Nueva y eterna alianza

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Jesús de Nazaret, cuando estaba celebrando el rito de la Eucaristía, la Santa Misa, juntamente con otro sacerdote de nuestra Iglesia, he experimentado un interés y una emoción muy especiales, cuando estábamos consagrando el Vino con unas gotas de agua.  

Primero hemos repetido las palabras que Te recuerdan a Ti y a tus gestos diciendo: “Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda Santidad; por eso Te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu. De manera que sean para nosotros CUERPO Y SANGRE DE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR”  

Después hemos dicho claramente la fórmula completa de la consagración del Pan y, después, manteniendo el cáliz un poco elevado sobre el altar, hemos repetido las palabras que Tú has dicho en la última Cena, con tus Apóstoles, sobre el Vino, recordando tus gestos. Y hemos dicho: Del mismo modo, acabada la Cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, LO PASÓ A SUS DISCÍPULOS DICIENDO “TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN MEMORIA MÍA”  

Después el celebrante elevó el Cáliz para mostrarlo al pueblo presente, lo bajó, lo puso sobre el corporal que es un paño blanquísimo, y se arrodilló para adorar  LO QUE CONTENÍA, ES DECIR, TU SANGRE, SÍMBOLO DE TU SACRIFICIO POR LA SALVACIÓN DE TODOS.  

LO QUE RECORDÉ. En la Consagración del Vino para convertirlo en tu Sangre Salvadora, se dice que es la SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA. Esto me ha indicado, y nos indica siempre, que existió antes una Alianza que ya se ha vuelto VIEJA, ANTIGUA, y que además no fue ETERNA.  

¿Por qué invadieron mi mente estos pensamientos tan interesantes?  

Me parece que ha sido porque el texto nos ha llevado a recordar que lo VIEJO HA PASADO, QUE LO VIEJO FUE ALGO PARA UN TIEMPO DETERMINADO, y que lo que Tú, Jesús, has creado en la última Cenca con tus Apóstoles, es algo completamente NUEVO, DIFERENTE DE TODO LO ANTERIOR, Y ADEMÁS ETERNO, DEFINITIVO.  

Todo esto, Jesús, me llevaba a pensar que Tú querías comunicarnos a los Apóstoles y a todos los que seguimos tus enseñanzas que no hemos de dudar, que no hemos de intentar copiar nada de los demás, ni de los que nos han precedido en la realización verdadera de la VOLUNTAD DE DIOS según unas normas que ya han terminado. Tú, Jesús, y tu Mensaje son LO NUEVO DEL REINO DE DIOS, LO QUE YA NO SERÁ CAMBIADO.  

Esto, Jesús, me acrecentó la paz en mi pensamiento religioso, y creo que también consigue que los que Te escuchan, a través de la Iglesia, sigan el camino de su vida alegres, esforzados, tranquilos y llenos de alegría. ¿No Te parece?  

A mí me parece que así es. Porque cada día tenemos fuertes experiencias de lo transitorio y movedizo que es todo lo que vemos y experimentamos en nuestra existencia diaria.

 

TUS GESTOS, TUS PALABRAS. Hay una hermosa realidad en tu Vida que me parece PROVIDENCIAL. Me refiero al hecho del Milagro de la Multiplicación de los Panes y de los peces para que se alimentaran miles de tus seguidores y seguidoras, incluidos los niños y las niñas y la coincidencia con un Hermoso Discurso que tuviste en la Sinagoga de Cafarnaúm.

 

La Multiplicación de los Panes me parece que lleva un mensaje de tu Corazón Humanista, Solidario. Te preocupaste por el hambre de las multitudes que Te siguieron. Pensaste que aquello era un sufrimiento que no se podía soportar. Buscaste una solución. Cuando todos pensaban en las dificultades de ir a comprar pan porque las tiendas estaban lejos, Tú estabas exigiendo que se les diera de comer. Y entonces, ante la estupefacción de los Apóstoles, ordenaste que los presentes se reunieran en grupos, se sentaran sobre el césped, y se alimentaran con el pan y los peces que ellos les servirían. Y así fue. Salieron todos contentos, felices, y Te aclamaron como REY, afirmando: “Este es verdaderamente el Profeta que iba a venir al mundo”

 

Este fue un gran Gesto en tu Vida de Salvador, porque, además de alimentar a las multitudes, nos presentaste una forma profética de la SAGRADA EUCARISTÍA, que instituirías un tiempo después.

 

Cuando Tú pensabas que todos se habían marchado a sus casas, se produjo otro movimiento de aquellas multitudes. Y Tú aprovechaste la ocasión, para enseñarles la que podríamos llamar TEOLOGÍA DEL PAN.

 

Les dijiste a todos: “Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciados. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para Vida Eterna, el que OS DARÁ EL HIJO DEL HOMBRE, porque a Éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello”

 

Y casi enseguida salió de tu boca el Sagrado Tema de la EUCARISTÍA, cuando afirmaste: “ES MI PADRE EL QUE OS DA EL VERDADERO PAN DEL CIELO. Porque el PAN DE DIOS ES EL QUE BAJA DEL CIELO Y DA LA VIDA AL MUNDO” y añadiste: “YO SOY EL PAN DE LA VIDA. El que venga a Mí, no tendrá Hambre, y el que crea en Mí no tendrá nunca Sed”

 

Añadiste: “Yo soy EL PAN DE LA VIDA… YO SOY EL PAN VIVO, BAJADO DEL CIELO. SI UNO COME DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE. Y EL PAN QUE YO LE VOY A DAR, ES MI CARNE PARA LA VIDA DEL MUNDO”

 

Este ha sido el gran gesto de tu Vida Apostólica. Esta la gran enseñanza. Sin dudar, creo que todos podemos afirmar que tu PERPETUA PRESENCIA EN LA EUCARISTÍA ES LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA CON DIOS NUESTRO PADRE. Después, lo demostraste de forma definitiva y clara, cuando, en la última cena, celebraste la PRIMERA MISA DE LA HISTORIA DEL MUNDO.

 

SEÑOR MIO Y DIOS MIO. Señor Jesús, cuando los celebrantes revestidos con los ornamentos sagrados, y los devotos católicos asisten a las Eucaristías que se celebran cada día en todos los pueblos y ciudades en donde hay templos, capillas, ermitas y otros lugares aptos, nos mantenemos muy atentos a lo que sucede.

 

Nos arrodillamos ante el altar. Cuando se elevan las sagradas formas sobre nuestras cabezas, fijamos nuestros ojos sobre ellas.

 

Y entonces brotan espontáneamente varias oraciones. Recuerdo algunas.

 

Señor Jesús, Te quiero mucho.

 

Hermano Jesús, ayúdame a soportar todas las dificultades que se presentan en mi vida, que son muchas.

 

Dios mío, Jesús, Hijo del Padre, Hijo del Hombre, ten compasión de mi.

 

Otras veces, sin cavilar demasiado repetimos aquella afirmación de Fe en Ti y de amor hacia tu Persona, que inventó aquel Apóstol que había tenido poca fe en tu Resurrección, cuando se la narraron sus Compañeros: “SEÑOR MIO Y DIOS MIO”