El encanto de la luz

Autor: Ramón Aguiló sj.

Una de las experiencias más bellas de la vida humana sobre esta tierra es la de la luz, la luz que nos inunda todas las mañanas, que nos acompaña durante todo el día y hasta la tímida luz de la luna y de las estrellas que está con nosotros durante la negruzca noche.  

Tal vez por eso, Jesucristo, las páginas de los diferentes libros sagrados se hallan chispeantes con la palabra y los encantos polifacéticos de la luz. 

Una vez, por las fiestas de tu Navidad, experimenté la rápida, misteriosa y encantadora trayectoria de la luz ante los ojos que se abren, y, sin verla, la ven, y sin verla gozan de un mundo escurridizo y vivo, gracias a sus ágiles saltos sobre las cosas. Y escribí mis impresiones en unos versos que te comunico. 

JUEGOS DE LUZ. Cantaba, volaba, reía / la luz. / Y la luz jugaba, danzaba, corría /La luz.////. Yo la miraba y no la veía /la luz. / Y la luz me amaba, besaba, envolvía / la luz.////. Yo tendía mis manos / por ver qué me daba / la luz. / Y en ellas saltaba, erguida, apretada / la luz. //// Y yo que lloraba y gemía, / oí que llamaba la luz. / Yo abría mi puerta / de bronce, cerrada. / Y ví que esperaba / sonriente y alada, / la luz.////. Caía y rodaba, y a gritos callaba / la luz. / Y mi charca inundaba / de luces / la luz.////. Y yo que jugaba y cantaba, / sufría y reía. / Y mi rostro azotaba / con luces / la luz.////. Y mis ojos lloraban / alegres / trocitos de luz.  

Cuando yo sentí y compuse esa pequeña poesía, estaba viviendo el ambiente festivo, luminoso, de las estrellas y de los árboles que recuerdan al mundo tu nacimiento en Belén de Judá. Todo en estos días es luminoso. Hasta las noches nos recuerdan la alegría cristiana con miles de bombillitas encendidas por calles y plazas de las ciudades y pueblos de todo el mundo. 

 

¿QUÉ ES LA LUZ?. La luz es algo que nos envuelve y que transforma nuestra vida cada día cuando nos hemos encontrado durante varias horas con las tinieblas. Nos es imposible imaginar lo que sería un mundo sin luz, sin sol, sin luna, sin estrellas, sin fuego. El mundo en tinieblas sería algo terrible, inhabitable. El mundo, sin luz, sería la tiniebla absoluta, la tiniebla total. Casi no nos lo podemos imaginar. Sería como si todos fuéramos ciegos de nacimiento. 

El hombre natural nunca se ha encontrado así. Porque, aun antes de inventar el fuego, el hombre gozaba de la realidad encantadora del sol, y, cuando el sol se escondía detrás de las montañas y todo se cubría con ese manto negro que es la noche, aparecía la sonrisa de la luna en el cielo, y cuando la luna no estaba allí hermosa, la inmensidad se llenaba de las pequeñas titulantes y variadas luces de los astros. Aun cuando dormía, el hombre estaba cubierto por el tímido, silencioso y difuminado perfil de las cosas. 

La luz es un elemento complejo. Y lo podemos analizar a través de nuestra experiencia de esa hoguera gigantesca que llamamos sol. 

El sol irradia con gran fuerza los elementos vitales de nuestra existencia terrena, planetaria: El sol en primer lugar es un centro de iluminación. Y esto es precisamente lo que realiza la luz. Es algo que parece milagroso. Gracias a la luz que nos llega desde el sol, nosotros podemos conocer todo lo que nos rodea, en dónde vivimos, por dónde caminamos, con quiénes nos encontramos, y muchas otras cosas más. 

Pero la luz es mucho más que luz. Es una fuente de calor cuya ausencia notamos y sufrimos en los días de invierno, cuando las nubes grises encubren la presencia del sol en el cielo. Esto realiza una gran experiencia: la de sentirse bien, confortablemente, en un mundo que también tiene sus vertientes desagradables. 

La luz da vida. Sin el sol no sería posible la vida de los seres vivientes, de los humanos, de los animales, de los vegetales. La vida es la victoria sobre la muerte.. La vida es la perduración de nuestra presencia entre los demás. 

La vida necesita purificación. Y la luz del sol purifica el ambiente. La luz es como el pulmón de la humanidad. Es la gran riqueza del ecosistema. 

Todo el universo adquiere con la luz la belleza de los colores. Todo se convierte en un maravilloso cuadro de un genial pintor. Y los colores que inundan de belleza las cosas y seres que forman parte de nuestra familia creacional, no provienen de unos tubitos de pintura. Los colores del universo son cada día nuevos. Porque saltan ruidosos y siempre cambiantes de los raudales inagotables de la luz, de esa luz que se amasa en la mezcla inaudita de los colores naturales del arcoiris. El mundo es una gran obra de arte gracias a la creatividad de la luz. 

Y todo este conjunto convierte a la luz en una fuente inagotable de alegría para esta humanidad de desterrados hijos de Eva. Es la alegría multiplicada que se experimenta después de una larga noche de insomnio y de dolores.  

LA LUZ SIRVE PARA DEFINIR A DIOS Y A TI, JESÚS DE NAZARET. Lo primero que Dios creó, según el Génesis, al dar el primer impulso energético a esa marcha maravillosa, misteriosa, de los seres, por el tiempo, hacia un punto, desconocido todavía, fue la luz. ¿Era tal vez la primera visión de tu presencia en el universo que iba a surgir de aquella voluntad creadora? Tú, Jesús, te has definido como la luz del mundo. Lo dijiste así, sencillamente: “Yo soy la Luz del Mundo”.  

