio Ecuménico del año 325.  

Al regreso del Concilio, el Obispo fundó una Escuela Episcopal, en la que enseñó San Efrén.  

Nisibe fue asediada por los Persas, y Efrén escribió los "Carmina Nisibena". En esta guerra vencieron finalmnente los Persas y los Cristianos tuvieron que huir. Efrén huyó también y se estableció en otra Ciudad de Mesopotamia, Edesa, en la actual nación de Irak. Primero se fue a vivir con los monjes y eremitas de las montañas cercanas. También aquí escribió. Luego fue nombrado Director de la Escuela Episcopal, escuelas que se habían ido fundando a petición del Concilio de Nicea.  

Efrén fue un magnífico cristiano: sencillo, con una gran fe, mantenida en toda su pureza, una gran actividad didáctica, litúrgica, comunitaria, abierta a la asistencia de los pobres y abandonados. Murió en Edesa hacia el año 373. Fue nombrado Doctor de la Iglesia y su fiesta se celebraba el 18 de Junio. Sin embargo, otros cristianos del Oriente la celebran el 28 de Enero.

 

EL TEXTO MARAVILLOSO DE EFRéN. Este es San Efrén, el Diácono Doctor de la Iglesia. Te voy a copiar ahora el texto que he leído, porque es un texto que se refiere a Tí, que eres la Palabra del Padre.  

Este texto ha recreado en mi fantasía las imágenes de aquellas tan numerosas fuentes que visitaba en nuestras excursiones juveniles con amigos, compañeros y profesores. Fuentes que se encontraban en las laderas de las montañas, de las que brotaban unas aguas limpias, frescas e inagotables. Nosotros bebíamos de ellas, sudorosos y cansados después de las caminatas, para merendar algunos panecillos convenientemente preparados por las mamás.  

También me ha recordado a tantas empresas actuales que venden embotelladas, toda clase aguas, de manantiales famosos. Aguas minerales, curativas, higiénicas, declaradas de utilidad pública por las autoridades, que nunca se agotan y son causa de grandes ganancias económicas para sus propietarios. O aquellas otras aguas que son aguas termales, que brotan, calientes, del suelo y son fuerzas que curan ciertas enfermedades humanas.  

Todas estas aguas son utilizadas y nunca se agotan, como observó ya en su tiempo ese simpático diácono Efrén, tan buen escritor y poeta. Si viviera ahora, escribiría sobre todos estos hechos.  

Nos puede recordar además que ahora existen muchos tesoros, ocultos en el seno de la tierra, que entonces, en su tiempo, eran desconocidos, como, por ejemplo, el petróleo, los minerales radioactivos, los gases y otras riquezas. Muchos de ellos se utilizan como verdaderas fuentes de energía muy útiles para las actividades de los hombres. Y son prácticamente inagotables, aunque ya se va hablando de que algún día se terminarán.  

Mira lo que escribió Efrén:  

"¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases?. Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la Palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su Palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su Palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrara su reflexión".  

"La Palabra de Dios es el Arbol de Vida que te ofrece el Fruto Bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella Roca que se abrió en el Desierto y manó de todos lados una Bebida Espiritual. 'Comieron -dice el Apóstol- el mismo Alimento Espiritual y bebieron la misma Bebida Espiritual'".  

"Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del Tesoro de esta Palabra no crea que en ella se halla sólamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, ésto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida, tenga esta Palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra".  

"Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed, podrás de nuevo beber en ella. En cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo".  

"Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza, de lo que puedes ir tomando poco a poco".

 

SUGERENCIAS QUE BROTAN DEL TEXTO. Estas reflexiones tan sensatas de este desconocido hermano mio Efrén que, sin duda, Te amaba y procuraba percibir la riqueza de tu Mensaje, me han conmovido lo más hondo del alma, cuando estoy al final de un largo itinerario o peregrinaje que emprendí, al escribirte estas Cartas.  

Espero que también conmuevan profundamente a todos aquellos, hermanos y hermanas nuestros, que hayan leído estas páginas.  

