Ante un vaso de agua fresca

Autor: Ramón Aguiló sj.

He visto una fotografía preciosa que me ha inspirado un revoltijo de pensamientos. La Foto de un vaso de agua cristalina, dentro del que alguien había puesto unas cuantas margaritas blancas. ¿Son realmente margaritas?. ¿O tal vez son otras flores cuyo nombre yo no conozco?. Es igual.  

Aquel frasco abierto ante mis ojos, llenó mi fantasía de sugerencias sobre el Agua, que yo quiera contarTe ahora, Jesús de Nazaret.

 

LA EXPERIENCIA DEL AGUA. Un día llevé a unos amigos a recorrer nuestra hermosa Isla de Mallorca en un coche. Había llovido aquellos días abundantemente. Y yo siempre recordaré la belleza de los bosques relucientes. El verde de las hojas, el fuerte marrón de muchos troncos, el gris plateado y brillante, azulado, retorcido, de las rocas. El mismo azul del cielo tan claro, tan nítido y la enorme planicie tranquila, enjoyada, del Mar en calma. Todo me parecía nuevo.  

Había humedad en todas partes. Todo estaba mojado, goteando, con esas perlas rutilantes que eran las gotas del agua inmaculada que misteriosamente habían caído de lo alto, como un regalo precioso para la naturaleza de tierra y de hombres.  

Y pensé en el agua que brota ruidosa de mi grifo todos los días. Para lavarme. Para renovar mi cuerpo. Para poner un toque de sonrisas en mi frente, en mis ojos, en mis labios y mejillas. Y pensé en el vaso que está ante mí cuando voy al comedor para alimentarme. Y en la botella de agua siempre llena. Y aquel regocijo interior, cuando, en los calores del verano, pongo en mis labios el vaso lleno de agua, y experimento dentro de mí la frescura transparente del líquido que me da vida.

 

EL AGUA ES UN DON DE DIOS. Es tu don. Es el don de tu Padre. Es el regalo sobre el que ha podido florecer esa hermosura de planta viva que es el hombre, que es la mujer, que son los niños y las niñas de nuestras ciudades y pueblos. Sin agua no existiría el latido de los corazones. Sin agua no podrían correr ni jugar los pequeños que algun día serás los mayores, como los mayores han sido los pequeños de hace unos años. Aquellos pequeños que bebíamos agua del chorro de una fuente siempre activa, siempre fresca, como las que están en los patios de los colegios o en las faldas de las montañas juntoa los caminos  solitarios.  

Es un tu Gracia. Como tu la llamaste tantas veces. El agua ruidosa es también la fuente de esa otra vida que Tú has creado y recreado para tus seguidores y creyentes.  

Has hablado muchas veces del agua. Y la has utilizado en tus sacramentos. Tú con esa mirada penetrante y captadora de la Belleza nos has recordado la Generosidad de tu Padre, al contemplar cómo llovía y caía el agua desde el cielo sobre los campos abiertos de "los justos y de los injustos". Tú Te habías emocionado ante esta realidad tan alentadora. Y había experimentado la alegría de la tierra mojada, con ese aroma característico que despide, y habías subrayado que las semillas habían germinado con pequeños tallos verdes, hermosa expresión de una esperanza de vida.  

Y habías notado que los campos de aquel que era considerado una persona alejada de tu Padre habían sido bendecidos tanto como los del otro que era un fiel y justo israelita. Lo he leído en Mateo, Capítulo 5.  

También habías sufrido con el pueblo humilde, cuando, a su parecer, llovía demasiado. Y habías visto cómo las aguas torrenciales que caían de las densas y oscuras nubes, inundaban los caminos y las calles. Se convertían en torrentes y ríos caudalosos, y aquellas aguas desatadas chocaban, peligrosas y destructivas contra los muros, y penetraban en las habitaciones bajas... Y algunas casas, sin fundamentos en la roca, mal construidas, se derrumbaban, dejando un montón de ruinas. Y aprovechaste esta lección de la naturaleza, para enseñarnos a todos que hemos de construir nuestras convicciones más profundas sobre la Roca firme de tu Palabra. Nos lo ha contado Mateo, en su Capítulo 7.  

