El Hijo del hombre

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Decían las gentes de Tí que eras el Carpintero, el Hijo de María, el Hijo de José, el Hijo de David, y hasta el Hijo de Dios. Pero siempre se quedaban cortos. Porque Tú eres mucho más. Tú mismo lo dijiste, aunque no con estas palabras. Y lo demostraste.

 

LA OTRA CARA DE TU SER. Existe otra cara de tu Personalidad que a mí personalmente se me presenta como muy atractiva. Y es la Cara de tu Humanidad. 

Tú eres el Hijo de Dios. Pero también Te presentaste y Te definiste como Hijo del Hombre. Y esto a mí me exalta, cruje mi entusiasmo de alegría, y me digo a mí mismo: "Es Verdad. Este Jesús a quien tanto queremos, es un Hombre, el Hombre Perfecto, el Hombre por antonomasia, el Hijo del Hombre o de la Humanidad". Es la Humanización de Dios. Es la Encarnación de todo lo bueno y de lo desagradable que hay en el Ser Hombre, menos del Pecado. Porque tu Personalidad es la Inmersión de Dios en ese piélago amargo, triste, tenebroso, de sufrimiento, de angustias, de lágrimas, de alegrías, de oportunidades, de conquistas, de esperanzas, que es el Hombre en su conjunto, la Humanidad. 

Tú eres el Océano, sin costas de continentes que Te limiten, en el que viven, se mueven, se agitan, lloran y ríen, todos los elementos constitutivos de ese misterioso ser que es el Hombre.

 

UN NUEVO MISTERIO. Tu Divinidad Humanizada no pierde su Misterio. Al contrario, lo agiganta. Y si es Misteriosa la Personalidad de Dios, del Hijo de Dios, lo es más todavía la Personalidad de un Hombre que afirma y demuestra ser Dios. 

Sin embargo, en muchas ocasiones, leyendo las páginas de los Libros Sagrados, choco con estas palabras desorientadoras: "El Hijo del Hombre..." Y curiosamente me parece que la gran mayoría de veces, estas palabras están en tu propia boca. Tú las dices de Tí mismo. Tú Te autodefines con ellas. ¿Qué quieres decirnos?. ¿Qué nos dices realmente, cuando Te llamas "Hijo del Hombre" a los que somos hombres sin más?. En la encuesta-sondeo que Tú mismo organizaste sobre la opinión que los demás tenían acerca de Tí, la pregunta que propusiste fue: "¿Quién dicen  los hombres que es el Hijo del Hombre?". Cada vez que Te miramos, cada vez que Te escuchamos, nosotros mismos nos proponemos esta cuestión que en algun momento se vuelve una tortura, para los que queremos sinceramente estar con la Verdad. Y, cuando el cielo interior se cubre de nubes, no acertamos con la respuesta exacta, tranquila. 

Te llamas "Hijo del Hombre", "Hombre". Y no creas que me moleste este gesto, esta definición tan humana y tan cercana a nuestras inquietudes y dudas. Me encanta considerarTe como Hermano mío, también en la carne, también en la Temporalidad, también en la Secularización y en la Mundanización, también en todo aquello tan pasajero, tan flúido que se llama Historia y Cultura, también en la Materialidad del propio ser sensible. Tú has aceptado todos estos rincones, tejas, paredes y aleros que definen nuestra casa humana de ladrillos, nuestro modo tan precario de existir. Tú no sólo lo has aceptado, sino que lo has querido así. Lo has vivido. Lo has experimentado. Lo has profundizado y asimilado como algo propio. Has bebido este "Cáliz", esta "Copa", este "Trago" desagradable, amargo e inquietante, que es Vivir y Sufrir. Como los demás. Como aquel que ahora pasa por la calle.  Como yo que pienso y escribo. Como aquel que duerme. Como el otro que está enfermo. 

Y es que en todo lo humano, Vivir es Sufrir, pero al mismo tiempo y para consuelo de todos, Sufrir es Vivir, Existir. Lo fue también para Tí. Podríamos afirmar, imitando a René Descartes: "Sufro. Luego Existo". Por tanto alegrémonos de sufrir, mientras vivimos. Porque puedo estar seguro de que existo precisamente porque sufro. Y Tú eres uno de los Enfermos en este gran Hospital de Incurables que es nuestro Mundo. 

