Ante un estadio repleto de multitudes

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

TU SERMóN DE LA MONTAÑA EN UN ESTADIO. Me han contado tus amigos Mateo, cap. 5 y Lucas, cap. 6, que una vez subiste a una montaña. Sería un hermoso día. Todo estaba verde a tu alrededor. Tal vez el sol calentaba. Y las grandes pupilas de tus ojos negros estaban llenas de rayos de sol, y tus párpados semicerrados las defendían. Te sentías feliz aquella mañana. Y las gentes Te buscaban. Te rodeaban. Querían encontrarte, escucharte, aplaudirte. Porque lo que Tú les decías, les parecía maravilloso. Eras un Maestro diferente. No eras como los demás que siempre utilizaban viejos folios, pergaminos, rollos, listas infinitas de normas, de leyes, de preceptos. Tú, con tu cabellera empujada por el aire fresco, y con tu gesto siempre generoso, improvisabas una lección, enteramente nueva, por lo que enseñaba y por el estilo poético de las frases. Por esto las gentes Te seguían. 

Un Pintor amigo mio, empujado por la fantasía, ha trasladado tu "Sermón de la Montaña" a los ambientes multitudinarios de finales del siglo XX. Ahora las multitudes pueden y suelen reunirse cómodamente en los grandiosos espacios de los Estadios modernos, iluminados por grandes focos, con un césped siempre verde y con unos asientos escalonados para que todos puedan ver los espectáculos. En los Estadios repletos se juegan los más apasionantes partidos de Fútbol, los de la Liga y los de las diferentes Copas, nacionales e internacionales. Repletos.

 

LO QUE ME SUGIERE. Ese Cuadro de las multitudes de mi amigo, el pintor, me sugiere muchas ideas, muchas y eternas realidades. 

En nuestros tiempos sobre las explanadas de las colinas se construyen los campos de Deportes. Yo Te puedo imaginar en un Estadio moderno, tal vez en un Polideportivo, con los hombres, las mujeres y los niños, sentados en las gradas, extasiados ante tu presencia, sacudidos por tus novedades creadoras. 

Pero no basta tu voz para llenar aquellos espacios tan grandes, para llegar a tantos oídos, a tantas conciencias. Pondremos una instalación de Altavoces y Micrófonos. Así todos podrán percibir el ardor y el sentimiento de tu voz profunda. No basta todavía. En estos tiempos de Televisión, en que vemos de cerca las personas y las cosas más lejanas, también estarán presentes las cámaras de las diferentes cadenas informativas, y habrá algunas pantallas gigantes sobre las multitudes y las gradas, para que todos puedan observarte.

 

PROCLAMAS TU VERDAD. Y Tú les dirás tus verdades. Y Tú les gritarás tus audaces y revolucionarias consignas. Y Tú les propondrás los nuevos valores cristianos, frente a las mentiras materialistas de esta Tierra, de estos hombres, de estos dirigentes, de estos Emperadores, de estos Ejércitos y Funcionarios, de estos Políticos y de sus Partidos e Ideologías. Llamarás "Dichosos" a los que ellos llaman "Desgraciados". Como proclama, a tu izquierda, un oyente que lleva en sus manos un globito hinchado. 

Les hablarás de lo que vale la pobreza, del Reino de los Pobres y de los Marginados. Elogiarás el camino silencioso de los Mansos y sufridos, en un mundo de gentes armadas hasta los dientes, de aviones supersónicos y de bombas atómicas.  

Cantarás un cántico de gloria y de alegría para todos aquellos que lloran... Y son tantos... La verdad es que ahora, cuando está terminando el segundo milenio son muy pocos los que se sienten felices, aunque se agarran apasionadamente a todo aquello de carne y de hueso que, según ellos, les podría dar el placer siempre buscado. Veo por ahí muchas caras serias, veo muchos rostros cubiertos de nieblas y de tristezas. Pero Tú a todos, aún a estos mismos, pero sobre todo a aquellos que lloran a causa de la soledad, del abandono, de las enfermedades y del hambre, les prometes la alegría dichosa, íntima y humana. 

Y les hablas de ser Sal y Luz para un mundo putrefacto y tenebroso. Les hablas de Ciudades construídas sobre las montañas, para que acojan y protejan a los fugitivos de los Tribunales y de las Policías Intercontinentales. Yo no sé cómo Te van a comprender los engalonados dirigentes de la Seguridad de las Naciones, y los millones de delincuentes que con tanta inteligencia y malicia trafican con las drogas y la salud de los jóvenes, con las armas que sirven para matar y con los fondos reservados de los Gobiernos Democráticos y de las Dictaduras Militares, en las Mafias incansables, en las Bandas de Terroristas, en las Logias y Sectas Secretas, en los Servicios Especiales de tantos organismos aparentemente serios.