Cada día construímos algo penosamente. Y hemos de construir bien, como buenos arquitectos. Para que el edificio espiritual de nuestra personalidad de cristianos dure, y resista todos los embates de las fuerzas del mal, a las que Tú has presentado como corrientes de agua desbocadas.  

Si los hombres supieran construir, conseguirían que las aguas incontroladas no se conviertan en un peligro. Si los hombres supieran prever, sabrían abrir cauces nuevos, y limpiar los viejos cauces constantemente, para que no sucedieran estas destrucciones.

 

REGALO DE DIOS PARA EL DESIERTO DE LA VIDA. La verdad es que nosotros, los seres humanos, caminamos. Estamos de tránsito. Pasamos por encima de un puente movedizo, peligroso, inestestable. O por un desierto. Hacia una Tierra Prometida. Una Tierra Nueva. Un Mundo Nuevo. Como los Israelitas cuando huían de la Esclavitud de Egipto.  

Entre las dunas y los duros soles del desierto, los israelitas sintieron sed. No tenían agua y se quejaron a Moisés. Moisés trasladó su queja a tu Padre, Yahvé. La Historia del agua y la roca en el desierto se encuentra en los Libros del Exodo, Capítulo 17 y de los Números, Capítulo 20.  

Es una hermosa, agitada narración, y muy significativa para los que creemos que los textos van más allá de la realidad inmediata que describen, porque llevan en su desarrollo un mensaje duradero, que pasa por encima de las contingencias locales, temporales.  

"El Pueblo no encontró agua para beber. El Pueblo entonces se querelló contra Moisés diciendo: 'Danos agua para beber'. Respondióles Moisés: '¿Por qué os querelláis conmigo?. ¿Por qué tentáis a Yahvé?'. Pero el Pueblo, torturado por la sed, siguió murmurando contra Moisés". (Exodo, 17).  

Entonces Moisés acudió a Yahvé. Y Dios le dio la respuesta. Debía reunir al Pueblo, y golpear con la vara la roca seca.  

Así lo hizo y brotó, ruidosa, el agua de un manantial, el Manantial del Desierto. Y el Pueblo de Israel pudo saciar su sed.  

No hace falta mucha fantasía poética para proyectar este relato bíblico sobre las tristes y secas realidades de nuestras vidas temporales. Tenemos sed de muchas cosas en este Desierto planetario, universal, en el que nos ha tocado vivir.  

Y Tú eres el agua fresca que sacia nuestra sed moral, intelectual, espiritual.  

Yo lo sé muy bien. Y me siento feliz de estar contigo. Y de intentar cada día conocerTe un poco más. Y un poco más cada día profundizar en la aplicación de tus enseñanzas.

 

EL AGUA ES LIMPIEZA. El agua de la tierra me limpia cada mañana. Y el Agua que Tú me has regalado no limpia mi cuerpo directamente, sino mi espíritu. Yo voy transformado, cuando el Agua que Tú me das, ha envuelto mi ser espiritual, mi rostro interior, mi corazón del alma que no late como el del cuerpo, pero es más grande que un latido de la sangre en las venas.  

Yo quiero vivir así. Limpio y limpiamente. No quiero que nada me ensucie. No quiero arrastrar ninguna mancha conmigo. Quiero que mi ser interior esté siempre reluciente, como aquel bosque de las montañas que contemplé, extasiado, poco después de haber sido lavado por las lluvias torrenciales.  

El agua de la tierra limpia mis manos tantas veces cada día. Limpia mis labios. Limpia mis ojos y mi cara. Limpia mi cuerpo sudoroso, a veces sucio.  

EL AGUA ES VIDA. Pero el Agua que Tú has depositado en el manantial de mi alma, que salta constantemente para la Vida eterna, llega más lejos, y más profundamente, porque llega a las raíces de mi ser espiritual que tiene algo de eterno, de sobrenatural, de transcendente.  

