El desencanto y la torre

Autor: Ramón Aguiló sj.

Cada día vivimos nuevas experiencias y nuevas manifestaciones del desencanto. Están llenas las páginas de las Revistas, de los Diarios, las pantallas, los informativos. Es algo digno de ser meditado, estudiado. 

Se manifiesta en una gran inseguridad personal y colectiva. Y no me refiero precisamente a la delincuencia. Me refiero a que las gentes no ven las cosas claras. Viven al día. Insatisfechos. A veces nerviosos. En algunos momentos, deprimidos. Es una inseguridad vital. Expresada de diferentes formas, con diferentes frases, con diferentes actitudes. "Las Cosas no van Bien"- dicen. "Hay demasiados parados". "Demasiados impuestos". ""Mi negocio no cubre los gastos". "Hay muchos peligros". "Muchos cambios". "El mundo es un asco" Hasta los programas de Televisión resultan desagradables, con demasiadas noticias de juicios, corrupciones, desastres.  

Esta inseguridad, esa insatisfacción, ese desencanto se proyecta también sobre lo internacional. Creíamos que la "perestroyka" había cambiado a Rusia y al Mundo. Creíamos que habían desaparecido los grandes conflictos entre las naciones y que se había alejado de forma casi definitiva todo peligro de grandes guerras. Creíamos que los grandes pueblos de Europa y Asia, provenientes de la antigua URSS, se dirigían inequívocamente hacia la Democracia, los Derechos Humanos y la convivencia pacífica. 

Los países europeos, y concretamente España, estaban esperando en su gran mayoría la llegada de una Comunidad Europea fuerte, unida, tranquila, desarmada, colaborando en la solución de todos los problemas. Creíamos que los euro-escépticos serían superados por los resultados positivos de Maastrich y por la caída de las fronteras. Creíamos que los nacionalismos duros, racistas, creadores de marginación, iban a desaparecer o por lo menos ser reducidos a límites insignificantes. 

Pero todo eso se va quedando en el mundo de los sueños inalcanzables. Se discuten nuevamente los problemas que ya parecían resueltos. El Comunismo reaparece en los países rusos. Alemania parece absorbida por sus propias dificultades, acrecentadas por la unidad germánica reconquistada. Con esta unidad, resurge el poder peligroso de una Alemania fuerte y aislada. Se escuchan voces con acentos nazis.Los árabes y los judíos siguen matándose. Los países musulmanes experimentan las agitaciones y la sangre del Integrismo, de los Fundamentalismos amenazantes. 

En el mundo de las ideas, la insatisfacción se ha vuelto escepticismo. El paro parece imparable. Cayó el Marxismo y sus aplicaciones. El Neoliberalismo parece ser incapaz de dar trabajo a todos, de ofrecer soluciones a los problemas de la producción y a la distribución justa de las riquezas. La consecuencia es la búsqueda del cambio: Donde gobiernan los conservadores  como en los Estados Unidos, se busca el triunfo de los progresistas. Donde gobiernan los socialistas, va ascendiendo el poder de los conservadores, como en Francia. Parece como si nuestro tiempo estuviera asistiendo a la muerte de las ideologías. El hombre actual no piensa, no tiene convicciones, duda de todo. Hasta la Iglesia va perdiendo su influjo orientador. Para algunos se ha quedado amarrada en viejos prejuicios moralizantes. Para otros es una voz trasnochada, incomprensible, inadaptada. 

Y, como guinda de ese pastel amargo, hay que colocar el pavoroso problema del SIDA, enfermedad por ahora incurable, que se trasmite a través de los más fáciles caminos de las relaciones íntimas entre humanos. Algo que está al alcance de todos cada día. Algo que está relacionado con el sexo, con la droga, con la misma curación de las enfermedades. Como guinda también, la contaminación progresiva del medio ambiente, la destrucción de los bosques, de la capa de ozono, el crecimiento desmesurado de las grandes inhumanas ciudades. 

¿No podremos superar, vencer, ese desencanto, esa inseguridad, esa insatisfacción, esa duda? Deberíamos buscar la serenidad para pensar y orientarnos en ese mundo que se muestra grisáceo y atormentado. 

Hay una imagen bíblica de hermoso valor expresivo. Es la Torre de Babel. Es la Maldición de la División Humana y de las Lenguas. Según esa imagen del hombre que quiso llegar al cielo construyendo una alta torre, la Divinidad respondió con la diversidad de lenguas. Como si el idioma que tanto aman los nacionalistas, fuera el cuchillo que corta los lazos entre los pueblos. Tal vez nunca podrán llegar los hombres a la unidad y a la paz. Tal vez siempre pesará sobre ellos la maldición de lo distinto que tanto adoran. Habría que pensar más en los demás. Y menos en nuestros pobres egoismos. No queramos construir una Torre de Babel de oro. Pensemos en comprender mejor y hablar la lengua de los demás.