Juan, en su Capítulo 12, narra una de sus exclusivas que a algunos les parecen de dudoso valor histórico, aunque muy explicables para la Fe. No quiero entrar en controversia con ellos. Pero no veo por qué no puede haber sucedido lo que voy a transcribir ahora:  

"Había algunos griegos entre los que subían a adorar en la Fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: 'Señor, queremos ver a Jesús'. Felipe fué a decírselo a Andrés. Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús". Tú entonces les respondiste: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre". Expusiste después un poco el sentido de esta Tu Glorificación. Las gentes oyeron como un trueno, y era la Voz del Padre, que respondía a tu petición de que glorificara tu Nombre. Dijo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré". Y Tú miraste hacia el futuro próximo que Te esperaba y Te viste en la Cruz. "Cuando Yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". 

Juan explica por su cuenta: "Decía ésto para significar de qué muerte iba a morir". Pero en aquel momento tan comunicativo, intervienen algunos de los que Te escuchaban y formulan una pregunta, una duda, que a todos nos acongoja alguna vez. Se refiere a esa unión inexplicable de un Hombre Perfecto y del Hijo de Dios. El Hombre puede sufrir. Pero el Hijo de Dios no puede. ¿Cómo es posible ésto?. ¿Cómo se puede dar esta antinomia, esta contradicción, en el mismo ser?. 

"La gente Le respondió: 'Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices Tú que es preciso que el Hijo del Hombre sea levantado?. ¿Quién es ese Hijo del Hombre?'". 

Te habían entendido algo, cuando les habías sugerido que "ibas a ser levantado sobre la Tierra". Y había una sincera Fe en tu superioridad, en la grandeza Mesiánica de tu Persona. ¿Cómo era posible morir y permanecer?. Es la gran duda que de cuando en cuando se asoma en los que Te queremos, Te seguimos y pensamos en lo que Tú realmente eres. 

Y Tú les dijiste antes de marcharTe y antes de OcultarTe: "Mientras tenéis la Luz, creed en la Luz, para que seáis Hijo de Luz". Era como decirles: "Caminad rápidos. Aprovechad el tiempo porque puede llegar la Noche. El día es breve".

 

EL HIJO DEL HOMBRE EZEQUIEL. Ezequiel fue uno de los Cuatro Profetas llamados Mayores. No he podido saber cuándo nació. Ni dónde. Era de familia sacerdotal. Pero vió, espantado, cómo Nabucodonosor, Rey de Babilonia, conquistaba la Ciudad Sagrada de Jerusalén. Ezequiel fue desterrado como los demás israelitas, y en el destierro escuchó la llamada de Yahvé. Y juntamente con Jeremías ha sido el Profeta del Destierro, para mantener las esperanzas del pueblo derrotado. 

Ezequiel escuchó que Dios le llamaba a profetizar, y, al hacerlo, le distinguía con los términos de un "Hijo del Hombre". 

Hay que leer los Capítulo 21 y siguientes. Están llenos de poesía y de temor, comunican belleza y al mismo tiempo, espantos. Comienza así el Capítulo 21: 

"La Palabra de Yahvé me fue dirigida en estos términos: Hijo de Hombre, vuelve tu rostro hacia el Mediodía, vierte tus palabras hacia el Sur, profetiza contra el bosque de la Región del Négueb. Dirás al Bosque del Négueb: Escucha la Palbra de Yahvé. Así dice el Señor Yahvé: Mira, voy a prenderte fuego, que devorará todo árbol verde y todo árbol seco. Será una llama que no se apagará, y arderá todo, desde el Négueb hasta el Norte. Todo el mundo verá que Yo, Yahvé, lo he encendido. Y no se apagará". 

"Yo dije: Ah, Señor Yahvé, ésos andan diciendo de mí: Este es un Charlatán de parábolas". 

"Entonces la Palabra de Yahvé me fue dirigida en estos términos: Hijo de Hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, vierte tus palabras contra su santuario y profetiza contra la tierra de Israel. Dirás a la tierra de Israel: Así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy contra tí. Voy a sacar mi espada de la vaina y extirparé de tí al justo y al malvado...".  

"Y tú, Hijo de Hombre, lanza gemidos, con corazón quebrantado. Lleno de amargura, lanzarás gemidos ante sus ojos". 