El agua de la tierra no limpia solamente. También da vida. Nos mantiene en la vida que Tú nos has regalado.  

He visto tantas veces a los chiquillos, a las muchachas, a las mamás y papás, a los abuelitos de los pueblos del Africa que padecen las más destructoras sequías, haciendo largas colas de espera para conseguir llenar su cántaro con el agua que tanto necesitan para vivir. Los he visto sudando. Sufren a causa de la sed, lo que es una verdadera tortura.  

Los dirigentes de los pueblos y de las ciudades han de preocuparse para que exista entre ellos, la suficiente abundancia de agua que garantice la existencia, la salud, la higiene, el bienestar de los hombres y mujeres a cuyo servicio están. A veces no lo consiguen, y entonces han de imponer restricciones, molestas para todos, severas, con unos horarios bien pensados para que las reservas de agua existentes no se malgasten, y puedan durar mucho tiempo, hasta las próximas lluvias.  

Nosotros, los habitantes de una Isla, que está rodeada de agua por todas partes, traemos el agua de la desembocadura de un río de la Península Ibérica. Yo desde mi ventana puedo contemplar la llegada del barco-cisterna que viene desde las tierras de Tarragona, repleto con una parte de las aguas que el Ebro va tirando cada día, continuamente, al Mar. Así podemos subsistir sin graves problemas.

 

EL AGUA ES BELLEZA. Pero me impresiona una vez más recordar aquellos bosques de las montañas que parecían más hermosos y brillantes, después de las lluvias torrenciales que habían caído desde el cielo. Y es que el agua de la lluvia bienhechora es como un barniz traslúcido que se extiende sobre todas las pinturas de ese cuadro maravilloso genial que es la Naturaleza, que nuestro Padre Dios ha creado.  

También recuerdo aquellos lirios y aquellas rosas de los jardines de Palma Nova y de nuestra Ciudad, lavados cuidadosamente por el agua caída, mansa, casta. Cuando están así de hermosas parecen una verdaderas joyas, mucho más ricas y costosas que las joyas de oro o plata que fabrican nuestros joyeros de la tierra para el adorno vanidoso de las señoras.

Los colores aparecen nítidos, claros, cuando el agua lo ha limpiado todo. Y es que las cosas, aun las más bellas, se van cubriendo de polvo, de una pátina herrumbrosa con el pasar de los días y de los años.

 

EL AGUA ES UN JUGUETE. Recuerdo las muchas veces que he jugado con el agua en el mar, cuando me he bañado en playas, piscinas, en rios, entre las rocas de la costa. Tantos millones de hombres y mujeres, jóvenes o mayores, de todas las nacionalidades han llegado a Mallorca con la casi exclusiva ilusión de tenderse sobre la amarilla arena de una playa y zambullirse, a ratos, en el mar, para jugar con las olas, imitar a un muerto flotando, o nadar hacia adentro, como si fueran unos pescados profesionales. El Agua es su juguete. Les divierte. Les entretiene. Juegan con él. Se la tiran unos a otros, la tocan, como si quisieran agarrarla, abrazarla, pero ella se desliza por entre los dedos.  

Algo parecido hacemos con el agua de nuestras casas, que nos llega a través de largas tuberías que a veces se agujerean o se rompen, causando problemas a las construcciones, porque el agua nunca se detiene, en estos casos, sino que sigue su camino buscándolo en las hendiduras y los materiales más débiles.  

Los niños sobre todo se divierten con el agua en las playas, juegan con la espuma que dejan las olas sobre la arena, construyen con ella castillos, murallas, monigotes, y se los muestran a sus papás y mamás, como una gran obra de arte. Hay pintores que, para sus cuadros, utilizan colores que se deben mezclar con agua limpia. Y entonces surgen milagrosamente las acuarelas y los gouaches.  

