Cuando la puerta se cierra

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

A Tí no te gusta hablar de asuntos que puedan entristecer a las gentes que Te escuchan. Yo lo he observado frecuentemente. Tú sueles presentar argumentos alentadores, bondadosos, positivos, manifestaciones de tu Voluntad Salvadora. Pero también brotan de tus labios a veces frases muy enérgicas, valerosas y creadoras del temor. No quieres asustar a los que Te siguen. Pero les dices la Verdad. Y la Verdad a veces es amarga. 

 

Tú ERES UNA PUERTA. Tú Te definiste como una Puerta Abierta. Por la cual hay que pasar para llegar al redil del Buen Pastor. Y al mismo tiempo que Te definías Puerta del Redil, Te definías también como el Buen Pastor, el Prototipo de Pastor, el Pastor Perfecto. Y esa Puerta que eres Tú, solamente se cierra a los ladrones, a los atracadores, a los que quieren el mal de los que Tú proteges. 

Para los demás eres una Puerta Abierta. Estrecha, pero siempre transitable. Varias veces dijiste en tus enseñanzas: "Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán", según dice Lucas en su Capítulo 13. Y según Mateo, en el capítulo 7, "Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Mas ¡Qué estrecha la entrada y qué angosta la senda que lleva a la vida!. Y son pocos los que la encuentran".

 

UNA PUERTA QUE SE PUEDE CERRAR. Y Lucas pone palabras más inquietantes en tu boca, cuando dice en el mismo capítulo 13: "Cuando el Dueño de la Casa se levante y cierre la puerta, los que estéis fuera os pondréis a llamar a la puerta, diciendo: 'Señor, Abrenos'. Y os responderá: 'No sé de dónde sois'. Entonces empezaréis a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas'. Y os volverá a decir: 'No sé de dónde sois. ¡Apartaos de mi, todos los agentes de iniquidad!'. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os expulsan fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos". 

Estas tus palabras son enérgicas. Y tienen en un primer plano la visión de aquellos que Te escuchaban y Te despreciaban: los dirigentes, los sabios, los Letrados, los Fariseos del Pueblo de Israel. Ellos se sentían seguros, inviolables, porque pertenecían al Pueblo Elegido. Pero Tú sacudes sus conciencias. Y les dices que no estén tan confiados y seguros, porque pueden quedarse fuera de la Casa, aunque golpeen sus puertas con nerviosismo y desesperación. Porque pueden llegar otros, de otros pueblos y naciones, mejor dispuestos y sinceros, que ocuparán sin duda los sitios correspondientes en el Hogar Eterno. Pero esto que dijiste a los Judíos, lo repites constantemente a todos los que, descansados, distraídos, mundanizados, siguen su camino de pecado, confiados en que pueden salvarse por pertenecer a una familia católica, o a una nación de tradiciones cristianas. No basta todo esto. Hemos de ser elegidos nosotros. Y nosotros hemos de pasar por esa puerta estrecha y abierta, que se nos puede cerrar, si no tenemos las condiciones espirituales y morales, el pasaporte, para cruzar la frontera del Reino.

 

NUESTRA FE DEBE PROYECTARSE SOBRE LA VIDA. Esto nos indica con toda claridad que no nos basta creer en Tí, sin proyectar tu Vida sobre la Nuestra. Nuestra Fe ha de ser una Fe Total, una Adhesión completa a tu Persona y a tu Mensaje. Con todo lo que esto incluye y significa. Yo sigo a un Cristo Crucificado, Y por tanto yo mismo debo vivir como un Crucificado. Yo camino con un Cristo que arrastra su Cruz, yo también debo arrastrar la mía cada día, como Tú, Jesús de Nazaret, nos repetiste varias veces.

