Tu muerte te define

Autor: Ramón Aguiló SJ

 

 

Jesús de Nazaret, los buenos cristianos piensan cada día en Ti. Y yo podría decir que lo hacen constantemente, sin interrupción. Penamos en Ti, cuando nos despertamos del profundo sueño de nuestras noches. Pensamos en Ti, cuando vamos a desayunar, a comer, a cenar. Pensamos en Ti, cuando pasamos por delante de una Iglesia. Y mucho más, cuando entramos en el templo, para participar en la Santa Eucaristía. Pensamos en Ti, antes de acostarnos para dormir durante una noche tranquila.

 

Algunos –así lo puedo suponer- piensan en Ti constantemente, como si Tú fueras el Leit-motiv de su vida o el verso que se repite en cada estrofa de una bella poesía.

 

Y esto es maravilloso: Tú quieres ser el Centro de nuestras Vidas, no para dominarnos, como dominan los dictadores, sino para salvarnos, orientarnos, ayudarnos, iluminarnos, consolarnos.

 

Por esto, cuando leemos algún Libro, vemos en sus páginas siempre unas inspiraciones tuyas, aunque sea una novela, o un libro de cuentos, o una colección de Poesías.

 

LA PALABRA “CORDERO”. Me encontré con esta palabra muchísimas veces, al leer las páginas de los Libros Sagrados. Tú seguramente, Jesús, recuerdas todos los sitios en los que sale esta hermosa y significativa Palabra.

 

Voy a recordar unos cuantos de estos sitios, para recoger las enseñanzas que contienen. Necesariamente hay que seleccionar, porque son muchísimos. Y en ellos, casi siempre se juntan dos realidades o dos conceptos. La Realidad del CORDERO y el Concepto DE SACRIFICIO.

 

La primera historia que encuentro en los Libros Sagrados es la hermosa y aleccionadora historia de Dios, Abraham, su hijo Isaac y el Cordero. Todo esto se encuentra en el primer Libro, EL GÉNESIS (capítulo 22). Dice así:

 

“Sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: ´¡Abraham, Abraham!´” Abraham  respondió que estaba allí, indicando que estaba dispuesto a cumplir la Voluntad de Dios. Y Dios prosiguió: “Toma a tu hijo, a tu único hijo, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”

 

Abraham, su hijo y los mozos que le servían emprendieron el viaje hacia el monte indicado por Dios. Abraham separó a los sirvientes, siguió su viaje con el hijo, Isaac, y éste le indicó a su padre que todo estaba preparado, pero faltaba el CORDERO PARA EL HOLOCAUSTO. Su papá le dio una respuesta serena, aunque seguramente estaba sufriendo mucho: “Dios proveerá el CORDERO PARA EL HOLOCAUSTO, hijo mío”

 

De hecho, Abraham, después que preparó el altar para el sacrificio, “tomó el cuchillo para inmolar a su hijo”

 

Entonces, se oyó la voz de un ángel que, en nombre de Dios, decía que no matara a su hijo de hecho, porque había demostrado suficientemente su disposición de obedecer siempre a Dios. Entonces Abraham vio a un CORDERO Y LO SACRIFICÓ.

 

Este fragmento del Génesis, Jesús de Nazaret, nos impresiona mucho a todos. Y vemos en él, una forma de profecía que ya Te señalaba a Ti, como CORDERO DE LA HUMANIDAD, el que moriría, sacrificado, para salvarnos todos.

 

EL CORDERO PASCUAL. Las alusiones al Cordero que debe ser sacrificado por varias razones espirituales y de fe, las encontramos en muchas páginas de casi todos los Libros Sagrados del llamado Antiguo Sacramento.

 

A mí me parece que unas de las más claras y dirigidas a la práctica del pueblo de Israel son las que se hallan en las páginas del Libro del Deuteronomio. Porque en el Capítulo 17, se dice: “No sacrificarás a Yahveh tu Dios ganado MAYOR O MENOR  que tenga cualquier tara o defecto. Porque es una abominación para Yahveh tu Dios”

 

Esto significa que Dios aceptaba los sacrificios de los CORDEROS o de otros animales considerados dignos de este sacrificio.

 

Y un caso muy concreto de que esta aceptación era aceptable para Dios y tenía importantes consecuencias sobre su pueblo, lo encontramos en el Primer Libro de Samuel (Capítulo 7), cuando afirma: “Cuando los filisteos supieron que los Israelitas  se habían reunido en Mispá, subieron los tiranos de los filisteos contra Israel. Habiéndolo oído los israelitas, temieron a los filisteos y dijeron los israelitas a Samuel: ´ No dejes de invocar a Yahveh nuestro Dios, para que Él nos salve de la mano de los filisteos. TOMÓ SAMUEL UN CORDERO LECHAL Y LO OFRECIÓ ENTERO EN HOLOCAUSTO A YAHVEH A FAVOR DE ISRAEL Y YAHVEH LE ESCUCHÓ”. Israel así consiguió la victoria sobre los poderosos filisteos.