Con los sencillos brochazos de un poco de agua manchada van surgiendo sobre la cartulina blanca las hermosas sugerencias de unas figuras, de un paisaje, de unos objetos, de unas flores, que tienen el encanto de lo inacabado.

 

EL CASTIGO DE LA SEQUíA. Después de pensar todo eso que me ha sugerido tu Mensaje sobre la Nueva Agua del Espíritu, comprendo mejor que la Sequía fuera considerada por el pueblo de Israel y sus Profetas, como un castigo de Yahvé. También ahora lo es. Y por ello, cuando no llueve por un largo tiempo, el pueblo recurre a intensas rogativas, según las diferentes formas de religiosidad popular. Una Ermita, una Imagen, una Advocación tradicional suelen ser los motivos de estas plegarias ingenuas.  

Tú mismo has recordado a la viuda de Sarepta de Sidón, una mujer extranjera para los israelitas, a la cual fue enviado el Profeta Elías, "cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y hubo gran hambre en todo el país". Recuerda tus frases sin duda molestas para el nacionalismo israelí, el Evangelista Lucas, Capítulo 4.  

La narración del castigo de la sequía se encuentra en el Primer Libro de los Reyes, capítulo 17. "Elías tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab: 'Vive Yahvé, Dios de Israel, a quien sirvo. No habrá estos años rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga".  

Después en el Capítulo 18 ya se habla del perdón del castigo: "Pasado mucho tiempo, fue dirigida la palabra de Yahvé a Elías, al tercer año, diciendo: 'Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover sobre la superficie de la tierra'".  

Este suceso de la lluvia que no llegaba fue también recogido por Santiago, el Apóstol pariente tuyo, cuando escribió al finalizar su carta: "Elçias era un hombre de igual condición que nosotros. Oró insistentemente para que no lloviese. Y no llovió sobre la tuerra durante tres años y seis meses. Después oró de nuevo y el cielo dió lluvia y la tierra produjo su fruto". Santiago recuerda este hecho para demostrar que "La Oración ferviente del Justo tiene mucho poder".  

El Apocalipsis de Juan cuando describe a los dos Testigos Poderosos, que algunos comentaristas han identificado con Pedro y Pablo, afirma de ellos entre otras cosas: "Estos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva los días en que profeticen. Tienen también poder sobre las aguas para convertirlas en sangre...". (Capítulo 11).  

A mí personalmente me cuesta imaginar a tu Padre y nuestro Padre, Dios, Yahvé, utilizando la sequía para castigar los pecados de los seres humanos. Sé que pecar es lo peor que un hombre o una mujer pueden hacer. Pero nosotros, los cristianos, conocemos, gracias a tu Revelación, a un Padre que nos ama siempre y que siempre está dispuesto a concedernos el perdón. Es un Padre que hacer llover sobre los buenos y los malos, los justos y los injustos. Así me lo imagino más fácilmente.

 

OTRAS CUALIDADES DEL AGUA. Siempre solemos repetir que el agua es un elemento "inodoro, incoloro e insípido". Inodoro, porque no tiene olor. Incoloro, porque no ofrece ningun color especial. Insípido, porque no tiene ningun gusto que pueda ser percibido por nuestro paladar.  

Yo creo que también se podría afirmar que el agua se escapa a las capacidades de los otros dos sentidos: oído y tacto. Porque el agua, en poca cantidad, no puede ser escuchada. Y, aunque puede ser tocada, no puede ser agarrada, mantenida, manejada por nuestras manos, como lo pueden ser los elementos sólidos.

Y todo esto hace que los juegos del Agua sean muy especiales y totalmente diferentes de todo aquello que se puede realizar y crear a través de la manipulación de los cuerpos que tienen una mayor consistencia y solidez.

 

CUANDO SE CONVIERTE EN OTRA COSA. El Agua por el Calor se convierte en vapor. Y se volatiliza. Desaparece como líquido, de las cazuelas, de los charcos, de los mares. Entonces se puede ver como una forma de humo, que sube y se desliza hacia arriba formando una alegres y sugestivas volutas que giran y giran, como las hélices de los aviones o de los barcos.  

