El globo rojo

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

¿Me permites que Te escriba una carta hablando de globos, o más claro, de los globos con que suelen jugar los niños?. 

Tú sabes a qué me refiero. Se trata de esos juguetes hinchados con un poco de gas o de aire, con los colores más vivos, que los niños llevan en sus manos, especialmente cuando llegan las Fiestas, o cuando su mamá ha entrado a comprar algo en un Comercio generoso. Estos comercios regalan o regalaban globitos. 

A veces sencillamente se compran por una cuantas pesetas. Los puedes encontrar en cualquier Plaza Mayor. 

Hay globitos de todos los colores. Pero a mí siempre me han atraído especialmente los rojos.

 

UNA MAMá CON UN GLOBO GRANDE. Hace unos días, cuando yo pasaba por una calle, caminando hacia mi trabajo, ví a una señora joven, de unos treinta años, que llevaba en su mano derecha, un enorme globo rojo, de estos que se suelen comprar o ragalar, pero mucho más grande. El suyo era un globo como diez veces los globos normales. 

Me parece evidente que aquella mujer era una madre, que alguien le había regalado aquel globo para su hijo, y que ella lo llevaba a su casa, bastante nerviosa, para, después, regalárselo a su querido niño de pocos años. El tal vez estaba en la Guardería. Su mamá le esperaría. 

Ella estaba ilusionada. Se le notaba. Iba a prisa. Le molestaba ir sola con aquel juguete de niño, tan visible, tan llamativo. Pero lo llevaba con gusto y con la ilusión de una madre, que sabe que va a dar una alegría a su querido hijo. Aquel globo rojo era el símbolo, la palabra, el lenguaje de la Ilusión. 

Pero Te cuento ésto, porque ante aquel espectáculo improvisado, mientras yo seguía curioso los pasos de aquella madre, yo estaba recordando las fascinantes imágenes de una Película que había visto muchos años antes, y que me dejó una gran huella artística y humana. 

La madre que yo veía penetró en el portal de su escalera que era estrecho. Y tuvo que ir con mucho cuidado, para evitar que el globo estallara por la presión. Pudo entrar. Y desapareció detrás de la puerta que se cerraba.

 

UNA PELíCULA DE GLOBOS. La película de que Te hablaba se llamaba "El Globo Rojo" y en francés, "Le Ballon Rouge". Era en colores. Y me parece que no se escuchaban diálogos, sino sólamente ruidos y música de fondo. 

Toda la trama del Film era muy sencilla. Consistía en la historia de un niño que, sin haberlo buscado, se siente fascinado por un globo rojo, que está enredado en un farol de la calle, y que él puede contemplar, cuando se dirige a su colegio. 

El Director del Film era Lamorisse. Lo recuerdo. 

El argumento se desarrolla en la gran Capital de Francia, París. El niño se llama Pascual. 

Camina el niño con sus libros por la calle hacia el Cole. Y se siente atraído por la figura del Globo Rojo. Su cuerda está enredada en los brazos de un farol de gasa. Aquel globo rojo le parece fascinante. Lo quiere agarrar. 

Pascual trepa por el farol que se yergue en aquella calle tranquila, se esfuerza, sus ojos ingenuos miran  hacia el globo, subre un poco más y por fin logra agarrar la cuerda. El globo es suyo. El niño sonríe rebosando felicidad. Baja. Y se va corriendo y saltando alegremente con el globo rojo en su mano de niño. Todo se le ha llenado de luz y de ilusión. 

El globo rojo, tan hermoso, se ha convertido en su mejor amigo. Lo custodia con enorme cuidado. El globo tiene un lugar en su propia casa. Lo lleva a pasear por las calles. Al colegio. El niño está alegre. Va saltando por la vida con una inmensa ilusión colmada. 

Pero aparecen las envidias. Los compañeros no lo soportan. Y están decididos a luchar contra aquel globo. Y destrozarlo el día que puedan. Persiguen a su compañero Pascual. Hasta que un día logran alcanzarlo. Se apoderan del globo rojo. Lo machacan. Lo tiran. Lo pisotean. Como si fuera una peste, un malhechor, un enemigo. 

