Santa Teresita del Niño Jesús

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

En el segundo día de enero del año 1873, nace en Alencon, Francia, Teresa Martin, hija de Luis Martin y Celia Guérin quienes dos días después la bautizan con los nombres de Maria Francisca Teresa en la  Iglesia de Nôtre-Dame.

 

Ella es hija de padres cristianos, Don Luis es relojero-joyero, Doña Celia es encajera, tuvieron nueve hijos de los cuales cuatro murieron  a temprana edad. Cuando quedaban cuatro hijas y a los cuarenta años nace su última hija, Teresita, sin embargo cuatro años mas tarde, a causa de un cáncer de mama, fallece el 28 de agosto de 1877.

 

Con todo, se dice que “terina”, siendo niña es alegre y vivaracha, con una vida dichosa, ya que recibe mucho amor de sus padres y hermanas, junto a un fe viva, profunda, generosa y llena de caridad. Es en esta etapa, a los cuatro años y medio de edad, cuando surge el drama de la muerte de su madre. El golpe es muy fuerte para la pequeña que escoge a su hermana Paulina como su segunda madre, pero la herida es profunda y tardará diez años en cicatrizar.

 

Tras la muerte de su esposa y con cinco hijas que educar, Don Luis Martin cede a los ruegos insistentes de su cuñado, Isidoro Guerin, farmacéutico en Lisieux y con toda su  familia, se traslada a Lisieux y se instala en Los Buissonnets.

 

A finales de 1879 recibió por vez primera el sacramento de la Penitencia.

 

La entrada de su hermana Paulina en el Carmelo de Lisieux vuelve a abrir la herida. A los diez años, Teresa cae gravemente enferma: síntomas alarmantes de una regresión infantil, alucinaciones, anorexia. La medicina no puede hacer nada. Los familiares y el Carmelo rezan. El 13 de mayo de 1883, una imagen de la Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente. 

 

Educada por las Benedictinas de Lisieux, recibió la primera comunión el 8 de mayo de 1884, después de una intensa preparación, culminada con una fuerte experiencia de la gracia de la íntima comunión con Cristo. Algunas semanas más tarde, el 14 de junio del mismo año, recibió la Confirmación , con plena conciencia de acoger el don del Espíritu Santo mediante una participación personal en la gracia de Pentecostés.

 

Su primera Comunión es para ella una "fusión" de amor. Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Èl. Piensa ya en ser carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María, la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está hipersensible y "llora en exceso". Desea morir y ser liberada. Al volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del pesebre, el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.

 

Su deseo era abrazar la vida contemplativa, al igual que sus hermanas Paulina y María, en el Carmelo de Lisieux, pero su temprana edad se lo impedía, sin embargo ella está decidida a luchar para entrar en el Carmelo, para salvar todos los obstáculos: su padre, su tío, el superior del Carmelo, el obispo, el Papa León XII, pues la gracia le ha abierto el corazón y quiere salvar a los pecadores con Jesús que, en la Cruz , tuvo sed de almas. Teresa, a los catorce años y medio, decide permanecer siempre al pie de la Cruz para recoger la sangre divina y dársela a las almas". Tal es su vocación de "amar a Jesús y hacerlo amar".

 

Durante un viaje a Italia, después de haber visitado la Santa Casa de Loreto y los lugares de la Ciudad Eterna , el 20 de noviembre de 1887, en la audiencia concedida por el Papa León XIII a los peregrinos de la diócesis de Lisieux, pidió al Papa con filial audacia autorización para poder entrar en el Carmelo con 15 años. Se habla que su respuesta evasiva, "un fiasco", pero el 9 de abril de 1888 entra en el Carmelo de Lisieux. Tomó el hábito el 10 de enero del año siguiente e hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1890, fiesta de la Natividad de la Virgen María.

 

El 1887, al oír hablar de un asesino que ha dado muerte a tres mujeres en París, reza y se sacrifica por él queriendo, a todo precio, arracarlo del infierno. Henri Pranzini es juzgado y condenado a morir guillotinado pero, en el momento de morir, besa el crucifijo. Teresa llora de alegría : su oración ha sido escuchada. Lo llama su primer hijo.