 

ANTE LA PUERTA CERRADA. Pero lo que me parece más grave y más acuciante es que Tú nos has repetido que, en algunas ocasiones, la Puerta, Tu Puerta, se cierra. Y ya no se puede abrir. Es terrible tener que entrar por una Puerta estrecha. Sin embargo, es mucho más terrible encontrarse ante una Puerta Cerrada, que no se abre, a pesar de los golpes y aldabonazos que uno pueda dar sobre ella, y a pesar de todos los gritos y terrores que se puedan proferir desde fuera, en la calle de la Desesperación. 

Tú lo has enseñado, Tú lo has repetido: La Puerta que eres Tu,  se puede cerrar con llave, se puede cerrar de modo que se vuelva infranqueable, se puede cerrar de modo que para los que no han podido entrar no les quede más camino que el del rechazo de Dios y de su Enviado: quedarse fuera del Reino de Dios. Y ese "Fuera" significa esto: "Allí será el llanto y el rechinar de dientes".

Ahí, "Fuera", no les queda más salida que la llegada a la definitiva condenación.  

Te habían preguntado, inquietos por la duda sobre el número de los que se salvan. Y uno expresó la pregunta en nombre de todos. Es un interrogante que se han planteado los hombres y las mujeres que piensan, a través de todas las generaciones: "¿Señor, son pocos los que se salvan?". Así la presenta Lucas. Y Tú les diste una respuesta, eludiendo el matemático sentido de los números y de los porcentajes, en la que subrayabas sólamente la dificultad de la Salvación.

 

TU LLAMADA A LA ORACIóN. Pero también quiero recordar para no desalentarnos, que unos días antes, tal vez poco tiempo antes de haber hablado de esta dificultad, habías también abierto de par en par la puerta de la esperanza, a través de la Oración sincera y constante, cuando dijiste: "Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá". Lo dicen Mateo en el Capítulo 7, y Lucas en el 11.

Tú eres así. Claro siempre. Preciso en la esperanza y en el temor. Los dos son importantes para los cristianos. Pero siempre prevalece la Esperanza, alimentada por el gran Amor que Te tenemos. Temor de Dios, transformado, dignificado, impregnado con la seguridad, la alegría, la vida de la Esperanza y la Confianza.

 

LA PARáBOLA DE LAS MUCHACHAS Y LA PUERTA. Mateo tiene otra exclusiva, una parábola, rodeada de un encanto muy especial. Está al principio de su capítulo 25. Es la Parábola llamada por algunos "De las Diez Vírgenes". Otros la llaman "Parábola de las Diez Muchachas". En ella hay una mezcla de sentido festivo con motivo de una Boda, lámparas de aceite en la Fiesta de los jóvenes recién casados, y una impresionante sacudida porque "se cierra la puerta". 

Esta parábola está precedida por otra, "La del Mayordomo" que, porque el Señor tarda en regresar, se entrega a los más bajos desórdenes, como a la glotonería y a la borrachera. El Mayordomo es rechazado y echado por su Señor, quien "le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas". 

La de "Las Diez muchachas" parece una explicación de la que le precede. Es una pequeña obra de arte. Es como una de esas miniaturas de cristal o de azabache que, en su pequeñez, contienen importantes rasgos y trazos de gusto artístico. Yo no resisto al gusto de reproducirla, introduciendo algunos modos lingüísticos de actualidad: 

"Entonces el Reino de los Cielos será semejante a Diez Muchachas, que, con su lámpara de aceite en la mano, salieron a esperar la llegada del novio. Cinco de ellas eran un poco tontitas y ligeras, y las otras cinco eran más serias. Las tontas, en efecto, al tomar sus candiles, se olvidaron del aceite necesario para mantenerlos encendidos. Las serias, en cambio, junto con sus candiles, tomaron aceite en sus vasijas de cerámica. 

El novio tardaba. Anocheció. Todas se sentaron, sintieron sueño y se durmieron. Mas a media noche, se oyó un grito: '¡Ya está aquí el novio!. Salid a su encuentro'. 

