Cristianismo y política

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Los Partidos Políticos de las diferentes naciones del mundo van construyendo sus ideologías, sus programas y sus nombres, según lo que les conviene para llegar al poder. Lo que les interesa es primordialmente conquistar el poder, y el poder político es  enorme. Desde él no sólamente se manejan números exorbitantes de dólares, libras esterlinas, euros y yenes, sino que -además y principalmente- se adquieren posiciones excepcionales de dominio sobre los demás y sus organizaciones. El poder Político es también la forma de construirse una personalidad bien situada ante la propia conciencia, la sociedad y la historia. Lo demás, es decir, realizar el ideal de un Bien Común, también interesa, pero en un segundo lugar.

 

Y esto no significa que los Políticos sean todos unos mangantes corruptos y egoístas, dispuestos a robar y enriquecerse por encima de todo. No los juzgo así. Al contrario, estoy convencido de que muchos de los que están en ese vasto mundo de lo político han sido y son personas honradas que quieren llegar a sus conquistas por el camino limpio de un trabajo que podríamos llamar "profesional", bien hecho. Podría presentar algunos nombres conocidos de la actual y más o menos reciente Historia Política Española y de otras naciones. Uno puede hacerse médico para ganar dinero, ocupar una posición social a través de la medicina, sin olvidar los aspectos humanitarios de esta profesión. Así en todas las demás profesiones.

 

Pero tampoco me cabe ninguna duda de que las tentaciones a que se ve sometido el hombre político son muy violentas y hasta arrolladoras. A veces estas tentaciones provienen de los mismos que les rodean, que les halagan, y que quieren aprovecharse de su poder. Otras veces  provienen del propio egoismo y de las "mañas", frecuentemente heterodoxas, para llegar al poder y mantenerse en él prosperando económica y socialmente. Nos hemos cansado de escuchar que el "poder corrompe",  y esto es verdad no sólo en el campo del poder político, sino también en el del poder social, sindical, empresarial, y hasta religioso.

 

Por desgracia lo más frecuente, por la debilidad del ser humano, es caer en las tentaciones que se presentan tan violentas y atractivas. En la Biblia hay una larga lista de Jueces, Reyes y dirigentes que, por una parte, fueron la gloria de su pueblo, y por otra, cometieron los más viles y degradantes actos de fuerza. David podría ser uno de estos dirigentes. Otros desgraciados ejemplos podrían sacarse de la Historia de otros pueblos.

 

Todo ello me ha inducido siempre a pensar que lo "Cristiano" debería estar perfectamente separado de lo Político. Y me explico enseguida, porque a algunos les puede parecer escandaloso lo que estoy afirmando. Creo que gustaría a todos los cristianos decentes y honrados, que los políticos fueran unos perfectos hombres y mujeres, salidos de las filas y de las comunidades cristianas del mundo. Que aplicaran su Cristianismo intachable a la acción política, tanto en la oposición como en el poder. Si fuera así, nuestras Administraciones funcionarían bien, al servicio del Bien Común, como es su misión. Y los Ciudadanos no tendrían tantas quejas como las que se suelen escuchar.

 

Pero creo rechazable que existan Personas y Partidos Políticos que se presenten con el apelativo de "Cristianos", como si este adjetivo fuera un camino seguro hacia el poder.

 

Creo en la Democracia y Creo en el Cristianismo. Pero no me gusta, no acepto que los Políticos jueguen con algo tan sagrado para todos nosotros, como son Jesucristo, su Doctrina, su Mensaje y su Obra. No se pueden utilizar estas cosas tan queridas por todos nosotros, como peldaños para escalar las alturas del poder, y después manipularlo en favor de los que llegan a él y en favor de sus grupos más o menos patentes, egoistas y explotadores. Busquen otras siglas. Preséntense como lo que deben ser: Hombres al servicio de la Nación, de la Comunidad, de la Ciudad o del Pueblo. Hombres que buscan el Bien de todos los miembros de una colectividad, sin distinciones. Con su ideología y su programa. Pero no utilicen el Nombre de Dios y el de Jesucristo y su Iglesia, en vano. No busquen votos por esos caminos religiosos. No utilicen ni manipulen la conciencia religiosa de las personas, para inducirles a lo que puede llegar a ser posteriormente un gran engaño. Esto sería como utilizar un Crucifijo para robar y a veces matar.

 

Lo que ha sucedido en Italia es, en este sentido, una gran lección. Allí había un gran Partido que fue poderoso y gobernó Italia, después de la Guerra Mundial, hasta nuestros días. Se llamaba Cristiano. Y se presentaba como el Partido de los Católicos. Fue fundado por un Sacerdote, Don Sturzo. Creía en la Justicia Social y en los derechos de los Obreros. Tuvo dificultades durante la Dictadura Fascista y con motivo del Tratado de Letrán, firmado entre el Vaticano y Mussolini. Después de la Guerra, el Partido fué refundado, y llamado Democracia Cristiana, un Partido para los Católicos. Así tenía asegurada su mayoría en las Cámaras porque Italia es un país eminentemente Católico.

 

Así fue hasta que se demostró que también los Cristianos y los Católicos son hombres con todos los defectos humanos. Parece ser que un Partido de nombre excelso ha sido enviado a la cama del Hospital. Está gravemente enfermo. Parecía imposible. Pero ha sido así. Los que hemos vivido en Roma varios años hemos visto a esos políticos famosos muy de cerca,  especialmente en sus relaciones con la Iglesia. Aunque también hemos podido constatar cuánto anticlericalismo italiano ha brotado y ha crecido, a causa de esas relaciones tan estrechas entre el Partido de los Católicos y las Jerarquías de la Iglesia.

 

Hay más todavía. El Potencial Social del Mensaje Cristiano no se puede agotar con el Programa de un solo Partido. Tan amplio es. Y además, vivimos en una Sociedad plural, donde los católicos hemos de convivir y colaborar con gentes de otras religiones, o sencillamente ateos y agnósticos. Ellos deben ser tenidos en cuenta también. Y respetados en su conciencia diferente. Todo Nacional Catolicismo es malo a la larga, aun a nivel local.