También Pedro Fabro

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

En el año 2005 la Compañía de Jesús comenzó a prepararse para  celebrar en todo el mundo, durante el año siguiente 2006, las hermosas y cristianas huellas dejadas sobre la historia, por algunos de sus más importantes miembros, durante aquellos años de su Fundación.  

Todos los católicos saben que la Compañía fue fundada por San Ignacio de Loyola, que, entre los miembros fundadores, hubo personalidades de tanto rango espiritual como el gran Misionero San Francisco Javier. Ignacio también tuvo otros compañeros.  Pues bien, me parece que uno de ellos, muy simpático y sencillo, ha sido un poco olvidado. Se llama P. Pedro Fabro. Ahora vamos escribir de él.  

San Ignacio de Loyola murió  en el año 1556. Por tanto en el 2006 se cumplen los 450 años de su muerte. En cambio, Francisco Javier y Pedro Fabro eran más jóvenes que Ignacio de Loyola. Porque nacieron los dos en el año 1506. Y, como es evidente, en el año 2006 se cumplen los 500 años de su Nacimiento.  

Hay que recordarlos a todos. Y hemos de aprender de todos ellos. Porque han sido Católicos Ejemplares. Pero hoy, ahora, quisiera recordar especialmente a Pedro Fabro, que es el más desconocido de los tres.  

VIDA DE FABRO. Nació en Villaret, un pequeño pueblo del Valle del Grand Bornand, alta Saboya de la actual Francia. La fecha exacta de su nacimiento se sitúa, cerca de la Pascua del año 1506. Por tanto en el año 2006 se cumplen 500 años de su nacimiento. La fecha de su muerte es conocida. Fue el 1 de Agosto de 1546.  

Cuando Fabro se encontró con Ignacio de Loyola en París, era estudiante de Universidad. Pero había siempre un intelectual. Porque en su niñez y en su adolescencia había sido un pastor, un campesino.  

Fabro, cuando se encontró con Ignacio, experimentó una gran confianza con aquel compañero de estudios y de habitación. Le contó su vida, su voto de castidad, sus escrúpulos. Ignacio le escuchó y le ayudó con sus consejos espirituales. Sencillamente, amistosamente, le comunicó los llamados Ejercicios Espirituales. Esto sucedió en el invierno de 1533 a 1534. Precisamente en este último año  Fabro se ordenó de sacerdote. Y fue el Primer Sacerdote de la Compañía de Jesús, que en aquellos años todavía no había sido fundada.  

PEDRO YA JESUÍTA. Fabro pudo poner en marcha sus capacidades sacerdotales muy pronto. Porque, los pocos compañeros que Ignacio pudo reunir para fundar la que todos querían que se llamara COMPAÑÍA DE JESÚS, decidieron hacer los Votos de Pobreza (para después de los estudios), de Castidad y de Peregrinación a Tierra Santa (con la condición de que si no pueden realizar este viaje, se pondrían a disposición de Papa, para que el Papa disponga de ellos). Y el lugar que ellos designaron para pronunciar sus Votos fue la Capilla de Montmartre, que se levantaba en París.  

Sucedió el 15 de Agosto, Fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, del año 1534. Ignacio tenía 43 años. Por la mañana de aquel día mariano, los 7 estudiantes de la Universidad subieron silenciosamente la colina de Montmartre, y, antes de llegar a la cumbre, entraron en la venerada capilla de San Dionisio, que era considerado el primer Obispo de París. Aquí se había construido una pequeña ermita, con su difícil cripta.  

EN LA CRIPTA PEDRO FABRO, ÚNICO SACERDOTE, CELEBRÓ LA SANTA EUCARISTÍA. Momentos antes de la comunión, el celebrante se volvió hacia sus compañeros con la Sagrada Forma en su mano. Recibió sus votos y les dio la Comunión. Después se volvió hacia el altar, hizo sus propios votos. Y comulgó.  

Los 7 compañeros, llenos de alegría, pasaron juntos todo aquel día de verano en la otra vertiente de la colina. Comieron un sencillo ágape. Ye regresaron por la tarde, al ponerse el sol. Montmartre era un lugar precioso, tranquilo entonces, pero lleno de sugerencias artísticas. Pronto se convertiría en un lugar de encuentro de artistas y de otros grupos sociales.  

En un antiguo noviciado situado en Florissant, a unos 40 Kilómetros de la Ciudad Norteamericana de Saint Louis, hay una hermosísima vidriera, obra de EMILE FREI, alemán, que reproduce en hermosos colores el hecho de los Votos  de los Primeros Jesuitas en Montmartre. En ella, Pedro Fabro, revestido con los ornamentos sacerdotales, está en el centro, vuelto hacia sus compañeros y manteniendo en su mano derecha, la SAGRADA FORMA.  Arrodillados delante de él, están, en primer término, Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Los otros cuatro jesuitas, están presentes devotamente, rodeando a todos.  