Pascual queda destrozado también él, como ha quedado deshecho su gran amigo, el globo. Ya no tiene la ilusión en su mente. Desapareció la sonrisa de sus labios, la aureola de felicidad de su cabeza de chiquillo. 

Pero en aquel momento se produce un milagro de solidaridad con el amigo de los globos. 

Todos los globos de París se sienten llamados a rodear a Pascual con su cariño. Se escapan de las manos de los vendedores. Y, marchando por diferentes caminos en el aire, se acercan a su querido amigo Pascual. El los ve llegar. Está recuperando la alegría. Va recogiendo en sus manos las cuerdas de los globos relucientes con sus diferentes colores. Blancos, Verdes, Azules, Rojos. Pascual los agarra fuertemente. Y entonces prosigue el milagro con otro más grande. Pascual experimenta la alegría de la altura. 

Poco a poco, suavemente, se está elevando por los cielos de la gran Ciudad Francesa, París. Sube. Sube cada vez más. Sube hacia el cielo azul arrastrado por los centaneres de globos que lleva en sus manos de niño ilusionado. 

Y así va desapareciendo. 

Desaparecen los globos. Desaparece la ciudad hermosa, grande. Desaparece Pascual. Y nos queda el recuerdo imborrable, sentimental, de un Niño Ilusionado que se ha sentido sacudido por las envidias de sus compañeros de Colegio y de Vecindad, y que, sin embargo, ha sido premiado con el amor de todas las ilusiones, de todos los globos. 

La Película no duraba mucho. Me parece que media hora. Pero creo que es un gran Film de Lamorisse. Merece mi aplauso, como seguramente se ha llevado los aplausos de todos los espectadores que la han contemplado. 

"Fin". Música brillante. 

¿Qué Te parece?. ¿Te parece pueril?. ¿Te parece ingenua?. ¿Te parece demasiado seria?. 

A mí me gustó. Me sigue gustando. Y me agradaría tenerla para poderla ver de nuevo. Me parece una Parábola. Como una Parábola de las tuyas.

 

Tú Y LOS NIÑOS. Tú fuiste un Niño y hay hermosas descripciones de tu Niñez, en los Evangelios, especialmente en los dos que hablan de tus primeros años, Mateo y Lucas. 

Pero además en tu Vida Pública trataste repetidas veces con Niños y Niñas. Y los Evangelistas, también han recogido este rasgo tan humano de tu Personalidad. 

Finalmente, Tú supiste comprender y resaltar los ragos positivos del modo de ser de los Niños, y los propusiste a los mayores como modelos a imitar. No siempre ha sido así en los escritores que Te sucedieron, algunos Apóstoles tuyos, que subrayaron también algunos aspectos negativos de la niñez.

 

JUAN Y UNA FRASE DE NIÑOS. Juan es el único de los Evangelistas que no recuerda tus años de Niño Oculto, ni tus tratos con niños y niñas después, cuando Tú ya eras mayor y estabas comunicando tu Mensaje y las estructuras básicas de tu Obra. Pero en cambio recoge una frase tuya, que a mí siempre me ha impresionado, porque creo que está llena de humanismo y de respeto por la maternidad de la mujer.  

Dice así Juan en su Capítulo 16, cuando recuerda lo que les dijiste a tus Apóstoles durante la tarde anterior a tu detención y encarcelamiento: "Yo os aseguro que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo".  

Y ahora Tú les pusiste un ejemplo impresionante y lleno de ternura: "La Mujer, cuando da a luz, está triste, porque le ha llegado su hora. Pero cuando el niño le ha nacido, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo". 

Es ésta una importante enseñanza para los Apóstoles en aquel momento angustioso de tu Pasión y para todos los cristianos de la historia que están viviendo constantemente el dolor del inmenso alumbramiento del Cristo Total. Pero todo se convierte en alegría el día en que la mamá puede abrazar a su hijo recién nacido y que llora. Y los Cristianos serán felices cuando puedan contemplar la Verdad del Cristo realizado en la Historia. Pero, mientras dure el tiempo de su llegada su existencia será una alternancia de lágrimas y de felicidades. 