En la Naturaleza van apareciendo las nubes, más o menos cargadas, más o menos peligrosas. Hay nubes altas y nubes bajas, nubes de tormenta y nubes tranquilas. Los Hombres y las Mujeres que describen el tiempo y predicen el tiempo que va a hacer, utilizan unas fórmulas especiales, y muestran las fotografías de la superficie terrestre tomadas desde los satélites artificiales geoestacionarios, que constantemente están mandando sus impresiones a los laboratorios. Y es que el agua que se evapora, después, cuando cambia la temperatura, disminuyendo, se va condensando y recupera su forma líquida. Esto es la lluvia.  

En cambio, cuando el agua se enfría y su temperatura se acerca al Cero grados, se vuelve sólida. Al principio en forma de esa bella capa de nieve que he podido ver en tantas partes del mundo, blanca, silenciosa, atractiva, recubriendo las montañas más altas y las ciudades, campos y bosques. Todo se convierte en un ensueño, en un paisaje más propio de un cuento de hadas.  

Si la temperatura baja se mantiene y desciende más el nivel de la señal del termómetro, la nieve se convierte en hielo. Y se vuelve dura, peligrosa, crujiente. Porque sobre el hielo patinan las personas y los coches, les pone en peligro de caerse o de chocar y así romperse algun hueso o perder la vida.  

La Nieve intacta, blanquísima, extendida sobre las cumbres de los altos montes es una preciosidad. Yo la he visto en el enorme bloque dei Illimani, cerca de La Paz en Bolivia. Yo la he visto en la más alta de las pistas de esquí de todo el mundo, en el Huaina Potosí también en Bolivia. La he visto en el Pico Mulhacén de la Sierra Nevada, junto a Granada y aquí en Mallorca, en el Puig Mayor. En el Chimborazo del Ecuador. Y en el Misti del Perú.

Son montañas o volcanes que están cubiertos por nieves perpetuas.  

Cuando los rayos del sol van calentando la atmósfera y sube la temperatura, los hielos y las nieves se van convirtiendo en agua líquida que se junta, corriendo, deslizándose por las laderas y los barrancos, hacia los arroyos y los iros.  

A los niños les gustan las nieves blancas. Y juegan con ellas. Las aprietan formando unos bolos que lanzan sobre sus amigos para divertirse. El agua, en cualquiera de sus formas, resulta un juguete, cuando se le puede utilizar.

 

LA VERSATILIDAD DEL AGUA. Como ves, el agua es un ser muy versátil, fácilmente cambiante, que tiene muchos y variados aspectos, y siempre puede contribuir a la belleza, la vida, la alegría, la limpieza de todo lo que es humano o gira alrededor de la humanidad.  

Ahora recuerdo una exposición de pinturas y de cuadros artísticos que fue presentada en Palma de Mallorca, bajo la palabra "Glaç", que significa "Hielo". Y me pareció muy hermosa y nueva, porque intentaba rodear todas las impresiones artísticas muy modernas y actuales, con la resbaladiza forma y color del hielo que es algo translúcido y a veces cien por cien transparente.  

Yo creo que tu Personalidad, tu Mensaje, la Obra que realizaste e instituiste, están derrochando una versatilidad incalculable y evidente. Por esto, los que pensamos en Tí tan frecuentemente, y queremos hablar contigo y comunicarTe nuestras impresiones sobre Tí, nos sentimos abrumados por tanta variedad y puntos de vista que nos parecen reveladores siempre de algo inesperado e impensado.  

Tienes una Personalidad inagotable. Tu Mensaje siempre nos dice cosas nuevas. Nuestra vida cristiana cada día adquiere formas impensadas, dentro de la tradición divina que nos une a los orígenes.  

No hay ninguna pregunta sin su respuesta en Tí y en lo que Tú nos comunicas. No existen problemas insolubles para el hombre o la mujer que han recibido tu Bautismo, Te reciben y escuchan tu Voz.