ALGÚN SUCESO ESPECIAL. Fabro fue un hombre muy sencillo, y con los demás siempre se comportó con gran cordialidad. Tenía un encanto espiritual que todos los que le encontraban podían admirar. Por otra parte realizó algunas obras muy destacables. San Ignacio había observado la capacidad de su compañero Fabro, que fue el primer sacerdote de la Compañía de Jesús.  

Hay un ejemplo muy concreto: En el año 1535 San Ignacio salió de París para atender en España su salud quebrantada y entonces “dejó al Buen Maestro Pedro como hermano mayor de TODOS”, los compañeros de un mismo ideal, consagrado meses antes con voto en la colina de Montmartre. Fue así, según el testimonio del P. Diego Laínez.  

Posteriormente, los compañeros jesuitas tenían el proyecto de ir a la Tierra de Cristo, y, para ello, se fueron a Venecia, pero el viaje se hizo imposible por la amenaza de una guerra. Entonces se dirigieron algunos a diferentes ciudades, pero Ignacio, Fabro y Laínez, en los meses de otoño, tomaron el camino hacia  la Ciudad Santa de Roma. Y se presentaron al Papa Paulo III, quien pensó en utilizar sus capacidades para el bien de la Iglesia y de todos.  

Fabro recibió la misión de enseñar Sagrada Escritura en la Universidad de la Sapienza (noviembre de 1537 a Mayo 1539). A partir de estas fechas comienza para Fabro la serie ininterrumpida de sus misiones apostólicas, que le obligaron a recorrer en uno u otro sentido  casi toda Europa: de Roma a Colonia, de Ratisbona a Lisboa.   

Estuvo en Alemania como teólogo consejero de otro que orientaba al Emperador. San Ignacio le pide que se dirija a España. Emprende un largo viaje, pasa por Francia. Cinco meses después, le llega la orden  de regresar a Alemania. En Maguncia, conquista para la Compañía al que después fue famoso Apóstol  de Alemania, Pedro Canisio, quien tenía entonces 22 años.  

Posteriormente la salud de Pedro se manifiesta inestable. Viaja. Pero a veces se siente enfermo. Le encontramos en Colonia, y en Lovaina, pero la salud le falla. Le reclaman desde Portugal. Y llega, por mar, a Lisboa, de donde viaja a Évora y Coimbra. Regresa por segunda vez a España. Visita Valladolid, Salamanca, Madrid, Toledo y otras ciudades castellanas. En Madrid estuvo enfermo, tanto que se sometió a la necesidad de descansar en la cama.  

Finalmente le llaman  desde Roma, el día 17 de Febrero de 1546, para que se dirija a Trento con la finalidad de trabajar en el famosísimo Concilio de Trento, juntamente con dos jesuitas, los PP. Laínez y Salmerón. Pedro se pone en viaja, pasa por Valencia y se dirige hacia la ciudad de Gandía, en donde pone la primera piedra  del Colegio de la Compañía fundado por el que era entonces Duque de Gandía, que después fue Jesuita y tercer General de la misma Compañía.  

Pasa por Barcelona y se siente otra vez enfermo. Se embarca y llega a Roma que está sufriendo un verano agotador. A los pocos días, Pedro experimenta que sus fuerzas ya no pueden dar más de sí. Y muere el día 1 de Agosto de 1546, fiesta de las Cadenas de San Pedro. En este momento tenía 40 años y 4 meses. Casualmente moría 10 años antes que la muerte también eliminara al que fue su Maestro, Ignacio de Loyola.  

Como se ve, la vida de Pedro Fabro fue muy agitada, activa, espiritual, despedía una paz inquebrantable para todos. Y siempre procuró cumplir lo que los Ejercicios de San Ignacio le habían enseñado.  

ÉL RESUME SU VIDA. Pedro Fabro escribió un MEMORIAL en el que recuerda algunos sucesos que más huella dejaron en su persona durante su vida. En él narra la realidad que dejó más profundas consecuencias en su persona. Después de recordar los estudios que realizó (bachiller en artes y después licenciatura), pone al descubierto las impresiones producidas por los encuentros con Francisco Javier y más tarde con Ignacio de Loyola.  

Ignacio le impresionó mucho, muchísimo. Dice: “¡Bendita sea por siempre la divina providencia, que así dispuso las cosas para mi bien y salvación!” Se refiere a la orden recibida de sus superiores universitarios de ayudar al, también alumno, Loyola. Y prosigue textualmente: “Así logré, primero, conversar con él, y después, intimar. Vivíamos juntos, teníamos la misma mesa, la misma bolsa y él se convirtió en mi Maestro Espiritual. Me enseñó el camino para llegar a conocer la divina Voluntad y la propia. Al fin llegamos a SER UNA MISMA COSA EN DESEOS, EN VOLUNTAD Y EN EL DECIDIDO PROPÓSITO DE ELEGIR ESTA VIDA, QUE AHORA LLEVAMOS TODOS LOS QUE SOMOS Y SEREMOS DE ESTA COMPAÑÍA, DE LA QUE NO SOY DIGNO”