Meditaciones sobre Jesús

Jesús, una respuesta contra la agresión y una enseñanza para convivir

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

Entendemos como agresión ese ataque violento, para matar o para herir a alguien, o la acción que se opone a los derechos de otras personas, el ataque militar, especialmente si es repentino e inesperado y que viola los derechos del país atacado

Pero también hay muchas situaciones en la convivencia normal que no parecen agresión pero lo son y no debemos cerrar los ojos frente a ellas, como por ejemplo no considerar una agresión contra la salud de las personas fumar en un autobús o recintos cerrados.

¿Le han hecho un gesto, ese extraño movimiento del rostro o de las manos con el que se expresa algo mientras conduce? La primera reacción frente a esto es reírnos, y no es para menos, estamos acostumbrados a ver a diario como las personas con gran creatividad buscan el mejor gesto o la mejor señal para enviar un mensaje con sus manos, dedos, muecas, en fin indescriptibles maneras para desahogar su molestia cuando otro vehículo participa en una mala maniobra delante de él, pero en otras situaciones estas leves manifestaciones producen una conducta agresivas y violentas.

Entonces es bueno preguntarse, por qué actuamos así o cual es el sentido de la agresión y que hace que nos comportemos agresivos. 

Por nada y sin motivo, observamos que se intenta hacer daño u ofender a alguien, ya sea mediante insultos o comentarios hirientes o bien físicamente, a través de golpes, violaciones, lesiones, etc. 

Es bueno que nos demos cuenta que es lo que promueve la agresión, que influye en los hombres para esta actitud, y cuales son las condiciones o ambientes especiales que la producen.

Esta claro que la agresión es un daño psicológico, físico, emocional y ataca al espíritu. 

Hay muchas formas conocidas de agresión permanente en los hombres, tales como golpear a una persona, difamar o calumniar e insultar, pero hay otra que no lo son y deben considerarse como tal, como por ejemplo no hacer nada por defender a alguien que recibe un agravio, cuando un compañero de trabajo llega con atraso, llamar la atención para que el Jefe lo sepa y luego reírnos, hacer gestos de molestias mientras se espera en una fila, cuando otro vehículo nos intenta adelantar, acelerar para evitarlo, atender a uno de su raza con sonrisa y al siguiente que es distinto de mala forma, mostrar molestia cuando alguien nos pide algo, etc.

Es interesante conocer cuales son los factores que promueven la agresión, para poner remedio y así evitar que se aprenda o se produzca. Algunos factores comunes no parecieran importantes, pero si lo son, entonces debemos considerarlos como tal, algunos ejemplos de estos son los padres agresivos, por que esta actitud forma hijos agresivos, observar imágenes violentas en televisión o el cine, ser testigo de la violencia, ser indiferente a la agresión, el desprecio a los demás, ser racista, tener actitudes machista aumentando la violencia contra la mujer, no hablarse dentro de la familia, los portazos, la permisividad y la tendencia a no inmiscuirse en los asuntos de los hijos, mantener armas, estas evocan pensamientos agresivos, etc.

¿Debemos nosotros los cristianos hacer algo para evitar este comportamiento en los hombres?, definitivamente si, talvez hayan muchas formas como hacerlo y fundamentalmente la manera es aprendiendo como debemos relacionarnos con las personas, una de ellas es ser sociable, esto es, sentir inclinación por el trato y la relación con las personas y tener facilidad para ello, aprendamos como comportarnos y como relacionarnos con los demás, Jesús nos enseña y hagámoslo con el Evangelio según San Marcos 2,13-17.

“Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

¿Que no enseña este Evangelio en el tema especifico que estamos tratando?

Los fariseos están sorprendidos, Jesús esta sentado comiendo con toda clase de personas, en este caso publicanos y pecadores. Entonces nos hacemos una pregunta ¿como se siente Jesús comiendo con ellos?, tenemos que pensar que se siente bien, porque justamente es donde debe estar. Entonces nos preguntamos ¿porque es el lugar donde debe estar?, porque él vino a salvar al mundo, y en ese concepto no podemos excluir a nadie, y con mayor razón debe estar donde los enfermos, son ellos los que tienen necesidad del médico no así los sanos.

Nos damos fácilmente cuenta, que grande es el Señor Jesús, como siempre es sociable, come con los pecadores, aún más, él les busca, es que Jesús, desea llegar a todo el mundo y no discrimina, un gran ejemplo para nosotros, nos enseña a convivir con todos, independiente de las ideas de cada uno, independiente del modo de ser de cada uno, nos enseña a ser personas abiertas, nos enseña a estar dispuestos siempre a comprender, a disculpar y perdonar. 

Esa es una gran razón que nos enseña este evangelio, Jesús esta preocupado por todos.

Cuando salimos a la calle, especialmente a esas calles donde transitan personas de toda índole, debemos mirar a estas personas con “Cristianismo”, esto es con el Espíritu de Cristo, porque todos los que pasan junto a nosotros, son hijos de Dios.

El buen trato, el saber convivir, el tratar a los demás en forma grata, el poder sentarse a conversar con alguien quien piensa distinto, el respetar las ideas de otros, es caridad, es amor por los hombres y Dios sabe que si respetamos y amamos a los hombres, es porque también lo amamos a él.

El ejemplo de Jesús es grande, nos enseña a vivir abiertos hacia los demás; a comprenderlos, a mirarlos, pero con la mirada de él, esa que llega al corazón, porque el tiene bien claro el concepto de somos hechos por Dios y la bondad está en alguna parte de nosotros, y como está, entonces también está la comprensión, la misericordia, la capacidad de disculpar, la capacidad de perdonar, la capacidad de ser médico de uno mismo para ver si estamos enfermos y para ayudar a sanar a los demás.

En efecto, ante alguna molestia con alguien, no tenemos porque ser agresivos, y en el momento que estamos pensado lo que le vamos a decir, una buena práctica debiera ser pedirle al Señor ayuda y que El que ponga sus palabras en nuestra boca para que nada malo salga de ella, cuando buscamos con que propinarle a otro un golpe pidamos prestada la mano de Jesús para que esta acción se transforme en una caricia, cuando nuestros ojos está a reventarse debajo de los párpado, pidamos mirar a nuestros hermanos con los ojos de Jesús.

El mejor gesto de amor que podemos entregarle a Jesús, es demostrarle que tratamos a nuestros hermanos, sintiendo que en cada uno de ellos está Cristo, en efecto nos corresponde ser consecuente entre lo que decimos que somos y lo que pensamos.

Incorporemos a nuestro espíritu la bella frase “soy manso de corazón”, y no olvidemos que agredir siempre es causar daño y un atentado a la buena convivencia.

Por comprender esto cada vez más, “Gracias Señor”