 

ME DESPIDO. Me despido ahora con un recuerdo. No pensaba que un vaso de agua que he visto en una fotografía diera para tantas páginas. Pero ya ves. Aquí están.  

Tú utilizaste el agua. Y la utiliza la Iglesia. Tú Te sumergiste en el Agua. Y has hablado de ella. Yo no he intentado nada más que escuchar algo de lo que Tú querías decirnos al unir estos dos conceptos que parecen tan distantes: el Espíritu y el Agua.  

Tú hablaste una vez del Ayuno y de la Penitencia. Y dijiste una frase que siempre me parece inédita y muy significativa de lo que Tú has sido y eres en la historia de la Humanidad, sumergida tantas veces en la pegajosidad de lo malo, en la suciedad.  

Tú no Te mostraste muy aficionado a los lavatorios rituales, religiosos, de los Judíos. Sin embargo, curaste a un ciego de nacimiento, mandándole que se lavara los ojos en el manantial de Siloé en Jersusalén. Les dijiste a los Apóstoles en la última cena antes de tu Pasión, que ellos iban ya bien lavados y que en este caso, sólamente había que lavarles los pies. Y Tú lo hiciste, a pesar de las protestas de Pedro.  

Pero Mateo tiene una exclusiva, en su Capítulo 6, que me parece magistral, poética, muy humana y cordial. Dijiste: "Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro, para que los hombres vean que ayunan. En verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio cuando ayunes, PERFUMA TU CABEZA Y LAVA TU ROSTRO, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará".  

Hay mucha poesía en esta frase. Y mucho humanismo. Tú habías observado que el Perfume da un tono de cordialidad a las personas que se lo ponen, como Te comenté en otra Carta. Pero también habías notado, en tus relaciones humanas, que la Cara, el Rostro, recientemente lavado, irradia alegría, contra la tristeza que ofrecen los sucios.  

Habías notado que unos cuantos manotazos en un chorro de agua fresca o una jofaina llena de agua, llevados sobre la propia cara y restregados sobre los ojos y los cabellos nos dan una capa semejante al barniz, que despide buen olor y alegría, lo que se traduce en cordialidad en nuestras conversaciones con los demás. En definitiva, se consigue que todo respire amor, caridad, fraternidad, sinceridad, espiritualidad.  

Gracias, Jesús de Nazaret, por este vaso de agua que me pareció tan hermoso y tan sugestivo.  

Los hombres brindan con una copa de vino o de licor. No veo por qué no se puede brindar por la salud de los demás, en ocasión de alguna fiesta, blandiendo, levantando un vaso cristalino, transparente, relleno de unos sorbos de agua limpia, inmaculada, casta, refrescante, que llena nuestros ojos de sonrisas.  

En adelante, cuando vaya a salir de casa, para encontrarme con mis hermanos de las calles, de las casas, de las iglesias refrescaré mi rostro, recubriéndolo de agua, lavaré mi sudor, echaré por la borda mis tristezas, y saldré, para decir al mundo, solamente con mi presencia: "Me siento alegre. Porque Jesús de Nazaret está ahí, donde estás tú, amigo, donde están todos los demás, donde estoy yo, aunque tú no sabes siquiera cómo me llamo. No me importa que lo sepas. Basta que te sientas tranquilo y feliz. Soy un amigo cualquiera. Un hombre que se siente atraído por la Riqueza inconmensurable de Jesucristo".  

Créeme. Lávate la Cara, cuando estés triste. Y recuperarás la alegría que podrás compartir con aquellos que encuentres en tu trabajo y en tu familia.  

Lávate la Cara con un poco de agua, sin derrocharla, porque es un bien escaso y cada día lo será más. Y te sentirás renovado, alentado, respirando hondo.  

Y si eres cristiano, como espero, lávate la Cara, porque te sentirás más parecido a Jesús, y experimentarás la felicidad de aquellos que, por la acción misteriosa del mismo Jesús, llevan en sus venas una vida superior, divina, que los configura como Hijos de Dios.