El Profeta escucha la llamada de Yahvé numerosas veces, que son narradas, entre los Capítulos 21 y 39. Y siempre el clamor divino llega al Profeta, cuando Dios le dice: "Y tú, Hijo de Hombre, profetiza...". El Mensaje de Ezequiel, Hijo de Hombre, queda sintetizado en estas frases con que se termina el capítulo 39 de su Libro:  

"Así manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondré sobre ellos. Y la casa de Israel sabrá desde ese día en adelante que Yo soy Yahvé, su Dios. Y sabrán las naciones que la casa de Israel fue deportada a causa de sus delitos; que, porque me fueron infieles, Yo les oculté mi rostro y los entregué en manos de sus enemigos. Y cayeron todos a espada. Los traté como lo merecían sus inmundicias y sus crímenes. Y les oculté mi Rostro". 

Finalmente Ezequiel anuncia el regreso del Pueblo de Israel a su tierra, desde el destierro. Y prevé y predice el Perdón de Dios y la Esperanza: "No les ocultaré más mi Rostro. Porque derramaré mi Espíritu sobre la Casa de Israel. Oráculo del Señor Yahvé". 

A partir del Capítulo 43 vuelve la llamada al "Hijo de Hombre", cuando Ezequiel establece las Normas para la reconstrucción del Pueblo de Israel en sus dos vertientes, religiosa y política. Es lo que se ha llamado la "Torá" de Ezequiel. 

Este "Hijo de Hombre" con que Dios llamaba a Ezequiel, Te inspiró a Tí, Jesús de Nazaret. Me parece cierto. Y es que Tú debías proclamar, como Profeta, con tu Vida, con tu Persona, con tu Mensaje, con tu Muerte, la Verdad de un Dios que castiga y que perdona, que olvida y que redime. Fuiste así, como Profeta y Comunicador, la Encarnación de aquel Hijo de Hombre con que Dios despertaba a Ezequiel.

 

UN HIJO DEL HOMBRE EN DANIEL. Daniel, otro de los cuatro grandes, fue un Profeta Visionario del Futuro Mesías. Su Libro fue escrito unos ciento cincuenta años antes de tu Venida al mundo y es una especie de rompecabezas. Porque el mismo texto original no está escrito en una sola lengua, como suele ser normal, sino que en este caso, está escrito en tres lenguas diferentes, hebreo, arameo y griego. En conjunto está lleno de Sueños Fantásticos. En esos Sueños tan llenos de imaginación, de luces, de multitudes, de Bestias, de Desastres y de Salvaciones, Daniel ha pintado el futuro de la historia humana. Y lo ha hecho con grandes pinceladas como si fuera un Pintor Surrealista. El conjunto es un texto típicamente apocalíptico.  

El Libro de Daniel describe en su capítulo 7, escrito en arameo, la Visión del Anciano y del Hijo del Hombre: 

"Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve. Los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de Fuego, con ruedas de Fuego ardiente. Un Río de Fuego corría y manaba delante de El. Miles de Millares le servían, miríadas de miríadas en pie delante de El. El Juicio abrió sesión, y se abrieron los Libros. Miré entonces, atraído por el ruído de las grandes cosas que decía el cuerno. Y estuve mirando hasta que la Bestia fue muerta y su cuerpo destrozado y arrojado al Fuego. A las otras Bestias se les quitó el Poder, si bien se les concedió una prolongación de vida durante un tiempo y hora determinados". 

"Yo seguía contemplando en las visiones de la Noche: Y He aquí que en las Nubes del Cielo venía como UN HIJO DE HOMBRE. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su Presencia. A El se le dió imperio, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas Le sirvieron. Su imperio es un Imperio Eterno, que nunca pasará. Y su Reino no será destruído jamás". 

Esta Visión perturbó a Daniel, como él mismo lo cuenta a continuación: "Yo, Daniel, quedé profundamente turbado en mi espíritu por estas cosas y las visiones de mi cabeza me dejaron asustado. Me acerqué a uno de los que estaban allí de pie y le pedí que me dijera la verdad acerca de todo esto". 

Después de escuchar la explicación sobre el significado de la Cuatro Bestias, Daniel añade: "Yo, Daniel, quedé muy turbado en mis pensamientos, se me demudó el color del rostro y guardé estas cosas en mi corazón". 