 

En su peregrinación a Italia Teresa se da cuenta de que, a pesar de lo "sublime de su vocación", los sacerdotes tienen pequeñas debilidades. Piensa que hace falta rezar mucho por ellos, porque son hombres "debiles y frágiles". Teresa comprende que su vocación no consistirá sólo en orar por la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar por los sacerdotes.

 

En el Carmelo comenzó el camino de perfección trazado por la Madre Fundadora , Teresa de Jesús, con auténtico fervor y fidelidad, y cumpliendo los diferentes oficios que le fueron confiados (fue también maestra de novicias). Se siente feliz al estar para siempre en el Carmelo, "prisionera" con Èl… y con 24 hermanas. La vida comuntaria, el frío, la oración a menudo en sequedad, la soledad afectiva (aunque esté con sus dos hermanas mayores). Todo lo soporta con ilusión. Su más grande sufrimiento será la enfermedad de su amado padre, internado en El Buen Salvador de Caen, hospital para enfermos mentales. Nuevo drama familiar para Teresa que profundiza en la oración con "el Siervo doliente" de Isaías, 53, en la Pasión de Jesús. Pero el clima espiritual de su Carmelo, marcado por el temor a un Dios a quien se ve sobre todo como un Dios justo, le pesa. Aspira al amor cuando lee la "Llama de amor viva" de S. Juan de la Cruz. En 1891 -- tiene 18 años - un sacerdote la lanza "sobre las olas de la confianza y del amor" sobre las cuales no se atrevía a avanzar, retenida en este camino audaz, incluso por su hermana Paulina, la Madre Inés de Jesús que será elegida priora el 1893.

Iluminada por la Palabra de Dios, y probada especialmente por la enfermedad de su queridísimo padre, Luis Martin, que falleció el 29 de julio de 1894, emprendió el camino hacia la santidad, inspirada en la lectura del Evangelio y poniendo el amor al centro de todo. Teresa nos ha dejado en sus manuscritos autobiográficos no sólo los recuerdos de la infancia y de la adolescencia, sino también el retrato de su alma y la descripción de sus experiencias más íntimas. Descubre y comunica a las novicias confiadas a sus cuidados; el camino de la infancia espiritual; recibe como don especial el encargo do acompañar con la oración y el sacrificio a dos hermanos misioneros (el Padre Roulland, misionero en China y el Padre Belliére). Penetra cada vez más en el misterio de la Iglesia y siente crecer su vocación apostólica y misionera para arrastrar consigo a los demás, movida por el amor de Cristo, su Único Esposo.

 

En esta época es cuando la joven hermana Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz (tal es su verdadero nombre, resumen de su vocación) descubre, después de años de búsqueda, el camino que va a transformar su vida. Teresa recibe la gracia de profundizar en la Paternidad de Dios que nos es otra coas que Misericordia y Amor (expresadas en su Hijo Jesús, hecho hombre. La vida cristiana no es otra cosa que la vida de un hijo del Padre - hijo en el Hijo - inagurada en el bautismo y vivida en una confianza absoluta. "Si no volvéis a ser como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18, 3). Por suerte, M. Inés de Jesús le ordena escribir sus recuerdos de infancia. Teresa obedece y escribe 86 páginas en un cuadernito. 

 

En su tiempo, algunas almas escogidas se ofrecían como víctimas a la Justicia divina. La "débil e imperfecta Teresa" se ofrece al Amor Misericordioso el día 9 de junio, en la misa de la Santísima Trinidad. Por entonces escribe el primer manuscrito autobiográfico, que entregó a la Madre Inés el día de su onomástica, el 21 de enero de 1896.