 

Tú FUISTE NIÑO. Tu Niñez se halla muy bien dibujada en las páginas de Mateo y de Lucas. Fué una Niñez de Alegrías, Esperanzas, Profecías, Persecuciones. La vida normal de un Niño Israelita de Familia fervorosamente Religiosa, accidentada por las Previsiones de unos y los miedos de otros.  

El inquietante cuadro de tu Niñez ha sido pintado en los dos primeros capítulos de dos Evangelistas. Lucas y Mateo. Los otros dos pasan directamente a narrar tu Vida Pública, aunque Juan la precede con el hermoso Prólogo sobre La Palabra en el principio y en su venida al mundo. 

Tú naciste en Belén. Y Lucas en sus dos primeros Capítulos va pintando lo que precedió a tu Nacimiento, con el Anuncio del Arcángel Gabriel a tu Madre, la Visita que Ella hizo a su pariente Isabel, el nacimiento de Juan, tu Precursor, y su circuncisión. A continuación narra tu propio Nacimiento lleno de alegrías y expectativas, tu Circuncisión, y tu Presentación en el Templo, tus  encuentros con el anciano Simeón y Ana la Profetisa y sus previsiones agridulces.  

Y finalmente la descripción de tu Vida Oculta y tu "Fuga" de la Casa Paterna hacia el Templo de Jerusalén y los Doctores, cuando tenías doce años. Todo esto es una exclusiva absoluta de Lucas, el Médico, que investigó especialmente todas las cosas que a Tí se referían, "tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra" y "después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes". 

Mateo completa el cuadro de tu Niñez, insistiendo en tu Concepción Virginal ante las dudas de José, tu padre legal y ofreciendo un cuadro de sombras y luces, con la llegada de los Magos del Oriente, siguiendo una misteriosa estrella, y con la persecuión por parte de Herodes que os obligó a huir a Egipto y culminó con la muerte de los niños inocentes.  

Después regresaste de Egipto y os establecisteis en Nazaret. Así todos Te podemos llamar ahora: Jesús de Nazaret. Este es el resumen de los dos primeros capítulos de Mateo, que son también una exclusiva estrictamente suya. 

Lo que puedo recordar acerca de tu Niñez es que fue una Niñez accidentada. No se dice que tuvieras muchos juguetes, aunque estoy convencido de que los tenías. Pero desde el principio escuchaste aplausos, profecías, adoraciones y órdenes de huir y de regresar. Esto no sucede en otros niños. 

En tu caso el que escuchaba las órdenes era José, y siempre se referían "Al Niño y a su Madre". Ella sufría, tal vez lloraba en la soledad y conservaba todo lo que sucedía en su corazón maternal. Mientras tanto Tú, como Nazareno, Te desarrollabas. Como dice Lucas "El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría. Y la gracia de Dios estaba sobre El".  

Y un poco más abajo añade, cuando regresaste a tu casa, después de tu permanencia en el Templo. Tenías doce años. Iba a comenzar tu adolescencia: "Bajó con ellos y vino a Nazaret. Y vivía sujeto a ellos...Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres". 

Después de los doce años, Tú dejaste de ser un Niño. Fuiste un adolescente. Un joven. Un Hombre. Como los demás. Pero algo habría en Tí, cuando trabajabas de carpintero o de artesano en aquel sencillo taller de José.

 

TRATASTE CON NIÑOS. Lo cierto es que, cuando comenzaste a comunicarTe con los demás, "a caminar de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios", Te fijaste varias veces en los niños y en las niñas. Y siempre con una mirada y una atención, llenas de ternura y de admiración. 

Una de las veces, la más famosa y admirable, se refiere a una Niña de doce años, que murió y Tú la devolviste a la vida. Fue una de las tres resurrecciones que Tú realizaste. La narran los tres Mateo, Marcos y Lucas. Voy a transcribir parte de la narración de Lucas, capítulo 8: 

Regresaste de un viaje. Y Te recibió una muchedumbre. Se Te acercó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, para que fueras a su casa a curar a su hija que se estaba muriendo. Era hija única. En tu camino, apretujado entre las gentes, curaste a la hemorroísa, y escuchaste cómo algunos de la casa de Jairo, le comunicaba que no molestara más al maestro, porque la niña había muerto. Tú le dijiste: "No temas. Sólamente ten fe y se salvará". 