Entonces las muchachas se despertaron, arreglaron sus vestidos y sus peinados, y prepararon sus candiles. Pero, sin haber caído en la cuenta, el aceite se había consumido, y era necesario sacarlo de las vasijas, para iluminar la llegada del Novio. Las muchachas serias no encontraron dificultad. Tenían aceite suficiente en sus vasijas. Las tontitas, en cambio, sin vasijas, no pudieron encender las llamitas de sus candiles. 

Las muchachas, tontas ellas, pidieron aceite a sus compañeras que estaban tan bien provistas, y les dijeron: 'Dadnos de vuestro aceite, que nuestros candiles se apagan'. Pero las previsoras replicaron: 'No, no sea que no alcance para vosotras y nosotras. Es mejor que vayáis  donde los vendedores y os lo compréis'. Y sucedió lo que se temía: Mientras fueron a comprarlo en aquellas horas nocturnas, llegó el novio. Las muchachas que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas. Y SE CERRO LA PUERTA. 

Más tarde llegaron las otras muchachas olvidadizas, gritando: 'Señor, Señor, ábrenos'. Pero el Señor respondió: 'Os digo de verdad que no os conozco'. 

Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora".

 

ESTAR PREPARADOS SIEMPRE. Esta es una pequeña novela con rasgos agridulces de comedia festiva y de drama. Nosotros, los que queremos ser cristianos serios, hemos de estar preparados a todas horas. No valen sólo los Domingos y Fiestas para cumplir con nuestras obligaciones. Todos los días de la Semana, todas las Semanas del Año, todos los Años de la Vida son necesarios para vivir en profundidad y verdad el Cristianismo, que Tú Cristo nos comunicas, y para el que nos das siempre las Fuerzas necesarias. No me importa saber "ni el día ni la hora". Porque sé que, en cualquier momento, estoy dispuesto, con mi pequeño velón de aceite o de cera, bien encendido, no en mis manos, sino en mi mente y en mi corazón. 

Todos nosotros somos peregrinos del Candil encendido, o más sencillo, Caminantes de la Llama Temblorosa.  

Yo quisiera encontrar esa Puerta Abierta todos los días. Que nunca se me cierre por la ceguera de mi incredulidad, por el tropezón de mis pecados, por el rechazo consciente de la Bondad. 

Y Te pido, Jesús de Nazaret, que si algun día, por mis torpezas, se me cierra tu Puerta, me sacudas, me despiertes, me reprendas, para que puedas abrirla de nuevo y de par en par.

 

LA PUERTA CERRADA SE PUEDE ABRIR. Ramindranaz Tagore cantaba las "Canciones de la Noche" en la tristeza y el desamparo, hasta que una mañana, inundó el Sol su mirada y su vida, porque se abrió un Portón. Posteriormente todo se convirtió en una serie de "Cantos de la Mañana". Y aquel hombre que había pasado por tantas encrucijadas, creó el "Centro de Santiniketan", bajo el hermoso signo del Amor Universal. 

Yo quisiera que mi vida fuera siempre un Canto de la Mañana. Y que nunca fuera Noche para mí. Porque Tú estarás siempre conmigo. Y yo estaré siempre con mi velón de cien pesetas, coronado con la llamita de mi sincero amor.

 

   LA PUERTA CERRADA

 

               Yo buscaba la puerta

               y no la encontraba.

 

               Yo buscaba y giraba.

               Y no la encontraba.

 

               Caminaba y soñaba.

               Y no la encontraba.

               Y la Puerta no estaba.

               Y yo la buscaba.

 

               Y así yo lloraba.

               Y así la buscaba.

 

               Y yo estaba fuera

               de aquella muralla

               y nadie sabía

               que yo me moría

               al pie de la valla.

 

               Buscaba y giraba.

               Tendía las manos

               mientras caminaba.

               Me sentía solo.

               Me sentía fuera.

               Pero yo buscaba.

 

               Y era que la Puerta

               me estaba cerrada.

 

               Tú tienes la llave.

               ¿Por qué no me abres

               esa Puerta cerrada?

