Adolescente como tu

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Tú fuiste un adolescente. Como todos los demás. Y me parece que fuiste muy semejante a los adolescentes de nuestro tiempo, que son independientes, atrevidos y muy abiertos a todo lo que sea novedad. En realidad, ellos se están creando un mundo nuevo casi cada día.

 

LO QUE PARECíA UNA TRAVESURA. Me admira lo que Te sucedió cuando tenías doce años. Que fueras a Jerusalén con tu Madre y tus Familiares, en caravana, me parece algo totalmente normal. Y hasta lógico. Tú quisiste ser un buen Israelita. Y no sólamente parecerlo, como los Fariseos Hipócritas. Querías vivir la profundidad de la Enseñanza Antigua, en todo  lo que ella tenía de intocable y eterno. Y por tanto, has procurado adaptarte a las costumbres de tu pueblo, y has procurado cumplir las prescripciones que en tu pueblo eran comunes para todos. 

Pero la travesura que realizaste en Jerusalén me ha parecido siempre casi inexplicable y siempre curiosa. Claro que Tú amabas y amas a Dios sobre todas las cosas. Claro que has deseado y deseas cumplir siempre su Voluntad. También es verdad que Tu Vida estaba siempre dedicada a El, el Soberano Señor de todo. Pero también es verdad que Tú eras y eres Hijo de María, que La querías y La quieres ahora como un buen Hijo debe querer y suele querer a su madre y que, por lo tanto, estabas siempre dispuesto a vivir cumpliendo el importante cuarto Mandamiento de la Ley de Dios.  

Sin embargo, Te fuiste, Te quedaste, les abandonaste. Sin decirles nada. Sabiendo el sufrimiento que Tu independencia les iba a producir. Sólamente tenías doce años. No estabas todavía emancipado. Debías estar sujeto a la autoridad de tus padres. Y has actuado con total libertad. Lo narró Lucas, Capítulo 2, en exclusiva.

 

LOS ADOLESCENTES AHORA. ¿Qué puedo yo ahora decir de los adolescentes que abandonan su hogar?. Me siento cohibido por tu comportamiento. Si el Hijo de Dios se fue sin avisar, ¿por qué no se pueden marchar también ellos?. Pero esto es una verdadera tragedia familiar. Algunas veces termina en desapariciones y muertes inexplicables. 

Tú en nuestros tiempos harías lo mismo. Tú, como ellos, serías un muchacho sentado cerca de algún ordenador o computer personal, para escribir, para dibujar, para crear, para jugar. Tú, como ellos, serías un personaje inquieto, deseoso de conocer el mundo, de vivir nuevas experiencias, de acercarte a los doctores, a los magistrados, a los ambientes universitarios y cultos. Tú, como ellos, llevarías pantalones vaqueros, un jersey de mangas largas que te cubrirían las manos y una camisa sin corbata. 

Es verdad que ellos no se contentan con la libertad inteligente, seria, ordenada. Más bien buscan el libertinaje. Y por desgracia,  si uno quiere buscarlos cuando han  desaparecido, no puede ir a encontrarlos entre los Doctores o los Sacerdotes, bajo las bóvedas, los arcos y las columnas de un Templo. Tendrá que adentrarse seguramente en las más ruidosas salas de fiestas, discotecas y bares. En ésto sois muy diferentes.

 

GUSTAN LAS NUEVAS TéCNICAS. No sé si en tus paseos por el mundo buscas el contacto con los ambientes universitarios o aun religiosos. Donde hay un audaz investigador, un pensador, hay unos aparatos que sirven para casi todo. Te gustaría conocerlos. Te gustaría manejarlos. Porque con ellos se pueden realizar muchas cosas, muchas actividades. 

Tal vez Tú tienes ahora tu propio ordenador y lo sabes manipular a la perfección. Nosotros, aun aquellos que ya no somos adolescentes, hemos tenido que aprender a manejarlos, para poder pensar, exponer, sintetizar y comunicar algo a nuestros contemporáneos. Resulta interesante y hasta divertido. Te lo aseguro. 

Ellos están ahí, entre Tu sugestiva presencia, llena de interrogantes y de respuestas sabias, y la actitud admirada de los doctores de la Ley, que te preguntan y te contestan. 

No sé si se ha interrumpido totalmente tu diálogo, nuestro diálogo cristiano, con el Mundo de la Cultura. A veces me parece que ya no existe. Ellos van caminando, a trompicones, por su cuenta, y Tú sigues repitiendo tu Mensaje transformador a los que Te quieren escuchar. Ellos Te miran desde lejos. Algunos Te admiran. Unos pocos Te siguen con el corazón, en su conciencia. Y un pequeño grupo proclama su Fe en Tí y en tu Iglesia. La Cultura es pagana. Nuestra Cultura no está bautizada. 

Ahí, desde lejos, tu Madre te observa llena de admiración. También José. Oyen tu voz de muchacho. Procuran comprender tus preguntas y tus respuestas. Están de tu parte en aquella familiar controversia con los sabios, que Tú has sabido improvisar. Pero no quieren interferir en tu acción inexplicable para ellos. Después se quejarán. Y tu Madre te preguntará el por qué. 

Y Tú les responderás a ellos y a todos nosotros, que no hemos de maravillarnos de que Tú, siguiendo tus propios caminos, quieras ocuparte de los asuntos de Tu Padre. Una respuesta misteriosa, que nos da a conocer la profundidad de tu Ser de joven inquieto.  

Todos estos pensamientos han aparecido en mi mente al contemplar un brillante cuadro de mi amigo el pintor que Te vió así: adolescente, como los nuestros, cerca de un ordenador, como los nuestros, bajo las bóvedas y cerca de las columnas de un templo o de un gran Salón de Universidad: Al fondo, en contraluz, bajo los arcos de un gran portal, están los dos atentos, María, tu Madre y José. Hermosa combinación de grises y de formas. 

Jesucristo, me parece que deberíamos también vestir pantalones vaqueros, sentarnos ante un ordenador, y mirar hacia la augusta Presencia de Tu Verdad. Tal vez así podríamos dialogar mejor con ese inmenso mundo de jóvenes alejados. Con una Iglesia tan empaquetada en formas viejas es muy difícil hablar.