 

También se refiere a los sacrificios de animales en los días especialmente indicados por Dios el Libro del Éxodo en un Largo Capítulo (el 12).  En este Capítulo se prescribe el sacrificio de los animales, escogidos con mucho cuidado, para la celebración del Día más Importante del pueblo de Israel, que se llama explícitamente DIA DE LA PASCUA. Así fue instituida esta importante fiesta, que no lo fue solamente para el pueblo, sino muy en especial para Ti y para tu Iglesia. Desde entonces, después de tu trabajo de Mensajero de la Voluntad del Padre, la PASCUA ADQUIERE UNA IMPORTANTE EXCLUSIVIDAD ENTRE LAS FIESTAS DEL AÑO.

Tú, Jesús, desde entonces, en las profecías y en la realidad de tu Mensaje, ERES LLAMADO CORDERO DE DIOS.

 

TÚ ERES EL CORDERO DE DIOS. Los Escritos de los Apóstoles que Te siguieron y Tú mismo, los escritos de los textos Litúrgicos y de los escritores cristianos, repiten constantemente esta hermosa y simbólica verdad.

 

Voy a recordar sólo a los siguientes:

 

En primer lugar están los Apóstoles-Escritores. San Juan el hijo del Zebedeo es el que lo dice más claro que el CORDERO ERES TÚ, JESÚS. Primero, Juan presenta el testimonio del otro Juan, el Bautista, el Precursor, y en su boca pone estas palabras, cuando Te ve pasar por la calle: “He ahí el CORDERO DE DIOS, QUITA EL PECADO DEL MUNDO” Juan con eso, demostraba, sin decirlo explícitamente, que Tú, Jesús de Nazaret, ibas a ser sacrificado, muerto, para la salvación del mundo.

 

A continuación, Juan el Evangelista sigue expresando la idea de Juan el Precursor, porque al día siguiente, cuando Te vio pasar, afirmó: “He ahí EL CORDERO DE DIOS”.  Y esto causó que los que escuchaban a Juan, Te siguieran.

 

Pero donde Juan el escritor, Te nombra más veces es el Libro del Apocalipsis. En este libro Te señalan como CORDERO, unas 30 veces. Tú eres el CORDERO  que has sido inmolado para la salvación del pueblo elegido. Y muchas de estas ocasiones, Juan Te presenta como UN CORDERO, COMO DEGOLLADO… Y lo curioso es que este Cordero Degollado se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el Trono (evidentemente se refiere a Dios). Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los Veinticuatro  Ancianos SE POSTRARON DELANTE DEL CORDERO… Y cantan un Cántico nuevo diciendo: “Eres digno de tomar el Libro y abrir sus Sellos, porque fuiste DEGOLLADO, y COMPRASTE PARA DIOS CON TU SANGRE hombres de toda Raza, Lengua, Pueblo y Nación. Y has hecho de ellos para nuestro Dios un REINO DE SACERDOTES, y REINAN SOBRE LA TIERRA”.

 

Después Juan narra una maravillosa Visión, en la que oyó la Voz de una multitud de Ángeles alrededor del Trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Y esta voz gritaba “DIGNO ES EL CORDERO DEGOLLADO de recibir el Poder, la Riqueza, la Sabiduría, la Fuerza, el Honor, la Gloria y la Alabanza”. Y toda criatura del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: “AL QUE ESTÁ EN EL TRONO Y AL CORDERO, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos” Y los cuatro Vivientes decían AMÉN. Y los Ancianos se postraron para ADORAR.

 

En el Apocalipsis son muchísimas más las veces que se habla del CORDERO DEGOLLADO.

 

La Iglesia Católica, en sus actos litúrgicos, ha aprovechado todas estas veces en que tu personalidad Divina y Salvadora se presenta como el Sacrificio de un CORDERO. Recuerdo sólo una. Cuando los fieles y el mismo celebrante van a recibirte bajo la forma de Pan y de Vino, se escucha esta presentación ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO. DICHOSOS LOS INVITADOS A LA CENA DEL SEÑOR.

 

Y todos respondemos humildemente: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”

 

Jesús, nos hemos de despedir, y lo hacemos recordando unas significativas súplicas: CORDERO DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO ten piedad de nosotros. Y después se repite lo mismo. Al final se afirma y se suplica: CORDERO DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO danos la Paz.

 

Jesús, nos despedimos. Cuando escuchamos que eres el CORDERO DEGOLLADO, todos pensamos en tu Personalidad Sacrificada. Y Te vemos en la Cruz del Calvario