Que miserables son contigo Señor

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant



 

Señor, vengo a reconocer lo miserable que son contigo, talvez soberbios, especialmente cuando entran al templo. En efecto Señor, que poca fineza de su parte, deberían  entrar con el espíritu encendido, y humilde ante ti, deberían entrar dispuesto a la oración, deberían  caminar cada paso en actitud de súplica,  y que hacen, entran como si fueran los dueños de la casa, y con actitud de espera para los que están dentro orando, dejen de hacerlo y los saluden con amabilidad y deferencia.

 

Señor, que miserables mis hermanos  al permanecer en el templo, principalmente en la celebración del misterio eucarístico, no parecen  agradecidos de estar a tu lado, y están en una actitud de esperar tu reconocimiento por haber asistido a la celebración, así es Señor, no tiemblan, ante tu presencia, no están  frente a tu sacrificio con espíritu contrito y humillado, lo hacen de pie, pues sus rodillas no se doblan  por tu sacrificio.

 

Luego Señor, nos acercamos a tu banquete sin pureza, sin la gracia, solo para que los demás crean  que somos santos, no hay actitud de dolor, no hay arrepentimiento por los pecados, incluso algunos llegan a toda prisa, como arrebatándoles a otros tu cuerpo, sin recibirte con delicadeza, y hasta tienen el descaro que una vez que te han recibido sin comerte abandonan tu casa, que miserables y que penoso Señor.

 

Señor, estos si saben lo que hacen, se sientan a desvestir a cada hermano que llega a la fiesta, y emiten juicio indignos de hacerlos en tu presencia, y luego les dan el saludo paz, pero no como penitencia o por lavar algo lo que mancharon, sino que para deleitar de mejor manera la infamia de sus comentarios, y todo esto en tu casa Señor, y en vez de orar, solo se ríen de quien ora.

 

Señor, se que no es agradable esta conversación, pero también se lo triste que es para nuestro Padre, El que nos dio tanta libertad para ser felices, El que con tanto amor nos dio el don de mirar, hablar, oír sentir, para que lo miremos, para hablarle, para oírlo, para sentirlo, y en el templo le no lo no oyen, no te miran, no te hablan, no son capaces de sentirte.

 

Señor, ¿será por eso que siempre que te miro hacia el madero, me parece que estás hablándole al cielo a Nuestro Padre, como si siguieras pidiendo que nos perdone?, mientras mi hermanos no son capaces de mirar hacia abajo, en actitud de reflexión, de estar contrito, de reconocimiento de pecado, en paz, en entrega a la voluntad del Padre.

 

Señor, déjame ayudarte, rezando para que nuestro Padre Bueno, se mantenga con estos hermanos,  misericordioso, y así se motiven a pedir perdón, a reconocer sus culpas, a que se den cuenta como deben acercarse al Padre, déjame rezar para en estos sordos hermanos destapen sus oído y oigan tus enseñanzas a través del Evangelio,  y para que observen y sientan el milagro de tu presencia en la eucaristía.