 

               Esa Puerta tan bella

               se me ha convertido

               en alta Muralla.

 

               Y en la noche de lágrimas

               escuché que unos goznes

               ligeros giraban.

 

               Se abría la Puerta.

               Y yo, fuera, cantaba.

 

 

               R. A.         1993. 

 

Esta poesía es una historia personal. Una impresión vital. Una experiencia intransferible.

 

LA HUMANIDAD ANTE LA PUERTA. Pero también puede expresar la Tragedia de una Humanidad en búsqueda, de una Humanidad que ha pasado largos siglos al pie de la Muralla, sin poder entrar por aquella Puerta, que le parecía siempre cerrada. Y sin embargo no puede ser así. A no ser que la Humanidad se empeñe en caminar con las manos vacías, con las luces apagadas, sin reflectores, sin los focos del coche bien reparados y dispuestos. Así no se puede avanzar por la autopista de la Historia. 

La Humanidad, como cada uno de nosotros, ha de procurar transformar la Tragedia en una Novela de Amor. 

Me parece que Tú también quieres decirnos que la Puerta se abrirá para los que lleguen del Norte y del Sur, del Oriente y del Occidente. Para los "pobres, inválidos, cojos y ciegos" que nadie invita y llama. Para todos aquellos que deben contentarse con mirar, contemplar a los novios y a las muchachas y sus candiles, a la puerta de la Casa en Fiesta de Bodas, desde la oscuridad de la noche, para ver si pescan unas monedas o unas migajas y así comer algo aquella noche. Como le sucedía al Pobre Lázaro a las Puertas del Palacio del Rico Epulón. Son millones los Lázaros de nuestros días. Todos ellos se encuentran en un callejón sin salida, ante unas puertas cerradas. Sólamente tienen abiertas las puertas del Reino. 

Así se escribe la Historia. Y los demás tan tranquilos. Y los Cristianos tan tradicionales... ¿Qué nos dices, Jesús de Nazaret?. ¿Qué camino podemos seguir para que la situación cambie?. Yo no conozco otro camino más que el tuyo. No conozco más puerta abierta que la Fe en Tí.

 

LA ANGUSTIA DE LA ESPERA. Precisamente hoy me encontré con un amigo del Colegio, cuando éramos niños estudiantes. El me habló de sus inquietudes religiosas. Y me preguntó sobre cómo podíamos prometer un castigo eterno a los pecadores siendo así que predicábamos la existencia de un Dios, Padre Misericordioso, que al fin y al cabo es nuestro Juez. Yo le dije que Te estaba escribiendo una Carta sobre este tema. 

Y es que las gentes que piensan se sienten angustiadas a veces por sus propias experiencias negativas y por tantos recuerdos desagradables de su vida anterior desde la adolescencia y la juventud. Yo le puedo decir a este amigo y a todos los amigos y amigas del mundo, que son todos los habitantes de este planeta, ahora y después, que Cristo, la Puerta, nunca se cierra por su propia decisión y voluntad. Siempre permanece abierta. El único que la cierra es el mismo hombre. Es el que se empeña en rechazarla. Es el que está decidido a quedarse fuera. Es el que no quiere creer, ni quiere amar, ni quiere la Salvación, ni Te escucha, ni quiere practicar lo que Tú le comunicas. Este es el que comete aquel pecado que Tú consideraste el Pecado que no tiene perdón, el Pecado contra el Espíritu Santo. Tú lo llamaste así.

 

Tú TIENES LA LLAVE. Juan, tu amigo, el del Apocalipsis dice en el capítulo 3 al Angel de la Iglesia de Filadelfia: "Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: Si El abre, nadie puede cerrar, si El cierra, nadie puede abrir. Conozco tu conducta: he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi Nombre".

 

EL APOCALIPSIS Y LAS PUERTAS. Nosotros también tenemos nuestra puerta, que hemos de mantener abierta para Tí. Dice el mismo Juan en el mismo capítulo al Angel de la Iglesia de Laodicea: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". 

