Dos israelitas cristianos

Autor: Ramón Aguiló sj.


Jesús de Nazaret, Tú naciste en el territorio del pueblo de Dios, Israel. Tú fuiste, como hijo del Hombre, un israelita, un miembro de aquella nación, que, desde tiempos inmemoriales, ha organizado su vida en torno a la Religión, en torno a una fe en Dios, Yahvé, intentando siempre vivir unas prácticas religiosas recibidas del mismo Yahvé. Tú fuiste y eres un israelita de nacimiento, como israelitas fueron tus familiares más próximos: María, tu Madre, José, tu Padre legal, tus parientes, tus raíces familiares que llegan hasta hombres de tiempos muy remotos. Así lo narran los evangelistas que escriben sobre tu genealogía.

 

Tú has mirado hacia el futuro y has llorado ante la hermosa y santa ciudad de Jerusalén, porque la viste asediada, destruída por ejércitos extranjeros. Tú has sufrido también seguramente porque tus hermanos de nación eran perseguidos y asesinados en muchos países a través de los siglos. Así ha sido.

 

Pero también han existido buenos israelitas cristianos. Tus Apóstoles eran israelitas y casi todos ellos, excepto el traidor, te siguieron y cumplieron con la misión que les habías encomendado, y terminaron todos su vida sufriendo el martirio, derramando su sangre por ti. San Juan, el hijo del Zebedeo, el hermano de Santiago, fue un caso especial.

 

En los últimos tiempos hemos podido ver las terroríficas persecuciones que han sufrido los descendientes de los israelitas. Y hemos podido contemplar, emocionados, que han existido israelitas muy buenos cristianos. Yo conozco especialmente a dos: Edith Stein y el Arzobispo de París, Cardenal Arón Juan María Lustiger. Voy a escribirte algo sobre sus vidas.

 

Edith Stein ha sido canonizada por el Papa Juan Pablo II. Y se llama Santa Teresa Benedicta de la Cruz, y ha sido proclamada también Patrona de Europa. Fue mártir de las atrocidades racistas de los nazis que intentaban destruir a los judíos en donde ellos estaban, creando los campos de concentración y las mortíferas cámaras de gas. Nació en Breslau el día 12 de Octubre del año 1891. Edith era la más pequeña de siete hermanos. Su padre murió inesperadamente siendo ella jovencita. Muy pronto Edith penetró en el mundo de la literatura y de la filosofía. Comenzaba el siglo XX. Como estudiante sobresalió en varias ciudades y colegios. Conoció al famoso Husserl con el que  colaboró en el campo de la filosofía. Así pasaron los años de la primera guerra mundial. Entonces tomó una decisión personal de gran envergadura. Dijo a su hermana más cercana en edad a ella, que quería abrazar la religión cristiana., y que se lo comunicara a su madre: Aquella confidencia fue un duro golpe para su madre, que –como su padre ya fallecido- era una auténtica creyente judía. Toda la familia intentó disuadirla. Pero Edith permaneció firme en su decisión. Fue bautizada el 1 de Enero de 1922. Fue catedrática en la academia católica de Münster. Pero en 1933 llegó al poder el Nacional-Socialismo de Hitler y con él el triunfo del mito de la raza “aria”. Tuvo que abandonar su puesto de profesora y se refugió en la casa de su propia familia. Quiso ser Carmelita, e ingresó en el convento de Colonia. Y quiso para ella el nombre de  Teresa  Benedicta de la  Cruz. Su intención era ofrecer su vida por los judíos y el pueblo alemán.  La familia sufrió un nuevo descalabro. Sus  miembros se dispersaron.  Edith, ya carmelita, se trasladó al convento de Echt en Holanda, por ser judía y para evitar problemas a sus hermanas religiosas. Una hermana suya la acompañó. Pero las hordas de Hitler invadieron Holanda, no se detuvieron ante el convento, y el 2 de Agosto de 1942, las dos hermanas fueron deportadas. Y desde entonces desaparecieron sus huellas. Se ha sabido después que estuvieron en Auschwitz-Birkenau (Polonia), y que el día 9 de Agosto de 1942 penetraron en la cámara de gas. Edith antes de antes de entrar en aquella cámara de la muerte, dijo: “Vayamos a morir por nuestro pueblo”.  Ella no había renegado de sus raíces judías. Al contrario, el encuentro contigo, Jesús de Nazaret, Mesías de Israel y del Mundo, la llevó a vivir más plenamente su judaísmo profundamente aceptado y vivido. Se hizo cristiana porque quiso ser plenamente judía. Y por esto mismo, se hizo Carmelita son su hermana, porque el Carmelo es una montaña de grandes y profundas raíces bíblicas y judías. Esta es la verdadera historia de la nueva Santa, Patrona de Europa.

