Calma y Fe en Ti

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Jesús  de Nazaret, casi constantemente las noticias de nuestro mundo del siglo XXI nos traen los mensajes del nerviosismo, del miedo, de la tristeza. Estoy seguro de que tú, Jesús, conoces perfectamente a qué me refiero.  

Basta escuchar una Radioemisora cualquiera, ver los informativos de alguna televisión, ponerse ante el ordenador para entrar en Internet, y nuestros corazones se pasan al oleaje de las amarguras, y nuestras mentes se llenan de imágenes sangrientas.  

Unas veces, los sucesos se dan muy cerca de donde vivimos. Otras veces en países lejanos. Nos dicen que han sido asesinados violentamente soldados de tal Nación, que es una de las más poderosas de la actualidad. O afirman que unos hombres cubiertos de capuchas se han apoderado de materiales con los que se pueden fabricar bombas y toda clase de explosivos.  

Parece como si hubiéramos sido engendrados solamente para la muerte violenta, la vida sin ideales.  

Pero Tú, Jesús, cada día nos repites mensajes de paz, de fe, de amor. Tú eres, Jesús, el único Hombre- Dios, que nos comunica UNA SERENIDAD MARAVILLOSA, TRANQUILA, FRATERNAL.  

TUS MENSAJES A LOS APÓSTOLES. Tú siempre mantuviste la paz dentro de tu Ser Humano y Divino. Tu vida no fue siempre tranquila. Considerada desde el punto de vista de lo normal en todos nosotros, sería un gran fracaso para la historia que analiza los sucesos reales, constatables, que se pueden demostrar con documentos, con testimonios verídicos.  

Considerada así tu Vida fue una marcha de un nacimiento feliz y alegre hacia una juventud y una madurez cubierta de incertezas y de fracasos, para terminar en un desenlace terrible, cubierto de sangre y de gritos amargos.  

Tú, Jesús, conoces perfectamente lo que sucedió en tu Nacimiento y en tu Niñez. Todo fue muy tranquilo y hasta amoroso, alegre, menos el memento en que tuviste que huir a Egipto porque un Rey te quería asesinar.

Después, cuando comenzaste a comunicar tus Mensajes de Salvación, todo se fue complicando. Porque en el pueblo de Israel había algunos que Te escuchaban con atención y con respeto. Otros, Te criticaban. Pero hubo también algunos Doctores de la Ley que Te detestaban, Te odiaban, y preparaban tu desaparición violenta.  

Y esto sucedió. Fuiste crucificado entre dos asesinos. Hiciste llorar a tu Madre. Y también a algunos que Te habían seguido.  

A pesar de todo esto, tus Mensajes a los Apóstoles elegidos por Ti, como Embajadores de tu Doctrina y de tu Persona, fueron siempre mensajes de esperanza, de paz, de tranquilidad, de amor.  

Mira algunos ejemplos concretos. Tú les dijiste a los que querían escucharte unos pensamientos, que eran como la síntesis, de lo que Tú deseabas comunicar.  

“No perdáis la CALMA. CREED EN DIOS Y CREED TAMBIÉN EN MÍ. En la Casa de mi Padre hay MUCHAS ESTANCIAS. Si no, os lo habría dicho. Y ME VOY A PREPARAROS SITIO. Cuando vaya y os prepare sitio volveré Y OS LLEVARÉ CONMIGO, para que DONDE ESTOY YO, ESTÉIS TAMBIÉN VOSOTROS”.  

Estas frases, leídas despacio, con tranquilidad, nos infunden a todos nosotros una ENORME SERENIDAD, UNA PAZ INTERIOR QUE NO PODEMOS DEFINIR DEL TODO. Jesús, Tú nos amaste. Y nos amas mucho. Y nos repites que también nosotros amemos a los demás, COMO TÚ.  

LO QUE NOS PIDES A TODOS. Precisamente esto es lo que nos dices ahora a todos nosotros, como se lo has dicho a las generaciones que nos han precedido, y lo dirás a las que vendrán.

Creo que lo único que puede solucionar todos los más enconados problemas, es el AMOR. Un amor, sin excepciones, sin limitaciones. Un amor espiritual, no Carnal.  

Con un poco más de amor en todas partes, en todas las latitudes, en todas las naciones, en todas las razas, la historia de cada día, sería una Historia Feliz, sin traumas, sin sangres, sin muertes violentas. Todo sería feliz en el Hogar, en las Calles, en las Naciones, en las diferentes opciones políticas, en la Diversidad de Razas.  

Jesús, concédenos esta Paz, este Amor. Parece que Te pido un milagro. Pero Tú también realizas milagros.  

NUESTRA SÚPLICA. Esta es nuestra Súplica, Jesús. La repetimos cada día, cuando decimos en voz baja, o en las reuniones de varios hombres o mujeres que tienen Fe, el SEÑOR MIO JESUCRISTO. Decimos que TE PROMETEMOS NUNCA MÁS PECAR. Y Tú nos has enseñado que el gran Pecado es el de agredir física o moralmente a nuestros Prójimos.  

Te pedimos en la Oración que Tú nos enseñaste: “Perdona nuestras ofensas, como TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN. Y LÍBRANOS DEL MAL. AMÉN”