El Cielo o sea el Reino de Dios es una Puerta abierta para todos. Dice el mismo Juan en el capítulo 4: "Después tuve la siguiente visión: una Puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: 'Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después'". 

Después Juan vió "Un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva" , y la "Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios". Ella es "la Morada de Dios con los Hombres". Esta Ciudad tenía "una Muralla grande y alta con doce Puertas, y sobre las Puertas, doce ángeles y nombres grabados, que son de las doce tribus de los hijos de Israel [...]. La Muralla de la Ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero". En el Capítulo 21. 

Y sigue el Capítulo 21: "Y las doce Puertas son doce Perlas, cada una de las Puertas hecha de una sola Perla. Y la Plaza de la Ciudad es de oro puro, transparente como el cristal. Pero no ví Santuario alguno en ella. Porque el Señor Dios, Todopoderoso, y el Cordero, es su Santuario. La Ciudad no necesita ni de Sol, ni de Luna, que la alumbren, porque la ilumina la Gloria de Dios, y su Lámpara es el Cordero. [...] Sus Puertas no se cerrarán con el día -porque allí no habrá noche- y traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones. NADA PROFANO ENTRARá EN ELLA, NI LOS QUE COMETEN ABOMINACIóN Y MENTIRA, SINO SóLAMENTE LOS INSCRITOS EN EL LIBRO DE LA VIDA DEL CORDERO". 

Juan, el del Apocalipsis, en el capítulo 22, antes de cerrar el Libro con el Epílogo, pone un broche de oro a lo que ha dicho: "Mira, pronto vendré y traeré mi recompensa conmigo para pagar a cada uno según su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin. Dichosos los que laven sus vestiduras. Así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán POR LAS PUERTAS en la Ciudad. ¡Fuera los Perros, los Hechiceros, los Impuros, los Asesinos, los Idólatras, y Todo el que ame y practique la Mentira!".

 

HEMOS DE CONFIAR EN Tí. No podemos quejarnos, ni dudar de la Misericordia de Dios. Las doce Puertas de nuestra Ciudad, de Nuestra Patria, están siempre abiertas, para los Hijos de Dios, para los Hermanos de Jesús. Tus Hermanos, Jesús de Nazaret. 

Puertas Abiertas para los Judíos sinceros. Y para los Gentiles que habían escuchado el Mensaje del Nuevo Camino. Nos lo recuerdan Bernabé y Pablo que habían sido enviados por los hermanos en misión Apostólica, desde Antioquía. Regresaron, después de varios meses, y contaron sus alegres experiencias: "A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles LA PUERTA DE LA FE". Está en el capítulo 14 de los "Hechos de los Apóstoles". 

No temas, amigo mío. No temas, amigo, habitante de España o de América o de los demás Continentes del Mundo. No temas, amigo, aunque pertenezcas sinceramente a cualquiera de las otras Religiones del mundo, sin ser Cristiano. Jesús de Nazaret, si eres consecuente con tu conciencia bien formada, es tu Puerta Abierta. Y, sin saberlo, has penetrado por ella. Y has llegado al Reino de Dios, donde todo es Luz y Alegría. Y algun día se te manifestará lo que realmente eres. Porque Le verás cara a cara. Tal cual es. Sin velos. Sin dibujos. Sin sombras. Sin ruborizarte. Sin asustarte. Sin angustiarte. 

El estará contigo. Su Patria será tu patria. Su Sol será tu Sol. Su Palabra será tu Seguridad. A veces puedes pensar que tú has cerrado tus propias puertas al Dios que lo invade todo. Pero no es verdad. Sólo es una apariencia, una obsesión.  

Ten en cuenta que Jesús de Nazaret resucitado, como está ahora, "se presentaba a los Apóstoles, estando las puertas cerradas por miedo a los judíos", como dice Juan en su Evangelio, varias veces, en el Capítulo 20. Estoy cierto de que te salvará, aunque te parezca que le has cerrado las Puertas.