"Al llegar a la casa", sólamente han entrado contigo Pedro, Juan y Santiago, acompañados por el padre y la madre de la niña muerta. Había gente que lloraba. Y otros se lamentaban. Tú les dijiste: "No lloréis. No ha muerto. Está dormida". Y todos lo tomaban a broma, y se burlaron de Tí, porque sabían que estaba bien muerta. 

Tú, la tomaste por la mano, y exclamaste en voz alta: "Talitá kum", que quiere decir: Levántate. "La muchacha se levantó al instante y se puso a andar" (dice Marcos, capítulo 5). "Retornó el espíritu a ella, y al punto se levantó. Y El mandó que le dieran de comer" (dice Lucas, capítulo 8). "Sus padres quedaron estupefactos". "Quedaron fuera de sí, llenos de gran estupor". 

Con este milagro has mostrado tu amor a una niña de doce años, a sus padres, y a todos los padres y madres del mundo que sufren por causa de sus hijos e hijas. 

Los niños y las niñas Te seguían, Te buscaban y Te acompañaron hasta el desierto. La prueba es que ellos también participaron de los banquetes improvisados que organizaste en varias ocasiones, para los que se habían alejado de sus casas y de las tiendas para escucharTe. Algunos, la mayoría, iban con sus padres. Otros tal vez estaban solos.  A la hora de hacer números los Apóstoles dicen que los que comieron "eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños".  

Y porque Te seguían y Te escuchan también los niños, pudiste llamarlos y presentarlos ante los que Te rodeaban, como en este caso que narra Mateo, en su Capítulo 18: "En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: 'Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?'". Tú llamaste a un niño. Lo pusiste en medio de todos. Y dijiste: "Yo os aseguro. Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". 

Mateo, en su capítulo 19, cuenta que "entonces Le presentaron unos niños para que les impusiera las manos, y orase por ellos. Pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: 'Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a Mí, porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos'. Después les impuso las manos y se fue de allí". 

Queda subrayada así la diferencia entre tu actitud acogedora, simpática, dialogante, con los niños y niñas, y la actitud nerviosa, molesta, cansada, de los mayores que estaban contigo.

Tenemos mucho que aprender. Los niños nos cansan. No debería ser así.

 

LOS PUSISTE COMO MODELOS. Finalmente Tú has resaltado tan intensamente las virtudes naturales de los niños que les has puesto varias veces de Modelo para los mayores. Esto puede parecer hiriente para los papás, tíos y abuelos de los "peques". Pero Tú lo hiciste. Menos mal que los Niños no se dan cuenta, por ser pequeños y leer poco tus Evangelios. 

Mateo en su capítulo 18, narra que Tú, ante un niño que pusiste en el centro del corro de los que Te escuchaban, afirmaste: "Así, pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en Mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar".   

Después hablaste muy duramente de los escándalos, y añadiste: "Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños. Porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos". 

Evidentemente bajo la expresión "Niño", "Pequeño", Tú también Te refieres a los mayores que son humildes y por tanto reconocen su pequeñez, su niñez espiritual. Como Santa Teresa del Niño Jesús. 

Recordaste a los niños en las horas gloriosas de tu Entrada Triunfal en Jerusalén, para comenzar la Semana de Tu Pasión. Te aclamaban niños y mayores. Y alguien protestó, como narra Mateo, en su capítulo 21. Como siempre eran los Sumos Sacerdotes y los Letrados, quejosos de que gritaran en el Templo los Hasannas que iban para Tí. Te dijeron indignados: "¿Oyes lo que dicen éstos?". Y Tú les contestaste, citando el Salmo 8: "Sí". "¿No habéis leido nunca que 'De la Boca de los Niños y de los que aún maman Te preparaste alabanza?'". "Y dejándolos", saliste "fuera de la Ciudad, a Betania, donde pasaste la noche".  

El Salmo 8 más concretamente dice: "Por boca de los niños, los que aún maman, afirmas tú tu fortaleza frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes". 