Aquí sólamente hay unos vasos de agua fresca de esa Fuente Inagotable, Regeneradora, que eres Tú.  

Aquí sólamente hay unos pocos trazos en blanco y negro, de unos Cuadros Maravillosos, geniales, policromos, que Tú, la Palabra de Dios, nos has pintado como tu Comunicación Universal y Eterna. A través de estos pocos y titubeantes rasgos a lápiz, sólamente podemos llegar a vislumbrar algo de la Grandiosidad de tu Obra de Comunicación del Mensaje.  

Aquí sólamente he podido recoger unas cuantas, pocas, pequeñas pepitas de oro, de plata, algunas trizas de unas piedras preciosas de valor incalculable, de ese Tesoro misterioso que eres Tú, la Palabra pronunciada eternamente por el Padre y Creador de todas las Cosas.  

La Fuente del Agua de tu Palabra inunda continuamente el Universo.  

El Cuadro Maravilloso de tan variados colores que Tú fuiste pintando para la humanidad desesperada, va más allá de lo que podemos ver con nuestros ojos de carne, lo que podemos oir con nuestros oídos duros, lo que podemos imaginar y crear con nuestra fantasía, lo que podemos comprender, analizar y penetrar con nuestra inteligencia de seres contingentes y muy limitados. No lo podemos abarcar, como abarcamos fácilmente las obras de arte de los más grandes artistas humanos.  

Aquel poeta profético que se llamó Isaías, el gran Cantor de la Fortaleza de Dios y de las caídas y esperanzas de su pueblo, tiene unos versos muy hermosos, en su Capítulo 55: "Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi Palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a Mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié".  

En esta poesía, la Palabra de Dios se presenta como una Persona que realiza una Misión, como un Mensajero que lleva un Mensaje, como una Fuente de Energía que irradia Fuerza y Vida.  

Yo la he leído un dia lluvioso de invierno, en el que  las aguas han inundado los campos y las nieves han recubierto con un manto blanco y brillante los montes y los puertos elevados entre los picos de las cordilleras de Mallorca, de España, de Europa.  

Y entonces he comprendido mejor todo lo que se refiere a Tí, Jesús de Nazaret, que eres la Palabra, como afirmaba Juan, el Evangelista tantas veces, en su Evangelio.  

Y esto me recordó aquel misterioso lenguaje del Libro de la Sabiduría (Capítulo 18): "Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra Omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde el trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio".

 

EL REGALO DE EFRéN EL SIRIO. Así de la mano de San Efrén el Sirio, el Diácono Doctor, me parece haber conseguido llegar a unas cimas muy altas de comprensión y de belleza, en donde las fuentes del Agua son inagotables, los tesoros son maravillosos y las Obras del gran Arte dan siempre nuevas irradiaciones de lo que es Bello.  

Yo les he ofrecido a mis hermanos un pequeño regalo. Lo que llegó a darme mi afán de escucharte y de leerte, de imaginarte y de esperarte. Lo que me regalaste Tú, a través de mi vida, mis estudios, mis meditaciones y tu gran ayuda.  

Ahí está. Se lo doy. Con cariño. Pero les digo que es poco. Y les aseguro que lo que queda es infinitamente más que lo que hemos encontrado entre todos. Tu Personalidad y tu Mensaje son una Fuente, un Cuadro, un Tesoro inagotables, siempre nuevos, siempre maravillosos y sugerentes.  

Ellos, los Lectores, podrán aumentar sus riquezas, sus tesoros siempre. Pero no olviden a los demás. Se lo pueden comunicar todo, todo lo que hayan podido abarcar de lo Infinito.  

Lo comunicarán a través de su propia vida que siempre se proyecta sobre todos los que encontramos, y a través de sus oportunas palabras que sean convincentes y pueden ser muy expresivas.  

Y muchas gracias al no esperado y sin embargo bien hallado, Diácono y Doctor, San Efrén el Sirio, como le suelen llamar todos los que escriben sobre él y su vida, en la que no es posible separar las fantasías de la Leyenda y las más austeras realidades de la Historia.