 

Este don total "la renueva", quema todo pecado en ella. En septiembre de 1896, Teresa experimenta que su hermosa vocación ("carmelita, esposa y madre") no le basta. En sus oraciones siente grandes deseos de ser sacerdote, diácono, profeta, doctor, misionero, mártir… Pero pronto encuentra su vocación al leer un pasaje de S. Pablo sobre la caridad (I Cor, 13). Todo queda claro para ella y puede escribir "¡ Oh, Jesús, amor mío, he encontrado al fin mi vocación ! ¡Mi vocación es el Amor!… Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia y ese puesto, Dios mío, eres Tú quien me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia , mi madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ¡¡¡ Así mi sueño se verá realizado !!! (Manuscrito B, 3 v). Cada vez más atormentada por la inquietud de que los pecadores no conozcan este amor misericordioso de Dios, en Pascua de 1896, entra en una noche oscura en la que su fe y su esperanza combaten. Mientras tanto, una tuberculosis mina su salud y la debilita. Teresa emplea sus últimas fuerzas en enseña "su camino de infancia espiritual" a las cinco novicias que tiene a su cargo y a sus hermanos espirituales, sacerdotes y misioneros en Africa y China.

 

Algunos meses más tarde, el 3 de abril, durante la noche del jueves al viernes santo, sufrió una hemotisis, primera manifestación de la enfermedad que la llevaría a la muerte, y que ella acogió como una misteriosa visita del Esposo divino. Entró entonces en una prueba de fe que duraría hasta el final de su vida, y de la que ofrece un emotivo testimonio en sus escritos. Durante el mes de septiembre concluye el manuscrito B, que ilustra de manera impresionante el grado de santidad al que había llegado, especialmente por el descubrimiento de su vocación en el corazón de la Iglesia.

Viviendo esta compasión en unión con Cristo en Getsemaní y en su Cruz, agotada por las hemoptisis, guarda su sonrisa y su exquisita caridad para animar la moral de sus hermanas, consternadas al verla morir llena de atroces sufrimientos. Por obediencia continúa, hasta el agotamiento, la redacción de sus recuerdos en los cuales, con una verdad transparente, "canta las misericordias del Señor" en su corta vida. Pidiendo "hacer el bien en la tierra después de su muerte, hasta el fin del mundo", profetizando humildemente que su misión póstuma sería enseñar su caminito a las almas y "pasar su cielo haciendo el bien en la tierra".

 

Mientras empeora su salud y continúa el tiempo de prueba, en el mes de junio comienza el manuscrito C, dedicado a la Madre María de Gonzaga; entretanto, nuevas gracias la llevan a madurar plenamente en la perfección y descubre nuevas luces para la difusión de su mensaje en la Iglesia , en bien de las almas que seguirán su camino. El 8 de julio es llevada a la enfermería, donde otras religiosas recogen sus palabras, a la vez que se le tornan más intensos los dolores y las pruebas, que soporta con paciencia hasta su muerte, acaecida en la tarde del 30 de septiembre de 1897. "Yo no muero, entro en la vida"   había escrito a su hermano espiritual misionero, P. Mauricio Belliére. Sus últimas palabras, "Dios mío, te amo", sellan una vida que se extinguió en la tierra a los 24 años, para entrar, según su deseo, en una nueva fase de presencia apostólica en favor de las almas, en la comunión de los Santos, para derramar una "lluvia de rosas" sobre el mundo (lluvia de favores y beneficios, especialmente para amar más a Dios).

 

Un año después de su muerte se publica un libro a partir de sus escritos : Historia de una Alma, que va a conquistar al mundo y dará a conocer a esta joven religiosa que había amado a Jesús" hasta morir de amor". Una vida escondida iba a iluminar el mundo. Y esto dura ya más de cien años…

 

Fue canonizada por Pío XI el 17 de mayo de 1925, y el mismo Papa, el 14 de diciembre de 1927, la proclamó Patrona Universal de las Misiones, junto con San Francisco Javier.

 

Su doctrina y su ejemplo de santidad han sido recibidos con gran entusiasmo por todas las categorías de fieles de este siglo, y también más allá de la Iglesia Católica y del Cristianismo.

 

Con ocasión del Centenario de su muerte, el Papa Juan Pablo II la declaró Doctora de la Iglesia por la solidez de su sabiduría espiritual, inspirada en el Evangelio, por la originalidad de sus intuiciones teológicas, en las cuales resplandece su eminente doctrina, y por la acogida en todo el mundo de su mensaje espiritual, difundido a través de la traducción de sus obras en una cincuentena de lenguas diversas. La ceremonia del nombramiento tuvo lugar el 19 de octubre de 1.997, precisamente en el domingo en el que se celebra la Jornada Mundial de las Misiones