 

Jesucristo, yo quisiera añadir algo más. Hace poco tiempo he conocido la impresionante historia de un Judío converso, que todavía vive a principios del tercer milenio. Se trata de Arón Juan María Lustiger, actual Arzobispo de París y Cardenal de la Iglesia Católica. Tengo aquí en mis manos su autobiografía narrada a dos periodistas que lo entrevistaron. Lleva el título de “La Elección de Dios”. Este Arzobispo-Cardenal es un poco posterior a Edith Stein en el tiempo. Nació en París el año 1926. Era un judío de pueblo y de religión. Y vivía su fe de israelita como sus antepasados. Sus padres venían de Polonia-Silesia, que antes de la primera guerra, pertenecía a la Rusia de los zares. Su abuelo era panadero y preparaba los panes especiales que utilizan los judíos en la fiesta del Sabat. El pueblo de su familia estaba cerca de Auschwitz. Él estudiaba  en una escuela pública. No podía disimular su origen. Se llamaba Arón, el nombre del hermano de Moisés, nombre del Sumo Sacerdote. Estudiaba en el Liceo Montaigne. Cuenta él mismo: “Durante un recreo, ví a un grupo de alumnos que estaban discutiendo. Yo me acerqué con curiosidad, sin ninguna intención. Y me echaron, me echaron literalmente: “Tú eres judío. No es asunto tuyo. ¡Vete!”. Realmente aquello me hirió. Después una escena claramente antisemita fue una pelea. Me dieron una paliza, como nunca me habían dado, justo enfrente del Liceo, en la calle Augusto Compte... Todavía me parece ver el lugar. Recuerdo haberme defendido con todas mis fuerzas. Ellos eran varios y me pegaron porque era judío”.

 

Arón fue creciendo. Y llegó el día de su conversión. Cuando estalló la guerra la familia se cambió de lugar yendo a Orléans. Un día entró en la catedral. Él no lo sabía, pero era un Jueves Santos. Y allí Arón experimentó una transformación profunda. Decidió ser cristiano para ser más consecuentemente judío. “El cristianismo es fruto del judaísmo. Para ser más exacto, creí en Jesucristo, el Mesías de Israel. Yo sabía que el judaísmo contenía la esperanza del Mesías”.  Y el Mesías eras Tú, Jesús, el Hijo de Dios. Se bautizó. Hizo la Primera Comunión. Fue confirmado. Estudió para sacerdote. Fue nombrado Obispo. Arzobispo de París. Y Cardenal. Su madre había desaparecido en las cámaras de gas hitlerianas.

 

Esta es la historia de un judío que quiso serlo hasta sus últimas consecuencias. Por esto, creyó  en Ti, Jesús.  Se sintió feliz.

 

Edith Stein, la santa y Arón Juan María Lustiger, Arzobispo y Cardenal, los dos israelitas convencidos, han vivido unas vidas y unas convicciones paralelas. Y no podemos maravillarnos porque Tú, Jesús, fuiste  israelita, nacido en Belén de Judá, de una madre israelita, María y Tú formaste una comunidad cristiana con hombres y mujeres israelitas, como Pedro, los Apóstoles, Pablo y tantos mártires. Posteriormente en tu Iglesia han ocupado puestos importantes descendientes de judíos, como Teresa de Avila, también Patrona de Europa, Juan de la Cruz, grandes reformadores del Carmelo y otros. Ella y Él han sido considerados clásicos de la Literatura Española. Ella ha sido la primera mujer santa proclamada “Doctora de la Iglesia”.  Y esto sucedía después de que los Reyes llamados Católicos y la Inquisición expulsaran de España a los judíos (1492), y llenaran el mundo de Sefardíes. También ha habido judíos que se han portado mal contigo, Jesús, y con tu Iglesia: los fariseos y los Sumos Sacerdotes gritaron ante Pilato, que Tú murieras crucificado entre dos bandidos. Lo mejor sería perdonar y olvidar. Porque solamente Dios es el ofendido. Nosotros sabemos aquello que Tú dijiste: “No juzguéis y no seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados”. Al fin y al cabo, el abuelo de todos ha sido Noé.