Una vez más Tú asegurabas lo que dijeron otros Evangelistas y reafirma rotundamente Marcos, capítulo 10. Lo pone en tu boca: "Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Ya añade: "Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos".

 

OBSERVASTE LOS JUEGOS DE LOS PEQUES. Cuando transito por estas calles nuestras tan repletas de vida y de actividades, me suelen llamar la atención los niños y las niñas con sus características actitudes, y sus ojazos abiertos. 

Estos pequeños seres que apenas llegan al metro de altura son verdaderamente inexplicables, un poco misteriosos, imprevisibles. Les ves sentados en su cochecito empujado por su madre, y lloran, se retuercen. Es que quieren que su mamá los lleve en sus brazos. Otras veces sucede lo contrario. Lloran porque han decidido ir sentados en su butacón con ruedas, y no llevados por su madre. 

Lo que resulta realmente admirable es su capacidad de crearse nuevos juegos. Ellos y ellas saben jugar solos. Se entretienen con cualquier cosa. Cuando en el Cole, en la Calle o en su propio piso, se encuentran con otro u otros de su misma o parecida edad, saben organizarse, para jugar y divertirse.  

Hoy, pasando, en la calle he observado cómo un niño de unos cinco años enseñaba a un hermanito suyo más pequeño cómo se deslizaba el wagón de un tren que no existía como tal: era un tren que tenía un solo wagón. El pequeño le escuchaba maravillado, imitando los movimientos del mayor y escuchando sus explicaciones. 

Los niños enseguida se convierten en buenos y malos, policías y bandidos. Y hacen guerras, como los mayores, con fusiles y pistolas que, al ser disparados, provocan un pequeño ruido. 

Yo recuerdo juegos como el de la Gallina Ciega, las Cuatro Esquinas, el Escondite, Piola, Canicas, Peonzas, Fútbol o Balón Pie, y tantos otros. Había un juego que no sé cómo se llamaba, y que Tú me has recordado, cuando Mateo, Capítulo 11 y Lucas, Capítulo 7, me han hablado de lo que exclamaste contra la generación de tu tiempo, que no sabía nunca o nunca quería "sintonizar" con la Voluntad del Padre. 

Este juego consistía en que uno del grupo iba diciendo un verbo de acción con la palabra de algo que la realizaba. Los demás debían repetir la palabra y levantar las manos, cuando el primero lo había dicho todo correctamente. Si levantaban las manos de forma errónea, perdían y eran castigados. 

Tú eras un gran observador de la realidad que te circundaba, y también habías jugado cuando eras niño en Nazaret. Estoy seguro de que jugabais a Fútbol algunas veces, como ahora, aunque no fuera más que con un balón casero hecho con unos cuantos trapos bien atados. Es un juego que les gusta a los peques. Además es fácil, asequible y barato.  

Y habías notado un juego muy parecido al que yo Te he explicado anteriormente, y que podríamos llamar "El Juego de la rápida Sintonía". Me parece que consistía en que un grupo realizaba una acción sin explicarla, y el otro grupo debía darle una respuesta adecuada, adivinando lo que veían hacer al primer grupo. 

Lo cierto es que Mateo y Lucas ponen en tus labios estas palabras que son un duro alegato contra los hombres y mujeres de tu generación, especialmente contra los "Fariseos y los Legistas", como lo subraya expresamente Lucas. Dijiste según Mateo: "¿Con quién compararé a esta generación?.  Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: 'Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado. Os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado'. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: 'Demonio tiene'. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: 'Ahí tenéis a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y de pecadores'". 

Así una vez más los niños y las niñas Te han servido para explicarTe y para comunicarnos a todos un hermoso mensaje. Criticaste a los que no reaccionaban rápida y positivamente a la Voluntad del Padre y al mismo tiempo, nos enseñabas que hemos de estar dispuestos siempre a "sintonizar" nuestro pensamiento y nuestra voluntad, nuestros criterios y nuestra vida con los dictámenes y lac comunicaciones de Dios. Al revés de lo que suelen hacer los malos y los mediocres, que reaccionan con "críticas", y con "negativas". Si son duros, porque son "carcas". Si son blandos, porque son "Demasiado modernos", "Secularizados", "Mundanos", y tantas otras cosas. Esto es lo que oimos y vemos todos los días, también ahora. 

