Alegría con Z

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

Se ha puesto de moda la Z. Porque alguien que se ha convertido en uno de los primeros personajes de la actualidad escribe su nombre, Leticia, con Z, cuando todos los castellano parlantes lo escribirían con C.  

Pero hay una interesante y profunda razón del por qué de la Z. Y todo lo que voy a escribir sobre este asunto no tiene relación con el tema de actualidad y la boda principesca. Es algo que brota de una realidad más extensa, de una realidad social, de una realidad que cada día nos sacude y a veces nos hace llorar.  Es el problema de lo que debería ser una maravilla, un encanto, una experiencia vital de lo más hermoso que se puede encontrar en este nuestro valle de lágrimas. Es el amor entre un hombre y una mujer. Es la formación de una familia. La creación de un hogar. Es la proyección de lo que podríamos llamar el “Seguro de la Alegría” a todos los años que Dios conceda de vida a las personas. Es el amor conyugal, el amor sacrificado a los hijos. Es la entrega total a unos seres que siempre son los más queridos en nuestro mundo de tensiones, de muertes y de pistoletazos.  

Y esto es lo triste, lo que nos hiere a todos: lo que ha venido en llamarse VIOLENCIA DE GÉNERO o también VIOLENCIA  DOMÉSTICA.  Cada día las pequeñas pantallas caseras están llenas de descripciones conmovedoras. Generalmente las víctimas inocentes suelen ser las mujeres, las que deberían ser las reinas de la casa, el arco-iris de la paz y de la alegría en el hogar, la que todos deberían amar, como la aman los hijos y las hijas, como el esposo o su compañero amaba aquel primer día en que la vió.  ¿Cuántas mujeres han muerto  acuchilladas, degolladas, violadas?. Su cadáver ha sido sepultado en un bosque, en un contenedor. Tal vez no llegó a morir. Pero aquella mujer, tan generosa, tiene dificultad a dejarse ver por lo demás, porque tiene los ojos hinchados, morados, tristes. Habla con una voz temblorosa. Cuando es entrevistada por algún mensajero de la TV, prefiere que nadie vea su rostro. Y muchos televidentes sienten pena y las lágrimas se asoman en sus ojos atentos.  

A veces las víctimas son los hijos. Generalmente las mamás aman profundamente, atentamente a los pequeños y pequeñas a los que han dado la luz del mundo y después están siempre dispuestas a los más grandes sacrificios por ellos y ellas. Se encuentran cadáveres de los recién nacidos en los más absurdos y degradados lugares, entre la basura y los escombros.  

Las estadísticas, los números de casos de violencias domésticas, son lastimosos, aterradores. Y, conmovidos y conmovidas por esta vergonzosa realidad se ha establecido una campaña nacional, mundial para concienciar a las gentes sobre un tema que no debería suceder, y se ha fijado un día para clavar en la conciencia de todos y de todas que el amor familiar debe ser eterno, inamovible. Y que el hogar debe ser como un jardín encantador donde solamente crecen las flores y las rosas de la paz y de la alegría. Esto es lo que debería ser la familia. Y si así fuera, el mundo, la sociedad, las calles y las casas serían tranquilas, cordiales, serenas. Por algo, Jesucristo elevó al matrimonio a la categoría sagrada de SACRAMENTO.  

¿Cuántas mujeres han muerto así, violentamente?. ¿Cuántos niños o niñas, cuántos no-nacidos pero engendrados? ¿Cuántos hombres?  

Los que hemos vivido una vida normal, con unos padres trabajadores, tranquilos, felices, y unos hermanos o hermanas, formando una pequeña sociedad, en la que reinaba la alegría de unas comidas conjuntas, dialogantes, bromistas, no podemos comprender que un papá odie a su esposa o compañera. No podemos comprender que una mamá pueda sentir el deseo irrefrenable de degollar a su hijo. Nos parece terrible. Nos parece inexplicable.  

Y aquí quisiera recordar el titular de este escrito: “ALEGRÍA SE ESCRIBE CON Z”.  Y es que por muy extraño que pueda parecer a muchos, es así.  

Seguramente muchos han escuchado hablar a los italianos turistas que nos visitan en tan gran número. Suelen ser personas simpáticas, comunicativas, alegres. Y los que hemos vivido varios años en Roma y en otras ciudades de la hermosa nación de los romanos y de los vénetos, de los  florentinos y milaneses, de los napolitanos y sicilianos, sabemos perfectamente que ALEGRIA se escribe con Z, porque en italiano LETIZIA (con Z) significa ALEGRÍA.  

Y por tanto nosotros quisiéramos que todas las familias de nuestras ciudades, de nuestras naciones, del mundo entero, sean centros de la LETIZIA, es decir, de la ALEGRÍA. Y que jamás se pueda hablar y escribir sobre la VIOLENCIA DE GÉNERO, por la simple razón de que no existe.  

En estos días estamos rodeados de luces brillantes, coloristas, en todo el mundo: Estamos celebrando ya la Navidad de Jesucristo. No nos basta la celebración de la fiesta en un día. La Estrella  que se apareció a los magos del oriente se manifiesta antes a todos los países. Y aquella cueva de Belén en donde nació el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, Jesús, el que se definió a sí mismo como “Luz del Mundo”, irradia su fulgor y su alegría sobre todos, aun sobre aquellos y aquellas que no son cristianos, porque siguen unas diferentes tradiciones, y nadie les ha hablado de la LETIZIA (LA ALEGRÍA) que viven cada día los que tienen fe en el mensaje de la Verdad, el Mensaje Salvador de Dios.