 

ALGUNOS PORMENORES. Por cierto, detrás de Tí, hay un joven drogadicto que, con su jeringuilla en la mano, se está preparando para "pincharse". Y él también Te escucha. Y escucha los Nombres y los Modos de tu Felicidad. ¿Te comprenderá?. Seguro que tiene problemas familiares. Seguro que ha vivido experiencias tristes en su barrio pobre o en su Colegio o Universidad. Seguro que es o ha sido un Joven deprimido, que se ha sentido solo, humillado, acorralado. ¿Es para Tí "Dichoso" un joven así?. Ojalá recapacite. Y deje la "jeringuilla". Y le abandone el "Mono". Y en su lugar, crezca sobre él el Sol de tu Luz, de tu Verdad, de tu Camino. 

También veo a un hombre que escribe notas de lo que dices. Es un Periodista, estoy cierto. Me parece que veo su nombre y su cara. Se llama Mateo. Es aquel que estaba sentado en su pequeño despacho callejero, cobrando los impuestos, y que ahora Te sigue, encantado. Veo a otro que mantiene en alto un Micrófono. Debe ser algun reportero de una Radio-Emisora, que está grabando lo que dices, o está transmitiendo tu discurso en directo, a través de las ondas. Y es que yo quisiera, todos quisiéramos, que tu maravilloso Discurso, capaz de transformar el mundo, el pensamiento de los hombres y poner en marcha tu pacífica Revolución Cristiana, llegue fácilmente a todos los oídos, a todas las conciencias, a todos los que están buscando el difícil tesoro de la Verdad, aquí, en la Tierra. 

En la montaña había sol. Sobre el Estadio se ciernen nubes oscuras. La pantalla gigante reproduce y agranda Tu figura. Los micrófonos y las ondas hercianas empujan hacia todos los rincones del Universo, el brillo y la profundidad de todo lo que dices, Orador, Poeta, Pensador, Mensajero, Salvador, Embajador de Dios, nuestro Padre. ¿Lloverá?. ¿Habrá temporal?. ¿Soplará el viento huracanado?. Todo es posible. Tú sabes que aquí las cosas cambian muy aprisa. Ve con cuidado. Estos que ahora Te escuchan y Te alaban, pueden llevarte a los tribunales, y allí, ante los magistrados, exigir tu Muerte.

 

CUIDADO CON LAS MULTITUDES. Las multitudes pueden pasar, con mucha facilidad, de las Aclamaciones y los Aplausos, a los gritos de "Crucifixión", como Te sucedió a Tí unos meses más tarde. 

Nosotros vivimos a veces la impresión de que las multitudes están contigo y Te escuchan, porque vemos a grandes Estadios y Explanadas, llenas de gentes, cuando tu Representante, el Papa, visita a las naciones. Todo entonces se desenvuelve en una atmósfera misteriosa, cristiana. Hay mucho orden. Se escuchan los cantos religiosos. Se extienden sobre los espacios y bajo los cielos las voces del Mensajero que dice Verdades. Las gentes se emocionan, cierran los ojos, a veces lloran y parecen orar, hablar contigo, escucharTe. 

Pero después comienzan las críticas, las sospechas, por lo que ha dicho, y por lo que ha dejado de decir. Y tu Vicario, entonces, parece seguir tus caminos. Y lo que comenzó como una entrada triunfal se transformó en un difícil caminar por las Calles de Jerusalén hacia la colina del Calvario. 

Y los que procuramos ver, escuchar, comparar y analizar las cosas, nos sentimos desorientados, inseguros. Lo que parecía claro es en realidad un problema, un interrogante. 

Tal vez, porque queremos ir demasiado lejos. No es posible pesar las conciencias y las situaciones morales. No tenemos una unidad clara, para decir "tantos kilos de...", "tantos metros...". El Cristianismo vivido no es una cuestión de kilos, ni de metros, ni de miles de millones de dólares, ni de centenares o miles de kilowatios o decibelios. 

Tú solo puedes llevar las cuentas de estos fenómenos religiosos y espirituales que para nosotros son imponderables, incalculables. Yo quiero que Tú los juzgues. Y sé que siempre va a prevalecer tu generosidad bondadosa... aquella medida "Rebosante" de la que Tú hablaste con tanto sentido de la realidad. 

A veces pienso que las multitudes masificadas son peligrosas. Porque "la Unión hace la Fuerza", y lo que cada uno individualmente es incapaz de realizar, lo puede intentar una multitud desbordada. A veces basta el griterío de unos pocos para romper las paredes y las vallas.    

Te aseguro que en este mundo actual, hay mucha gente que Te escucha y Te quiere, como aquel drogadicto que casi detrás de Tí, está a punto de pincharse. Se pinchará y se sentirá un pobre y desgraciado enfermo, pero está cerca de Tí y algun día dirá: "Ya basta. Me voy contigo y tiro la jeringa". Si todos los que usan jeringuillas, Te siguieran, los Cristianos seríamos muchos más.