Si los miembros más activos de tu Iglesia son estrictos y se parecen a Juan, se les critica, porque "están locos" (esto es lo que significa: "Tiene un demonio"), "inadaptados a los tiempos nuevos". Si no se parecen a Juan, sino a Tí en tu humanismo, dicen: "Mirad. Ese es un vividor. Un despistado materialista". 

La Crítica siempre está de moda. Es lo primero que brota de los labios y de los corazones de los mediocres, de los que no quieren comprometerse con tu modo de Vida.

 

PABLO, PEDRO Y LOS NIÑOS. Pablo, tu gran Apóstol, tenía una idea menos positiva de los niños y de su capacidad de ingenuidad y de amor. En la Primera Carta a los Corintios, les dice: "Yo, hermanos, no puedo hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os dí a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar". Y a continuación va enumerando los defectos que se manifestaban en aquella comunidad tan internacional como la de Corinto, la Ciudad del Istmo, en Grecia. 

En el Capítulo 13, Pablo insiste: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño". 

Y en el capítulo 14: "Hermanos, no seáis niños en juicio. Sed niños en malicia, pero hombres maduros en juicio".  

En la Carta a los Gálatas, capítulo 4: "Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo, sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre. De igual manera, también nosotros cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo". 

En la Carta a los Efesios, capítulo 4, Pablo insiste: "Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error".  

Y la Carta a los Hebreos, cuyo autor desconocemos, también afirma: "Todo el que se nutre de leche desconoce la doctrina de la Justicia, porque es niño. En cambio, el manjar sólido es de adultos; de aquellos que, por la costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal". Está en el  Capítulo  5. 

En cambio, Pedro en su Primera Carta, capítulo 2, recuerda tu actitud amable con los niños, y nos propone algo positivo de ellos: "Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresía, envidias y toda clase de maledicencias. Como Niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno". 

Lo único amable que en los niños ha notado y propone Pablo es su Inocencia. Por esto dice, "Sed Niños en Malicia".  

Con los aspectos malos que subraya Pablo, se podría pintar una verdadera caricatura del niño, y hasta un rostro de semisalvaje:

Los niños son carnales, Incapaces de alimentos sólidos. Tienen limitaciones en el hablar, en el pensar, en el razonar y en el juicio. Los niños son como esclavos, porque deben estar bajo tutores y administradores. Van a la deriva, son zarandeados por todos los vientos. Van siempre a merced de otros, de la malicia de otros, de la astucia, del error. 

Me gusta más la imagen del Niño que Tú tenías y describías en tus comunicaciones evangélicas.

 

UN GLOBO MORADO. Esta mañana, cuando estaba caminando por la Ciudad, de vuelta de mi trabajo, ví a un niño pequeño, que llevaba en su mano, un globo de color lila o morado. Y naturalmente, como estaba pensando en la presente carta, me llamó poderosamente la atención. Y me fijé en él. 

El niño tendría unos cinco años. Era, por tanto, el niño característico, en el que todavía no se suponen ni siquiera incipientes las fuerzas de la razón. Sus papás se habían detenido y le estaban observando. El niño, de pie, en medio de la calle, producía unos ruídos que parecían unos pequeños aullidos. Mientras tanto, con sus pequeños dedos, iba rasgando el globo morado, hinchado, como si lo quisiera romper. Pero no lo lograba. Sus dedos resbalaban sobre el globo, sin rasgarlo. Solamente se hundía. Pero resistía a la fuerza limitada de aquel niño destructor. Seguían los pequeños aullidos. 

Yo tuve que seguir mi camino. Y dejé al niño apretando el globo, rasgándolo, sin que el globo se rompiera. 

Yo pensé entonces una vez más en la película "El Globo Rojo". Y recordé la escena del triunfo de la envidia de los compañeros de Pascual. Entre todos despellejaron a aquel globo rojo de la ilusión. 