Según el Génesis, el primer libro de la Biblia, Dios no creó los astros en primer lugar. Misteriosamente, se produce la luz en el fondo de la eternidad divina. Yo estoy cierto de que en la mente de Aquel que creaba las cosas brillabas ya Tú, Jesús, el Hijo, la Sabiduría, como Hombre. Tú brillabas ya antes que toda la creación. Por eso lo primero que el Génesis presenta como irradiación del ser es la Luz: lo que mejor te expresaba. 

Pero en la Biblia hay un último libro, que es el Apocalipsis: un libro fantástico, como un poema lírico, críptico y profético, misterioso y al mismo tiempo profundamente cristocéntrico. Y este libro cierra sus páginas describiéndote a ti, como “Estrella Brillante de la Mañana”. “La ciudad no tenía necesidad de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba, y su Lumbrera era el Cordero”. “No habrá ya noche, ni tendrá necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol” (Apocalipsis, Capítulo 22). 

DIOS Y SU MESÍAS SON LA LUZ. Seguramente que, cuando Tú, Jesús, te definías como Luz, tenías presente todo lo que decían los libros sagrados que escribían acerca de Yahvé y de su Mesías, su Cristo, su Ungido. 

En el salmo 4, el poeta exclama en oración: “¡Alza sobre nosotros, Yahvé, la luz de tu semblante!”. En el salmo 26: “Yahvé, mi luz y mi salvación ¿a quién he de temer?”. En el 35: “En Ti está la fuente de la vida. En tu luz vemos la luz”. Y así en otros varios salmos. 

Dios es luz. Y así el universo de la luz que ha creado se encuentra radicalmente en El. Y Tú, Jesús de Nazaret, que eres Dios, como tu Padre, podías definirte como luz, porque la luz es tu misma esencia divina.

Por eso los profetas y los que te vieron en lontananza de los siglos te vieron como Luz, como Sol, como vencedor de las tinieblas. Isaías, en su capítulo 2, dice: “Casa de Jacob, en marcha, caminemos a la luz de Yahvé”. Isaías afirma estas cosas en una visión escatológica que tuvo previendo a Sión como capital del mundo, la ciudad del Mesías. 

Podríamos calificar al Profeta Isaías como Profeta de la Luz.: “El pueblo que andaba a oscuras vió una luz intensa. Sobre los que vivían en terra de sombras, brilló una luz”. Los capítulos 8 y 9 son un cántico de la manifestación del Mesías. Podríamos llenar varias páginas con los hermosos cánticos de Isaías al Dios Luz, y al Mesías que iluminará el mundo y será Luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos.  

No podemos imaginar un mundo sin luz. Porque sería insoportable, inhabitable. Todos deberíamos caminar a tientas, como los que nacieron sin ojos o con los ojos dañados. Y esta triste realidad que es una ficción en lo físico, sería también una enorme desgracia para los seres humanos si la aplicamos al Cristo, Salvador, Luz del Universo. Un mundo sin Ti, Jesús de Nazaret, sería un mundo tenebroso, una jaula de fieras salvajes, una inmensa acumulación de cosas y seres sin sentido. Un interrogante terrible, angustioso, sin respuesta. 

 

TÚ ERES LA LUZ DEL MUNDO. Todo esto que he pensado, que he leído en los libros sagrados, en el Génesis, en los Profetas, en el Apocalipsis, lo veo realizado en tu Personalidad Eterna e Histórica, Jesús.  

Tú has recurrido al encanto de la Luz para definirte, cuando has afirmado: “Yo soy la Luz del Mundo”. Yo quisiera decírselo, gritárselo a todos mis hermanos y hermanas del universo. “Jesucristo es la Luz. Es la única Luz. No lo rechacéis. No queráis caminar, vivir bajo las tinieblas, en una noche total, completa, sin luna, sin estrellas, sin fuego, sin iluminaciones eléctricas, sin candiles encendidos”.  

Tú, Jesucristo, nos iluminas, nos calientas y nos das energías, Tú nos vivificas dándonos la vida, una vida que no tiene final, Tú nos purificas, Tú embelleces nuestro universo físico, moral, sobrenatural, Tú eres nuestra alegría, la alegría para los que estamos continuamente tentados por la tristeza y el pesimismo. Contigo todo se vuelve luminoso, bello, ardiente, simpático, lleno de energía y de vida, de pureza y de hermosura, de gozo, de felicidad: Nuestra mirada hacia el futuro de nuestra existencia se vuelve una profunda experiencia de la esperanza confiada, de algo brillante, precioso, alegre, que no tiene fin. 

Sin Ti no hay más que tinieblas, hielo, enfermedades, muertes, basura maloliente, fealdad y angustia. “Tu Luz nos hace ver la luz”. Contigo todo es resplandeciente. Contigo podemos reir y sonreir. Todo lleva consigo la simpatía.

Cuando Tú estabas visible en este mundo, hace más de dos mil años, eras la luz para los que te escuchaban y te aceptaban. Pero las tinieblas te rechazaron, como escribió Juan el hijo del Zebedeo en el primer capítulo de su evangelio. 

Tú te has definido perfectamente, hermosamente, poéticamente, claramente, cuando dijiste: “Yo soy la Luz del mundo. El que me sigue, no camina en las tinieblas”. 

Nosotros queremos seguirte. Y te seguimos. Cada día. Cada día te encontramos. Y hablamos contigo, también por medio de Internet.