Daniel no era llamado Hijo de Hombre, él mismo. Pero tuvo esta Visión en la que algo como "Un Hijo de Hombre" aparecía, "en las nubes del cielo", para recibir del Anciano "El Imperio, Honor y Reino" característicos del Poder de este Mundo. Así, utilizando unos términos, muy humanos y muy conformes con las costumbres y usos de aquellos tiempos, Daniel estaba describiendo a la humanidad que dominaba a las fieras y a un lejano Destructor del Mal. Nos decía que algo venía de arriba y que sin embargo, era un Hombre, un Hombre Perfecto, con todos los poderes, expresados a su modo para sus conciudadanos.

 

EL HIJO DEL HOMBRE EN EL APOCALIPSIS. Juan, el del Apocalipsis, ciertamente se refiere a Tí, cuando en su Libro, recordando el fondo y hasta las formas proféticas de Ezequiel y de Daniel, ha escrito en su capítulo 1:  

"Caí en éxtasis un día del Señor, y oí detrás de mi una gran voz como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que veas y envíalo a las siete Iglesias... Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y, al volverme, ví siete candeleros de oro y, en medio de los candeleros, como a UN HIJO DE HOMBRE, vestido de una túnica talar, ceñido el pecho con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve, Sus ojos como llama de fuego. Sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno. Su voz como ruido de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza". 

"Cuando Le ví, caí a sus pies como muerto. El poniendo su mano derecha sobre mí, dijo: 'No temas. Soy Yo, el Primero y el Ultimo, el que Vive. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades. Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde".   

Posteriormente, en el Capítulo 14, Juan insiste: "Miré entonces y había una nube blanca, y sobre la nube sentado, uno como HIJO DE HOMBRE, que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada". 

Juan Te describe a Tí. Tú eres el Objeto de su Apocalipsis. Y, cuando se le representa uno como HIJO DE HOMBRE, está hablando de Tí, que, después de haber muerto, vives. Y eres el Juez de Vivos y Muertos. Y eres el Ejecutor de todo lo que Tú mismo has previsto, profetizado y algunas veces llorado, como la destrucción de Jerusalén, y el castigo de los que se aferran al paganismo, a pesar de haber escuchado tu Mensaje Evangélico.

 

TéRMINO ARAMEO. Mira por dónde tendremos que estudiar Arameo que, me parece, fue tu lengua nativa, la que Tú hablabas en Nazaret y en tus correrías y viajes de Palestina. Porque "Hijo del Hombre" es un modo de decir arameo, para significar a una persona humana, a un individuo de nuestro mundo. Algo parecido sucede en el Hebreo. Y es que, en estas lenguas, Hijo de Hombre significa sencillamente Hombre o Persona Humana, Este Individuo, Este Hombre. Me parece que, en tu caso, cuando Tú utilizabas esta Palabra para presentarTe, para definirTe, para subrayar algún aspecto de tu Personalidad Polifacética, la expresión adquiere un sentido más transcendental. Porque Tú no fuiste un Hombre más. Tú fuiste el Representante Obvio, Natural, Espontáneo, de toda la Humanidad. Porque, siendo Dios, Hijo de Dios, Tú juntabas a la Naturaleza Divina, una Excepcional Naturaleza Humana. Y, por tanto, Tú eres el Hombre por Antonomasia, un Resumen Personal de toda la Humanidad disgregada.

 

EL PROTOMARTIR VIó AL HIJO DEL HOMBRE. En los Hechos de los Apóstoles, capítulo 7, el Autor, Lucas, el Médico, ha descrito la muerte violenta del Diácono Esteban. Creo que lo que este joven, valiente, dijo en las difíciles circunstancias de su martirio, puede ilustrar lo que significan estas palabras para tu Iglesia. Su historia está largamente explicada en el capítulo anterior. Esteban era uno de los siete diáconos. Fue detenido por los Judíos. Y tuvo un largo discurso ante el Sumo Sacerdote y el Sanedrín. Y prosigue Lucas: "Al oir esto [los judíos], sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él. Pero él, lleno de Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vió la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios, y dijo: 'Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios'". 

Aquellas palabras fueron decisivas. Los que le habían escuchado, le empujaron a las afueras de la ciudad, y comenzaron a apedrearle. Los que lo hacían dejaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo de Tarso quien aprobaba la muerte de Esteban. Así murió el Primer Mártir de la Iglesia. Por haber visto al "Hijo del Hombre" en su gloria. Te veía a Tí. Porque Te conocía, Te amaba y se estaba sacrificando por Tí, mientras Te imitaba al perdonar a sus verdugos y suplicar a Dios que también los perdonara.