Yo creo que podemos aprender una lección. De tus Palabras tan elocuentes y agradables sobre los niños y sobre lo que hemos de hacer para imitarlos, deduzco que todos hemos de tener algo de Niños hasta el final de nuestra vida. Sobre todo lo más positivo, que podría ser su Inocencia, una cierta Ingenuidad, una Dependencia confiada en sus padres y en los mayores, y una Constante Atención a aquel que les puede enseñar. En síntesis, una gran Ilusión, de un color alegre y optimista. Seguramente encontraría otras virtudes dignas de imitación.

 

EL GLOBO DE LA ILUSIóN. Pero de la Película y de la Realidad de cada día, también fluye otra importante sugerencia: que hay gentes, conocidas o no, que se empeñan en rompernos las Ilusiones y todos los globos que vamos llevando en nuestras conciencias a través de las calles de la Vida. A mí me ha sucedido varias veces. He cambiado de ciudad, he cambiado de trabajo, he cambiado de ambiente. Y siempre, sin fallar, he encontrado a alguien dispuesto a arañarme para que estallasen los globos de mi Ilusión. 

No lo han logrado del todo. 

La experiencia de cosas pasadas siempre permanece. Pero la Personalidad propia es invencible. Si uno quiere, nadie va a poder con él. Por mucho que hagan los demás, El permanece. Y entonces me imagino a tantos hombres y mujeres optimistas, ilusionados, que van caminando por el sendero de la vida, llevando en alto, muy hermosos, de todos los colores, los globos triunfantes de sus Ilusiones inquebrantables. 

Algún día Te contaré cuáles son mis ilusiones. Desde luego, la Primera, la Principal, la que ocupa el puesto más alto, eres Tú, tal como eres, con tu Personalidad, tu Mensaje, tu Obra, tu Presencia. 

Yo creo que Tú eras un Hombre de Ilusiones, ilusiones fantásticas y luminosas comolas ilusiones de los Niños, pero al mismo tiempo coloreadas con los colores, más serios, de una profunda conciencia de tu destino martirial. 

Tú aprendiste de los niños a jugar con ilusión. Tú proclamaste que tenías ilusión de que el mundo ardiera de amor, porque para esto habías venido al mundo. "He venido a poner fuego en el mundo. Y cómo deseo que arda ya". 

Tú también escuchaste los gritos alegres de los niños que jugaban en alguna plaza de tus pueblos y ciudades, a un juego que, según parece, consistía en adivinar lo que significaban los gestos mudos de los del otro grupo. Y Tú lo expresaste en una breve parábola, bella y simpática.  

La proponías para juzgar y condenar a tu Generación. La recuerdan Mateo y Lucas. Mateo, capítulo 11, la explica así y la pone en tu boca: "¿Con quién compararé a esta generación?. Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: 'Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado. Os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado'. Porque viino Juan, que ni comía, ni bebía, y dicen: 'Demonio tiene'. Vino el Hijo del Hombre que come y bebe, y dicen: 'Ahí tenéis a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'". 

Y es que, como Tú dices en esta parábola de los niños juguetones y caprichosos, siempre hay alguien que nos chafa la guitarra. Si eres bueno, eres un tonto. Si eres mediocre, eres insoportable. Si hablas como un bien educado, eres un vanidoso. Si hablas mal, eres un inútil. Si guardas las formas, eres un anticuado. Si quieres ser más abierto, eres un mundano. Si quieres hablar de Justicia, eres un Comunista Rojo. Si hablas de la Caridad, eres un Capitalista trasnochado. Y así en todas las ocasiones. 

Siempre hallas a alguien dispuesto a la crítica destructiva. Siempre aparece alguno preparado, apuntando, para destrozarte el globo rojo de las ilusiones. Y muchas veces es la misma persona. Porque cambia el punto de mira, cambia el aspecto, para poderte hacer daño, más daño. Y el pobre hombre, sin globos en las manos del espíritu, debe caminar hacia su Calvario. Como Tú, como Juan.

Podríamos todos realizar un esfuerzo para respetar más a nuestros semejantes. Y permitirles avanzar, con la cruz a cuestas, pero alentados por una gran ilusión, hacia tu Presencia, hacia tu Gran Mundo de Luces y de Colores